Sudán es un polvorín. El país africano colecciona crisis a medida que la transición política se diluye después del golpe de Estado del pasado 25 de octubre. El último frente abierto para Jartum es de nuevo el de la región occidental de Darfur, escenario recurrente de violentos enfrentamientos entre la población civil y las milicias respaldadas por el Ejército, donde medio centenar de personas ha perdido la vida en los últimos días. Una situación que agudiza aún más si cabe la inestabilidad del país.
El gobernador en funciones del Estado de Darfur Occidental, Mohammed Issa Alieu, anunció el lunes el fallecimiento de al menos 48 personas durante un ataque perpetrado por la milicia yanyauid contra el mercado local y un campo de desplazados en la ciudad de Kreinik, ubicada a unos 80 kilómetros de la capital del Estado, Geneina. El Estado, limítrofe con Chad, ha sido testigo en las últimas semanas de un brote de violencia durante una serie de enfrentamientos tribales entre las etnias árabes y africanas.
Fuentes del campo de desplazados citadas por AFP aseguran que los atacantes, pertenecientes a la fuerza paramilitar de los yanyauid, asediaron la aldea desde primera hora de la mañana para después lanzar una ofensiva con armas pesadas que acabó incendiando el campamento y provocando daños en una decena de barrios de la ciudad. Los habitantes de la zona señalan a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) como los principales promotores del ataque.
“Las autoridades son responsables de proteger a los civiles y garantizar el Estado de Derecho”, expresó el coordinador especial de ACNUR para la región, Toby Hardward. Una protección más que improbable atendiendo a la postura adoptada por las Fuerzas de Apoyo Rápido desde el inicio del conflicto. La rama del Ejército ha respaldado sin ambages a la milicia de los yanyauid, de etnia árabe, contra los grupos tribales africanos una vez dieron comienzo los enfrentamientos de Darfur en el año 2003.
El coordinador para la región de la agencia de refugiados de Naciones Unidas confirmó los hechos a través de Twitter y manifestó su preocupación ante la escalada de violencia registrada en la zona. Hardward trasladó además que la última ofensiva se produce “tras los asesinatos y los ataques por venganza en Murnei”. Y es que, al parecer, el ataque del domingo se produjo como represalia por una pelea que tuvo lugar un día antes en la que murieron seis personas.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) data el inicio del conflicto a mediados de noviembre, cuando nómadas árabes y agricultores de la tribu Misseriya Jebel entraron en conflicto en la localidad de Jebel Moon. La espiral de violencia se saldó entonces con 50 muertos y varias aldeas incendiadas y saqueadas. De las 68.500 personas que habitan en la localidad, más de 46.600 necesitan asistencia humanitaria, según advierte el Panorama de Necesidades Humanitarias de Sudán para 2022.
Unas 7.000 personas han dejado atrás la región occidental de Darfur por la nueva oleada de violencia, de las cuales 2.000 se han refugiado en el vecino Chad. Este grupo de desplazados está formado en su mayoría por mujeres y niños, y se suman al total de 380.000 sudaneses acogidos por Yamena desde el estallido del conflicto en Darfur hace casi dos décadas. Fecha en que estalló la guerra en Darfur a raíz del levantamiento de las etnias africanas minoritarias contra el expresidente Omar Hassan al-Bashir.
El dictador respondió de forma contundente contra el estallido social, provocado por la discriminación política y económica de la región ejercida por Jartum. Al-Bashir envió a los yanyauid. Una milicia que cometió todo tipo de atrocidades. Desde asesinatos hasta violaciones, pasando por saqueos e incendios. Unas acciones que le costaron la denuncia unánime de la comunidad internacional, pero que les permitieron adherirse después a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) encabezadas por Mohamed Hamdan Daglo, alias Hemedti.
Con su gestión de la guerra en Darfur, al-Bashir descosió la unidad del Ejército mediante la subcontrata de milicias subordinadas al Estado, todo ello con la pretensión de evitar un desafío cohesionado a su poder. Aunque serían las propias Fuerzas Armadas quienes acabarían derrocándolo en 2019, y Hemedti se serviría para ganar peso dentro de la institución al mando de las RSF, rama aglutinadora de la fuerza paramilitar de los yanyauid. El hoy número dos del Consejo Soberano de Transición, que dirige el general Abdel Fattah al-Burhan, es el militar que atesora más poder.
La guerra civil en Darfur ha dejado más de 300.000 víctimas, según el recuento de Naciones Unidas. Y aún se mantienen los estragos y las divisiones interétnicas. Unas consecuencias que siguen reverberando en la actualidad sudanesa, marcada por una frágil transición democrática que trata de arrancar el poder al Ejército en un país donde la institución ha sometido a la sociedad prácticamente desde su independencia en 1956.
Artículo publicado en Atalayar, editado por el equipo de PIA Global