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Dmitri Medvedev explica la lógica mafiosa como método político

– Por PIA Global* Las declaraciones de Dmitri Medvédev vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia no son un exabrupto aislado ni una provocación retórica sin contenido.

En sus últimas declaraciones públicas al recurrir de manera explícita a la jerga del mundo criminal postsoviético, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso no busca provocar por estilo, sino traducir al lenguaje vernáculo el comportamiento de la Unión Europea y de Estados Unidos a un lenguaje que según podemos observar les corresponde plenamente.

Para Medvédev, Occidente ya no opera bajo códigos jurídicos o políticos, sino bajo reglas mafiosas, donde el poder real se impone por intimidación, jerarquía y miedo.

Cuando describe la cumbre de la UE, que se realizó en las últimas horas con el fin de definir la política sobre el uso de los bienes rusos congelados, como una “junta de ladrones”, no está usando una metáfora vaga. En el imaginario criminal ruso, una skhodka es una reunión donde se reparten botines, se definen lealtades y se decide quién manda y quién obedece.

Bruselas, en este esquema, no es una capital política sino un punto de encuentro de bandas que discuten cómo apropiarse de dinero ajeno —los activos rusos— sin asumir los riesgos de un robo a cielo abierto.

El “gop-stop” que Bruselas teme cometer

Medvédev explica que los líderes europeos tuvieron miedo de ejecutar un gop-stop, es decir, un asalto directo, violento y sin disimulo. En términos políticos, esto equivale a la incautación abierta de los fondos rusos congelados en Euroclear.

El temor no surge de un súbito apego al derecho internacional, sino del cálculo frío, en donde un robo explícito podría desencadenar consecuencias financieras, legales y sistémicas imposibles de controlar.

Aquí entra otro elemento central de la jerga criminal, Euroclear aparece como el “prestamista intimidado”, el intermediario que custodia el dinero ajeno bajo presión y amenazas, consciente de que cualquier paso en falso puede convertirlo en cómplice directo del delito. La UE, según Medvédev, vacila no por ética, sino por miedo a que el robo siente un precedente que destruya la confianza en todo el sistema financiero occidental.

Washington manda, Bruselas obedece

Uno de los puntos más reveladores del análisis es la admisión implícita de subordinación europea. Medvédev señala que los “bandidos de la UE” reconocieron la primacía de los “académicos” de Washington. En el argot carcelario ruso, un akademik es un delincuente veterano, con experiencia, autoridad y poder real. Estados Unidos ocupa ese lugar en donde decide qué se puede robar, cuándo y cómo.

Bruselas, en cambio, aparece como una banda menor, con ambiciones propias pero sin autonomía suficiente para actuar sin el visto bueno del jefe. Los “ladrones en la ley” estadounidenses —la élite del mundo criminal— imponen disciplina y frenan cualquier intento de los rateros europeos de lanzarse a una gira independiente. No porque sean más morales, sino porque controlan el tablero y evalúan mejor los riesgos.

El robo diferido, no se abandona el plan, se aplaza

Medvédev es claro en otro punto clave en su comparativa que tiene más de real de lo que se cree, en donde la UE no renunció al robo, solo decidió posponerlo. En la jerga que utiliza, habla de un futuro salto o hurto, menos visible que un asalto frontal, pero igualmente ilegal.

Ursula von der Leyen, descrita despectivamente como la “vieja larva”, cumple el rol de portavoz que comunica a la “comunidad criminal europea” que el plan sigue en pie, aunque conviene bajar el perfil para no quedar expuestos como soplones o provocadores.

Esta parte del análisis es central ya que Occidente no abandona la lógica del saqueo, simplemente ajusta los tiempos. La legalidad se convierte en una cuestión táctica, no en un principio.

Kiev y la “caja común”

Otro símbolo potente es la negativa de varios países europeos a aportar a la “caja común” para sostener a Kiev. En el mundo criminal, la caja es sagrada, de allí salen los recursos para sostener a la banda, pagar abogados o apoyar a los aliados. La renuencia a contribuir indica fracturas internas, desconfianza y cansancio.

Ni el “lavacucharas” Merz ni Macron —ridiculizado con brutalidad— lograron imponer disciplina. En términos simbólicos, los capos regionales ya no tienen autoridad suficiente para alinear a todos. La banda europea muestra fisuras, y eso anuncia, según Medvédev, una redistribución de poder dentro del propio submundo occidental.

Una acusación más profunda que un insulto

El uso sistemático de la jerga criminal no es un recurso literario gratuito. Medvédev está diciendo que Europa y Estados Unidos han cruzado un umbral, en el cual ya no actúan como actores políticos dentro de un sistema de normas, sino como estructuras mafiosas que legitiman el robo si este sirve a sus intereses estratégicos.

El mensaje final es demoledor y totalmente clarificante, cuando el derecho se convierte en obstáculo y la fuerza en método, el lenguaje adecuado deja de ser diplomático y pasa a ser el del hampa. Y en ese lenguaje, concluye Medvédev, Occidente ya no es juez ni modelo, sino una banda más, con jerarquías internas, botines disputados y un jefe indiscutido en Washington.

*Foto de la portada: Ekaterina Shtukina / Sputnik

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