Más allá de su gusto por las explicaciones -pretexto más que texto- los resultados de la administración de Alberto Fernández al frente del Estado y su política exterior son elocuentes.
En relación con el gobierno se convirtió en el primer Presidente que accede al poder con voto peronista y consigue, ya en el tramo final de su mandato, empeorar todos los registros sociales y económicos que heredó.
En materia de política internacional (la verdadera política, contra la política «de cabotaje» según Perón) manifiesta un extravío que sorprende y avergüenza a la Argentina frente al mundo.
Lo hemos visto con impunidad ofrecer a Putin que sea la Argentina la puerta de ingreso de Rusia a Latinoamérica para pocos días después ordenar a su canciller el voto de censura de esa nación ante la ONU a pedido de la OTAN. Lo hemos visto en disputas personales, propias de conventillo en un sainete de Vaccarezza, con los presidentes de Venezuela, Brasil y Uruguay. Lo vimos actuar como gurupié de Joe Biden para sorpresa y disgusto del servicio secreto que lo escolta. Lo hemos atestiguado relajando el acuerdo que su ministro de Salud había denunciado por abusos con la farmacéutica Pfizer. Los ejemplos sobran y apabullan por su cantidad.
La cumbre del Mercosur en Paraguay, esta semana, fue otro compendio de sus contradicciones.
Delante de sus pares del bloque, Fernández sorprendió con una confesión de la debilidad estructural de nuestro país cuando graficó que “cuando alguien estornuda en Moscú un argentino se resfría». Sin embargo, su discurso intentó ser el habitual de profesor que enseña a los otros presumiendo que no saben. Con fingida autoridad explicó que todos los países presentes estaban mal y afectados por la pandemia Covid y la guerra en Ucrania como si los presentes ignoraran lo lejos que están de padecer lo que su gestión consiguió que sufra nuestro pueblo y los jirones que quedan del aparato productivo argentino.
«Todos sabemos del sufrimiento africano»... «quieren saber lo que es la desigualdad en el mundo? ahí la tienen»...dijo el presidente de un país donde 3 de cada 4 niños del conurbano más rico están mal o sub alimentados. Y hasta supo estrenar una nueva disputa retórica con su homólogo uruguayo, Lacalle Pou, cuando cuestionó la posibilidad de un acuerdo bilateral de su país con China, otro de los países con los que el gobierno de Fernández se vincula sinuosamente para no afectar su romance con Estados Unidos.
«Nadie se ilusione con salidas individuales”, “debemos unir esfuerzos para proveer juntos al mundo», propuso como un ruego el mismo presidente que rechaza la propuesta de Bolivia de nacionalizar el Litio y decide competirle en forma desleal vendiendo más barato y extranjerizando la explotación del mineral estrella del nuevo milenio.
Ebrio de éxitos macroeconómicos que no llegan a paliar sus costos en el Pueblo argentino y su clase trabajadora, mientras Fernández hablaba el dólar se volvió a escapar (el Peso volvió a devaluarse junto con su capacidad de compra y el valor de los salarios) y la inflación amenaza con alcanzar las 3 cifras en el año récord de exportaciones e ingreso de divisas.
El presidente actuó como un vendedor en el transporte público ante los presidentes del Mercosur, o como esos falsos influencers que ofrecen coaching por redes virtuales. Lo que intentó venderles a sus vecinos es el modelo exportador extractivista que está enriqueciendo a la oligarquía argentina y al sistema financiero global mientras sumerge en la pobreza al pueblo, aniquila la producción y el salario, destruye la moneda y entrega la soberanía.
Notas:
*Periodista. premio 1er Congreso mesoamericano de Periodistas en Chiapas- Méjico 2009. Premio «Melhor journalista TV Latinoamérica» de la Fundación Literarte, Brasil 2017. Condujo «Impacto Económico» en Telesur Caracas 2011 – 2012.