Donald Trump y su asesor Stephen Miller estaban preparando un golpe militar «legal» en la primavera de 2020. Miller era y sigue siendo una figura importante en el círculo de Trump. Se le ha descrito como el enlace de Trump con la corriente de la «supremacía blanca», que lucha en Estados Unidos por ideas no muy diferentes a las de Hitler respecto a la «superioridad de la raza aria». Miller dirige actualmente un importante think tank «trumpista».
La conclusión anterior se desprende sin esfuerzo de un artículo publicado por The New York Times el 19 de octubre, basado en el testimonio de altos oficiales militares estadounidenses. Probablemente temiendo sus explosivas implicaciones políticas, el propio establishment demócrata trató entonces de sofocar este caso todo lo que pudo. En cuestión de horas, el artículo fue retirado de la portada de la edición en línea del Times, mientras que no hubo ninguna mención de estas revelaciones en las portadas en línea de The Washington Post, Politico, The Hill, y ABC, NBC, CBS o CNN.
El pretexto para iniciar los planes de imponer la ley marcial en EEUU era hacer frente a la afluencia de inmigrantes procedentes de México, que supuestamente eran una amenaza especial por el Coronavirus, y combatir el narcotráfico.
El plan de Miller, con el apoyo de Trump, consistía en desplegar 250.000 soldados estadounidenses -más de la mitad de los 481.000 que están en servicio activo en el ejército estadounidense y más de los que nunca se han desplegado en Irak o Afganistán- para sellar la frontera entre Estados Unidos y México. Al mismo tiempo -y a pesar de la categórica oposición del presidente mexicano a cualquier operación conjunta con los norteamericanos- las fuerzas armadas estadounidenses invadirían el territorio mexicano con bandas militares de asesinos para matar a los miembros de las bandas de narcotraficantes, como hicieron en Pakistán y Afganistán con los «terroristas islámicos».
El resultado más probable de la aplicación de dicho plan habría sido la conversión de las principales ciudades estadounidenses, como San Diego, Phoenix y El Paso, en campos militares, enfrentamientos entre los ejércitos estadounidense y mexicano, manifestaciones masivas a ambos lados de la frontera, la creación de un estado de desorden y la imposición de la ley marcial. Las bandas de narcotraficantes podrían haber respondido con ataques violentos en otras ciudades estadounidenses alejadas de la frontera, creando un pretexto para la imposición de la ley marcial también allí. Todo el proyecto era una pura provocación y ciertamente no tenía nada que ver con los problemas de la inmigración o las drogas.
Es significativo que Miller no intentara poner en práctica su plan apelando a la jerarquía militar normal de EE.UU., sino haciendo que sus amigos del Departamento de Seguridad Nacional apelaran directamente al Mando Norte de las Fuerzas Armadas de EE.UU., creado tras el 11 de septiembre, con la responsabilidad del despliegue de fuerzas militares en suelo estadounidense.
En última instancia, como ocurrió con el plan de guerra contra Irán, y probablemente también con el de guerra contra Corea, si es que lo hubo, y con la posterior propuesta de desplegar fuerzas militares contra los manifestantes por la muerte de Floyd, fueron los militares estadounidenses los que detuvieron los planes del presidente. Si fue el secretario de Defensa Mattis quien «aterrizó» los planes de bombardeo a Siria en 2018, convirtiéndolos en algo parecido a fuegos artificiales; en el caso de México le tocó al secretario de Defensa Esper poner el freno final a la Casa Blanca.
El plan de Miller no fue un acto aislado. Representa la culminación de una estrategia que comenzó en 2017-18 con el objetivo de crear las condiciones para imponer un gobierno militar en los EE.UU., en paralelo y en conjunto con el aventurerismo militar en el Medio Oriente. El mismo plan estaba, además, destinado a ser implementado más tarde, con la propuesta de utilizar a los militares contra los manifestantes de Floyd. El plan debía culminar en torno a las elecciones de noviembre de 2020.
Estas revelaciones, así como una multitud de otros elementos, confirman también que las fuerzas internacionales -y no sólo estadounidenses- que están detrás de Trump tienen un programa «protofascista», cuyo objetivo es
- generalizar los métodos autoritarios de gobierno, tanto dentro de Estados Unidos como en otros grandes estados; y
- ir a la guerra.
Es probable que el año que viene esas fuerzas «protofascistas» intenten tomar el poder en París y golpear también a Biden desde Europa. Los neoconservadores y Netanyahu ya utilizaron este método hace diez años, al utilizar a Sarkozy para lanzar la campaña de destrucción de Libia cuando Obama gobernaba en Washington.
Su estratagema básica, esencialmente la misma que la de Mussolini y Hitler, es utilizar demagógicamente el propio descontento del establishment, el radicalismo provocado por la crisis y la sensación de que la gente es tratada como si fuera basura y no tuviera control sobre las decisiones que le afectan, y poner esa energía y ese radicalismo al servicio de las fuerzas más extremistas del propio establishment que los ha provocado.
Sus principales armas son el cultivo de un nacionalismo ciego (porque también hay un nacionalismo perfectamente razonable y sano, que defiende los legítimos intereses nacionales de los pueblos), de la confusión generalizada, del caos y de la locura. Su estrategia de comunicación ha sido descrita por el propio Steve Bannon -que fue estratega jefe de Trump, ex ejecutivo de Goldman Sachs, ex oficial de la marina estadounidense y supuestamente un tardío guerrillero antiglobalización- en su eslogan: «Llenaremos Internet de mierda».
*Dimistris Konstantakopoulos es periodista y especialista en geopolítica.
Este artículo fue publicado por UwiData.com, traducido por PIA Noticias.