Mientras Etiopía transita su compleja y frágil transición política, hay indicios de que el proceso de justicia transicional está experimentando retrasos. La consulta pública sobre los proyectos de ley de justicia transicional, inicialmente prevista para principios de este año, no se ha llevado a cabo.
Existen afirmaciones no oficiales pero ampliamente difundidas en el dominio público que sugieren que la justicia transicional está informalmente suspendida hasta que la Comisión de Diálogo Nacional concluya su mandato.
Desde el principio, la coexistencia de estos dos procesos ha estado rodeada de tensión y las partes interesadas han expresado su preocupación de que uno pueda robarle protagonismo al otro o socavar la urgencia y relevancia.
Los actores de la justicia transicional temían que el diálogo nacional monopolizara la atención institucional y política. Quienes lo apoyaban consideraban que la justicia transicional, con su proceso acelerado y su agenda centrada en las víctimas, era potencialmente polarizante e inoportuna. Sostuvieron que la justicia transicional debía posponerse y, en cambio, abordarse como un resultado posterior del proceso de diálogo.
Sin embargo, la relación entre ambos procesos no se ha aclarado adecuadamente ni se ha debatido públicamente. Además, fuentes anónimas afirman que la incapacidad del gobierno para establecer el Mecanismo de Coordinación Institucional de Justicia Transicional podría haber contribuido a las tensiones y a la falta de un sistema para gestionar la política institucional y de procesos.
Mientras que la justicia transicional se centra en reconocer el daño, brindar reparación a las víctimas y reformar las instituciones, el diálogo nacional busca forjar acuerdos inclusivos sobre cuestiones nacionales fundamentales como la gobernanza, la identidad y la coexistencia pacífica.
A nivel mundial, existen diversos modelos de consolidación de la paz que abarcan ambos procesos en situaciones posconflicto. La justicia transicional puede surgir del diálogo, ocurrir antes o junto con él. En Etiopía, la justicia transicional es un proceso independiente respaldado por mandatos legales y políticos. No es solo una aspiración ideal, sino un compromiso político consolidado.
El impulso para impulsar la justicia transicional no surgió del diálogo nacional, sino de las demandas públicas, la evidencia empírica, las obligaciones jurídicas internacionales y las promesas políticas del gobierno. Estas se detallaron en el Libro Verde elaborado por el Grupo de Trabajo de Expertos en Justicia Transicional, constituido por el Ministerio de Justicia tras el Acuerdo de Cese de Hostilidades (CdAH) de 2022 entre el Gobierno Federal y el Frente Popular de Liberación de Tigray.
El impulso para abordar los abusos del pasado mediante la justicia transicional surgió incluso antes del conflicto de Tigray. Sin embargo, estos esfuerzos previos a la guerra fueron fragmentados y deficientemente coordinados.

En respuesta a las violaciones cometidas durante la guerra, una investigación conjunta de la Comisión de Derechos Humanos de Etiopía y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos recomendó que la justicia transicional sea esencial en 2021. La CoHA requiere que el gobierno establezca un mecanismo integral, nacional y centrado en las víctimas que se alinee con los estándares internacionales de derechos humanos y la Política de Justicia Transicional de la Unión Africana.
De acuerdo con la política adoptada por el Consejo de Ministros en 2024, se han preparado proyectos de ley que establecen el Tribunal Especial, la Fiscalía Especial, la Comisión de la Verdad y la Cohesión Social y la Comisión de Investigación.
Los componentes de la búsqueda de la verdad y la cohesión social en la justicia transicional pueden intersectar con los esfuerzos del diálogo nacional para identificar las causas profundas de la violencia y la inestabilidad. Ambos pueden examinar los aspectos estructurales de la violencia, reconstruir narrativas y esclarecer la historia.
Las fuentes sugieren que esta superposición contribuye a la tensión entre el diálogo nacional y la justicia transicional. Sin un marco que coordine estos mandatos superpuestos, existe el riesgo de duplicación, confusión y agotamiento de la participación pública.
El tema exige un debate participativo y transparente para aclarar cómo se pueden sincronizar la búsqueda de la verdad, la investigación histórica y la reconciliación en ambos procesos. Lo que se necesita es una alineación estratégica, no el establecimiento de una jerarquía institucional superficial.
Una forma de resolver la confusión es suspender temporalmente ambos procesos. Esto podría permitir examinar y abordar posibles intersecciones mediante la coordinación o la revisión de los mandatos. Esto contribuiría a garantizar la complementariedad y permitiría que la justicia transicional y el diálogo nacional avanzaran simultáneamente, reforzándose mutuamente en lugar de debilitarse.
Una pausa temporal también podría justificarse por la situación de conflicto actual. Por ejemplo, si se inicia un proceso de paz para poner fin a las hostilidades en Amhara u Oromia, una suspensión temporal de las iniciativas de justicia podría ser pragmática .
Lo mismo ocurre con el diálogo nacional. La inseguridad, el desplazamiento y la desconfianza han obstaculizado la participación ciudadana en ciertas zonas, lo que ha provocado la retirada de los principales partidos políticos de la oposición. Dado que la Comisión Nacional de Diálogo tiene dificultades para finalizar la primera de sus cinco actividades principales, es improbable que concluya su labor dentro del plazo restante, recientemente prorrogado , de febrero de 2026.

Retrasar la justicia transicional en favor del diálogo nacional sugiere erróneamente que esta es secundaria al diálogo nacional y que la búsqueda de justicia debe esperar al consenso político. Esto es erróneo por al menos cuatro razones.
En primer lugar, posponer la justicia transicional podría reforzar la percepción , tanto a nivel nacional como internacional, de que el gobierno nunca estuvo plenamente comprometido con la iniciativa y se está retractando a medida que el proceso cobra impulso. Esto podría socavar la confianza pública y la credibilidad internacional, dificultando la recuperación del impulso o la movilización de los recursos políticos, institucionales y financieros necesarios para impulsar el proceso con credibilidad.
En segundo lugar, la necesidad de justicia transicional se expresa en el CoHA, las consultas públicas y las encuestas nacionales , que son anteriores y se mantienen independientemente de las futuras recomendaciones del proceso de diálogo nacional. Las demoras equivaldrían a mantener la justicia sujeta a procesos que no son sustitutos ni prerrequisitos para la reparación, lo que podría profundizar la percepción de las víctimas de negligencia prolongada e impunidad.
En tercer lugar, posponer la justicia transicional es prematuro. La coincidencia prevista con el diálogo nacional y la propuesta comisión de búsqueda de la verdad y cohesión social no se ha materializado, ya que el proceso de justicia transicional aún se encuentra en su fase preparatoria.
En cuarto lugar, Etiopía no se enfrenta a un dilema de una u otra opción. El proceso de justicia transicional no sobrecarga la capacidad institucional ni desvía la atención pública. Podría continuar mientras ambos procesos estén alineados.
Incluso si, tras evaluar las superposiciones y tensiones, se decide retrasar la implementación de ciertos componentes de la justicia transicional, dicha decisión debe ser selectiva y no general. Una estrategia de secuenciación cuidadosa debe identificar qué pilares podrían suspenderse o ajustarse temporalmente para mejorar la complementariedad entre ambos procesos.
Igualmente esencial es que cualquier decisión de este tipo se comunique a través de un proceso oficial y transparente para proteger ambas iniciativas de la especulación dañina y de la erosión de la confianza pública.
En última instancia, cualquier enfoque para resolver las tensiones debe preservar la integridad y los objetivos de ambos procesos. La justicia transicional no obstruye el diálogo nacional, y el diálogo nacional no debe obstruir la justicia.
*Tadesse Simie Metekia, Investigadora principal, Proyectos especiales, ISS Addis Abeba
Artículo publicado originalmente en ISS AFRICA