Europa

Cómo dividió al Gobierno alemán una inversión china en el puerto de Hamburgo

Por Benjamin Barton* –
Rechazar el negocio chino es un lujo que ni Alemania ni Europa pueden permitirse, a pesar de lo que argumenten algunos políticos.

El Gobierno alemán está dividido por el acuerdo alcanzado el mes pasado para que el conglomerado chino Cosco invirtiera en el puerto de Hamburgo. El acuerdo se estaba gestando desde septiembre de 2021 y fue promovido por el canciller (y antiguo alcalde de Hamburgo), Olaf Scholz.

Los socios de coalición de Scholz han criticado duramente el acuerdo. El principal de ellos es Robert Habeck, miembro de Los Verdes y ministro de Economía de Scholz, que expresó su temor a que Alemania se volviera dependiente de las empresas chinas. Su compañera verde y ministra de Asuntos Exteriores de Scholz, Annalena Baerbock, también se ha manifestado públicamente en contra de Scholz y ha reclamado una política china totalmente nueva.

Peor aún para Scholz es que las preocupaciones de su gobierno son compartidas por las empresas alemanas. Uno de los mayores grupos de presión del sector ha expresado su enfado por la relación económica de Alemania con China. Para evitarlo, Scholz se ha visto obligado a insistir públicamente en que Alemania no dependerá de las empresas chinas.

La perspectiva de la dependencia de una potencia autoritaria es un tema delicado para toda Europa, no sólo para el Gobierno de Scholz. Desde que Rusia invadió Ucrania, Europa ha tenido que hacer frente a las consecuencias de años de dependencia de las importaciones primarias rusas, sobre todo de gas. Rusia ha cortado el suministro de gas de los gasoductos a Europa, avivando su crisis energética.

Al liderar la política energética de Europa, Alemania se ha arriesgado a aparecer como un facilitador clave de esta dependencia. Angela Merkel, predecesora de Scholz, firmó en 2018 un acuerdo para construir Nord Stream 2, un gasoducto que conectará Rusia con Europa. Por eso, al criticar el acuerdo del puerto de Hamburgo, Habeck afirmó que el Gobierno debe ser «más cuidadoso» que en el pasado.

La amenaza China

Detrás de estas críticas subyace el recelo ante la creciente influencia económica de China y la amenaza que puede suponer. De hecho, los aliados de Alemania ya están intentando protegerse contra cualquier amenaza percibida. Esto incluye la reciente decisión del presidente estadounidense Joe Biden de limitar las exportaciones de chips semiconductores a China.

Mientras tanto, China ha ido aumentando su influencia en Europa a través de su ambiciosa Iniciativa de la Ruta Marítima de la Seda (MSRI). Al reforzar los vínculos comerciales chinos con Europa, la MSRI pretende consolidar el dominio de China en el sector del transporte marítimo. Aprovechar el trabajo de empresas como Cosco puede ayudar a China a consolidar su posición como centro mundial de fabricación.

Con semejante influencia, se plantea la cuestión de si China puede influir en Europa para sus intereses diplomáticos o militares. La UE llegó incluso a describir a China como su «rival sistémico» a principios de este año. Nada de esto ayuda a la imagen del acuerdo de Scholz, que podría considerarse que facilita la expansión del MSRI.

¿Están Scholz y Xi demasiado cerca para sentirse cómodos? dpa picture alliance / Alamy Stock Photo
Una comprobación de la realidad

Sin embargo, la investigación muestra que hay pocas pruebas que apoyen la sospecha de que una mayor inversión china en Europa significa una mayor amenaza para la seguridad. Esto queda más claro cuando se examina más de cerca el acuerdo entre Alemania y China en el puerto de Hamburgo.

No está claro si los motivos de Cosco para la inversión son los mismos que los del Estado chino. A pesar de tener poder para influir en las empresas, el gobierno chino suele darles vía libre para competir con sus rivales mundiales. Al ser una empresa multinacional, la misión principal de Cosco en Alemania es obtener beneficios, no socavar su seguridad.

Rechazar el negocio chino es un lujo que ni Alemania ni Europa pueden permitirse, a pesar de lo que argumenten algunos políticos. Gracias a años de astutas inversiones, los inversores chinos poseen hoy el 10% de la capacidad portuaria de Europa. Hacer negocios con un grupo así es una realidad, no una elección.

Y no se pueden ignorar los beneficios potenciales del acuerdo de Hamburgo. Los operadores del puerto no sólo han reforzado su relación comercial con Cosco, sino que también han evitado la competencia de los puertos vecinos de Amberes y Rotterdam, que prestan servicio a gran parte del negocio europeo de Cosco.

De los detalles del acuerdo también se desprende que la influencia china puede moderarse. Por ejemplo, la inversión acordada no otorga a Cosco ningún poder de gestión en el propio puerto. De hecho, Cosco sólo ha obtenido una participación minoritaria -un 10% menos de lo acordado inicialmente- en una de las tres terminales de contenedores del puerto.

Esto no sólo refleja la astucia de las empresas alemanas, sino también del Gobierno. Los socios de coalición de Scholz ejercieron suficiente presión política para que se negociara a la baja la propuesta inicial de Cosco de una participación del 25% en el puerto.

Sin embargo, que esto pueda aliviar la división del gobierno es otra cuestión. El hecho de que Scholz haya tenido que ser forzado a un acuerdo más modesto revela el alcance de la presión a la que se enfrenta. Parece que se ha llegado a una tregua entre los socios de la coalición, pero dados los fuertes sentimientos de todas las partes, parece poco probable que esta sea la última vez que Scholz se vea obligado a dar cuenta de sus posiciones sobre China.

*Benjamin Barton, profesor asociado de Política y Relaciones Internacionales, Universidad de Nottingham.

Artículo publicado originalmente en The Conversation.

Foto de portada: El puerto de Hamburgo se ha convertido en un tema polémico dentro del gobierno alemán. Westend61 / Alamy Stock Photo.

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