Nuestra América

Dossier 2022: Un mundo en transición

PIA Global comparte con sus lectores el trabajo analítico realizado desde el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) durante el año, bajo la premisa de que debemos superar “las anteojeras” con las que observamos el ya viejo capitalismo del siglo XX.

El presente Anuario recupera los principales hechos y conflictos internacionales del año 2022, analizados a la luz de las múltiples disputas económicas, geopolíticas y militares que hoy están reconfigurando el planeta y las relaciones sociales en su conjunto. Detrás de la coyuntura caliente que vivimos, emerge un estado de situación en el que se visualiza una disputa entre proyectos estratégicos del gran capital que, en medio de la crisis orgánica del sistema, que atraviesa la vida de los más de 8.000 millones de seres humanos, no hace más que acrecentarse.

Detrás de la coyuntura caliente que vivimos, emerge un estado de situación en el que se visualiza una disputa entre proyectos estratégicos del gran capital que, en medio de la crisis orgánica del sistema, que atraviesa la vida de los más de 8.000 millones de seres humanos, no hace más que acrecentarse.

En términos globales, el entramado financiero y tecnológico configura un sistema basado en la posesión, control y/o direccionamiento del dinero bursátil hacia la transformación digital de la economía, incorporando elementos de la hiperconectividad 5G y 6G, los sistemas ciber-físicos, la robótica colaborativa y sensitiva, la inteligencia artificial, la industria aeroespacial, la transición energética, la nano y biotecnología, la computación cuántica y la agricultura tecnológica o AgTech, entre otros desarrollos.

Todos determinantes a la hora de definir quién conforma la fracción del capital que acumula y ostenta el poder económico bajo la exigencia de poseer, además, el dominio político-militar y la hegemonía político-social. Los Fondos Financieros de Inversión Global (FFIG) entre los que predominan BlackRock, State Street y Vanguard, articulados en una compleja red financiera y tecnológica, detentan el control de los sectores estratégicos de la economía mundial, particularmente los de “conocimiento-intensivos”, lo que les permite concentrar y

centralizar la mayor tajada de una plusvalía mundializada. Esto se personifica socialmente en la aparición de una Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica como la fracción de capital dominante a nivel mundial.

La lucha por imponer y controlar los tiempos sociales de producción de la llamada Cuarta Revolución Industrial, es el factor subyacente de la denominada “guerra comercial China-Estados Unidos”, y pareciera estar siendo el eje ordenador del conjunto de las luchas interimperialistas.

Esta creciente expansión de la Cuarta Revolución Industrial, basada en el monopolio de la digitalización y virtualización de los procesos económicos, trae consigo la obsolescencia de las “viejas” estructuras institucionales, principalmente los Estados entendidos como plataformas comunes históricas, culturales, geográficas, lingüísticas.

La Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica subsume estás estructuras porque su escala y su interés común, se basan en el globo terráqueo, y sus nuevos valores se enfrentan a los valores de la vieja industria de la nación imperial, para transformarla en la nueva industria digital-global.

Esto significa que las “gigantes tecnológicas”, devenidas en corporaciones transnacionales articuladas accionariamente a las grandes firmas financieras globales, han puesto en marcha nuevas relaciones económicas y, por ende, sociales. Esto puso en tensión el orden social imperante e, inevitablemente, las mismas tratan de imponer un marco general afín a su desarrollo y sus intereses.

Los Estados, incluso de los otrora países centrales, están siendo colonizados por este nuevo momento del capitalismo. Éstos son herramienta-base para la edificación del nuevo Estado-Global, alterando las condiciones sociales anteriores y construyendo desde allí la nueva gobernanza global de un capitalismo plenamente transnacionalizado y bajo las órdenes de la mencionada Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica.

A pesar de numerosos proyectos estratégicos de alcance planetario, en términos generales, el mundo se enmarca cada vez más en un “G2”, ordenado en las tensiones visibles de los Estados Unidos y la República Popular China que encierran una profunda, compleja y, a veces, contradictoria disputa de grandes intereses económicos que

disponen de la fuerza suficiente para subordinar a otros proyectos.

Así, en un complejo entramado, el G2 aparece como el enfrentamiento de dos grandes proyectos financieros y tecnológicos-digitales, como representación de dos fuerzas que, para hacer más inteligible a la comprensión, definimos como China-Huawei-BAT, de un lado, y Estados Unidos-GAFAM, del otro. Aunque en ocasiones ambas fuerzas se visibilizan en los Estados, su capacidad de influencia y conducción trasciende la territorialidad y la institucionalidad de los estos.

El coronavirus ha sido un gigantesco catalizador de ese proceso en la estructura económica mundial, que conduce al mundo real-material-mecanizado-informatizado, basado en la energía fósil, a un mundo virtual-intangible-digital-biológico, basado en la energía renovable, la nanotecnología, el big data, el blockchain y la robótica.

Este fenómeno de escala planetaria ha operado, en palabras del propio Foro de Davos, como el “gran reseteo” de un sistema económico que ha llevado al límite la apropiación del tiempo social disponible por fuera del proceso de trabajo. Un nuevo capitalismo, de redes, virtual, que no se palpa, que nos predispone a seguir produciendo, incluso, cuando creemos que estamos haciendo uso de nuestro tiempo de ocio.

En otras palabras, la irrupción de la pandemia aceleró los tiempos para el ingreso del mundo a, por lo menos, una nueva fase del capitalismo, a semejanza del modo en que la “Peste Negra” sacudió a Europa Occidental en el siglo XIV a un costo de 47 millones de vidas humanas.

En este marco es que analizamos los hechos que delinearon en 2022, la posición de Estados Unidos a la luz de la interna angloamericana por un lado y los sucesos más importantes ocurridos en China, que luego de su ascenso sostenido y las consecuencias planetarias de la pandemia, atraviesa procesos internos que fortalecen su proyecto global.

Sobre esta escena, además, se proyectó este año el conflicto armado europeo con epicentro en Ucrania, que nos mostró que el tránsito hacia el nuevo mundo también se está resolviendo en la dimensión estratégico militar. Este nuevo conflicto bélico, se nos apareció como un escenario más de la disputa intercapitalista por el control de los tiempos sociales de producción de las cadenas globales de valor, en el que la Casa Blanca apuesta a la desindustrialización de Europa para recapitalizarse.

Finalmente observamos los realineamientos en Europa, con la certeza plena de que, si bien la conflictividad mundial se reproduce en un sinfín de dimensiones y territorios, recortamos con esta selección algunos de los principales conflictos, que en la escala internacional nos permiten observar las disputas por el dominio del Siglo XXI, tal como lo enunció Joe Biden ante el Congreso estadounidense al asumir su mandato.

Este Anuario intenta, así, recuperar el trabajo analítico realizado desde el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) durante el año, a partir del seguimiento de hechos y su trayectoria, bajo la premisa de que debemos superar “las anteojeras” con las que observamos el ya viejo capitalismo del siglo XX.

Esta nota fue publicada originalmente por https://estrategia.la/

Foto de portada: transición/ internet

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