Nuestra América

«Cambiar todo lo que hay que cambiar en México implica un cambio cultural que no se logra en tres o cuatro años»

Escrito Por Ana Dagorret

En entrevista con PIA Noticias, el periodista y analista político Raul Llarull hace un balance de los cuatro años de gobierno de López Obrador y los desafíos de cara a lo que resta de mandato ante un escenario hostil de oposición por parte de los partidos tradicionales e instituciones del Estado.

Los últimos meses de actividad política en México estuvieron marcados por una serie de hechos que desde la oposición política se categorizaron como derrotas del gobierno de Andrés Mnauel López Obrador. El impedimento a la modificación de la Constitución para impulsar una reforma eléctrica junto con la poca participación en el referendo revocatorio fueron los dos momentos apuntados como determinantes para dichos análisis. 

En diálogo por PIA Noticias, el periodista y analista político Raul Llarull propone una lectura abarcadora de ambos hechos, partiendo del pasado en el que gobernaba la oposición. 

Creo que si lo abordamos la cuestión del proyecto de reforma eléctrica, la poca participación en el revocatorio y el debate en relación a la reforma electoral desde esa perspectiva que es acotada, sí podríamos decir que son derrotas, pero en realidad no es así. Hay que ver de dónde venimos. 

El gobierno de AMLO es el primer gobierno de izquierda en 70 años, pero además es el primer gobierno que rompe con una tradición, que es la del papá gobierno, el que entrega todo a todo el mundo, que ha generado a lo largo de generaciones una sociedad que depende exclusivamente de lo que el modelo determinaba. Y eso significaba el control sobre los sindicatos, sobre la academia, sobre los partidos políticos, que era lo que sostenía ese sistema de compra de voluntades permanentes. Romper con eso es romper con una tradición que es demasiado fuerte. 

Hay que ver con que se enfrenta este gobierno que plantea la cuarta transformación. Y se enfrenta con un frente comunicacional que juega como oposición política muy parecido al que hay en Argentina y posiblemente peor, con una mayoría parlamentaria simple que le permite gobernar pero con unos poderes fácticos muy fuertes. Y también con una corrupción muy arraigada en instituciones nacionales y públicas. Cambiar todo eso es cambiar la cultura del país y eso no se consigue en tres o cuatro años. Hay que hacer un análisis en esa perspectiva y pensar las acciones del ejecutivo para cambiar esa dinámica. 

El periodista resalta que el revocatorio del 10 de abril no se pensó en términos de continuidad o no del mandato del presidente sino como la instalación de un ejercicio de democracia directa. 

No estaba en juego realmente la continuidad, sino una pulseada con la oposición en cuanto a la posibilidad de imponer formas de participación ciudadana directas y que se establezca que a partir de este momento cualquier funcionario es removible o pasible de ser removido si no cumple sus funciones. Yo creo que el triunfo radica en haber sentado el precedente para futuros gobiernos que posiblemente no sean tan populares como este y queden sujetos al escrutinio a partir de la voluntad popular. Esa derrota es derrota desde el punto de vista de los números, pero favorece posibles acciones futuras.

En relación a la reforma eléctrica, derrotada en el Congreso mexicano, el analista plantea que es importante pensar quienes serían los perjudicados para entender que no haya avanzado. 

Las multinacionales de la energía han trabajado permanentemente en México comprando funcionarios, sobornando dirigentes. Esa reforma iba directamente contra los intereses de las multinacionales y es contra eso que se está peleando. Para la reforma constitucional se sabia que no existían los votos suficientes porque se necesitaba una mayoría calificada. Era una lucha política por ganar voluntades desde sectores de la oposición que pudieran ser más permeables a aspectos de carácter nacional, de reivindicaciones con respecto al desarrollo propio y autónomo. Pero si pensamos el tema en el contexto planteado, entonces se sabía que era muy difícil pasar eso. 

Pero qué fue lo que significó? Y, básicamente desnudar el papel de la oposición y los acuerdos con los cuales tienen lealtades. Era con los intereses nacionales o con los intereses de las multinacionales. Hubo elementos que fueron favorables a lo largo del debate legislativo, pero no se pudo aprobar la reforma constitucional y eso quedará pendiente. 

Raul Llarull menciona la decisión del Congreso a través de mayoría simple de nacionalizar el litio, lo cual sucedió tras la derrota de la reforma eléctrica. 

El periodista y analista político Raul Llarull.

Como contrapartida el presidente envió un proyecto de ley para modificar la ley de minería que permite asegurar que el litio, un elemento que abunda en el norte del país y muy utilizado por empresas de alta tecnología, solo puede ser explotado por el estado mexicano. Eso se logró aprobar y el litio es ahora reserva estratégica del estado mexicano. ¿Qué hizo la oposición? Se retiró sin debatir y eso que también hubo presiones para que esa ley no pasara. 

Yo creo que no hay que ver ninguna de estas confrontaciones como una derrota definitiva de un sector o una victoria definitiva de otro. Creo que es parte de una disputa que se está dando en un proceso que hay que medirlo en años o décadas y que apenas empieza. El objetivo de la cuarta transformación es su continuidad porque si al terminar el mandato asume un gobierno de derecha hay muchas cuestiones que se pueden revertir y otras que se manejaron en forma de reforma constitucional y que ya son difíciles de revertir. 

En relación a la continuidad del proyecto político que hoy gobierna, Llarull explica que dependerá tanto de los avances que consiga el gobierno como de la articulación de la oposición. 

En estos tres años la oposición ha estado dispersa, cada uno por su lado y desorientada, sin saber cómo entrarle a este proyecto. Y hay que hacer una salvedad, no es lo mismo la popularidad del gobierno que la popularidad del presidente. El gobierno tiene una aprobación mucho más baja y López Obrador es un presidente extremadamente popular. No hay reelección en México y AMLO dice que él no va a poner a dedo un sucesor, pero esa es la tradición en el país. Y en esta disputa por la continuidad lo que está en juego es el corazón y la mente de la gente. Creo que no se está haciendo suficiente, pero evidentemente pero se está haciendo mucho. 

Las conferencias mañaneras del presidente son un recurso bastante interesante para que el presidente establezca su agenda diariamente, para que en torno a eso gire la agenda mediática también, teniendo en cuenta el fuego incesante que representan los medios de comunicación, salvo contadas excepciones. En el caso de que gobierne nuevamente una figura de la alianza actual, ¿cómo van a hacer para enfrentar a esos medios? Porque la popularidad que tiene AMLO no la tiene otro líder político. Va a haber que conformar creativamente otro tipo de aparato mediático que neutralice o contraponga el enorme poder que tiene el partido mediático. 

El analista hace referencia también a la reforma constitucional que propone modificar la legislación electoral, una medida que apunta al corazón de la clase política y que ve con pocas o nulas chances de ser aprobada. 

Esta ley propone modificar el árbitro electoral. En México ese árbitro es el Instituto Nacional Electoral (INE) que tiene mucho más poder del que debería tener un tribunal electoral. Es juez y parte y está compuesto por personeros de los partidos. El establishment mexicano está muy metido ahí. Se propone con esta ley que los miembros del instituto sean elegidos por el voto popular. También se propone que los partidos políticos no sean financiados mes a mes sino que se financien en períodos electorales. Y también se propone reducir el parlamento de 500 a 300 miembros, además del Senado. Son reformas de fondo, que seguramente no van a pasar por aritmética legislativa, pero lo entiendo como ese proceso de confrontación que va desnudando quien es quien. 

Como balance de la gestión que ya lleva cuatro años, Raul Llarull resalta la libertad de movilización de la que gozan los movimientos sociales y medios de comunicación hostiles al gobierno, al tiempo que apunta fallas en cuestiones estructurales.

En principio hay que resaltar esto que se logró de romper con la idea de que la corrupción es parte de la política, esa resignación ya no existe. También hay un sentido de la población de su derecho a movilizarse, a expresarse, que realmente molesta mucho a la burguesía, porque cortan calles y no reprimen. A su vez la prensa es muy provocadora pero no se cercena la libertad de expresión aunque si se los denuncia. 

Eso está muy bien pero al mismo tiempo la economía está muy mal. Hay subsidios y ayudas y asistencias a todos los sectores de la sociedad, pero el desarrollo económico del país es limitado, la inflación del 7% anual es muy alta y la dependencia con Estados Unidos es muy grande. Las estimaciones de crecimiento no se cumplen y si comparamos con gobiernos anteriores, este gobierno va a crecer menos. Y eso tiene su efecto. 

El problema de la seguridad sigue siendo un problema muy serio en este país, la cantidad de asesinatos, desaparecidos, el asesinato de periodistas. Es muy diferente hacer periodismo en Ciudad de México que en el resto del país, donde es un riesgo. 

El narco sigue siendo un factor de poder importante. Son muchos temas muy profundos que no creo que en tres años vayan a resolver y son los aspectos en los que menos puntos saca este gobierno. 

Acerca del autor

Ana Dagorret

Periodista, colaboradora de medios populares de Argentina y Brasil y ayudante diplomada de la Cátedra de RRII de la Fac. De Periodismo y Com. Soc. De la UNLP. Desde 2018 trabaja como corresponsal en Río de Janeiro.

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