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China y Rusia: los complejos signos del nuevo mundo

Por Hernando Kleimans*. Especial para PIA Global. – La ovación brindada el pasado jueves 16 de mayo a Vladímir Vladímirovich Putin al ingresar, junto con su “querido amigo” Xi Jinping, al escenario del Gran Teatro Estatal de China, no fue un acto simplemente emotivo, casual o ingenuo.

Quien así lo considere desconoce por completo las profundas razones de esta apretada e irrompible unión que el presidente ruso y su colega chino han construido en todos los terrenos de las más que intensas relaciones bilaterales. El mismo signo para interpretar con el fraterno e inédito abrazo de despedida que le brindó Xi a su “querido amigo”.

Yuri Ushakov, consejero en política internacional del presidente Putin, definió la atmósfera de la cumbre como “bien intencionada, de buen ánimo, con un gran tono de charla. Cuando nos sentamos a almorzar en un círculo íntimo, la atmósfera era desinhibida, con mayor comprensión mutua, pudimos bromear y contarnos diversas anécdotas. Al fin y al cabo, la ‘química’ funcionó”.

Si hay algo que distingue a las diplomacias de ambos gigantes es la minuciosidad, los pequeños signos, la evidencia de simbolismos y el pragmatismo de sus respectivas posiciones. Estos rasgos han sido elaborados a lo largo de siglos de enfrentamiento con violentas agresiones a su identidad y a su cohesión como países-civilizaciones, como lo define el filósofo ruso Alexandr Duguin.

Duguin, de amplia consulta en los círculos gobernantes del Kremlin, avizora como nuevo estadio en la sociedad humana la consolidación de un sistema de convivencia de diferentes civilizaciones. Señala, empero, que este nuevo estadio se da en medio de una intensa lucha entre el bloque euroatlántico (un agresivo hegemón unipolar que pugna por mantener sus dominios) y las asociaciones multipolares como los BRICS o la OCSh. Estas son plataformas políticas y económicas donde confluyen naciones de diversa formación, disímiles medios de desarrollo y originales idiosincrasias, pero con una coherencia lograda por la vigencia de objetivos solidarios, la tenencia de recursos asumidos como propios y la comprensión de la necesaria acción conjunta para superar los violentos desafíos del poder unipolar.

Me disgusta el término de “multilateralismo” utilizado por ciertos “aceptadores” de la inevitable liviandad de este enfrentamiento decisivo entre estos polos de la nueva contradicción antagónica, generada por la propia globalidad del desarrollo de los medios de producción. Pues no se trata de diversas “lateralidades” dialécticas, sino de la real contraposición entre dos modelos de desarrollo de las sociedades humanas: el modelo unipolar con una elite cada vez más apropiada de la plusvalía generada por el desenvolvimiento mundial de la Revolución Científico-Técnica (RCT) y en consecuencia cada vez más alienada de la realidad, y el modelo multipolar, que procura una distribución de esa plusvalía más acorde con las nuevas conformaciones socioeconómicas y un acceso cultural amplio al alcance de todos los sectores sociales y los propios individuos.

El desenlace de esta contradicción antagónica está en absoluta dependencia de cómo, cuándo y con qué el polo multipolar logre frenar, deshabilitar y exterminar los designios criminales que pugnan por primar en las elites del polo unipolar, justificadoras y alentadoras inclusive de la agresión atómica que revierta ese desarrollo. Para ello, hay que fortalecer y potenciar los procesos de alianza estratégica entre los integrantes de la multipolaridad, tanto en el nivel primario de las relaciones entre los países, como en el más elevado de vinculación operativa entre diferentes organizaciones multirregionales.

Rusia y China son impulsores fundamentales de estos procesos. Además del impetuoso desarrollo de sus propias relaciones mutuas, tanto en materia económica como política, social o militar, por la posición conjunta que adoptan en todo el espectro de la política internacional y que también se refleja en los vínculos que cada una de ellas mantiene con asociaciones regionales. Su gestión ha logrado consolidar entidades líderes de la multipolaridad como los BRICS o la OCSh, pero también fomentar las decisiones independientes adoptada en Asia como en África o América Latina por países o grupos de países hasta hace poco atados al vasallaje colonial impuesto por las metrópolis europeas.

La intermediación de Beijing para lograr la solución del conflicto Irán-Arabia Saudita o la reciente organización de un nuevo y multitudinario foro ruso-musulmán en Kazán son claros ejemplos de estos procesos integradores y de quiénes son sus propulsores. Pero también transparentan la irreconciliable diferencia entre los objetivos de progreso social, solidaridad internacional, integración económica e intercambio de culturas inherentes al mundo multipolar, con los designios de violencia y agresión que agudiza el poder unipolar para mantener su dominio.

En el acto en el Gran Teatro, Xi advirtió que “el desarrollo estable de las relaciones entre China y Rusia responde a los intereses radicales de ambos países y pueblos, pero además es en beneficio de la causa de la paz y el florecimiento en la región y en todo el mundo”. El presidente chino subrayó la intención china, en conjunto con Rusia, de “tender, con esfuerzos mutuos, a la defensa de la equidad y la justicia internacionales”.

Señaló el ejemplo que mostraron China y Rusia en “alinear las relaciones internacionales de nuevo tipo con las relaciones entre grandes vecinos” y adjudicó esta postura a cinco principios. Citamos:

“el primero: sobre la base del respeto mutuo respaldarnos firmemente en lo que hace a los intereses radicales de ambas partes;

“el segundo: atender al beneficio mutuo en la formación de una nueva arquitectura de cooperación internacional;

“el cuarto: en el espíritu de la interacción estratégica promover las diferencias de la conducción global por el curso correcto. China y Rusia defienden firmemente el sistema internacional centrado en la ONU, fundado en el derecho internacional del orden mundial;

“el quinto: promover la regulación política de los problemas de los puntos candentes en aras de la verdad y la justicia”. Xi previno que “en el mundo actual todavía hace estragos la mentalidad de la guerra fría”.

El canciller ruso Serguéi Lavrov ponderó la iniciativa de Ji sobre seguridad global y afirmó que ella se discutió tanto en las reuniones generales de ambas delegaciones como en el contacto personal de los líderes. “Vemos una gran razonabilidad en que la promoción práctica de la idea sobre garantizar la seguridad global comience con la formación de las bases de la seguridad euroasiática, sin ninguna injerencia euroatlántica”.

Putin, por su parte, además de subrayar la “exitosa cooperación” de Rusia y China en la ONU, los BRICS, la OCSh y en el G-20, afirmó a su vez la política internacional “independiente y autónoma” que mantienen ambos países. “Trabajamos solidariamente en la formación de un orden mundial multipolar más justo y democrático, que debe apoyarse en el papel central de la ONU y su Consejo de Seguridad, en el derecho internacional, en la diversidad cultural-civilizadora y en el equilibrio establecido de intereses de todos los participantes de la comunidad mundial”.

Por primera vez en una declaración conjunta, los líderes ruso y chino denunciaron una “amenaza directa” contra la seguridad de sus países,  condenando los planes de Washington para la colocación de misiles terrestres de corto y mediano alcance en el Pacífico asiático y en regiones europeas y se pronunciaron por contrarrestar en conjunto esta amenaza.

El documento reafirma “la profundización de las relaciones para una asociación integral e interacción estratégica”. En capítulo aparte Moscú y Beijing caracterizan la seguridad internacional “por un aumento en el conflicto a nivel regional y global, inestabilidad general, así como mayores riesgos estratégicos como resultado de la exacerbación de las contradicciones interestatales, incluso entre las potencias nucleares”.

Rusia y China convocan a dichas potencias a preservar “la estabilidad estratégica global, observar el principio de seguridad igual e indivisible y no atentar contra los intereses vitales de los demás, en particular a través de la expansión de las uniones militares y coaliciones y la creación de cabezas de puente militar cerca de las fronteras de otras potencias nucleares, especialmente con el despliegue avanzado de armas atómicas y sus medios portadores, así como otra infraestructura estratégica militar”.

Entre otras organizaciones, ambos presidentes se pronunciaron por “el saneamiento de la conducción económica global, por la reforma y despolitización de los institutos multilaterales como la OMC o el G-20”, en consonancia con las realidades contemporáneas.

El “Global Times”, vocero oficioso del gobierno chino, definió a Moscú y Beijing como “socios prioritarios”. En su editorial, el medio afirma que “ambos países, más que aliados militar-políticos, representan el nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias caracterizadas por el no alineamiento en bloques, la falta de confrontación y el rechazo de esos objetivos con respecto a terceros países”. El que ambos países se pronuncien en conjunto contra la mentalidad de la guerra fría es, dice la publicación, “un positivo activo para todo el mundo”.

La referida prioridad estratégica entre Rusia y China se basa en un complejo y dinámico entrelazamiento económico. Los casi 5.000 kilómetros de fronteras comunes les permite desplegar grandes programas de cooperación. En los próximos años el suministro de gas por ducto a China, con la incorporación del gasoducto transmongólico, superará los 100 millones de metros cúbicos anuales. Ambos países cooperan en el fortalecimiento de la ruta comercial del Ártico, donde los grandes rompehielos atómicos rusos permiten abastecer a China y los países del sudeste asiático con grandes flujos comerciales europeos durante todo el año.

En este mismo plano, la reconstrucción de las dos grandes magistrales ferroviarias: el Transiberiano y el BAM, su reequipamiento y ampliación permitirán la circulación de más de cien millones de toneladas de carga al año. La red logística euroasiática contempla otro lanzamiento: el corredor “Norte-Sur” que, partiendo desde San Petersburgo, pasará por Armenia, Azerbaidzhán, Irán (con desvío a Turquía), la India y finalmente descargará en las ricas regiones del norte de China.

La integración comprende fuertes desarrollos tecnológicos que han reemplazado las vinculaciones en este sentido con empresas occidentales afectadas por las sanciones. La explotación conjunta del cosmos, la construcción de centrales nucleares, el intercambio en la industria electrónica, el despliegue de la industria automotriz china en Rusia, la cooperación en la intensificación de la producción sojera (Rusia este año superará los ocho millones de toneladas), son algunos de los sectores donde la integración se ha vuelto estratégica.

El presidente Putin corroboró la funcionalidad de esta integración en virtud de los intereses estratégicos de ambos países. Tras puntualizar que el futuro de la humanidad sólo “en parte depende de Rusia y China”, subrayó que “tanto China como Rusia son componentes importantes de la civilización moderna. Tenemos nuestra propia opinión sobre cómo debemos desarrollarnos. Este desarrollo, por supuesto, afectará el desarrollo de todos los socios en el planeta”.

Putin advirtió a “aquellos que intentan mantener su monopolio tomando decisiones sobre todos los temas…hagan todo lo que de ellos dependen para que este proceso sea natural, repito una vez más, pacífico” de modo que se encuentren “compromisos en situaciones tan difíciles como las que afrontamos”.

La advertencia del presidente ruso sucede luego de las maniobras ordenadas a tropas con equipamiento nuclear táctico, ante las amenazas de expansión atómica de la OTAN hacia las fronteras polacas con Rusia. China, por su parte, despliega nuevos e innovadores componentes navales frente al desplazamiento de naves de guerra norteamericanas en la región del sudeste asiático. Rusia y China desarrollan en conjunto equipos de inteligencia artificial para neutralizar los ataques con drones y misiles sobre sus territorios.

Los dos líderes expusieron su disposición al cese inmediato del enfrentamiento bélico en el Donbass y Novorossía, proponiendo la observancia del acuerdo firmado en marzo de 2022 en Estambul entre Rusia y Ucrania, que luego fue descartado por el régimen de Kíev. En este sentido, ambos coincidieron en respetar la autodeterminación y decisiones soberanas de todos los pueblos, lo que incluye a los habitantes de dichas regiones, que se manifestaron por su reincorporación a Rusia en sendos plebiscitos. También rechazaron la participación en la conferencia de paz convocada por Suiza a pedido de Kíev, que propone reconocer el llamado “plan de paz” de Vladímir Zelensky, hasta hoy presidente legal de Ucrania y a partir del 21 de mayo, detentador anticonstitucional del mando.

En ese contexto, la situación que se vive en Kíev es similar a la que se vivía en Saigón en 1976, ante la inminencia de la victoria del Vietcong sobre las tropas norteamericanas y survietnamitas. El enfrentamiento entre sectores internos del régimen de Zelensky se agudiza en la medida en que las tropas rusas avanzan hacia Járkov, la segunda ciudad más importante de Ucrania y tradicional polo industrial del país. El objetivo de este avance no es ocupar Járkov sino impedir que continúen los bombardeos indiscriminados contra la población civil de las ciudades fronterizas rusas. Para ello, las tropas ucranianas son obligadas a retirarse hasta liberar un territorio que, según Putin, conformará una “zona de seguridad” que impida los bombardeos.

 El colapso se alimenta por la creciente impotencia de la OTAN en revertir la derrota. Esto provoca el crecimiento de la amenaza de intervención directa de la Alianza Atlántica en Ucrania, promovida por mediocres dirigentes europeos, lo que conllevaría a la guerra abierta con Rusia.

Putin y Xi han mostrado ante esta histeria bélica su determinación por liderar un proceso de anulación de las amenazas que cuenta con el acompañamiento de los países del “Sur global”.

El “Sur global” es un concepto equívoco, ya que originalmente incluía países en desarrollo, todos registrados despectivamente como “pobres”. Hoy en esa categoría se incluirían la India y China, dos de las economías más grandes del mundo. Los intentos del bloque euroatlántico por seguir imponiendo el poder unipolar en ese “Sur global” reproducen antiguas prácticas de saqueo y agresión, agrupadas en el concepto de neocolonialismo, sólo que con el agregado de bandidaje.

“Debemos destruir creativamente lo que no corresponde a nuestras necesidades reales y reproduce persistentemente la hegemonía de la minoría absoluta, promoviendo los intereses estrechos de la parte dominante en detrimento de la mayoría que constituye los sistemas mundiales y la ONU”, postula Rasigan Maharage, director general del Instituto de Investigación Económica en las Innovaciones de Campo de la Universidad Técnica de Tsvan (Sudáfrica).

¿Qué herramientas ilegales aplica el neocolonialismo? Sanciones que evitan el Consejo de Seguridad de la ONU y funcionan como un elemento de las guerras comerciales; abuso de dominio en organizaciones internacionales, principalmente financieras; el uso del dólar y las instituciones financieras internacionales como armas de presión económica, incluida la coerción para aumentar la dependencia de la deuda, la restricción del desarrollo a través de una competencia injusta y medidas proteccionistas no de mercado; “congelación” de activos estatales y privados para motivos geopolíticos; provocación de golpes gubernamentales y conflictos armados; manipulación de la conciencia de naciones enteras; operaciones subversivas en el espacio de información; imposición grosera de actitudes ideológicas; promoción de su propia exclusividad, finalmente la agresión militar directa.

Konstantín Kosachov, vicepresidente del Consejo de la Federación (Senado) ruso, apunta: “Los estados de la mayoría mundial se niegan a entrar en sindicatos políticos militares dirigidos contra terceros países, el mundo quiere solo la lógica de las relaciones internacionales que Rusia y China proponen”.

 El “New York Times” señala la calidad de “indestructible” que ostenta este liderazgo. “Unos días después de regresar de un viaje a Europa, donde le dieron conferencias sobre la necesidad de mantener a Rusia en el brete, Xi Jinping usó la cumbre con el presidente Vladimir Putin para mostrarle a Occidente una realidad incómoda: su apoyo a Putin sigue incólumne”, reconoce el periódico.

La cumbre Putin-Xi tuvo como objetivo poner en absoluta evidencia el carácter estratégico e integrador de las relaciones entre ambos países. Pero también su más total adhesión a la consolidación de los BRICS y de la OCSh como puntos nodales en la construcción del mundo multipolar. En especial, teniendo en cuenta que, así como Rusia es presidenta pro tempore de los BRICS en este año, lo mismo ocurre con China en la OCSh.

El mencionado Maharage plantea la necesidad de “consolidar nuestros puntos de vista sobre lo que realmente queremos del nuevo orden mundial. Los BRICS+ no sólo se pronuncian contra el poder unipolar, sino que también deben formular la imagen de la multipolaridad. Crear un mejor mundo para todos está dentro de las capacidades del Grupo. Esto se logrará gracias a los esfuerzos e iniciativas de las personas e instituciones incluidas en él”.

En este sentido, corresponde señalar que en la cumbre BRICS+ celebrada en Sudáfrica el año pasado se logró elaborar y plantar operativamente un conjunto de postulados y valores para lo que podríamos llamar el desenvolvimiento del mundo “no unipolar”. Presentar una alternativa ideológica a las principales tendencias de visiones y concepciones “unicentristas”. La formulación de estos principios rectores permitió que esta alternativa obtenga volumen y comprensión.

Dentro de esta estructurada conjunción, el primer postulado es extremadamente importante desde un punto de vista ideológico y conceptual. Se refiere directamente al “espíritu BRICS”. Se expresa, de acuerdo con este principio, en “respeto y comprensión mutua, igualdad, solidaridad, apertura, inclusión y consenso”. Otros principios indican la necesidad de fortalecer la multipolaridad, el desarrollo institucional, mantener la identidad, la necesidad de fortalecer el papel de los países emergentes en el sistema internacional, fortalecer la cooperación entre ellos, etc.

Este año, en Kazán, el centro musulmán de Rusia a orillas del Volga, decenas de países tratarán su ingreso en los BRICS. Se sumarán así a los diez miembros actuales. No estará Argentina, que desechó la oportuna invitación a ingresar junto con Arabia Saudita, Emiratos, Irán, Egipto y Etiopía a finales del año pasado. A partir de esa cumbre, en octubre de este año, el Grupo reafirmará su condición de mayoritario mercado energético y alimentario del mundo. En la práctica, todos miembros de la OPEP+, decisora de precios y volúmenes en el petróleo, estarán sentados a la mesa de los BRICS. A ello se sumará la flamante plataforma de cereales, a crearse en Kazán, que cumplirá funciones similares a las de la OPEP+ pero en el mercado agroalimentario.

La Argentina no estará en nada de eso, pese a ser uno de los reservorios energéticos más grandes del planeta y una de las mayores proveedoras agroalimentarias del mundo. Somos un candidato ideal para participar en ambas direcciones de trabajo BRICS.

En otro acto de esta errática (por utilizar términos suaves) conducción de política internacional que, por lo visto, prioriza obsoletos, caducos clichés ideológicos por sobre los intereses prácticos de nuestra Patria. Así nos va…

Mientras Rusia y China definen las estrategias del nuevo orden mundial multipolar, en un campo de crecientes adhesiones internacionales, nuestra política exterior pasa por “igualar” a todos los chinos, justificar el colonialismo británico en Malvinas, abrazarse con un muerto en vida como el comediante Vladímir Zelensky, desde el 21 de mayo presidente ilegal de lo que queda de Ucrania o viajar a Madrid a costa del Estado para denunciar la corrupción en el gobierno español…

Un viejo refrán ruso dice que “educar a un imbécil es como sanar a un muerto”

Volver a insertarnos en este nuevo mundo que asoma entre partos y dolores implica asimilar las realidades que ese nuevo mundo plantea y crear las condiciones para asumir nuestra responsabilidad como nación independiente y soberana. Y ese, estimada/os sigue siendo nuestro Punto Crítico…

Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: © Sergei Bobylev, Reuters

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