Ya se realizaron en Nicaragua y quedan para noviembre 14 en Argentina las parlamentarias parciales; el 21 en Chile las presidenciales y en la misma fecha en Venezuela las locales; el 28 en Honduras las presidenciales, y el año próximo presidenciales en Colombia y Brasil, y un referendo revocatorio en Uruguay de una ley (de 500 artículos) que hizo retroceder las conquistas logradas durante15 años con el gobierno del Frente Amplio.
Todas estas elecciones estarán marcadas por la confrontación entre gobiernos neoliberales de derecha y alternativas progresistas y de izquierda, y determinarán el contexto latinoamericano de los próximos años. Sus resultados generarán influencias mutuas y definirán los alcances programáticos y políticos transformadores que puedan concretarse.
Aprender de las experiencias de gobiernos progresistas en otros países con importantes avances, pero también errores, será un requisito para que ésta segunda ola de gobiernos alternativos al neoliberalismo pueda alcanzar mayores horizontes que la anterior, considerando que el imperio del norte ha aumentado sus acciones regresivas injerencistas y ha aprendido a magnificar los errores de los gobernantes alternativos.
En consecuencia, aumenta la trascendencia de la postergada integración latinoamericana y caribeña como un factor fundamental para comenzar a salir de la espiral descendente de pobreza y desigualdad que ha instalado el modelo dominante. Sin embargo, y aterrizando en Colombia, la gran mayoría de pre candidatos y candidatas del centro y el progresismo de izquierda eluden referirse al tema, presionados por la estúpida pero eficaz satanización del “castro-chavismo” que levanta una ultraderecha internacionalizada -que esconde sus afectos por Trump y los fascistas españoles de Vox. Que los asesores de Bukele sean del equipo de Guaidó nos muestra sus avances.
El tema de las relaciones internacionales y latinoamericanas se ha vuelto escabroso para ambas partes, siendo la integración la alternativa que definirá la posibilidad de ruptura con un orden económico y político que aumenta y justifica los autoritarismos y agudiza la crisis de la democracia electoral delegataria. Esa mirada latinoamericanista integradora hace parte del cómo gobernar y debería complementarse con el desarrollo de la orden constitucional de profundizar la democracia participativa directa; esta estrategia puede permitir reconstruir las confianzas sociales y consolidar sólidos poderes populares con capacidad de impulsar y sostener las reformas y transformaciones estructurales que permitan salir del pantano neoliberal: una Bancada Social (¿el Comité de Paro ampliado con las asambleas territoriales?) escuchada y respetada a la par de la Bancada Parlamentaria.
Vayan unas propuestas básicas del “para qué” con la esperanza de que sean consideradas por quienes construyen hoy participativamente sus programas de gobierno:
1-Implementar el Pacto de Leticia entre todos los países amazónicos, incorporando a los pueblos indígenas y habitantes de la región, y poner la protección del Amazonas como una causa al servicio de la Humanidad.
2- Implementar el Acuerdo de Paz, en particular la Reforma Rural Integral y las reformas democráticas.
3- Apoyar decididamente la economía Social y Solidaria que asocie a los trabajadores autónomos y por cuenta propia, a partir del reconocimiento del trabajo y no de la acumulación de capital (bastante ya tienen).
Y que sean los jóvenes, las mujeres y la gran mayoría de todos aquellos que viven de su propio trabajo, rebusque y desempleo, los que decidan entre iguales los demás puntos programáticos en educación, salud y relaciones de género, junto con reformas sociales, laborales, a la justicia, fiscal, territorial y ambiental que no tenemos espacio para mencionar
Notas:
*Profesor universitario en temas de Desarrollo Humano y Medio Ambiente. Doctor en Filosofía con énfasis en democracia directa.
Fuente: El espectador de Colombia