Análisis del equipo de PIA Global Europa

¿Cuántas crisis caben en Europa?

Escrito Por Micaela Constantini

Por Micaela Constantini* –
La crisis desatada en Europa sobre cómo deben responder los veintisiete a la cuestión Palestina arrastra y profundiza otras crisis latentes en la región.

En mi último análisis veíamos cómo la crisis en Asia Occidental está afectando a la Comunidad Europea, desglosamos cómo se elevaron las tensiones en el seno de la UE, mientras el Alto Representantes para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, busca desescalar la violencia en Asia Occidental para evitar una guerra regional que sólo anuncia más crisis para Europa.

De Úrsula von der Leyen no nos sorprende su accionar para catalogarse una representación europea que no le corresponde, mucho menos su apoyo al gobierno sionista de Israel. No obstante, la postura crítica contra Israel adoptada por Borrell, respecto a la escalada de violencia sobre Palestina, en principio podría pensarse en mala una fake news, porque suena un tanto contradictorio que el líder europeo que adoptó la actitud más belicista tratándose de Ucrania con una firme posición atlantista, hoy esté siendo crítico con uno de los principales aliados de occidente y exija el respeto al derecho humanitario e internacional. En sus palabras, aunque muy atento para no mencionarlo de manera explícita, Borrell acusa a Israel de estar violando el derecho internacional y humanitario. Incluso también reconoció que desde occidente han hecho poco y nada para hacer cumplir los Acuerdos de Oslo, y proclama, esta vez sí de manera explícita, la solución de los dos Estados.

Pero esta postura de Borrell no se debe a la compasión que el líder pueda sentir por los palestinos y palestinas, sino de estrategia de supervivencia europea, aunque esto también suene contradictorio para el líder que más ha motivado la guerra en Ucrania y todas sus consecuencias en Europa. La necesidad de desescalar la situación y evitar que se convierta en una guerra regional es necesaria para que Europa no se hunda más de lo que ya está. 

La crisis desatada en Europa sobre cómo deben responder los veintisiete a la cuestión Palestina arrastra y profundiza otras crisis latentes en la región. 

La primera es la crisis política entre los miembros de la UE que, aunque no es nueva, se ve cada vez más tensa de cara a las elecciones parlamentarias que se celebrarán del 6 al 9 de junio del año que viene, en un contexto de avanzada de la ultraderecha en las distintas contiendas electorales en la región. Esto significa que aquellas fuerzas que en algún momento vieron la posibilidad de salir de la Comunidad, ahora buscan una forma de transformar la gran institución europea desde adentro. 

Otras elecciones que están en el punto de atención de los líderes europeos y que resultarán sumamente determinante para el futuro de la UE, son las presidenciales en EEUU que se celebrarán el 5 de noviembre del año que viene. Y aunque la actual relación entre Europa y EEUU tiene sus puntos de tensión, la sumisión y dependencia a EEUU que adoptó Bruselas significa que los resultados estadounidenses pueden significar un nuevo tablero de juego en donde los veintisiete tengan que revaluar su postura y decisiones en política exterior, tanto para con sus aliados y socios como para con sus enemigos y competidores sistémicos. Aunque, asuma quien asuma en EEUU, la subordinación europea al atlantismo estadounidense hacen de Europa uno de los pocos frentes que le queda a EEUU en este contexto geopolítico actual de transición hacia la multipolaridad.

Dentro de la crisis política que tensiona las decisiones de los veintisiete también encontramos la política migratoria. Esta crisis en particular revive las discusiones entre la Europa del Norte y la Europa del Sur, sobre quiénes deben hacerse responsables de las llegadas de refugiados y desplazados (algunos los llaman migrantes ilegales para quitarse el peso de culpa por ser quienes provocan esos desplazamientos de personas huyendo desesperadamente de guerras y hambrunas). Las discusiones entre el norte y el sur de Europa no es nueva, ni tampoco las tensiones sobre cómo sobrellevar la crisis de refugiados que se profundiza de manera cada vez más dramática. Y aunque aún no se ponen de acuerdo en un tipo de política migratoria común y en especial en la repartición de los refugiados acogidos, los puntos que sí avanzaron de manera conjunta en la Comunidad implica la militarización de las fronteras, no permitir el ingreso de las barcazas, la inacción por los pedidos de auxilio y las muertes en el mar, el entorpecimiento a las ONG que buscan ayudar a refugiados en mar y en tierra, y en especial pagar a otros países para que retengan a los refugiados y desplazados dentro de sus fronteras sin que pueden avanzar hacia Europa, como lo hicieron con Turquía respecto a Siria, con Marruecos hace poco por África, y más recientemente con Egipto por la actual escalada de violencia israelí.

Y el último, pero no menos importante, punto de la crisis política entre los miembros de la UE se da en las calles. A las movilizaciones y descontento social por la crítica situación económica y de múltiple crisis que vive la región, ahora se le suma el enorme apoyo que Palestina está recibiendo en las calles europeas a pesar de las prohibiciones y represiones que algunos países han impuesto. Pero esto también tiene su contracara que es el recrudecimiento de los discursos de odio y xenofobia que ya han comenzado a escalar en la sociedad entre la población, pero que también servirá de excusa a los gobiernos para endurecer las políticas de seguridad interna y utilizar más recursos en defensa.

Esto nos lleva a la segunda crisis ya que todo podría profundizarse si se da una escalada belicista regional en Asia Occidental, en la región árabe islámica. Implicaría la enésima crisis europea, el principal motor de Borrell para dejar de ser el beligerante y comprometerse con un proceso no guerrerista, al menos no en términos que pueda resultar devastador para Europa. Una Europa fatigada de la guerra y crisis ucraniana, cooptada por la OTAN, rebalsada de refugiados y desplazados, sumida en múltiples crisis, subordinada al angloatlantismo que cumplió su objetivo de no permitir a Europa constituirse en un actor geopolítico de peso. 

Esta posibilidad implicaría que se profundice aún más la crisis energética, pero en especial la agudización de la crisis de desplazados y refugiados, y la militarización del Mediterráneo, un lugar altamente tenso en términos geopolíticos por la cantidad de disputas que hay allí y la diversidad de actores e intereses que se cruzan. Significaría, también, un nuevo foco de guerra en territorio europeo.

Este punto se combina con el “reflote” de la temática “terrorismo” en suelo europeo que causa miedo social, profundización del discurso de odio y la xenofobia, enfrentamiento civil y una gran justificación para el control policial y militar en los países. Se agrava la construcción de un “enemigo” mirando al migrante/refugiado/desplazado como tal.

En este sentido, las palabras del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, respecto a la seguridad interna en el continente europeo fueron claras ya que advirtió que “este conflicto ha generado una gran fragmentación, división y polarización entre nuestros pueblos y sociedades”. Michel evocó la necesidad por “combatir el discurso de odio, el antisemitismo y todas las demás formas de odio, como la islamofobia y el racismo, es decir, todo discurso que busque alimentar la discriminación entre nuestros ciudadanos”. De hecho, su discurso arrancó mencionando el minuto de silencio realizado en la reunión por “todas las víctimas inocentes que perdieron la vida en Israel y Palestina, pero también por las víctimas de los recientes atentados que tuvieron lugar en Europa y especialmente en Francia y Bélgica”.

La tercera crisis podría profundizar (si aún se puede más) la militarización en la región europea. Se trata de la posible adhesión de Suecia a la OTAN. Erdogan envió al Parlamento turco la orden de adhesión de Suecia a la Alianza para que fuera debatida. Si bien aún falta para conocer la decisión del Parlamento turco, Hungría postergó la votación en su Parlamento. No obstante, en caso de efectivizarse, la OTAN terminaría de consolidarse en el Báltico avanzaría reforzado sobre el Ártico, nuevo territorio de disputa por su importancia geoestratégica. 

El Báltico que en algún momento supo ser protagonista del desarrollo alemán y europeo gracias a la llegada del gas ruso barato, luego fue el territorio del atentado a infraestructura crítica más importante en el curso de guerra en Ucrania, en donde se enfrenta la OTAN y Rusia. Un atentado contra los Nord Stream, o en otras palabras, contra un miembro de la OTAN que aún no tiene responsable y por el que ninguno de los actores implicados parece estar interesado en resolver, salvo Rusia a quien lo bloquean para participar de las investigaciones. Un gasoducto que EEUU ya había anunciado públicamente que se encargaría de detenerlo. Un atentado que también profundizó la crisis energética europea pero en especial que inició el principio del fin de la locomotora europea, el hundimiento alemán. 

El Báltico, hoy protagonista de otro posible atentado con nuevas acusaciones y amenazas cruzadas. El gasoducto Balticconnector, que conecta Finlandia y Estonia, sufrió graves daños este mes y se cree que fueron ocasionados por “interferencia humana y no a causas naturales”, es decir, interferencia externa. “Sabemos que la causa no es la naturaleza, sino probablemente la actividad humana. ¿Quién, por qué y cómo? ¿Negligencia o intención? Estas preguntas aún no tienen respuesta”, escribió Alar Karis, presidente de Estonia, en un post en Facebook.

Además, la OTAN prometió una respuesta contundente si se confirmaba que se trataba de un ataque tras las declaraciones del instituto sismológico noruego que detectó una probable explosión en el mar Báltico. Por su parte, el viceministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Alexander Grushko, declaró que “una posible decisión de los países de la OTAN de impedir el paso de buques rusos por el mar Báltico en el marco de una investigación sobre los daños causados al gasoducto Balticconnector constituiría una violación flagrante del Derecho internacional, y Bruselas debería comprender la gravedad de las consecuencias de tal medida”.

El viceministro también dijo: «Sabemos que algunos políticos y estrategas de la OTAN sueñan con convertir el Mar Báltico en un lago interno de la OTAN. Esto no sucederá, nunca sucederá».

Por si no fuera poco el frente de guerra contra Rusia en Ucrania, o con las sanciones, o con la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, o con el avance sobre el Ártico, o con los ataques de desinformación, también se decide el posible cierre de navegación de Rusia por el Báltico.

Esto significa, una Europa hipermilitariotanizada, que ocupa una enorme cantidad de su presupuesto en armamento mientras el resto de crisis hunde a la sociedad europea.

El último punto de crisis que vamos a mencionar en este artículo es sobre una Ucrania ghosteada(1) internacionalmente. Es decir, una Ucrania que dejó de ser protagonista de la compasión de los medios y líderes del mundo, con posibilidad de quedarse sin apoyo militar estadounidense, o por lo menos se verá reducido considerablemente, con un Zelensky que ya no es recibido como héroe en EEUU, que no se sacia con el apoyo europeo y al que sus propios ‘aliados’ le han demostrado una y otra vez no ser la prioridad sino más bien un títere de turno para sus guerras proxys. Una Ucrania que viene retrocediendo en el campo de batalla, y que se encuentra cada vez más cerca de su peor pesadilla: tener que sentarse a negociar con Rusia, con Putin, sin ningún tipo de ventaja ni socios que lo respalden.

Este es un breve repaso de algunos de los puntos más importantes que debemos tener en mente al ver los acontecimientos que suceden en el continente europeo y las decisiones de sus líderes, tanto las proyecciones nacionales de los países como la política exterior común de la Comunidad Europea.

Notas

(1)El ghosteo ocurre cuando una persona simplemente toma la decisión de esfumarse y no deja ningún tipo de rastro. Significa romper la relación sin dar explicaciones o razones por las que se produce el distanciamiento.

*Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.

Foto de portada: internet.

Acerca del autor

Micaela Constantini

Comunicadora Social, periodista. Miembro del equipo de investigación de PIA Global. Investigando cibergeopolítica y virtualidad. Feminista, antiimperialista y autodidacta. Nuestra americana Trabajo con redes sociales, edición de video y comunicación digital.

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