Europa

Cooperación global y ‘America First’: las dos caras de la nueva relación UE-EEUU

Por María Zornoza*
Bruselas y Washington ponen fin a la histórica disputa entre Airbus y Boeing tras casi dos décadas de choques que han supuesto aranceles por valor de más de 10.000 millones de euros.

«Tenemos muchos enemigos. La UE es uno de ellos por lo que nos hace en materia comercial», señalaba Donald Trump en 2018 poco antes de asistir a la cumbre de la OTAN en Bruselas y a la reunión en Helsinki con Vladimir Putin. «Aprecia a tus aliados. Al fin y al cabo no tienes muchos», le contestaba el entonces por entonces presidente del Consejo Europeo Donald Tusk. Confrontación, tensión y distanciamiento marcaron ese cara transatlántico.

Tres años después, la coreografía no puede ser más similar. Y también radicalmente opuesta. El nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, ha visitado la Alianza Atlántica y a sus socios europeos en su primer viaje internacional. Su mensaje era uno y claro: «Estados Unidos está de vuelta«. La mayor prueba de ello es que la cita ha servido para que Bruselas y Washington pongan fin –al menos durante un lustro- a la disputa que mantienen durante 17 años por las respectivas ayudas a Boeing y Airbus. 

Con este escenario, el inquilino de la Casa Blanca pone rumbo a Ginebra, donde mantendrá un encuentro con Vladimir Putin, al que hace unos meses llamó «dictador«. Su tono será mucho más duro que el mantenido por su antecesor en el cargo durante el encuentro en la capital finlandesa. Y su mano tendida hacia los aliados transatlánticos también ha sido opuesta a la mantenida por Trump en su viaje al «agujero del infierno», como definió la capital comunitaria.

Durante los cuatro años del magnate republicado al frente del país más poderoso del globo, Estados Unidos y la UE cabalgaron por caminos diferentes. America First, negacionismo medioambiental y proteccionismo frente a multilateralismo, defensa del clima o libre comercio. Regímenes en creciente tendencia expansionista y autoritaria como Rusia o China aprovecharon estas fracturas entre los aliados históricos para hacerse más fuertes y aunar sus fuerzas. La ambición con la llegada de Biden es fortalecer la alianza transatlántica para defender un modelo del mundo basado en los valores y los principios occidentales. 

El tono, el mensaje, las formas y la cooperación ya han cambiado con respecto a la anterior administración. La sensación de Bruselas con el aterrizaje del demócrata fue de alivio y júbilo. Pero el objetivo ya no es borrar estos cuatro años de trauma y choques y resetear la relación. Durante este tiempo, el mundo ha cambiado. Ni Estados Unidos ni la UE son los mismos que en 2017. 

La sociedad norteamericana quedó muy dividida tras el paso de Trump. Su reflejo es que la prioridad de la nueva Presidencia es sanar las heridas internas no siempre ajeno al ‘America First’. Por su parte, los europeos se han dado cuenta de que deben reducir su dependencia de Estados Unidos y ser más fuertes en lo referente a su seguridad y defensa. «Debemos tomar el destino en nuestras propias manos», señaló la propia canciller Angela Merkel. Temen, además, que el capítulo de Trump vuelva a repetirse. El shock de ver 70 años de cooperación y de confianza rotos de un día para otro continúa en este lado del océano y sus consecuencias para la relación con Washington a largo plazo han llegado para quedarse.

Comercio y Rusia: áreas de cooperación

Aprovechando su paso por los cuarteles generales de la OTAN en Bruselas, Joe Biden ha hecho un guiño a los europeos aceptando una invitación con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, a una cumbre bilateral. Eso sí, ha declinado aparecer en una rueda de prensa posterior al encuentro. La cita ha servido para congelar uno de los asuntos de confrontación por antonomasia entre ambos: la cuestión comercial. La UE y Estados Unidos han acordado hacer una pausa de cinco años a los aranceles que se imponen mutuamente en el marco de la disputa aeronáutica entre Boeing y Airbus, y que han supuesto gravámenes por valor de 10.300 millones de euros. Se trata del enfrentamiento más longevo en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). «No solo es una tregua. Hemos establecido unas bases para solucionar el conflicto. Ahora tenemos que trabajar en ello», señalan fuentes europeas. 

Sin embargo, en este mismo ámbito, quedan flecos de gran calado pendientes. Los aliados han sido incapaces de resolver la guerra comercial en torno al acero y al aluminio desatada por Donald Trump. Además, tampoco hay visos de avances para retomar el acuerdo comercial de libre comercio, conocido como TTIP, que estuvo cerca de consumarse con Joe Biden como número dos de Barack Obama. 

También en el ámbito internacional se han plasmado los primeros síntomas de lo que en Bruselas llaman «el nuevo amanecer transatlántico». La primera decisión de Biden en el Despacho Oval fue regresar a los Acuerdos de París. Además, ha iniciado las negociaciones en Viena para restablecer el acuerdo nuclear iraní, aunque en este campo mantiene una línea dura a medio camino entre Obama y Trump. Rusia es otra de las áreas de cooperación. De hecho, ambos países se coordinaron para imponer nuevas sanciones al régimen de Vladimir Putin por el encarcelamiento del opositor Alexei Navalni. Pero en cualquier caso, un Biden muy conocedor del funcionamiento de la política exterior europea, continuará su propia línea en la agenda global a sabiendas de que la UE aquí es lenta, está secuestrada por la necesidad de consensuar 27 voces y se sostiene en el ‘soft power’.

La estrategia de vacunación escenifica el ‘America First’

Durante el primer trimestre del año, la UE agonizaba por los continuos sobresaltos en su campaña de vacunación: las demoras en la llegada de las dosis o los desacuerdos con AstraZeneca ejercían mucha presión. En paralelo, unos Estados Unidos dependientes de laboratorios nacionales se situaban en el top tres de la campaña global de vacunación. Desde el primer momento, el bloque comunitario se erigió como el principal actor en exportar vacunas a países terceros. Estados Unidos, por su parte, vetó cualquier envío de sueros y material para producirlos a países terceros. Fue el principal síntoma de que el idilio transatlántico podía no ser tal y, sin duda, también el primero de que el ‘America First’ no se había marchado con la marcha de Trump. Washington avala ahora la liberación de las patentes para aumentar el acceso global a las vacunas, pero los europeos recelan esta opción alegando que no resolverá el problema endémico que es la escasa producción. No obstante, las dos potencias han creado un grupo de trabajo con el objetivo de que dos tercios de la población mundial estén vacunados a finales de 2022. 

La estrategia sobre cómo abordar las relaciones con China, más fuerte cada día en el ámbito económico, militar y tecnológico, también es un eje de tensión. El principal objetivo del tour europeo de Biden era fortalecer la alianza occidental frente al gigante asiático. Pero los europeos no están dispuestos a ir tan lejos como Washington porque necesitan a Pekín en el barco para afrontar cuestiones globales en materia comercial y climática. En cualquier caso, en esta cumbre UE-EEUU, la primera en siete años, ambas potencias se han emplazado a trabajar juntos para «dar forma al nuevo siglo en base los valores democráticos compartidos». La relación transatlántica abre una nueva era, que dista mucho de la que dejaron cuando llegó el indomable Trump. 

*María G. Zornoza, periodista.

Artículo publicado en Público.

Foto de portada: El presidente de EEUU, Joe Biden, camina con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante la cumbre UE-EEUU., En Bruselas, Bélgica, el 15 de junio de 2021.—Yves Herman/REUTERS

Dejar Comentario