Hoy en Historia Viva, el joven Osmel Bell Águila, estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en entrevista exclusiva con el combatiente Bernardo Granado Sosa. Granado Sosa, quien ya desde 1955 tenía inquietudes revolucionarias, se incorpora a la lucha revolucionaria en 1956 e integra las brigadas juveniles de acción del Movimiento 26 de Julio bajo la dirección del valeroso José Ramón Rodríguez López, quien le fue presentado por Marcelo Fernández Isla.
Granado describe la vida de miseria extrema que vivía la población campesina y obrera en nuestra Patria, incluso su familia, de extracción muy humilde. Precisando que, bajo el neocolonialismo norteamericano, los cubanos no podrían lograr lo que hoy el pueblo ha alcanzado con nuestra Revolución Socialista, todo lo anterior, precisó Bernardo desde cuando tenía los 13 años de edad, deseaba luchar contra el tirano Batista.
Nacido el 9 de octubre de 1939 en el campo, en un lugar llamado Guayabo Cuartel, entre Calabazar de Sagua y Sagua, Las Villas. Mis padres fueron Bernardo Granado Mollinedo, obrero agrícola, y Simona Anastasia Sosa León, ama de casa. Bernardo, fue educado por sus padres en el amor a su Patria, pero también, por los graves problemas económicos de su familia comenzó a trabajar desde muy joven, el traslado de su familia a La Habana, buscando mejoría, no fue distinto y la explotación a la que eran sometido su padre y el propio Bernardo siendo un adolescente, tuvo que ponerse a trabajar por necesidades familiares. Dejemos que sea Bernardo quien narre está muy apasionante entrevista para Historia Viva:
«A solo cinco días del Golpe de Estado, el 15 de marzo de 1952 cesantearon a mi padre del puesto de policía de obras públicas, por lo que tuve que dejar de asistir a la escuela particular donde estudiaba. ¡Esa fue la primera motivación para sentirme anti batistiano!
Mi padre sin ingresos fijos hizo múltiples trabajos como ayudante de la construcción. En una ocasión le pagaron 10 pesos por abrir un hueco para soterrar tanques de gasolina en un garaje que estaban construyendo en Lawton. Y cuando venía para la casa en la guagua lo carterearon y llegó casi llorando. No teníamos para comer y muchas veces lo hacíamos gracias a una negra jamaiquina que trabajaba de cocinera, a la que mamá le lavaba la ropa. De lo que ella traía para sus hijos del lugar donde trabajaba, nos daba un poco.
Yo tuve que empezar a trabajar como ayudante de chapista primero y de mecánico después. En este último trabajo me daban 3 o 4 pesos a la semana. En una ocasión, estando en el taller de mecánica, por la calle Concha esquina a Rosa Enríquez el capitán de la 13 estación de Policía, de apellido Milián, se coló allí y le entró a pescozones al dueño del taller, quien indefenso no atinaba a oponerse a la golpiza, lo que me llenó de indignación. ¡Otra razón para sentirme anti batistiano. Cuando supe de los muertos del Moncada y como fueron asesinados, creó en mí la ya irrefrenable necesidad de luchar contra la dictadura, lo que comentaba con algunos compañeros.
Por el año 1955, con quince años, papá me consiguió un trabajo de mensajero en un “Grocery”, que inauguró un yugoslavo en 27 y D en El Vedado. Ganaba 45.00 pesos mensuales, y tenía que visitar a los clientes, tomarles el pedido y después llevarle la mercancía que deseaban. Muy cerca de mi trabajo está el que era Instituto del Vedado. Vi allí las protestas de los estudiantes contra la tiranía y las golpizas que la policía les propinaba.
En una ocasión me fui con ellos hasta la Universidad. Y cuando pasaba en el ómnibus por frente a la Universidad veía los letreros de protesta de La FEU. A finales de 1955 presencié una golpiza que les diera la policía a los estudiantes del Instituto del Vedado y de la FEU. Veía en los periódicos los muertos que el régimen regaba por toda Cuba y las torturas a que eran sometidos los jóvenes que luchaban por la libertad.
En el lugar donde yo vivía, unas casuchas de llega y pon en la intersección que hacía el río Pastrana y la línea del ferrocarril en el barrio de Luyanó en 1956, comentábamos la situación existente en el país, el desempleo, el hambre, la miseria en que vivía el pueblo, los crímenes, los abusos, el robo que cometían los funcionarios gubernamentales y la acción de los que luchaban contra aquella sangrienta tiranía.
Este grupo que estaba formado por los hermanos Felipe y Rigoberto López Lago, Raúl Gálvez Chaviano y yo, acordó incorporarse a la lucha contra Batista: Cada uno debía buscar contacto para integrarse a una organización que luchara contra la tiranía y el primero que lo lograra incorporaría al resto del grupo. Cuando ocurrió la masacre del Cuartel Goicuria, se hizo más fuerte la necesidad de luchar contra aquella sangrienta tiranía.
Estando todavía trabajando en 27 y D con el yugoslavo, supe que en un edificio al cual yo llevaba mandados, en C 727 entre 29 y Zapata, había un joven que había sido golpeado salvajemente. Y me presenté ante él, explicándole que quería incorporarme a la lucha contra Batista. Le di mi nombre y donde trabajaba y él me dijo que no estaba vinculado a nada. A los pocos días me visitó en el Grocery un joven llamado Marcelo Fernández Isla. Preguntó por mí y al identificarme me pidió hablar conmigo en el exterior del local. Me dijo que conocía mi interés por luchar contra la tiranía y que tal vez podía conectarme. Le expliqué los motivos que tenía para incorporarme a la lucha y que había otros compañeros que lo deseaban hacer.
Más tarde, una clienta a la cual yo le servía de mensajero me propuso ir a trabajar al Ten Cent de Galiano y San Rafael, pues ella laboraba allí en Personal. Y acepté. Empecé el 9 de junio de 1956, tres días a la semana ganando 3.75 diarios. Allí conocí a algunos compañeros que hablaban contra la tiranía, cuando estaban en el local de las taquillas.
Después de varias llamadas, Marcelo me citó para 23 y J en una cafetería que aún existe y que en aquella época se llamaba La Palmera. Allí me presentó a José Ramón Rodríguez López. Me preguntó y le expresé los motivos por los que quería luchar contra la tiranía, me contó que él era del 26 de Julio, le dije que había otros interesados en la lucha y me explicó lo que quería el 26 para Cuba: la honradez administrativa, que todos los niños tuvieran escuela y la erradicación de la miseria en que estaba sumido nuestro pueblo.
A los pocos días Ramón se reunió con todos nosotros en casa de Rigoberto en el río Pastrana. Nos explicó las ideas del M-26-7 y las tareas que desarrollaríamos, como miembros de la célula 8 de acción y sabotaje tales como hacer sabotajes, la venta de bonos, circulación de propaganda, captación de nuevos miembros, acopio de armas, etc.
Me designó jefe de la brigada, a la que se le nombró, más tarde, Hubert de Blank. Y dijo que posteriormente se daría entrenamiento de armas con vistas a que en un futuro próximo se participaría masivamente en una acción en la que se derrotaría a la tiranía.
Después del ataque al Palacio Presidencial, Felipe y Eliseo propusieron un encuentro, a pedido de los miembros del PSP de la fábrica de pintura Sherwin Williams para coordinar acciones entre el PSP y el M-26-7 y yo al planteárselo a Ramón le comenté mi preocupación, pues eran comunistas, y me dijo que en la lucha contra la tiranía había que unir a todo el que estuviera dispuesto a luchar.
El día 2 o 3 de agosto de 1957 los miembros de la brigada que yo comandaba, Eliseo Caamaño y Felipe López, me trajeron la propuesta de los miembros del PSP de la fábrica de pintura para que nosotros, que éramos jóvenes y podíamos correr, pusiéramos una cadena de baranda a baranda en el puente del Rio Pastrana y así detener el tráfico, en la calzada de Luyanó, en apoyo a la huelga por el asesinato de Frank País. Sobre esta protesta espontánea en la capital, hubo más de 200 presos por huelga ilícita y otras acciones de sabotaje que se realizaron.
El día 6 de agosto de 1957, por la mañana, explotó una bomba en una de las escaleras del Ten Cent de Galiano y San Rafael, en el mismo lugar que el día anterior yo había colocado una bandera del Mov. 26-7 en coordinación con otros elementos anti batistianos que existían en dicho Ten Cent.
Alrededor de las 10:00 AM del 7 de agosto de 1957 los esbirros del asesino coronel Esteban Ventura Novo, conduciendo a José Manuel Vega, se personaron en el Ten Cent y este, sin yo verlo, me señaló.
Los esbirros me siguen y me sorprenden estando yo dedicado a mi trabajo de recoger los papeles y otros desperdicios que los clientes arrojaban entre las mesas de mercancía en el 2do piso de venta. De pronto me rodearon cuatro hombres fornidos de aspecto patibulario. Uno de ellos me agarró por el cinto por la parte de la espalda y me dijo: Estás preso. Traté de zafarme, pero no podía. Me empujaron buscando la escalera mecánica que funcionaba para bajar al primer piso.
En ese traslado vi al sub. -administrador del Ten Cent, Miguel Martorell López, y le grité que me llevaban preso. Él se interpuso y les dijo que yo era empleado de ese centro. Los esbirros continuaron conmigo hasta la salida del centro por la calle de San Miguel. Allí me pusieron esposas y me acostaron en el piso de la parte trasera del carro donde dos de ellos se sentaron y me pusieron los pies sobre el cuerpo.
A empujones me llevaron a través de un salón en el que vi algunos conocidos: Carlos Hernández, Raimundo Carmona, José Manuel Vega, Félix La Guardia, que le decían El Indio; y a otros que después conocí: Raimundo Carmona (padre), Pedro Bello, Julio Martínez y Reinaldo Vergara.
El coronel jefe de operaciones de la policía y conocido asesino, Conrado Carratalá se sentó frente a mí y detrás se colocaron dos de sus esbirros. Me preguntó dónde estaban Ramón Rodríguez y Armando Cubría. Al responder que no los conocía recibí el primer golpe por parte de uno que se encontraba detrás de mí. Me pegó por la región del cuello y la oreja y grité de dolor.
Después me preguntó dónde estaban las armas. Al responder que no sabía, se repitió lo mismo. Así estuvieron largo rato haciendo esas preguntas y otras referidas al conocimiento que yo tuviera de otros revolucionarios. Y al recibir una respuesta no deseada venía el golpe de castigo y mi grito de dolor.
Es importante que se conozca, que durante el batistato fueron encausados en La Habana, al menos, 148 menores de 13 a 17 años por de una forma u otra, oponerse a la dictadura, no todos se enviaron al centro penitenciario de menores Torrens pues algunos se entregaban a los padres hasta la celebración del juicio, donde en muchos casos eran absueltos.
En enero de 1958 al agudizarse la represión, pues aparecían centenares de jóvenes, asesinados – entre el 15 de noviembre del 57 y enero del 58-, en diferentes lugares de La Habana, y al no encontrar contacto con el movimiento insurreccional, decidimos mi familia y yo que me trasladara para Las Villas. La represión, masacres como la de la calle Humboldt y la criminal política que ejecutó el tirano Batista, contra el pueblo, muy especialmente contra los jóvenes, llego a dejar un saldo de más de 20,000 mil muertos.
Allí fuimos papá y yo a Sagua La Grande, donde vivían familiares. Y sabíamos que uno de ellos, Pancho Sigler, era del Partido Autentico. Le planteamos mi intención de incorporarme a la lucha en la zona y se comprometió que, si se producía lo que se esperaba, (una acción general para derrocar a la dictadura), me mandaría a buscar donde yo estaba, en Guayabo. Me guarecí en diferentes casas de la familia, corté caña para obtener algún ingreso pues lo que me mandaban mis padres no alcanzaba para costear mis necesidades y de mi esposa, hablé con otros jóvenes familiares para comprometerlos en la lucha contra Batista.
El 9 de abril de 1958 ocurre el llamado a la huelga general y como al mediodía me entero que en Sagua se estaba combatiendo. Rápidamente me traslado para casa de una tía, su esposo tenía un revolver Colt cañón largo, para ir hasta Sagua, pero al ir a tomarlo en el lugar que yo sabía que él lo guardaba, no lo encontré, pues lo había cambiado de lugar temiendo que yo pudiera tomarlo. Pero seguía perseguido incluso en Sagua, y por tanto me traslade a Pinar del Rio, donde se estaban conformado un grupo guerrillero.
Al irse a efectuar la farsa electoral de noviembre de 1958, recibí instrucciones de Osmundo de hacer propaganda contra ella, por lo que orienté a los miembros del grupo en ese sentido, por lo que por aquella localidad casi nadie fue a votar.
Luego el triunfo revolucionario el 1ro de enero de 1959 fui al Ten Cent, al llegar ahí los trabajadores mostraron su alegría viniendo en grupo a saludarme, me presenté ante el administrador de apellido Cueto le informé que iba a reintegrarme a mi trabajo. Él, sorprendido me dijo, cómo es eso, no puede ser, y le dije que la ley 34 del Gobierno revolucionario me amparaba y que además tenía que pagarme todo el tiempo que estuve separado de mi trabajo.
Con esa noticia de lo sucedido a Bernardo en su antiguo trabajo, culmina esta entrevista, ahora permítanme darle a conocer las reflexiones del joven entrevistador Osmel Bell Águila, que por su actualidad es muy importante y comparto plenamente, cito:
“En la actual situación que vive nuestro heroico pueblo resistiendo un bloqueo de más de sesenta años y sufriendo numerosos sabotajes y agresiones, donde algunos han perdido sus valores y ciertos funcionarios maltratan a la población practicando el criminal burocratismo que oculta las actividades corruptas y contrarrevolucionarias, el celo y patriotismo demostrado en la búsqueda de los expedientes que complementan la historia heroica de los mártires y luchadores clandestinos, es la actitud que todos debemos seguir. Insistir a todos los niveles exigiendo su responsabilidad no importa las veces, hasta que se solucionen los problemas con justicia y dignidad, como muy bien han orientado Fidel, Raúl y Diaz Canel”.
Notas:
*Periodista, politólogo y analista internacional. Colaborador de PIA Global