Colaboraciones Norte América

Decadencia hegemónica y vuelta al proteccionismo global

Por Rodolfo Pablo Treber*. Especial para PIA Global. – Estados Unidos se encuentra en un momento de total declinación y sinceramiento de su derrumbe hegemónico. La intención de volver a esquemas ultra proteccionistas, repatriar capitales y fortalecer el mercado interno, es un hecho elocuente sobre su derrota en el marco de la competencia en los mercados globales a mano de China y el entramado comercial emergente en los BRICS.

La política de aranceles debe ser entendida como una medida defensiva de los Estados Unidos, ante el avance del multipolarismo global. Quien lea esta maniobra táctica como una ofensiva hacia el nuevo mundo económico en formación, se equivoca rotundamente. Al contrario, significará una aceleración, inesperada, por cierto, del derrumbe de la hegemonía yanqui, el debilitamiento de su moneda y la desdolarización global.

El día de la liberación (de parte del mundo con EEUU)

El gobierno de Trump decidió aplicar aranceles “recíprocos” como medida de proteccionismo a su industria luego de tres décadas, donde su posición dominante de mercado y el nivel de desindustrialización de la periferia, le permitió expandirse globalmente, dominar mercados extranjeros, valiéndose del liberalismo comercial y la política de aranceles bajos o nulos. Este suceso es una muestra clara de que ha encontrado, en el crecimiento de nuevos polos de poder y en sus propios errores geopolíticos, un techo para la aspiración de dominio global en base al imperialismo de mercado y la dependencia financiera generada por inyección de capitales en modo de falsas “inversiones”.

En consecuencia, la única manera para los Estados Unidos de volver a tener un mercado interno fuerte, en crecimiento, y poseer niveles aceptables de empleo dentro de sus fronteras, es desandar sus pasos y volver al proteccionismo. No es una medida alocada, no tiene otra opción.

Así, la política arancelaria buscará repatriar capitales y reforzar la industria local mediante sustitución de importaciones. Es por este motivo que los impuestos más abultados recaen sobre las economías industriales (China 34% y Europa 20%) mientras que para Nuestra América se encuentra en torno al 10% y enfocado en productos puntuales. Para nuestra región, se profundizará el saqueo de materias primas y energía mientras se lleve a cabo el fortalecimiento de la industria yanqui. A pesar de lo que cualquiera podría ver como un beneficio, tener los aranceles más bajos, Nuestra América será la más perjudicada (los países que conserven la subordinación a los designios norteamericanos) en este momento histórico de la economía global.

Otra de las consecuencias inmediatas, y la más importante a nivel geopolítico, será el debilitamiento del dólar entendido como moneda de reserva global. Su pérdida de peso específico para las transacciones comerciales (por los aranceles) provocará una aceleración de la desdolarización global y la profundización de los esquemas de pagos en otras monedas. De igual manera, las reservas de los bancos centrales de los países de todo el mundo buscarán diversificar más su cartera aumentando la misma inercia decadente de la moneda norteamericana.

En cuanto al impacto económico en EEUU de las medidas adoptadas, durante estos días en los medios principales se augura recesión y caída de la actividad generalizada. Estas “noticias” nacen promovidas del esquema de poder financiero que será un afectado central en esta vuelta a la producción real. Contrario a esas opiniones, y análisis comprados, es muy probable que, por consecuencia del proteccionismo, en los próximos años la gestión de Trump ostente índices de mejoría en los segmentos de trabajo e ingresos. En otras palabras, Estados Unidos verá que la aceleración de su declive hegemónico global transitará en paralelo a la mejora de su economía interna.

Entre los riesgos asumidos por los Estados Unidos, este nuevo escenario comercial puede resultar una gran oportunidad para el avance del frente chino ruso en sectores del comercio global en los cuales todavía no había penetrado mayoritariamente. Para aquellos países que comercian con los EEUU, la suba de aranceles se traduce en un encarecimiento de los productos exportables, una presión devaluatoria para su moneda y, por lo tanto, un crecimiento de la inflación en su economía doméstica. Esto, sumado a la pérdida de credibilidad, en los Estados Unidos, por tomar medidas bruscas que modifican el mercado global, habilita una posibilidad de reconfiguración del comercio, donde China y los BRICS pueden sumar preponderancia, y abona a la idea fuertemente promovida por Rusia de negociar en monedas distintas al dólar estadounidense (para evitar los conflictos de las fluctuaciones de las políticas arancelarias).

En cuanto al caso argentino, y teniendo en cuenta que el gobierno local mantiene un lazo de subordinación extrema con la geopolítica norteamericana en una suerte de administración neocolonial, la política arancelaria no afecta directamente a la industria local dado que no le vendemos ningún bien industrial que ellos puedan sustituir. Es este, y no otro, el motivo del bajo arancel para la Argentina y la posibilidad de un pacto de libre comercio.

Aunque desde el gobierno argentino intenten vender como una conquista que no se le cobren aranceles altos, o la idea de alcanzar un tratado de libre comercio, lo estrictamente cierto es que a los Estados Unidos no le interesa cobrárselos. Al contrario, en caso de nulos impuestos, la Argentina se vería altamente perjudicada porque la industria yanqui podría vender cualquier producto, sin pagar impuestos, aniquilando el flaco entramado productivo que nos queda y destruyendo más puestos de trabajo en una suerte de suicidio económico y social.

Finalmente, el esquema de proteccionismo y repatriación de capitales iniciado por Trump, profundiza la decadencia hegemónica norteamericana, abriendo paso a la consolidación de la multipolaridad y el eje Euroasiático como un polo de poder emergente con gran posibilidad de aumentar su incursión en territorios aun dominados por los Estados Unidos. Es un nuevo mundo de oportunidades, pero solo para aquellos que se atrevan a romper las cadenas con el imperio yanqui.

Rodolfo Pablo Treber* Analista económico que trabaja para el Banco Central de Argentina.

Foto de portada: elimparcial.com/

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