Numerosas personalidades políticas, entre ellas el presidente filipino Ferdinand Marcos Jr., se las arreglaron para calificarla de «éxito» sobre la base de una impresionante lista de ambiciosos acuerdos y pactos verbales. A pesar de la variedad de decisiones tomadas y de las extravagantes declaraciones del Presidente indonesio, Joko Widodo, en las que afirmaba «creo que la ASEAN puede actuar como motor de paz y crecimiento económico», el autor de este artículo no comparte el tono general de celebración.
Timor y su equipo
Es importante comprender que, en el actual entorno desfavorable para la ASEAN, la adopción de una declaración final conjunta y la ausencia de escándalos importantes ya es un logro en sí mismo. Por tanto, no cabe hablar de éxitos per se, sino más bien de observaciones y/o innovaciones interesantes.
Quizás la principal de ellas fue el debut de Timor Oriental en la cumbre de la ASEAN como observador. Además, en una declaración conjunta posterior al evento, las partes adoptaron una Hoja de Ruta para la inclusión de un Estado en la Asociación. Esta decisión es una continuación lógica de la doble cumbre de la ASEAN celebrada en Camboya en noviembre de 2022, en la que las partes acordaron «en principio» ampliar el número de miembros de la Asociación para incluir a Dili y conceder el estatus de observador a Timor Oriental.
Estos intentos de integrar a Timor Oriental en la «familia ASEAN» han causado mucho entusiasmo, pero también cierto escepticismo tanto sobre las perspectivas de que el país se una a la ASEAN en un futuro previsible, como sobre la importancia real de este paso por varias razones.
En primer lugar, como demuestra la práctica internacional, el estatuto de observador en la integración y otras asociaciones no es una garantía o, al menos, un trampolín para una adhesión posterior.
En segundo lugar, algunos países de la Asociación, especialmente Singapur, todavía no están muy entusiasmados con la posible adhesión de Timor Oriental a la ASEAN y su expansión. La razón es bastante banal: la reticencia a convertirse en la cartera de un país económicamente subdesarrollado y el consiguiente temor a que Timor Oriental se convierta en una carga y un aguafiestas, en lugar de un facilitador del desarrollo de la ASEAN.
En tercer lugar, se trata de un problema clásico al que se enfrentan todas las asociaciones multilaterales: la lógica de la profundización frente a la lógica de la ampliación. En la actualidad, la Asociación -al menos a nivel retórico- intenta sentarse en dos sillas. Por un lado, «coquetear» con un posible aumento del número de miembros mediante la participación de Timor Oriental. Por otro, profundizar en la integración mejorando la labor de la Comunidad Económica, aumentando el ritmo de la cooperación financiera y reforzando las cadenas de valor regionales. Sin embargo, en estos momentos, dados todos los procesos de crisis y desintegración internos (el ejemplo de Myanmar es relevante), los Diez difícilmente están preparados para ampliar su número de miembros sin perder calidad y rapidez en la toma de decisiones.
Por último, es importante que Indonesia, como «anfitriona» de la ASEAN en 2023, formule sobre el papel una agenda fundamentalmente nueva y rompedora para ganar puntos políticos y de imagen adicionales. Al mismo tiempo, Yakarta, en su año de presidencia, pretende desviar, al menos parcialmente, la atención pública de las cuestiones más sensibles y tóxicas para la ASEAN, como la crisis de Myanmar, hacia una agenda más positiva. De forma característica, Joko Widodo, en su discurso de apertura de la cumbre de la ASEAN, señaló explícitamente la falta de avances sustantivos en la aplicación del consenso de cinco puntos sobre una resolución pacífica de la situación en Myanmar. En este sentido, la invitación de una delegación de Timor Oriental y el acuerdo simbólico sobre una hoja de ruta suponen una victoria diplomática y de reputación para Indonesia y también una especie de «historia de redención» de Yakarta ante Timor Oriental por el periodo de ocupación indonesia del país.
La cumbre también acordó, en principio, respaldar los elementos clave de la Visión de la Comunidad de la ASEAN más allá de 2025. La esperada publicación del documento será la ocasión para un análisis separado y minucioso de los planes estratégicos de la unión. Sin embargo, el concepto de resiliencia en relación con la capacidad de la ASEAN para adaptarse y responder eficazmente a los choques y desafíos externos e internos ya está firmemente arraigado en el léxico. No cabe duda de que se mantendrá un tono y una modalidad similares en la renovada Visión de la ASEAN y en los documentos subsiguientes.
Además, los lemas y la agenda cada vez más ambiciosos de «la ASEAN importa» y «somos el epicentro del crecimiento» subrayan que la Asociación se está posicionando cada vez más como un actor global que aspira a desempeñar un papel importante, si no de liderazgo, en muchos procesos globales. Con este telón de fondo, los dirigentes de la ASEAN argumentaron que la situación en Myanmar y otras cuestiones internas eran una molestia y una faena, pero no un motivo para cuestionar la capacidad de la Asociación.
Además, se han elaborado muchas otras decisiones y documentos en los ámbitos de la salud, la protección de los derechos de los emigrantes, la energía, etcétera. Sin embargo, estas declaraciones no son jurídicamente vinculantes, por lo que surgen serias dudas sobre hasta qué punto estos acuerdos se convertirán en soluciones y logros reales en la práctica. De momento, hay pocas razones para el optimismo.
¿Triunfo financiero o burbuja financiera?
La adopción de la Declaración sobre la mejora de la interconectividad de los pagos regionales y la promoción de las monedas nacionales en las transacciones mutuas merece especial atención por su magnitud y resonancia. Es importante considerar la aparición de este documento en el contexto más amplio de los intentos de los países de la ASEAN por lograr una mayor flexibilidad financiera y autonomía frente a Occidente, cuyos orígenes en diversas variantes pueden encontrarse ya hace 20-30 años.
En concreto, en diciembre de 1990, el entonces Primer Ministro de Malasia, Mohamad Mahathir, inició la creación de la Agrupación Económica de Asia Oriental, más tarde rebautizada como Cónclave Económico de Asia Oriental. Según la idea de Mahathir, las asociaciones promovidas debían equilibrar la creciente influencia de EEUU y ofrecer una alternativa al proyecto de regionalismo económico de Washington en la región Asia-Pacífico.
Estos esfuerzos (incluidos los de Malasia) se multiplicaron durante la crisis financiera asiática de 1997-1998 y se materializaron primero en el formato ASEAN+3, en el que participaban el G-10 y Japón, China y Corea del Sur, y luego en la Iniciativa Chiang Mai en 2000. Se trataba de una serie de acuerdos bilaterales de canje destinados a mejorar la sostenibilidad financiera de la ASEAN y sus socios.
En la actualidad, cada vez son más frecuentes los mensajes similares de líderes individuales y otros funcionarios del Sudeste Asiático. Por ejemplo, el presidente indonesio, Joko Widodo, ha hablado directamente de la importancia de una promoción más proactiva de los sistemas de pago nacionales y de la protección frente a las turbulencias geopolíticas. En su opinión, la guerra de sanciones contra Rusia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de países que antes dependían de mecanismos de pago extranjeros. El ex ministro de Asuntos Exteriores de Singapur, George Yeo, hizo una declaración aún más elocuente. Durante una conferencia organizada por el Instituto ISEAS en enero de 2023, subrayó que «el dólar estadounidense es una maldición para todos nosotros» y, de paso, pidió a los países de la región que se emanciparan financieramente de Washington. Por su parte, el Primer Ministro malasio, Anwar Ibrahim, señaló que China estaba abierta a negociar la creación de un Fondo Monetario Asiático en «un intento de independizarse del Fondo Monetario Internacional dirigido por Estados Unidos».
Es justo decir que las ambiciosas declaraciones de los representantes de la ASEAN se han trasladado a veces a la realidad, aunque en un formato marco. Por ejemplo, en vísperas de la cumbre del G20 en Bali, los bancos centrales de los cinco países miembros de la ASEAN (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Singapur) firmaron un Memorando de Entendimiento sobre el uso del código QR para los pagos digitales transfronterizos regionales. La aplicación de esta medida convertirá potencialmente las monedas nacionales en un instrumento más solicitado en el comercio mutuo.
La desdolarización y los intentos de construir una arquitectura financiera alternativa no son, por tanto, un cambio oportunista surgido tras el 24 de febrero, sino una tendencia general que los países de la ASEAN y muchos otros miembros del «colectivo no occidental» iniciaron hace años. El aumento de las tensiones geopolíticas no ha hecho sino acelerar estos procesos. Sin embargo, es importante señalar que la desdolarización ya se ha convertido en una especie de nueva «filosofía y religión política» para el mundo no occidental, en la que muchos Estados, incluida la ASEAN, creen ciegamente. Además, los eslóganes políticamente motivados y las invectivas de moda contra Occidente a menudo eclipsan la lógica económica y las consecuencias concretas de esta acción.
En este sentido, es discutible que la bonita historia de crear un ecosistema financiero propio aseanocéntrico sea otra burbuja, sobre todo teniendo en cuenta los crecientes desacuerdos en el seno de la Asociación y el diferente nivel de desarrollo de los sistemas financieros de sus países miembros.
Tarjetas, dinero, no SWIFT: conclusiones para Rusia
A primera vista, parecería que la cumbre de la ASEAN se dirige principalmente al consumidor «doméstico» y tiene poco que ver con Rusia y sus intereses estratégicos. Al menos, esto es a lo que nos tiene acostumbrados la larga práctica de la Asociación en la celebración de este tipo de eventos. Por esta razón, tradicionalmente en los medios de comunicación y la comunidad de expertos rusos la demanda de cobertura de las reuniones de «élite» de los países miembros de la asociación es extremadamente limitada. Sin embargo, esta vez no. La consolidación formal a nivel de toda la ASEAN del deseo de promover mecanismos financieros alternativos no sólo suscita interés, sino que también crea ciertas esperanzas y una ventana de oportunidad para Rusia.
Dadas las draconianas sanciones financieras contra Rusia, que incluyen la desconexión de varios bancos nacionales del sistema SWIFT, presionar para que se comercie en las monedas nacionales y se desarrollen sistemas de pago alternativos parece una solución lógica. En este contexto, tiene sentido considerar un conjunto de instrumentos que Rusia podría ofrecer potencialmente a los socios de la Asociación para acelerar el curso hacia la soberanía financiera.
En primer lugar, el abandono del obsoleto esquema habitual de liquidaciones entre divisas utilizando el dólar para pasar a un sistema renovado de liquidaciones en monedas nacionales con los países de la ASEAN. En segundo lugar, una conexión más activa de los bancos centrales de los países amigos de la Asociación al sistema de mensajería financiera del Banco Central (SPFS), que la Federación Rusa posiciona como sustituto del SWIFT. El Banco Central ruso ha hecho públicos datos hasta ahora cerrados: a finales de 2022, 12 países estaban conectados al sistema, en su mayoría países postsoviéticos. Probablemente tendría sentido explorar la posibilidad de conectar a este mecanismo a los países del Sudeste Asiático que más interesan económicamente a Rusia: Vietnam, Indonesia y, potencialmente, Malasia. En tercer lugar, el desarrollo de una red de cuentas de corresponsalía mutua entre bancos rusos y extranjeros en el Sudeste Asiático en las monedas nacionales, como Rusia y China están haciendo ahora activamente entre sí. Además, el desarrollo de mecanismos bilaterales y multilaterales de compensación y un sistema de intercambio de divisas. Esta práctica dio buenos resultados durante y después de la crisis financiera asiática dentro del formato ASEAN+3.
Por último, la expansión geográfica de la aceptación de las tarjetas del sistema de pago Mir en los países de la ASEAN. En 2022, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, realizó una gira por el Sudeste Asiático, en la que cabe destacar que se alcanzó un acuerdo con Laos, Tailandia y Malasia para ampliar el alcance y el uso más activo de los sistemas de pago nacionales. Además, a lo largo de 2022 se mantuvieron conversaciones similares a distintos niveles con otros miembros de la ASEAN, Indonesia y Vietnam. Sin embargo, hasta ahora no ha habido resultados concretos. No obstante, se trata de un ámbito en el que es importante que Rusia trabaje sistemáticamente.
¿Sin dólar no hay problema?
Las medidas presentadas suenan muy intrigantes y prometedoras y pueden dar una falsa sensación de facilidad de aplicación. En la práctica, sin embargo, cualquier intento de Rusia de desarrollar la conectividad financiera con la ASEAN se encontrará con numerosos problemas, muchos de ellos de naturaleza puramente económica.
En primer lugar, reducir la dependencia del dólar y aumentar el comercio en monedas nacionales no es correcto como un simple proceso técnico. Se trata más bien de una infraestructura financiera llave en mano y de ciclo completo, que es teóricamente posible pero lleva mucho tiempo y no siempre es económicamente viable. En segundo lugar, y esto se desprende sin problemas del primer punto, la cuestión de la liquidez de la moneda se agudiza en el desarrollo de las transacciones financieras entre Rusia y los países de la ASEAN. En la actualidad, la liquidez del mercado de divisas en rublos, y más aún en las monedas nacionales de los países miembros de la Asociación, no es lo suficientemente alta como para proporcionar los volúmenes de comercio con los que cuenta Rusia. Por esta razón, sigue siendo técnica y económicamente más rentable para los socios del Sudeste Asiático comerciar en dólares estadounidenses.
Además, no hay que olvidar que el cambio a las monedas nacionales está justificado económicamente si existe un volumen de comercio en constante aumento, como podemos ver en el ejemplo de Rusia y China. El volumen de negocios de Rusia con la ASEAN en general y con cada uno de los países en particular es actualmente demasiado insignificante para una transición sistemática a la liquidación mutua en monedas nacionales sin implicar a terceros países. Los países del Sudeste Asiático son muy conscientes de este hecho. Por ello, en conversaciones privadas con representantes de las embajadas de la ASEAN y funcionarios competentes se informa de la voluntad de los Estados miembros de la ASEAN, especialmente Indonesia, de comerciar con Rusia en yuanes chinos, prescindiendo del dólar.
Otro dilema económico tangible es cómo garantizar el comercio en las monedas nacionales sobre una base de paridad. Una práctica común en las relaciones comerciales de Rusia con sus socios del sudeste asiático son los desequilibrios comerciales, que teóricamente generan superávits en una de las monedas que luego serían difíciles o imposibles de eliminar. Como ejemplo, el comercio de Rusia con Vietnam promedió 6.000 millones de dólares al año entre 2018 y 2021, y Hanói generó alrededor del 68% del comercio mutuo en ese período. La situación es aún más típica en las transacciones recíprocas de Rusia con Tailandia, donde, con volúmenes comerciales modestos (entre 2.000 y 2.500 millones de dólares), Tailandia representa más del 75% de las exportaciones a la Federación Rusa.
Por último, no hay que olvidar la volatilidad de las monedas nacionales, típica de Rusia y de la mayoría de los países del sudeste asiático. Esta circunstancia también crea problemas de tipo de cambio y arroja dudas sobre las perspectivas de cambiar a pares de divisas nacionales en el comercio mutuo.
Es importante entender que, desde un punto de vista puramente técnico, incluso a pesar de las limitaciones y peculiaridades mencionadas, el cambio a monedas nacionales o la conexión a sistemas de pago alternativos es posible. Sin embargo, en este caso hay una cuestión de voluntad política. Esto plantea otra cuestión: si los países de la ASEAN están dispuestos a asumir riesgos y costes potenciales a la hora de establecer lazos comerciales, económicos y financieros con Rusia. Sobre todo porque los temores a sanciones secundarias no desaparecerán, al contrario, no harán sino crecer en el futuro.
En este caso, Rusia tendrá que utilizar todos los recursos diplomáticos posibles e idear formas de asegurar, cubrir estos riesgos y compensar las posibles pérdidas de los países de la ASEAN, lo que llevará a una politización aún mayor del proceso. Por ejemplo, una de esas formas podría ser que Rusia ofreciera descuentos en las exportaciones de las principales categorías de bienes que se demandan en el Sudeste Asiático: minerales, fertilizantes, carbón, acero y/o los productos más sensibles: armamento.
Aunque se pueda discrepar del éxito de la cumbre y de la naturaleza «rompedora» de los acuerdos alcanzados, hay un hecho que sigue siendo indiscutible. La cumbre agitó a los países de la ASEAN y a la comunidad mundial y elevó aún más el listón de las ambiciones de la ASEAN en determinados ámbitos, especialmente la integración financiera. Aunque muchos de los acuerdos son protocolarios, vuelven a crear expectativas infladas en la ASEAN que, como demuestra la práctica, a menudo acarrean dificultades para la Asociación.
En este contexto, es importante que Rusia lea correctamente las señales procedentes de la asociación e intente formular y proponer en el futuro un plan de acción concreto o, en el lenguaje de la asociación, una hoja de ruta. Por ejemplo, aumentar la interconexión financiera regional. Sin embargo, tampoco en este caso hay que hacerse excesivas ilusiones y convertirse en rehén de la imagen de la Asociación como «contrapeso al modelo de globalización centrado en Occidente»; hay que ser realmente consciente de todas las limitaciones y posibles riesgos.
Artículo publicado originalmente en el Cosejo de Asuntos Internacionales de Rusia (RIAC).
*Alexander Korolev es Doctor en Ciencias Políticas, Director Adjunto del Comité Central de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación, experto del RIAC.
Foto de portada: Página oficial ASEAN 2023