La micropolítica en la Resistencia kirchnerista
Hubo un fraude mediático que consistió en publicar los datos de las mesas donde había ganado el oficialismo primero y así imponer la idea de una victoria que permitiera al presidente de la nación, a la gobernadora y demás payasos hacer la función circense del triunfo y la consolidación del gobierno ante los temores que los atormentaban de una aplastante victoria kirchnerista.
Bastante tardíamente, como dudando de su propia performance, el kirchnerismo oficial salió a denunciar el “fraude mediático” con noveles voceros que distanciaban nítidamente a este nuevo kirchnerismo del de hace un par de años. El radical alfonsinista Leopoldo Moreau y Jorge Taiana oficiaron de voceros y eunucos cuidando además que la candidata a primera diputada nacional (que se animó a bancar a Boudou y a ser kirchnerista de las de antes) ni se asomará a los micrófonos.
A las cuatro de la mañana la maniobra se evidenciaba conforme se hacía inevitable cargar los datos de la tercera sección electoral de la provincia, a la sazón el bastión kirchnerista del conurbano. Algo similar sucedía con los resultados de Santa Fe.
La respuesta de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) fue volver al repertorio de campaña y aquella madrugada volvió a subir al verdulero boliviano de nuevo a explicarle a los doloridos los dolores que a él mismo le tocaba padecer, de nuevo la función marketinera.
Es claro que uno no puede pretender reflejos de acción colectiva esa misma madrugada, pero conforme pasó el tiempo el fraude se enunció, pero nada se hizo para contrarrestarlo.
Hace unos años me tocó estar a metros de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando meses después de que le robarán vergonzosamente su victoria electoral a la presidencia de la nación de México se ufanaba que ante semejante agravio. Ni un solo cristal había estallado, ni un solo incidente, ni una bofetada, ni un exabrupto, nada de nada.
Nunca entendí aquella jactancia cívica de la que Don Hipólito Yrigoyen se espantaría.
Sigo hoy sin entender, pero no se trata de entender aquellas situaciones sino de entender esta que nos toca vivir hoy.
¿Si hubo un fraude, además del mediático, por qué no se denuncia judicialmente?
¿Por qué, entonces, si no es limpia ni posible la compulsa electoral no movilizamos a los sectores populares a recuperar la democracia y la soberanía? De nuevo el recuerdo de Yrigoyen contra el fraude.
¿Se trata la batalla de los argentinos de la urna de cartón rota encontrada en una calle? ¿Se trata del telegrama de la mesa donde voto Pedrito que no da cuenta de su voto?
¿Se trata de actas apócrifas?
¿El Kirchnerismo, a pesar de su ejército de fiscales, puede ser víctima de un fraude?
¿Y si es así, limitará la batalla por la victoria arrebatada a quejas en cadenas interminables de WhatsApp?
¿La política se resolverá en las redes sociales donde además el enemigo también tiene ejércitos de trolls?
La micropolítica no está llamada a las grandes epopeyas que necesitan transitar los pueblos.
La contaminación ambiental no se resuelve no tirando el papel de caramelo en la calle mientras la maquinaria productiva capitalista sigue operando con modos de producción depredadores.
A veces pareciera que las tácticas de la micropolítica están creadas para distraer a voluntaristas menesterosos.
La Política es el espacio de disputa de poder, puede haber distintas teorías sobre Política, Poder, Estado y demás, pero no son cadenas de favores, no son microgestos masificados los que cambian el mundo.
Porque de lo que se trata es de cambiar el mundo a pesar de las ganas que tengan los que sean, y de las proclamas de rendición.
Ahí entonces uno puede saludar y alentar el gesto mínimo, el gesto individual, la batalla quijotesca del fiscal defendiendo su mesa, la pelea del ciudadano defendiendo su voto secuestrado; la cruzada del espectador ultrajado defendiendo su derecho a la verdad. Uno saluda todo eso, eso sirve, enmarca, contextualiza, crea sentidos mínimamente en la disputa de sentidos contra la infernal maquinaria massmediatica. Pero el pueblo como sujeto colectivo, no como sumatoria de individualidades, actuando con conciencia política, es en la arena de la Política donde define su destino. Con grandes peleas, con huelgas generales, con piquetes, con manifestaciones masivas, con avalanchas electorales inocultables, con rebeliones e insurgencias, el pueblo crea su propio destino.
Es un claro síntoma de debilidad descansar y promover la micropolítica como forma de construcción del nuevo poder popular, eso, Deleuze y toda la artillería posmoderna, mal entendida y mal leídas no son críticas a la modernidad enajenante y opresora sino dispositivos de enajenación y desarmes ideológicos y políticos.
Desarmarnos de política sumergiéndonos en batallas ciudadanas de petitorios, cadenas y demás, es pretender sacarnos de la huella de la lucha de clases que se da de una forma u otra y colectivamente.
Sobre las PASO y los resultados
El sentido es una construcción en la que intervienen los grandes medios, de ahí que esta “sensación” de que ganaron los de Cambiemos no es un elemento a despreciar. Con el arsenal mediático de disputa de sentidos que tienen, se asientan sobre esa idea. Y si eso es lo que parte de la población cree, entonces en base a esa creencia es que también produce sus propias conductas. De eso se trata una de las dimensiones de la guerra de 4ta Generación, de eso se trata la construcción de hegemonía donde son los oprimidos los que reproducen y producen argumentos sobre su propia dominación.
Sería muy apresurado aventurar la idea de una consolidación de este esperpento partidario de la “nueva” derecha. No es cierto por otra parte, y afirmando esto que Cambiemos o el PRO sea lo mismo en Capital Federal, en la provincia de Buenos Aires o en Catamarca, Misiones o Chubut, por decir algún rincón de la Argentina.
Menem en el 89, cuando explicaba las contradicciones de sus promesas de campaña con su acción de gobierno, explicaba que si decía lo que iba a hacer no lo votaba nadie, y cinco años después, habiendo acometido la instauración del neoliberalismo, arrasó en las elecciones. Alfonsín antes, fue el primero en gobernar con un consenso a sus políticas de entrega o de subalternización pronorteamericana. Nadie debiera sorprenderse del consenso que se produce.
Hay ahora un movimiento regional de instauración de una nueva forma de dominación que contiene pacificación disciplinar, Guerra de 4ta Generación, confiscación de la política y de la República, e impugnación de los repertorios populares. En el marco de ese movimiento regional, el emergente argentino es el PRO y Cambiemos. No son procesos a-históricos sino al contrario.
Por lo tanto, claro que es un proceso con suficiente fortaleza y potencialidad, pero también con una gran debilidad estructural, por su naturaleza antipopular.
Los resultados de las elecciones preliminares pueden arrojar uno o dos puntos a favor de un candidato o de otro en provincia de Buenos Aires.
Cobra singular importancia lo de provincia de Buenos Aires no solo por la concentración demográfica, por el impacto simbólico, sino porque ahí jugaba CFK.
Lejos de la consolidación de la figura política de CFK como referencia excluyente de la oposición política, pareciera que lo que se abrió fueron condiciones de cuestionamiento a ese liderazgo por parte de otros referentes políticos del pejota[1]. Estos guarismos parciales nada decretan y hoy por hoy CFK sigue siendo la principal figura de la oposición. Resta ver si logrará cubrir las expectativas que nuestro pueblo deposita en ella y su capacidad de derrotar al neoliberalismo; cuál será su desempeño como senadora nacional, cuál su capacidad -hasta aquí no evidenciada- de construir alianzas amplias, y cuál su profundidad en la oposición, es decir su compromiso con la gobernabilidad. Hasta aquí sigue siendo sin lugar a dudas la encarnadura de lo popular en una candidatura electoral.
Hay un elemento nada menor. En Santa Cruz, cuna del kirchnerismo, se perdió con una amplia diferencia. Hay allí un ahogo presupuestario de la provincia donde la gobernadora -cuñada de CFK- lejos de enfrentarlo y convocar a su pueblo a la rebelión contra el centralismo que los desfinancia, elije esconderse. Y parte del pueblo santacruceño ve en ella la responsabilidad de esto. ¡El quid de la gobernabilidad!
La conformación de las listas de candidatos definidas por las manos del pequeño círculo de poder kirchnerista, tanto como el propio nacimiento de lo que se presenta como “nueva política” expresado en Unidad Ciudadana, ya insinuaban un derrotero hacia lo que llamamos la pospolítica y una elección a disputar el sentido, el consenso y los votos mediante marketing.
Los recurrentes llamados a no llevar banderas que nos identifiquen, a no salir a alimentar manifestaciones callejeras contra el gobierno, como la actitud silente frente a los ataques y las agresiones contra Venezuela, serán gestos que mucho querrán leer como parte de la estratagema electoral o de la estrategia electoral; pero que deploran abiertamente la producción política popular y sus armas tradicionales para enfrentar la entrega.
En términos numéricos es probable que el PRO tenga mejores condiciones de legislación a partir de los resultados de octubre, lo que no quita que de ninguna manera tenga discrecionalidad legislativa, como no sea construida a partir de acuerdos con otros partidos.
La gobernabilidad está sustentada en un asiento altamente inestable; dicha inestabilidad aparentemente inexistente es provocada por la volatilidad de las alianzas, la aplicación de políticas antipopulares que azuzan luchas sindicales y sociales, las propias disputas al interior del bloque de dominación y fundamentalmente, la inviabilidad histórica de construir consenso de una política de endeudamiento eterno.
En síntesis, los resultados electorales no dan cuenta, como pretende el PRO, de un alto consenso de las políticas de entrega y depredación, pero tampoco dan cuenta, como leen con singular esfuerzo los opositores “perdedores”, de un consenso disperso en contra de las políticas de entrega y depredación. Simplemente pueden evidenciar la situación de consensos en disputa en un momento puntual y cristalizado, en ese domingo, que es algo que puede modificarse.
Lo que sí, en función de victorias o derrotas, algunos de los barones provinciales re-evaluarán su política de alianzas hacia el pejota o hacia el PRO.
Un condicionante objetivo en esta maniobra es la voracidad en la coparticipación federal que ya planteó y judicializó la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que, combinada con la política de reformas estructurales, redundarán en una des-financiación de las provincias con las consiguientes crisis que esto provocará. Crisis sociales primero, y crisis políticas, sin ninguna duda, después.
Los resultados electorales nos aportan a leer el estado de ánimo de las masas, pero no debemos permitirnos análisis más pretenciosos que intentan deducir del comportamiento electoral la comprensión de la disposición de las fuerzas sociales en pugna.
El Qué Hacer no es difícil de comprender. Hay que derrotar a Macri y quien puede derrotarlo es Cristina Fernández de Kirchner, aunque haya elegido ella rodearse de potenciales traidores.
[1] En referencia al histórico Partido Justicialista.