La transformación energética que proponen las economías más ricas del mundo se sustenta en el expolio y saqueo de los recursos naturales de los países más pobres del mudo. La necesidad de un cambio en el paradigma energético del primer mundo empuja a las empresas “productoras de bienestar” a posar sus garras en territorios en los que ese “bienestar” jamás llegará. África y sus recursos naturales no escapan a esta lógica capitalista necesaria para poder sostener el funcionamiento del mundo tal cual lo percibimos.
Nuevas tecnologías, sustentabilidad y transición energética van de la mano de conceptos contrapuestos como crisis climática, pobreza estructural, crisis energética y economías postergadas, pero los discursos de los Estados parecen no hacerse eco de estas cuestiones. Mucho menos los medios hegemónicos que solo reproducen los mensajes de un mundo limpio y “verde” y nada dicen el costo color sangre que tiene ese mundo ideal.
En el contexto de la emergencia climática y la necesidad de fuentes de energía renovables, la competencia por el suministro de los recursos naturales como el litio, coltan y el cobalto está creciendo. Esta competencia, en África por ejemplo, es más intensa en la República Democrática del Congo, aquí la lucha por el cobalto es un claro ejemplo del planteamiento que hacemos: una lucha capitalista entre poderosos.
Con la creciente atención al colapso climático y la necesidad de un mayor uso de fuentes de energía renovable, los recursos minerales necesarios para fabricar baterías están emergiendo como un sitio clave de conflicto. En este contexto, el cobalto, tradicionalmente extraído como un subproducto del cobre y el níquel, se ha convertido en un tema de gran interés para empresas abocadas a las nuevas tecnologías que persiguen el “noble” interés de un mundo energéticamente limpio.
La competencia por el suministro de cobalto se está intensificando y diversificando en las formas, métodos y actores que se lo disputan. Hay informes sugieren que es probable que la demanda de cobalto supere las reservas conocidas actualmente si se realizan los cambios proyectados hacia fuentes de energía renovable.
Gran parte de esta competencia se desarrolla en la República Democrática del Congo (RDC). Las regiones del sudeste de la República Democrática del Congo contienen aproximadamente la mitad de las reservas mundiales probadas de cobalto y representan una proporción aún mayor de la producción mundial de cobalto, se cree que aproximadamente el 70%, porque las reservas conocidas en el Congo además ofrecen la ventaja de que se encuentran relativamente poco profundas y más fáciles de extraer, motivo por el cual las empresas se disputan este recurso.
La «carrera de baterías de cobalto» que se está desarrollando entre Occidente (principalmente EE. UU.) y China por los metales de las baterías, especialmente el cobalto está en auge y no conoce de límites ni fronteras. Tampoco de ética e igualdad.
Chin pareciera estar “ganando” esta carrera. Algunos informes “bien intencionados” destacan cómo el dominio chino en las cadenas de suministro de baterías podría inhibir las transiciones energéticas en Occidente. También vinculan las crecientes operaciones mineras chinas con una variedad de abusos laborales y ambientales en la República Democrática del Congo, donde se encuentra la gran mayoría de las reservas de cobalto disponibles en el mundo. Llamativamente nada dicen de los abusos de occidente, sobre todo de empresas norteamericanas. Pero en este sentido cabe señalar que más allá de las banderas y los intereses, el capitalismo es global y no reconoce límites para ello.
Sin duda, hay una lucha por el cobalto. Tiene su centro en la República Democrática del Congo, pero se extiende por gran parte del mundo, trabajando a través de redes transnacionales de producción y finanzas que vinculan las minas en el sureste del Congo con refinerías y fabricantes de baterías repartidos por las ciudades industrializadas de China, EE.UU y Europa, pero que tienen directa relación con financistas en Londres, Toronto y Hong Kong, hasta vastas corporaciones transnacionales que van desde rentistas de minerales (Glencore), hasta empresas automotrices (Volkswagen, Ford) y firmas de electrónica y tecnología (Apple). Esta red flexible se rige principalmente a través de un mosaico cada vez más amorfo y desigual de estándares de ‘sostenibilidad’ públicos y privados. Y se desarrolla en el contexto de las depredaciones prolongadas del imperialismo y la devastación más reciente del ajuste estructural.
Por todo esto que vimos señalado es que reforzamos la tesis de que la lucha por el cobalto africano es una lucha completamente capitalista y que más allá de lo que nos quieran mostrar, desde una óptica completamente equivocada, como una opción verde, como el paso hacia la tan ansiada transición energética no es más que una pelea imperial y capitalista que toma por rehenes pobres a todos aquellos que debieran ser los grandes ganadores de esta carrera sin fin.

La vanguardia china
Las empresas chinas, sin duda, juegan un papel importante en la producción mundial de baterías en general y en la extracción y refinación de cobalto en particular. Aproximadamente el 50 por ciento de la refinación mundial de cobalto ahora se lleva a cabo en China. La gran mayoría de las exportaciones de cobalto de la República Democrática del Congo van a China, y las empresas chinas han ampliado sus intereses en empresas mineras y comerciales en la República Democrática del Congo.
Sin embargo, aunque el estado chino sin duda ha fomentado el desarrollo del cobalto y otros minerales para baterías, hay tanta lucha por el control del cobalto dentro de China como entre China y occidente. En particular, ha habido una ola de concentración y consolidación entre las refinerías de cobalto chinas desde aproximadamente 2010. Las empresas que operan en la República Democrática del Congo son empresas capitalistas que compiten entre sí de manera importante. A menudo tienen modelos de negocio radicalmente diferentes. Jinchuan Group Co. Ltd y China Molybdenum, por ejemplo, son empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Hong Kong con acciones de propiedad en operaciones dispersas de refinación y minería a nivel mundial.
Estas grandes empresas chinas también están completamente conectadas a las redes globales de producción de baterías destinadas en última instancia, en muchos casos, a marcas de consumo ampliamente conocidas. También pueden aprovechar los enlaces a las operaciones globales de marketing y financiación. Las cuatro refinerías chinas más grandes, por ejemplo, son marcas que cotizan en la Bolsa de Metales de Londres (LME).
En medio de una mayor concentración en la etapa de refinación y preocupaciones sobre los suministros, varios usuarios finales importantes, incluidos Apple, Volkswagen y BMW, han buscado establecer contratos a largo plazo directamente con operaciones mineras desde principios de 2018. Tesla firmó un acuerdo importante con Glencore para suministrar cobalto para sus nuevas “gigafábricas” de baterías en 2020.
En resumen, los principales usuarios finales, incluidas las marcas de automóviles y electrónica, han desarrollado contactos cada vez más directos que se extienden por toda la red de producción de baterías.

Cobalto igual a rentabilidad financiera
También hay una variedad de actores financieros que intentan meterse en la lucha. Desde 2010, los precios de referencia del cobalto se establecen mediante transacciones especulativas en la LME. En los últimos cinco años se han establecido una serie de fondos comerciales especializados que buscan beneficiarse de la volatilidad de los precios del cobalto. Una de las mayores reservas mundiales de cobalto en 2017, por ejemplo, estaba en manos de Cobalt 27, una empresa canadiense establecida expresamente para comprar y mantener existencias físicas de cobalto. Cobalt 27 recaudó CAD 200 millones a través de una cotización pública en la Bolsa de Valores de Toronto en junio de 2017 y, posteriormente, compró 2160,9 toneladas métricas de cobalto retenidas en almacenes LME. También hay un número creciente de fondos negociados en bolsa (ETF) que apuntan al cobalto. La mayoría de estos ETF buscan la «exposición» al cobalto y los componentes de las baterías de manera más general, por ejemplo, mediante la tenencia de acciones en casas mineras o lo que se denomina «intereses que generan regalías» en operaciones mineras específicas en lugar de comerciar con cobalto físico o futuros. De hecho, a mediados de 2019, Cobalt-27 se vio obligado a vender sus existencias de cobalto con pérdidas. Posteriormente, su principal accionista la compró y la reestructuró.
El cobalto como oportunidad africana
En el contexto del despojo generalizado, los depósitos de cobalto relativamente poco profundos de la RDC han sido una fuente importante de actividades de subsistencia para una empobrecida sociedad cogoleña, que solo ve como sus recursos alimentan equipos (autos, celulares y todo tipo de herramientas a batería) que ellos jamás podrán acceder o disfrutar de los beneficios que ofrece el suelo que pisan a diario.
El 60 % de los hogares de la RDC obtuvieron algún ingreso de la minería, de los cuales el 90 % trabajó en alguna forma de minería artesanal. Investigaciones recientes han relacionado el auge de las instalaciones mineras industriales propiedad de conglomerados multinacionales con una desigualdad cada vez más profunda, impulsada en gran parte por la preferencia de esas empresas por trabajadores expatriados en roles mejor pagados. Cuando se emplean trabajadores congoleños, a menudo se hace a través de sistemas abusivos de subcontratación. Vale decir que ni siquiera los cogoleños son tenidos en cuenta para extraer de la tierra (de su tierra) el producto que enriquecerá a las empresas foráneas que además contratan a sus trabajadores muy lejos de las fronteras del continente africano.
La extracción de cobalto también se ha relacionado con formas sustanciales de degradación social y ecológica en las áreas circundantes, incluidos riesgos significativos para la salud por respirar polvo (no solo para los mineros sino también para las comunidades locales), perturbaciones ecológicas y contaminación por ácido, polvo y relaves, y desplazamiento violento de las comunidades locales.
En resumen, los beneficios limitados y los altos costos del auge del cobalto para la población local en el cinturón de cobre congoleño están vinculados a las condiciones de despojo y expolio que imponen las empresas en esta lucha entre capitales imperiales, que se nos intenta vender como una pelea entre Estados, pero que ciertamente podemos afirmar y reafirmar que el capitalismo no conoce ni le importan las banderas, sean rojas o llenas de estrellas.
La lucha por el cobalto es una lucha capitalista y una de las muchas señales de que no puede haber una transición ‘justa’ sin derrocar al capitalismo y al imperialismo a escala global.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política, FPyCS UNLP.
Foto de portada: cobalto extraído en la RDC