Nuestra América

Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.

Por Carlos Alejandro*
“Nunca la izquierda del todo o nada ha logrado en las actuales condiciones alcanzar el gobierno y mucho menos el poder, de ahí la necesidad de la búsqueda de la unidad programática y política se hace más que necesaria imprescindible.

Cuando analizamos los procesos que se han venido desarrollando en el Continente Latinoamericano, en los últimos cinco años, encontramos coincidencias en algunas características y sobre todo en las formas de acumulación en cada proceso, y el rol de los partidos políticos y movimientos sociales en esos procesos y a su vez en la capitalización política de las movilizaciones populares que se han producido como respuesta a las políticas neoliberales o en la búsqueda de cambios estructurales en los países.

Así como lo definíamos en nuestro Consenso de Nuestra América, nuestra región sigue siendo el lugar más desigual del mundo, donde la concentración de la riqueza es la principal explicación de que aun a pesar de los avances conseguidos en los gobiernos de izquierda y progresistas, esa pobreza siga teniendo sumidos en ella a millones de latinoamericanos, y asociadas a la pobreza, una creciente inseguridad, la trata y tráfico de personas, el crimen organizado y el narcotráfico.

“Al mismo tiempo, estas condiciones debemos entenderlas como incentivos para llevar adelante las transformaciones políticas y sociales, reformando el Estado y rediseñando un nuevo marco económico favorable a los intereses de las grandes mayorías excluidas.”

Cuando las protestas masivas que sacudieron el Perú en Noviembre de 2020 que terminaron con la renuncia de Manuel Merino, que había reemplazado al destituido Vizcarra el 10 de Noviembre de 2020, y que a su vez fuera sustituto de Pedro Pablo Kuczynski, y que dejara al país en medio de una grave crisis política y social, sumado a la crisis económica que arrastraba el Perú, agravada por la pandemia,  muchos pensamos que finalmente habían surgido en el Perú las oportunidades de cambiar una constitución, herencia del fujimorismo, que no garantizaba el respeto de la voluntad de los y las peruanas, y tampoco otorgaba garantías de ningún tipo a quien resultara electo presidente.

Fue en ese marco que muchos, intentamos generar la posibilidad de desarrollar una política de unidad de las fuerzas de izquierda peruanas, lo que no fue posible en la primera vuelta, por impedimento de las leyes sociales peruanas, en algún caso, pero fundamentalmente en la incapacidad de priorizar el proceso unitario a otros temas que vienen siendo parte de la historia de la propia izquierda peruana.

En un país donde en las últimas décadas han surgido importantes liderazgos nacionales, que no provienen de la intelectualidad limeña, sino que por el contrario son parte de los procesos de las luchas sociales, en torno a temas como el medio ambiente, la mega minería, las reivindicaciones de colectivos particulares como el de la educación, han sido importantes en la articulación de nuevas mayorías, lo que se ha visto reflejado en la segunda vuelta de las elecciones de 2021, han sido asimismo actores principales en los intentos de generar acuerdos en base a un programa único de gobierno, pero fundamentalmente en relación a la necesidad de generar cambios en la legislación nacional a través de una reforma constitucional, que lograra una asamblea nacional constituyente y a partir de ahí, elaborar un nuevo marco constitucional que rija la vida de los peruanos.

“Los sistemas políticos y electorales vigentes establecidos tras las guerras de la independencia se encuadran en la democracia liberal burguesa y en el devenir del tiempo se fueron viciando de prácticas autoritarias, clientelismo y en muchos casos del fraude consuetudinario afectando la voluntad popular, desnaturalizando, de esa manera el mismo concepto y la práctica de la democracia.”

 Esto sin duda, ha causado un gran descredito y desilusión de los pueblos en el sistema lo que se refleja en los porcentajes de abstención en cada elección. De ahí que resulta esencial que, en todos los procesos, y en el peruano se hizo, respetar los compromisos que se tuvieron con los votantes, en este caso, la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente, que fuera uno de los reclamos centrales de las protestas de 2020, que han sido presentadas por los grandes medios solamente con la defensa de los destituidos y renunciantes presidentes.

Para las elites peruanas la llegada de Pedro Castillo a la presidencia significa no solo un cambio en las estructuras del poder. Ya las decisiones desde donde surgen los que representan a esa oligarquía histórica enquistada en el poder en todas sus formas, y lo que es peor, los lideres que han surgido en el interior profundo del Perú, de las luchas de las comunidades y sindicatos y que no son controlados por la Oligarquía limeña y tampoco de las de los departamentos han venido para quedarse en la vida política del Perú.

A otro actor importante y diría que el más importante que no le ha caído nada bien el surgimiento de estos lideres, es al imperialismo norteamericano, a  los halcones de Washington y sus servicios, incluido el organismo de colonia diseñado en los 60, la OEA, que han sufrido la pérdida de un actor global a nivel del continente como lo fue el Grupo de Lima y a pesar de no haber un acercamiento a Venezuela como EEUU presumía, y los cambios en la estructura inicial de la cancillería peruana, es claro que desde el Perú ya no se mira a América Latina de la misma forma que se hacía en las últimas décadas.

Para el pueblo peruano, y para los que veíamos en el Profesor Pedro Castillo un actor capaz de impulsar los cambios estructurales que el Perú necesitaba, incluido la asamblea nacional constituyente, estos son tiempos de definiciones y de concretar las reivindicaciones históricas reclamadas por las grandes mayorías en el Perú. Sin duda los poderes que ven amenazadas sus estructuras están haciendo lo imposible para impedirlo. Cuan posibles son los cambios prometidos y reclamados dependerá de la capacidad del gobierno y de los movimientos sociales de jugar el papel fundamental que tienen por delante: El de la unidad de acción.

Esa unidad es imprescindible para lograr la acumulación de fuerzas necesaria para generar los cambios y la más importante de todas: la de sostener en el tiempo esos logros y que no sean borrados de un plumazo como ha pasado en otros países donde se perdieron los gobiernos progresistas en América Latina, debemos aprender la lección de aquellos países en donde luego de la derrota vinieron tiempos de destrucción del entramado social y los avances en todos los planos que se alcanzaron en la década ganada. Esa correlación de fuerzas capaz de generar las garantías imprescindibles para garantizar la continuidad de los cambios solamente se alcanza con una gran y permanente coordinación de los espacios sociales con el gobierno, y también la generación de procesos de democracia directa que permita defender los logros en caso de perder el gobierno y este sea manejado por las fuerzas regresivas por las oligarquías de derecha.

Hasta hoy el gobierno de Castillo ha avanzado muy poco de todo lo que prometió hacer y que fue lo que lo llevo a la presidencia, por un lado la real capacidad de implementar los cambios, que aún nos deja la sensación de que se está construyendo en una gestión del gobierno que no ha tenido la continuidad necesaria de los ministros, ya que se han cambiado 4 gabinetes, a lo que se debe sumar, un sinnúmero de trabas y acciones que la oposición y desde dentro de la propia izquierda se han desarrollado lo que sin duda juega en que se ha dedicado todo este tiempo en la reconstrucción permanente del gabinete y no en hacer política y gobernar. Se hace necesario la construcción de la unidad de acción de los sectores y partidos que en la segunda vuelta apoyaron a Pedro Castillo, muchas veces la izquierda no comprende la necesidad de producir condiciones que permitan ir avanzando y conquistando espacios de poder y decisión. Nunca la izquierda del todo o nada ha logrado en las actuales condiciones alcanzar el gobierno y mucho menos el poder, de ahí la necesidad de la búsqueda de la unidad programática y política se hace más que necesaria imprescindible

Esto último no se percibe claramente en el proceso peruano, somos de los que pensamos que es necesario y a esta altura, imprescindible impulsar la movilización del pueblo, ya no en la simple defensa del gobierno, sino lo que ello implica, la defensa de los proyectos de cambio estructural que han ilusionado a millones, pero que son imprescindibles para que el Perú deje de ser un país secundario y pase a ser lo que de acuerdo con sus riquezas y posibilidades debería ser en la vida del continente.

Notas:

* Secretario de RRII Compromiso Frenteamplista 711. Frente Amplio Uruguay

Fuente: Colaboración

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