Cada 22 de marzo, desde el año 1993, se conmemora el Día Mundial del Agua, en el marco de un proceso de desertificación cada día más acelerado, por el cambio climático, por las prácticas destructivas del Fracking y la mega-mineria, por la desforestación y la agricultura intensiva con fertilizantes altamente tóxicos y semillas transgénicas, que generan graves daños en el proceso de recuperación de la tierra cultivada y por los altos niveles de contaminación de las aguas y de las napas subterráneas, a causa de las descargas de desechos líquidos sin ningún tipo de tratamiento.
La Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el período del 2018 al 2028, como decenio Internacional para la Acción “Agua para el Desarrollo Sostenible” generando un llamado que tienda a la concientización sobre este recurso que se ve amenazado por un sistema capitalista depredador y por la irresponsabilidad que genera la mentalidad egoísta e individualista que engendran los desvalores de la sociedad de consumo, que prioriza la satisfacción del interés particular sobre los intereses colectivos.
La situación del recurso hídrico, está tomando tal importancia que, junto al oro, al petróleo y otras materias primas ya se negocia en Wall Street, visibilizando la preocupación que genera entre los sectores poderosos de la economía, que este recurso natural que sustenta la vida, pueda escasear en la mayor parte del mundo en un futuro.
El circuito funesto, contaminación – desertificación- sobreexplotación del agua- deforestación- calentamiento global- efecto invernadero, se transformará en un problema crucial para la sobrevivencia de las especies en un tiempo no muy lejano, teniendo en cuenta que la interdependencia de estos fenómenos no puede estar sujeta a especulación y que el control de daños solo puede analizarse y cuantificarse, sólo si se da un brusco viraje en nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza en función de preservar la vida.
La desertificación es un proceso de degradación del suelo que se produce como consecuencia del daño causado por el ser humano mediante la deforestación, los incendios, la mala e irresponsable utilización del agua dulce, la agricultura y la ganadería intensiva y no sostenible.
En la mayoría de los países del mundo, el agua para consumo humano de uso cotidiano está privatizada, existen índices como el Nasdaq Veles California Water Index, o el “ticker” Nqh2o, que se utilizan como indicadores de precios futuros del agua en California, que varían día a día y hace unos días cotizaban a unos 486,53 dólares por 1.233 metros cúbicos de agua.
Si tan sólo, tomamos esta referencia como una especulación a futuro, podremos comprender que la lucha por la apropiación de las fuentes de este recurso vital, ya está monetizada y que, lo que conocemos sobre los conflictos, desatados por la expropiación y saqueo del oro, la plata, y las especies desde hace quinientos años, irremediablemente volverá a repetirse, quizás con mas crueldad y sin tanta hipocresía.
De allí que la defensa de los recursos naturales en su totalidad y fundamentalmente del agua dulce, requieran de un nivel de concientización y organización cada vez mayor.
Estados Unidos, China y Europa se encuentran entre los principales consumidores de agua del mundo. Las Naciones Unidas, indican que 2.000 millones de personas viven en países con graves problemas de acceso al agua, y que en los próximos años varias regiones demográficamente importantes del mundo se verán afectadas por la escasez de agua, situación que obligará a millones de personas, al desplazamiento forzado de sus lugares de residencia.
Obviamente este echo estará concatenado a la falta de alimentos y a un sinnúmero de consecuencias que tendrán un alto impacto político social y cultural, que requiere ser atendido desde ya.
Está claro que estas reflexiones nos tienen que conmover como individuos y llevarnos a pensar sobre la responsabilidad que nos cabe como sujetos políticos en el marco de la construcción de la sociedad, para aportar en el debate y la acción que nos permita, desde ya, proteger la vida de los inescrupulosos que no ven más allá de sus intereses.
Una comunidad responsable, con dirigentes responsables se torna fundamental a la hora de pensar en un futuro vivible.
- Luchar por el manejo soberano de nuestros ríos.
- Acompañar las luchas contra la mega-minería.
- Exigir que el acceso al agua potable se imponga como un derecho humano fundamental para la vida.
- Erradicar la explotación intensiva de la agricultura con agroquímicos y semillas transgénicas.
Nos dará una perspectiva diferente, con la cual hacer del mundo, un lugar habitable.
Notas:
*Analista del equipo de Periodismo Internacional Alternativo PIA Global