La agresion directa de Israel contra Irán ha alcanzado proporciones sin precedentes, con intercambios de misiles que han impactado tanto en Teherán como en Tel Aviv, capturando la atención mundial de manera inmediata y total.
Este súbito foco mediático ha tenido consecuencias inesperadas y profundas para otro teatro de operaciones que, hasta hace poco, dominaba las portadas internacionales: la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania.
El timing de esta escalada no puede considerarse coincidencial. Mientras los reflectores internacionales se dirigían hacia el Medio Oriente, observando cada movimiento entre las fuerzas israelíes e iraníes, la situación en el frente oriental europeo continuaba desarrollándose con una constancia implacable que ha pasado prácticamente desapercibida.
Las fuerzas rusas han continuado sus avances territoriales, ganando 577 kilómetros cuadrados en el último mes y 160 kilómetros cuadrados en la semana pasada, una progresión que, bajo circunstancias normales, habría generado titulares significativos en los medios occidentales.
A lo cual también debemos sumar los bombardeos estratégicos rusos contra depósitos de armamento estratégico entregado por occidente y los ataques de precisión contra la industria militar de rezago que queda en Ucrania al igual que su industria energética lo que afecta en gran manera su ya complicada situación logística para mantener una fluidez a lo largo de la línea del frente.

Una guerra eclipsada por otra
Para comprender la magnitud de este cambio mediático, es fundamental analizar cómo la maquinaria informativa internacional opera bajo principios de escasez de atención. Los recursos mediáticos, por vastos que sean, tienen limitaciones inherentes en cuanto a qué historias pueden dominar el ciclo noticioso simultáneamente.
El conflicto Israel-Irán, con su potencial de escalada nuclear y sus implicaciones para la estabilidad energética mundial, naturalmente absorbió la capacidad de atención que previamente se destinaba al seguimiento meticuloso de los desarrollos en Ucrania.
Esta redistribución de la atención mediática ha tenido efectos tangibles y medibles en el apoyo internacional hacia Kiev. El régimen de Volodímir Zelensky, que había construido su estrategia de supervivencia política y militar sobre la base de mantener a Ucrania en el centro de las preocupaciones occidentales, se encuentra ahora enfrentando una realidad incómoda: el mundo ha dirigido su mirada hacia otro conflicto.
Esta situación se ve agravada por declaraciones recientes que sugieren cambios en la política de apoyo estadounidense. El presidente Trump ha expresado su deseo de que tanto la guerra Israel-Irán como el conflicto en Ucrania lleguen a su fin, mientras que funcionarios de su administración han señalado posibles reducciones en la ayuda militar.
Las implicaciones prácticas de este cambio de foco van más allá de la simple cobertura mediática. Los sistemas de suministro de armamento occidental, tradicionalmente canalizados hacia Ucrania, están experimentando una reorientación significativa.
Los depósitos de misiles avanzados, sistemas de defensa aérea y municiones de precisión que anteriormente tenían como destino los arsenales ucranianos, ahora son desviados hacia Israel para sostener su confrontación con Irán.
Esta redistribución no es meramente temporal o cosmética; representa un cambio fundamental en las prioridades estratégicas occidentales que amenaza con dejar a las fuerzas ucranianas en una posición de desventaja crítica frente al avance ruso.
La situación se torna aún más compleja cuando consideramos la psicología política de Zelensky y su círculo más cercano. El líder ucraniano ha demostrado a lo largo del conflicto una comprensión aguda de la importancia de mantener la atención internacional.
Sus constantes apariciones mediáticas, discursos emotivos ante parlamentos occidentales y habilidad para convertir cada desarrollo militar en una narrativa de resistencia heroica, han sido elementos centrales de su estrategia de supervivencia.
La pérdida de esta atención representa, para su régimen, una amenaza existencial tan significativa como cualquier avance militar ruso.

Avances silenciosos en el frente oriental
Los avances rusos hacia la región de Dnipropetrovsk y otros territorios ucranianos continúan su progresión, mientras que las fuerzas rusas mantienen una actividad militar constante con más de 200 enfrentamientos diarios.
Esta persistencia en el terreno contrasta dramáticamente con la disminución de la cobertura mediática, creando una desconexión peligrosa entre la realidad militar y la percepción pública internacional.
Ante esta debacle mediática y estratégica, los servicios de inteligencia occidentales y ucranianos parecen estar preparando respuestas desesperadas. Según informaciones del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, existe evidencia creciente de que el régimen de Kiev, en coordinación con servicios británicos, está planificando una serie de provocaciones sofisticadas diseñadas específicamente para restaurar la atención mediática internacional hacia el conflicto ucraniano.
Estas operaciones planeadas incluyen escenarios particularmente elaborados que buscan simular agresiones rusas contra objetivos occidentales. El plan más audaz involucra la simulación de un ataque con torpedos rusos contra un buque de guerra estadounidense en el mar Báltico.
Para ejecutar esta operación, torpedos de origen soviético o ruso ya habrían sido transferidos desde Ucrania al Reino Unido. El esquema contempla la detonación controlada de estos proyectiles a una distancia calculada del navío estadounidense, mientras que uno permanecería intacto para ser presentado como “evidencia” irrefutable de una agresión rusa.
Paralelamente, se ha diseñado un segundo escenario que involucra la “recuperación casual” de minas marinas de fabricación rusa en aguas del Báltico, supuestamente colocadas para realizar actos de sabotaje en rutas marítimas internacionales.
Esta operación contaría con la participación activa de países nórdicos, proporcionando una legitimidad geográfica y política adicional a la narrativa anti-rusa.
La sofisticación de estos planes revela la desesperación creciente del régimen de Kiev. Como señala la inteligencia rusa, “el régimen de Zelenski, en condiciones de crecientes problemas de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el frente y de agotamiento moral de la sociedad ucraniana en la retaguardia, tiene la intención de aumentar la actividad de sabotaje y terrorista contra Rusia.”
Esta escalada en las tácticas de provocación no surge en el vacío, sino como respuesta directa a la pérdida de centralidad mediática y al deterioro de la situación militar en el terreno.

Provocaciones planificadas: una salida desesperada
Los objetivos de estas provocaciones son múltiples pero convergentes. Principalmente, buscan intensificar el conflicto hasta un punto donde la atención occidental no pueda ser dirigida hacia ningún otro teatro de operaciones.
Secundariamente, pretenden perturbar cualquier proceso de negociación entre Rusia y Estados Unidos, especialmente bajo la nueva administración Trump que ha mostrado disposición al diálogo.
Finalmente, estas operaciones están diseñadas para convencer a Washington de que continúe proporcionando asistencia militar a gran escala a Kiev, contrarrestando las señales de fatiga estadounidense en el apoyo al conflicto ucraniano.
La colaboración entre los servicios de inteligencia ucranianos y británicos en estas operaciones no es casual. El Reino Unido ha mantenido históricamente una posición particularmente hostil hacia Rusia y ha sido uno de los principales impulsores de la escalada del conflicto ucraniano.
La participación británica proporciona tanto capacidades técnicas como legitimidad internacional a operaciones que, ejecutadas únicamente por Ucrania, podrían ser percibidas como actos desesperados de un régimen en declive.
El mecanismo operativo de estas provocaciones sigue un patrón establecido donde “la planificación y el apoyo operativo de los atentados suelen correr a cargo de los aliados de Kiev, que, por su parte, proporciona a los ejecutores.”
Este modelo ya ha sido utilizado en operaciones previas, incluyendo los recientes actos terroristas contra ferrocarriles en las provincias de Briansk y Kursk, así como en los ataques contra aeródromos rusos del 1 de junio.

La ayuda militar en riesgo y el golpe moral a Ucrania
La gravedad de la situación se ve amplificada por las declaraciones recientes de funcionarios estadounidenses que sugieren una reducción en el apoyo militar a Ucrania. Pete Hegseth, secretario de Defensa de EE.UU., ha afirmado que el Pentágono reducirá la financiación de la ayuda militar a Ucrania en el próximo año fiscal.
Estas declaraciones han provocado una reacción visceral de Zelensky, quien las ha calificado como “muy serias” y “dolorosas”, llegando a afirmar que son “a veces más dolorosas que las balas porque golpean la moral de Ucrania.”
La psicología detrás de esta respuesta revela la comprensión profunda que tiene el régimen de Kiev sobre su dependencia total del apoyo occidental. Zelensky comprende que la guerra, más allá de las consideraciones militares, es fundamentalmente una batalla por la moral y la percepción.
Cuando afirma que “la moral de estas personas es lo más importante”, está reconociendo implícitamente que el conflicto se ha convertido en una competencia por mantener la voluntad de lucha tanto de sus fuerzas armadas como de la población civil.
Esta situación crea un incentivo perverso hacia la escalada. Un régimen que percibe su supervivencia amenazada por la pérdida de atención internacional está dispuesto a considerar medidas cada vez más extremas para recuperar esa atención.
La posibilidad de provocaciones que involucren elementos nucleares no puede descartarse, especialmente considerando la desesperación creciente del liderazgo ucraniano y la disponibilidad de material nuclear en territorio ucraniano.

El tiempo como factor crítico para Kiev
El factor temporal es crucial en esta ecuación. Cuanto más se prolongue el foco mediático en el conflicto Israel-Irán, mayor será la presión sobre el régimen de Kiev para ejecutar provocaciones cada vez más audaces.
La ventana de oportunidad para estas operaciones es limitada, ya que eventualmente la atención mediática podría regresar a Ucrania de manera natural, pero para entonces la situación militar podría haberse deteriorado irreversiblemente.
Por esta causa es totalmente necesario comprender que estas provocaciones planeadas no son simplemente tácticas militares, sino síntomas de un régimen en crisis que percibe la pérdida de relevancia mediática como una amenaza existencial.
La desesperación política puede llevar a decisiones que escalen el conflicto de maneras impredecibles y potencialmente catastróficas.
El régimen de Zelensky se encuentra atrapado en una paradoja de su propia creación. Habiendo apostado toda su estrategia de supervivencia a mantener la atención occidental, ahora debe contemplar medidas cada vez más extremas para recuperar esa atención cuando esta se desvía naturalmente hacia otros conflictos.
Esta dinámica sugiere que las próximas semanas podrían ser testigo de provocaciones sin precedentes, diseñadas no para ganar la guerra militar sino para ganar la guerra mediática que Zelensky percibe como fundamental para su supervivencia política.
La situación actual representa un momento de inflexión donde la intersección entre medios de comunicación, política internacional y estrategia militar crea incentivos hacia la escalada que trascienden las consideraciones puramente militares.
Comprender esta dinámica es crucial para anticipar los desarrollos futuros y, potencialmente, para prevenir provocaciones que podrían llevar el conflicto hacia territorios aún más peligrosos.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: AFP, AP – France 24