El asesinato de la periodista Darya Dugina a manos de un terrorista ucraniano a finales de agosto demostró que la campaña de guerra informativa de Estados Unidos contra Rusia tiene peligrosas consecuencias para sus objetivos inocentes. Ese hegemón unipolar en declive y sus vasallos occidentales (que en este contexto también incluye al régimen fascista títere de Kiev) se dedican a destruir literalmente la vida de quienes se manifiestan en su contra, primero mediante noticias falsas y luego mediante asesinatos selectivos que posteriormente se justifican sobre esa falsa base, exactamente como el embajador de Kiev en el Vaticano trató de justificar recientemente el de Darya. Se reserva un odio especial para las personas que comparten paradigmas diferentes para interpretar la transición sistémica global en curso, ya que son los que tienen más posibilidades de despertar a las masas occidentales.
Darya fue una de las personas que difundió con pasión su visión multipolar del mundo a quien tuviera interés en escucharla. Era una estrella política en ascenso en su país en el momento en que su vida terminó abruptamente por ese ruin ataque terrorista, pero su asesinato sólo sirvió para aumentar la conciencia mundial de las causas que le eran tan queridas y, por lo tanto, puede ser descrito como extremadamente contraproducente en retrospectiva. Lejos de ser olvidada, Darya pasará a la historia como una heroína rusa, sobre todo después de que el presidente Putin le concediera a título póstumo la Orden del Valor. Precisamente por su canonización de facto como una de las santas seculares del emergente Orden Mundial Multipolar, la CNN decidió difamarla como agente de «desinformación» para desacreditar su indiscutiblemente influyente legado.
Rob Picheta, que se describe a sí mismo como un periodista de CNN Digital en Londres, publicó una odiosa grita en la primera página de su sitio web sobre cómo «la muerte de Darya Dugina proporciona una visión de la vasta máquina de desinformación de Rusia – y las mujeres influyentes que la encabezan». El objetivo de su artículo era hacer creer a su público occidental que Darya no era más que una propagandista cuya única función en la vida era la de difundir «desinformación» fácilmente desacreditada. Para ello, citó a un miembro ucraniano del Consejo Atlántico -que está financiado por los gobiernos occidentales y que, por tanto, fue designado por Rusia como agente extranjero-, así como al «experto» ruso Kamil Galeev, igualmente financiado por el gobierno estadounidense y tristemente célebre por compartir un hilo traicionero y proterrorista en Twitter.
Los puntos simples que se impulsan en su pieza son que Darya era supuestamente uno de los agentes de desinformación en ascenso de su país, que supuestamente se había entrometido en las elecciones francesas, y que otras mujeres como ella no son más que marionetas. Si se lee entre líneas, se da a entender que su asesinato no fue del todo malo, ya que Picheta la tergiversó como un objetivo legítimo debido a su papel activo en la articulación de una versión particular de la multipolaridad, que él calificó de «imperialista». En otras palabras, eliminó de forma misógina toda la capacidad de acción de Darya y de las demás mujeres rusas con las que no está de acuerdo para llegar a sus propias opiniones políticas, las objetivó como parte de una conspiración global procedente del Kremlin y, por tanto, dio a entender que está bien que las maten.
«Sin embargo, aquellos que, como Picheta, están comprometidos a revertir la decadente hegemonía unipolar de Estados Unidos, no pueden aceptar que la gente tenga una opinión contraria. Esto se debe enteramente a su creencia en la desacreditada visión supremacista de la civilización occidental como «excepcional», que en consecuencia también implica que sus modelos se extenderán «inevitablemente» por todo el mundo, ya que supuestamente son los mejores y más eficaces que jamás pudo concebir la humanidad. Aquellos que, como Darya y la gran mayoría de la humanidad del Sur Global, no están de acuerdo con esta odiosa insinuación de que los caucásicos son superiores en todos los aspectos, son tachados de «teóricos de la conspiración» y «enemigos».
Esta observación confirma que Darya y los miles de millones de personas como ella desempeñan en realidad papeles polarmente opuestos a los que se les atribuyen maliciosamente. Ella y la gran mayoría de la humanidad no son «teóricos de la conspiración» que Picheta dio a entender que son objetivos legítimos de ataques terroristas sobre la base de que sus opiniones contrarias son «peligrosas» e «imperialistas». En realidad, son él y sus compañeros que participan en el ecosistema de desinformación objetivamente existente de los medios de comunicación occidentales dirigidos por Estados Unidos los auténticos teóricos de la conspiración cuyo trabajo es genuinamente peligroso e imperialista, ya que pretende poner una diana en la espalda de cada uno de sus oponentes políticos. Dicho esto, ni Picheta ni sus colegas merecen morir como él insinuó de forma tan repugnante sobre Darya y los suyos.
El mero hecho de que la CNN publicara el odioso y misógino artículo de Picheta, por no hablar de la portada de su sitio web, demuestra lo desesperados que están los medios de comunicación por desacreditar a Darya y su legado multipolar. El asesinato por parte de Kiev de esta visionaria rusa en ascenso la convirtió en una mártir eterna del orden mundial emergente que está desmantelando sistemáticamente la decadente hegemonía unipolar de Estados Unidos. Más personas en todo el mundo conocen su perspicaz trabajo que nunca antes, incluidos los occidentales cuyas mentes se liberarán de la propaganda de los medios de comunicación al leer más sobre las opiniones de esta famosa periodista rusa. Es precisamente este resultado el que más asusta a Estados Unidos, aunque todos los esfuerzos por difamar a Darya, como el último de alto perfil de la CNN, no harán sino consolidar aún más su legado multipolar.
*Andrew Korybko es analista político estadounidense con sede en Moscú.
FUENTE: One World.