Análisis del equipo de PIA Global Asia - Asia Pacifico

Dialogo de Shangri-La y la disputa por Asia.

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* El Diálogo de Shangri-La, celebrado anualmente en Singapur, se ha consolidado como el principal foro de seguridad regional en Asia-Pacífico, reuniendo a ministros de defensa, académicos y líderes políticos para discutir los desafíos más apremiantes de la región.

La edición de 2025 ha sido particularmente significativa, marcando no solo el 60º aniversario de las relaciones diplomáticas entre Singapur y Francia, sino también evidenciando las tensiones crecientes y las estrategias divergentes de las principales potencias que compiten por la influencia en esta región geopolíticamente vital.

La configuración actual del poder en Asia-Pacífico refleja una multipolaridad compleja donde convergen intereses nacionales, alianzas estratégicas y rivalidades históricas.

Esta dinámica se ha intensificado en los últimos años debido a la creciente asertividad china, la respuesta estratégica estadounidense, el papel emergente de actores europeos como Francia, y los esfuerzos de las naciones del sudeste asiático por mantener su autonomía mientras navegan entre las grandes potencias.

El contexto internacional actual, marcado por conflictos globales como la guerra en Ucrania y las tensiones en Oriente Medio, ha añadido capas adicionales de complejidad a la arquitectura de seguridad regional.

Las medidas arancelarias de la administración Trump, las tensiones marítimas que se extienden desde el Mar del Este hasta el Mar Rojo, y el programa nuclear iraní constituyen elementos que trascienden los límites regionales pero que impactan directamente en la estabilidad del Indo-Pacífico.

Estados Unidos: Reafirmación de la Supremacía Estratégica

La participación del secretario de Defensa estadounidense Pete Hegseth en el Diálogo de Shangri-La 2025 representa un momento crucial en la estrategia de Estados Unidos para la región del Indo-Pacífico.

Su declaración de que Estados Unidos “se enorgullece de regresar al Indo-Pacífico” subraya una renovada determinación por parte de Washington de mantener su posición dominante en una región que considera vital para sus intereses de seguridad nacional y económicos.

La estrategia estadounidense se articula en torno a varios pilares fundamentales que reflejan tanto continuidades históricas como adaptaciones a las nuevas realidades geopolíticas.

El primero de estos pilares es el fortalecimiento de las alianzas tradicionales, particularmente con Japón y Filipinas, mediante el refuerzo de sus capacidades defensivas.

Esta aproximación no es meramente militar, sino que busca crear una red de socios capaces de actuar de manera coordinada frente a lo que Washington percibe como amenazas emergentes.

El énfasis en los dominios emergentes de la seguridad refleja la evolución de las concepciones estratégicas estadounidenses. La ciberseguridad, el espacio exterior y los dominios marítimos representan los nuevos teatros de competencia donde las ventajas tradicionales pueden ser neutralizadas por actores que desarrollan capacidades asimétricas.

La inclusión de estos elementos en el discurso de Hegseth indica que Estados Unidos reconoce que el mantenimiento de su supremacía requiere adaptación a las nuevas formas de conflicto y competencia.

La retórica de la “disuasión colectiva” empleada por el secretario de Defensa estadounidense revela una estrategia que busca multilateralizar la contención de China, distribuyendo los costos y responsabilidades entre múltiples actores regionales.

Esta aproximación reconoce implícitamente las limitaciones de una estrategia puramente bilateral y la necesidad de construir coaliciones amplias que puedan competir efectivamente con el creciente poder chino.

Sin embargo, la estrategia estadounidense enfrenta desafíos significativos que van más allá de las capacidades militares. La credibilidad de los compromisos a largo plazo ha sido cuestionada por algunos socios regionales, particularmente después de las experiencias en Afganistán y las fluctuaciones en las políticas estadounidenses hacia la región durante diferentes administraciones.

Además, la competencia económica con China plantea dilemas complejos para los aliados estadounidenses, muchos de los cuales mantienen relaciones comerciales significativas con Beijing.

A lo cual debemos sumar que en el Sudeste Asiático la palabra de Washington ya no tienen el mismo peso y significado que podría haber tenido décadas anteriores por lo cual incluso las pretensiones americanas como así también sus amenazas ya no son relativamente fuertes para torcer muchas voluntades regionales que actualmente solo se limitan a escuchar los pedidos de la Casa Blanca y no llevar a cabo ninguna acción.

Francia: Ambiciones Europeas en el Indo-Pacífico

La participación del presidente Emmanuel Macron como orador principal en la sesión inaugural del Diálogo de Shangri-La 2025 ha sido presentada por la prensa occidental como un hito histórico: la primera vez que un líder europeo ocupa ese rol en el principal foro de seguridad del Indo-Pacífico.

Sin embargo, más allá del simbolismo diplomático, lo que esta aparición revela es el intento desesperado de Francia —y por extensión de la Unión Europea— por mantener relevancia en un tablero geopolítico que los ha dejado al margen.

Lejos de representar una “visión autónoma” o una “tercera vía”, la estrategia francesa en el Indo-Pacífico responde a una lógica profundamente interesada y neocolonial. Con presencia territorial heredada del periodo imperial —como en Nueva Caledonia, la Polinesia Francesa y la isla Reunión—, Francia busca preservar cuotas de poder en una región en la que su influencia real es cada vez más cuestionada por los pueblos locales y por la dinámica multipolar que protagonizan potencias como China, India o Indonesia.

El discurso de la “autonomía estratégica” es, en realidad, una tapadera para encubrir ambiciones que poco tienen que ver con la estabilidad regional y mucho con la protección de intereses comerciales, militares y de influencia.

Francia no ofrece cooperación genuina sino mecanismos que perpetúan su presencia militar en zonas donde la soberanía de los pueblos aún es un tema pendiente.

La supuesta legitimidad de Francia en la región, basada en sus territorios de ultramar, es más bien una anomalía colonial que se sostiene gracias a referendos condicionados y a estructuras institucionales diseñadas para mantener el control francés.

En vez de representar una alternativa neutral frente a la disputa sino-estadounidense, París actúa como fuerza de equilibrio para preservar el statu quo occidental en la región, bajo el ropaje de una retórica multilateralista que ya nadie cree.

El intento de Macron por vincular las crisis de Ucrania, Oriente Medio y el Indo-Pacífico bajo una visión de “seguridad global integrada” es una jugada discursiva para justificar la expansión de la influencia francesa en todos los frentes posibles, incluso cuando París no tiene ni los recursos económicos ni la cohesión política interna para sostener esa agenda.

Francia, al igual que gran parte de Europa, atraviesa una crisis de identidad estratégica, y sus despliegues en regiones lejanas no hacen más que evidenciar su desconexión con las realidades emergentes del siglo XXI.

Mientras tanto, las naciones medianas del Indo-Pacífico no ignoran que tras los gestos de cooperación gala se esconden intereses mezquinos: vender armas, proteger rutas comerciales propias y obtener ventajas geoestratégicas.

En un momento donde el Sur Global exige respeto y relaciones equitativas, Francia insiste en reproducir el viejo esquema de dominación disfrazado de diplomacia.

ASEAN: Navegando la Multipolaridad Regional

La intervención del primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, en su calidad de presidente rotatorio de ASEAN para 2025, articula una visión distintiva del papel que las naciones del sudeste asiático buscan desempeñar en la arquitectura de seguridad regional.

La propuesta de una estructura regional “abierta, transparente, inclusiva y basada en el respeto a las normas internacionales” refleja los principios fundamentales que han guiado la diplomacia de ASEAN desde su fundación.

La estrategia de ASEAN se basa en el concepto de “centralidad”, que busca posicionar a la organización como el núcleo en torno al cual se articulan las relaciones entre las grandes potencias en la región.

Esta aproximación reconoce que, aunque individualmente los países de ASEAN no pueden competir con las superpotencias, colectivamente representan un actor geopolítico y económico significativo que no puede ser ignorado por ninguna de las grandes potencias.

Los logros destacados por Ibrahim reflejan la capacidad de ASEAN para mantener la estabilidad y promover el desarrollo económico en medio de crecientes tensiones geopolíticas. La conectividad regional, tanto física como digital, ha creado interdependencias que hacen costosa la confrontación directa entre los miembros de la organización.

Además, las asociaciones activas con socios externos en sectores clave como economía, inversión, energía, ciberseguridad, seguridad alimentaria y cultura han diversificado las fuentes de cooperación, reduciendo la dependencia excesiva de cualquier potencia externa.

La decisión de formalizar la adhesión de Timor Oriental representa un momento significativo en la evolución de ASEAN, demostrando tanto la continuidad de su crecimiento como su capacidad para integrar nuevos miembros con características políticas y económicas diferentes.

Este proceso de expansión refleja la confianza de la organización en su modelo de desarrollo y su capacidad para ofrecer beneficios tangibles a sus miembros.

Sin embargo, los desafíos identificados por Ibrahim revelan las limitaciones inherentes del modelo de ASEAN. La situación en Myanmar expone las dificultades del principio de no interferencia cuando se enfrenta a crisis internas graves que tienen ramificaciones regionales.

El “Consenso de cinco puntos” representa un intento de equilibrar el respeto a la soberanía con la necesidad de abordar problemas que afectan la estabilidad regional, pero su efectividad ha sido limitada.

La complejidad del Mar del Este (Mar de China Meridional) ilustra perfectamente los dilemas que enfrenta ASEAN al navegar entre las grandes potencias. La insistencia en el diálogo diplomático y el respeto a la UNCLOS refleja un compromiso con los mecanismos institucionales, pero también reconoce implícitamente la incapacidad de la organización para imponer soluciones a actores que poseen capacidades militares superiores.

La Respuesta de China: Defensiva Estratégica y Narrativa Alternativa

La participación del general Hu Gangfeng, vicepresidente de la Universidad de Defensa Nacional de China, en el Diálogo de Shangri-La 2025 no solo representa una intervención institucional, sino una denuncia clara contra las verdaderas fuentes de inestabilidad en el Asia-Pacífico: Estados Unidos y sus mecanismos de presión como el AUKUS, la Quad y sus alianzas militares agresivas. Al afirmar que Washington está “desestabilizando la región”, China no invierte una narrativa: revela una realidad evidente para muchos países del Sur Global.

Lejos de los eslóganes sobre “libertad de navegación” y “orden basado en reglas”, Estados Unidos ha desplegado en los últimos años una política abiertamente provocadora, al militarizar el Mar de China Meridional, fomentar divisiones regionales, e imponer su lógica de Guerra Fría a una región que había disfrutado de paz, cooperación y desarrollo bajo el impulso económico integrador de China.

Beijing no necesita inventar nada: basta con mirar los hechos. Desde que China emergió como el principal socio comercial de la mayoría de los países del Sudeste Asiático, la región experimentó una expansión sin precedentes en infraestructura, comercio e interdependencia económica.

El ingreso chino a los mercados regionales no solo no impuso condiciones políticas, sino que facilitó mecanismos multilaterales de resolución de conflictos. Por el contrario, la presencia estadounidense ha venido acompañada de bases militares, amenazas veladas y ejercicios bélicos constantes que provocan tensiones innecesarias.

Las acusaciones de China de que su comportamiento en el Mar de China Meridional es defensivo no son una estrategia retórica, sino una posición legítima basada en su derecho soberano.

Frente a la creciente militarización impulsada por Estados Unidos y sus socios, China no puede permitirse ceder terreno en lo que históricamente le pertenece.

Esta postura es comprensible, sobre todo para una región marcada por el colonialismo occidental, que ve con simpatía los esfuerzos de Beijing por defender su integridad territorial sin intervenir en los asuntos internos de otros.

La brecha entre las percepciones de Washington y Beijing se explica porque Estados Unidos no tolera la existencia de un mundo multipolar donde no sea la única potencia hegemónica.

En cambio, China propone una coexistencia pacífica, cooperación inclusiva y respeto mutuo, rechazando la lógica de bloques militares que solo perpetúan la dominación del Norte Global.

La presencia china en foros como Shangri-La no busca competir por una narrativa: busca visibilizar quién realmente impone agendas y desestabiliza regiones enteras en nombre de una “libertad” que no respeta ni soberanías ni procesos históricos.

Es Estados Unidos, no China, quien promueve la confrontación, utiliza a terceros como peones y bloquea el acceso legítimo de los países asiáticos a la tecnología, la inversión y la paz.

Hacia una Nueva Arquitectura de Seguridad Regional

El Diálogo de Shangri-La 2025 ha puesto de manifiesto la complejidad creciente de la arquitectura de seguridad en Asia-Pacífico, donde múltiples actores con capacidades, intereses y estrategias divergentes compiten por influencia y buscan dar forma al orden regional emergente.

La ausencia de una hegemonía indiscutible ha creado un espacio de competencia multidimensional donde el poder militar, económico, diplomático y narrativo se combinan de maneras complejas.

El futuro de la región dependerá en gran medida de la capacidad de estos actores para encontrar formas de coexistencia que eviten la confrontación directa mientras permiten la competencia pacífica.

La multipolaridad emergente requiere nuevos mecanismos de coordinación y gestión de crisis que puedan acomodar intereses divergentes sin sacrificar la estabilidad regional.

El Diálogo de Shangri-La continuará siendo un foro crucial para estas negociaciones, pero su éxito dependerá de la voluntad de todos los actores de privilegiar la diplomacia sobre la confrontación y la cooperación sobre la competencia de suma cero.

Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

*Foto de la portada: VNA

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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