El pasado 29 de diciembre se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales croatas, en las que el actual Jefe de Estado, Zoran Milanović, del Partido Socialdemócrata de Croacia (Socijaldemokratska partija Hrvatske, SDP), que partía con posibilidades favorables, pero al que se le dio en torno al 30% de los votos, en un enfrentamiento muy reñido con su principal rival, Dragan Primorac, apoyado por la Unión Democrática Croata (Hrvatska demokratska zajednica, HDZ).
En cambio, los resultados dieron una victoria bastante clara a Milanović, que incluso rozó la mayoría absoluta en la primera vuelta, resultado que le habría permitido evitar la segunda vuelta. Según los datos oficiales, el representante socialdemócrata obtuvo el 49,68% de los votos, frente al 19,59% cosechado por Primorac, que será por tanto su adversario en la segunda vuelta prevista para el 12 de enero. También cabe destacar el buen resultado obtenido por Marija Selak Raspudić, que logró el 9,37% de los votos sin el apoyo de ningún partido, quedando en tercer lugar.
A la vista de estos resultados, la segunda vuelta debería reducirse por tanto a una mera formalidad, ya que Milanović está muy cerca de lograr la mayoría absoluta de los votos, aunque la baja participación, de sólo el 46,01% de los elegibles, confirma la crisis generalizada de la democracia representativa en Occidente. Como anticipábamos, el resultado obtenido por Milanović superó con creces las expectativas de los sondeos publicados en vísperas de las elecciones, demostrando otra tendencia generalizada en Europa: la del rechazo de los pueblos a las políticas belicistas de la Unión Europea y la OTAN.
Durante sus cinco años de mandato, Milanović ha criticado duramente tanto a Bruselas como a las instituciones de la OTAN, oponiéndose en particular al apoyo a Ucrania y a las políticas rusófobas, en total contraste con el primer ministro Andrej Plenković, en el cargo desde 2016 y líder del partido HDZ. Mientras Plenković ha mostrado su total genuflexión ante los dictados de Washington y Bruselas, Milanović ha utilizado sus prerrogativas presidenciales, que le permiten en particular influir en la política exterior y de defensa, para mantener a Zagreb en una línea más equilibrada.
El resultado de la primera vuelta muestra así cómo el electorado croata apoya la línea de Milanović, mientras rechaza la del primer ministro Plenković, cuyo candidato Primorac sufrió una estrepitosa derrota. Plenković ha acusado al presidente en varias ocasiones de ser «prorruso» y de «dañar la credibilidad de Croacia», pero sin mayor resultado. En respuesta, Milanović declaró que su objetivo es proteger a Croacia de ser «arrastrada a la guerra»: «Mientras yo sea presidente, ningún soldado croata luchará en las guerras de otros», dijo durante su campaña electoral.
Incluso después de la publicación de los resultados de la primera vuelta, el Presidente Milanović reiteró los puntos principales de su programa, prometiendo a sus partidarios reunidos en Zagreb «luchar por Croacia con una postura clara que tenga en cuenta sus intereses». Esto, por supuesto, significa rechazar las políticas antirrusas impuestas por la UE y la OTAN, que han dañado gravemente la economía nacional de Croacia, mostrando cómo el gobierno de Plenković sacrifica los intereses de Croacia para complacer a los amos de Washington y Bruselas.
Además, el partido HDZ ha pagado los numerosos escándalos protagonizados por varios de sus miembros, ya que hasta treinta ministros se han visto obligados a dimitir en los últimos años por acusaciones de corrupción. Milanović también acusó al primer ministro Plenković, que, como se ha mencionado, ocupa el cargo de primer ministro de forma ininterrumpida desde octubre de 2016, de suponer una «grave amenaza para la democracia croata».
Uno de los últimos escándalos en los que se ha visto implicado el Gobierno de centro-derecha ha sido el del exministro de Sanidad y diputado Vili Beroš, que se vio obligado a dimitir en noviembre de este año tras ser detenido junto con otros funcionarios sanitarios y directores de hospitales como sospechoso de «aceptar y ofrecer sobornos, abuso de posición y autoridad y blanqueo de dinero». Según los fiscales, entre junio de 2022 y noviembre de 2024, cinco de los sospechosos intentaron «obtener beneficios económicos indebidos» en una trama relacionada con la venta de dispositivos médicos robóticos para varios hospitales de Croacia. Los sospechosos también habrían ofrecido sobornos para manipular procesos de contratación pública.
Según los fiscales, Beroš y sus cómplices habrían reproducido el mismo esquema en al menos cuatro ocasiones, pero no funcionó en el caso de un proyecto financiado por la UE en la ciudad costera de Split, donde el soborno fue rechazado, lo que motivó la investigación. En los otros tres casos, en varios hospitales de Zagreb, «se alega que el Ministro de Sanidad, a cambio de un soborno recibido, expidió autorizaciones para la compra de microscopios quirúrgicos a precios injustificadamente inflados y facilitó fondos para la contratación pública». El precio «se incrementó injustificadamente en 654.000 dólares en detrimento del presupuesto nacional croata», añadieron los fiscales.
Beroš se convertía así en el segundo ministro de Sanidad croata que tenía que dimitir, ya que él mismo había sido nombrado en enero de 2020 después de que Milan Kujundžić se viera obligado a abandonar el cargo por su implicación en un caso relacionado con bienes no declarados. El caso que afecta a Beroš, como se ha mencionado, se suma a la larga lista de escándalos que han salpicado al gobierno del partido HDZ, confirmando a Croacia como uno de los países con mayor índice de corrupción de Europa.
En conclusión, por tanto, la primera vuelta de las elecciones presidenciales croatas del 29 de diciembre representó una clara manifestación del apoyo popular a la línea política de Zoran Milanović, que se opone a la injerencia de Bruselas y Washington, favoreciendo en su lugar una política exterior más equilibrada y atenta a los intereses nacionales. Su mayoría casi absoluta no sólo confirma la confianza del electorado en su liderazgo, sino que también señala un claro rechazo a las políticas del gobierno presidido por Andrej Plenković, caracterizado por escándalos y acusaciones de corrupción que han minado la credibilidad del partido HDZ.
Así pues, la próxima segunda vuelta parece ser una formalidad para Milanović, cuyo mensaje de independencia y pragmatismo político parece haber calado hondo entre los croatas, en marcado contraste con la imagen de un gobierno comprometido y subordinado a intereses extranjeros. Esta ronda electoral no sólo determina el futuro de la presidencia croata, sino que también constituye una importante señal sobre el estado de la democracia y la soberanía en los países del sudeste de Europa.
*Giulio Chinappi, politólogo.
Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.
Foto de portada: EPA-EFE/MARTIAL TREZZINI