África Análisis del equipo de PIA Global

El Cuerno de África: bisagra geoestratégica para China y los BRICS hacia Medio Oriente

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
A orillas del mar Rojo y frente al estrecho de Bab el-Mandeb —una de las arterias marítimas más cruciales del planeta—, el Cuerno de África se consolida como un enclave central en la disputa global por el control de las rutas comerciales, energéticas y militares que conectan Asia con África y Medio Oriente.

En este escenario, China y, en menor medida, los BRICS, han intensificado su presencia económica, diplomática y militar en países como Yibuti, Etiopía, Somalia y Eritrea, rediseñando el mapa de poder del siglo XXI.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), lanzada por China en 2013, es mucho más que un plan de infraestructura: constituye una redefinición global de las rutas del capital, la logística y la geoestrategia. El Cuerno de África, ubicado frente al estrecho de Bab el-Mandeb —que conecta el mar Rojo con el Golfo de Adén y el océano Índico— se ha convertido en uno de los nodos principales para los corredores marítimos del BRI.

La elección de este enclave no es casual: más del 12% del comercio marítimo mundial pasa por el estrecho de Bab el-Mandeb, lo que lo convierte en un punto neurálgico del transporte energético global, especialmente para el petróleo y el gas del Golfo hacia Europa y Asia. En este contexto, China ha invertido fuertemente en infraestructura portuaria, logística y militar en países como Yibuti, donde estableció su primera base militar permanente en el extranjero.

Esa base, situada junto al puerto de Doraleh (donde China también tiene participación), permite a Beijing asegurar el flujo de sus mercancías y garantizar su presencia naval en una de las rutas más militarizadas y estratégicas del mundo. Además, en Yibuti, China ha construido zonas francas y promovido el desarrollo de una plataforma logística regional que sirve como puente hacia los mercados interiores de África Oriental, particularmente Etiopía, país sin salida al mar pero de creciente peso demográfico, económico y diplomático.

La construcción del ferrocarril eléctrico Addis Abeba–Yibuti, financiado por el Exim Bank de China, refuerza esa lógica: conecta el corazón industrial etíope con el puerto de Doraleh, reduciendo los costos de exportación e importación. Este tipo de proyectos integrados refuerzan la interdependencia estructural entre China y sus socios africanos, pero también han generado nuevas formas de dependencia económica, política y tecnológica.

El Cuerno de África como nodo intercontinental para los BRICS

La incorporación de Etiopía al bloque BRICS en 2024 debe entenderse en una clave geopolítica y no meramente diplomática. Etiopía, con más de 120 millones de habitantes, una de las economías de más rápido crecimiento de África en la última década y sede de la Unión Africana, se convierte en una pieza clave en la proyección africana del Sur global.

La consolidación del Cuerno de África como punto estratégico del comercio intercontinental responde no solo a factores geopolíticos, sino también a una arquitectura económica en expansión entre África, Asia y Medio Oriente, liderada en gran parte por los países BRICS. Este espacio se ha transformado en una bisagra funcional entre los mercados emergentes, con un volumen de intercambio en constante crecimiento y un patrón logístico que atraviesa el mar Rojo, el Canal de Suez y el océano Índico.

Además de China, otros miembros de los BRICS también han intensificado su presencia en la región. India mantiene vínculos históricos con Etiopía y comercio creciente con África Oriental; participa en misiones navales en el océano Índico y en ejercicios militares conjuntos en el mar Rojo y Rusia ha negociado bases militares en Sudán y acuerdos de seguridad con Eritrea, buscando garantizar acceso estratégico al mar Rojo. Por otra parte, Brasil y Sudáfrica han promovido mecanismos de cooperación Sur-Sur, inversión agrícola y foros multilaterales con países del Cuerno.

La incorporación de Egipto, Irán y Arabia Saudita a los BRICS+ extiende esta lógica: con estos nuevos miembros, el bloque controla o influye sobre cuatro puntos clave de la geoestrategia mundial: el Canal de Suez, Bab el-Mandeb, el estrecho de Ormuz y el océano Índico occidental. El Cuerno de África se convierte, así, en una bisagra crítica de esta arquitectura multipolar en construcción.

Volúmenes comerciales BRICS-África

Según datos del Africa Report 2024 y del Afro-Asian Trade Monitor, el comercio total entre los países BRICS y África superó los 600.000 millones de dólares en 2023, con un crecimiento sostenido incluso en contexto de pandemia y guerras regionales. En ese volumen:

China representa el 65% del total, con más de 390.000 millones de dólares en comercio bilateral con África. India alcanza los 95.000 millones, posicionándose como el segundo socio comercial del continente dentro de los BRICS. Rusia ha incrementado sus exportaciones de trigo, fertilizantes y armamento a África, con un volumen cercano a los 20.000 millones de dólares en 2023. En tanto Brasil y Sudáfrica intercambian alimentos, maquinaria, productos químicos y minerales, especialmente en el eje Atlántico.

Aunque gran parte de este comercio transita por corredores occidentales (Canal de Panamá, Sudáfrica), el corredor Asia-África-Occidente a través del Cuerno de África y el mar Rojo es cada vez más vital para China, India e Irán, en tanto reduce distancias, costos y tiempos frente a las rutas tradicionales.

¿Qué se mueve por el Cuerno?

El tránsito marítimo por el estrecho de Bab el-Mandeb —a través de puertos como Doraleh (Yibuti), Berbera (Somalilandia), Port Sudan (Sudán) y Assab (Eritrea)— moviliza una variedad de mercancías estratégicas. Las principales exportaciones que egresan de África hacia Asia y Medio Oriente (principalmente China e India) son:

  • Minerales críticos: coltán, litio, uranio, oro (particularmente desde Sudán, Etiopía y RDC).
  • Productos agrícolas y alimentos: café, té, semillas oleaginosas, floricultura (Etiopía es el segundo exportador de flores de África).
  • Ganado en pie y carne vacuna/ovina (Somalia y Etiopía hacia mercados de la península arábiga).
  • Petróleo y gas natural desde Sudán del Sur (por corredores hacia Port Sudan) y reservas costeras en Somalia.

En tanto podemos decir que también hay un gran volumen de importaciones que ingresan desde Asia/BRICS hacia África por esta vía donde se destacan las siguientes:

  • Maquinaria pesada y tecnología (China e India, vinculadas al desarrollo de infraestructura y manufactura liviana).
  • Fertilizantes y agroquímicos (Rusia y Brasil).
  • Productos electrónicos, electrodomésticos y bienes de consumo.
  • Vehículos y motocicletas.
  • Textiles y productos manufacturados (particularmente desde India y China).

Puertos clave y zonas económicas en expansión

El Puerto de Doraleh (Yibuti), operado en parte por empresas chinas (China Merchants Group), se ha convertido en un hub logístico regional, conectado por tren con la capital etíope y por carretera con Sudán del Sur y Somalia. Solo en 2022, el puerto movilizó más de 12 millones de toneladas métricas de carga, con proyecciones de duplicarse hacia 2030.

Por su parte, el puerto de Berbera, reconstruido con inversión de Emiratos Árabes Unidos y operadores privados con capital asiático, funciona como alternativa estratégica a Yibuti y busca conectar con el sur de Etiopía y la región de Oromía, con interés creciente por parte de India.

Además, el Corredor Lamu–Sudán del Sur–Etiopía (LAPSSET), financiado parcialmente por bancos chinos, promete habilitar una nueva salida al océano Índico desde las tierras altas del Cuerno hacia el puerto de Lamu (Kenia), ampliando el rango de conexión de mercancías del interior africano con Asia.

Corredores estratégicos BRICS: de lo comercial a lo geopolítico

El desarrollo de estos corredores logísticos, sostenido por el capital y la diplomacia de los BRICS, responde también a una lógica geopolítica más amplia: construir una infraestructura paralela al sistema occidental de comercio global, dominado por puertos, bancos y navieras europeas y estadounidenses.

A diferencia de las rutas tradicionales que conectan África con Europa vía el norte (Mediterráneo), este nuevo eje BRICS–Cuerno de África–Asia apunta a consolidar un “puente sur-sur”, que articula no solo mercancías, sino también proyectos políticos, energéticos y tecnológicos.

El creciente interés chino y BRICS por el Cuerno de África no ha pasado desapercibido para las potencias occidentales. Desde hace décadas, EE.UU. y sus aliados han mantenido una presencia militar activa en esta región estratégica, bajo el pretexto del combate al terrorismo, la lucha contra la piratería y la seguridad marítima.

En Yibuti, coexisten actualmente al menos cinco bases militares extranjeras (EE.UU., Francia, China, Italia y Japón), lo que convierte al país en uno de los más militarizados por metro cuadrado del mundo. Esta sobreposición de intereses no solo genera tensiones directas —como los incidentes entre aviones y barcos estadounidenses y chinos en la zona—, sino que refleja una competencia global por el control del mar Rojo y sus rutas conexas.

Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita también han expandido su influencia: Abu Dhabi ha invertido en puertos en Somalilandia (Berbera), Eritrea (Assab) y el sur de Yemen (Aden), mientras Riad ha impulsado el Consejo de Estados Árabes y Africanos del mar Rojo, una iniciativa diplomática para institucionalizar su hegemonía en la región. Turquía, por su parte, ha abierto bases militares en Somalia y ha negociado acceso portuario en Sudán.

La militarización creciente de la región genera una zona de fricción permanente, donde las disputas por el acceso al mar, los recursos y las rutas pueden ser utilizadas como justificación para injerencias externas, sostenidas muchas veces por el pretexto de “seguridad” o “estabilidad regional”.

A pesar de los beneficios en infraestructura, comercio y conectividad que ha traído la presencia china y de los BRICS en la región, el riesgo de una nueva forma de dependencia —ahora con sello oriental— está presente. La deuda contraída por Etiopía, Sudán y Yibuti con entidades chinas ha despertado alertas sobre la posibilidad de cesión de soberanía, especialmente en infraestructuras estratégicas como puertos y represas.

Según datos del China Africa Research Initiative (CARI), el 45% de la deuda externa de Yibuti es con China, mientras que Etiopía ha reestructurado varios tramos de su deuda con Beijing en los últimos años.

La disyuntiva que enfrentan los países del Cuerno es profunda: ¿cómo articular una agenda de desarrollo soberano, aprovechando las ventajas de las alianzas con China y los BRICS, sin reproducir un patrón de dependencia extractiva, unilateral y tecnocrática? Para eso, es indispensable fortalecer los procesos de integración regional africana, como el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA), y consolidar instituciones autónomas que puedan regular la inversión extranjera con base en intereses nacionales y populares.

*Beto Cremonte, Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp

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