Colaboraciones Europa

¿BRICS o no BRICS? Esa es la cuestión

Por Hernando Kleimans* Especial para PIA Global. –
El resultado final de casi cuatro décadas de guerra fría fue, aparentemente, la liquidación de una formación socioeconómica alternativa al capitalismo dominante.

El colapso de la Unión Soviética y del campo socialista de Europa Oriental pareció darle la razón al carácter universal de un sistema basado en la apropiación discriminada de la plusvalía, en la concentración del manejo de los medios de producción y en la división social y política entre explotadores y explotados.

Sin embargo, las contradicciones inherentes al propio sistema capitalista sólo sirvieron para potenciar el desarrollo de las periferias de esa formación, en busca de nuevos mercados para la colocación de producciones que largamente superaban las propias necesidades metropolitanas y que resultaban más “beneficiosas” si se mercaban en esas periferias.

El primario cálculo de “costo-beneficio”, es decir de cómo apropiarse mejor de la plusvalía resultante del ejercicio comercial en el mercado internacional, impulsó la transferencia tecnológica y de producción a las economías emergentes, donde la ecuación entre capital a invertir y una devaluada fuerza de trabajo agregaba otro componente a esa plusvalía. Además de la utilización de recursos naturales de esa periferia, los grandes grupos económicos se apropiaron de recursos humanos y no sólo los “no instruidos”, sino también de los “nativos” calificados en desarrollos científicos, tecnológicos y económicos.

De tal modo, el colapso del “socialismo real” permitió la consolidación de un poder unipolar desde el que irradió la acción sojuzgadora y dictatorial de los grandes grupos económicos. Envuelto en una impresionante imposición mediática convertida prácticamente en fuerza política predominante del poder concentrado, este mundo unipolar pretendió imponer sus usos y costumbres a todo el mundo. El “fin de la historia” de Fukuyama… Para ello completó su dominio económico y militar con un ejercicio político del poder basado en dos efectivos y eficientes pilares: la corrupción y la manipulación de la conciencia social.

El ”Consenso de Washington” regló la acción de instrumentos de las finanzas mundiales como el FMI o el Banco Mundial, cuyo principal objetivo era la reducción del Estado en la periferia y la cooptación de los cipayos locales para aplicar sus políticas saqueadoras en las economías nacionales.

Grupos herméticos como el de Bilderberg delinearon la política a desarrollar para mantener a esas periferias en un estado casi catatónico con respecto a su autonomía e independencia políticas, como base para la subyugación de las elites nacionales a sus dictados de dominación y saqueo.

El mismo desarrollo de los medios de producción, ahora en su mayoría transferidos a la periferia mundial para mejorar los índices de beneficio, dio por tierra la política del mundo unipolar (lo llamaremos el bloque euroatlántico para mayor precisión) orientada por el unívoco interés de los grandes grupos monopólicos económicos y financieros.

Para poder sobrevivir pero también para no interrumpir su desarrollo, ahora basado en el propio dominio de sus recursos humanos y naturales, las economías de la que ahora se conoce como “Mayoría Mundial” debieron enfrentarse con esos designios totalitarios del bloque euroatlántico y generar sus propios instrumentos de gestión en el mercado mundial.

Las rigurosas normas elaboradas por ese bloque euroatlántico durante décadas, a las que el resto del mundo debió atenerse, so pena de ser calificado de terrorista marginado del mundo civilizado y punible incluso por acción militar, terminaron por ser rechazadas por ese resto mundial. De modo tal, que esa “Mayoría Mundial” buscó consolidar un orden alternativo, basado en los valores de esa mayoría y fijado en los principios fundadores de la ONU. Ellos son: autodeterminación, no agresión y principios consensuados de seguridad colectiva, respeto por los derechos humanos, solidaridad e integración.

Todavía en la postrimería de la década del 70 del siglo pasado, los movimientos de liberación nacional que habían conmovido el mundo luego de la Segunda Guerra lograron agruparse en el llamado “Movimiento de No Alineados”. El NOAL, liderado por la India, China, Rusia, Brasil e integrado por una constelación de países europeos, asiáticos, africanos y latinoamericanos, fue la primera manifestación (todavía nebulosa y sin gestión práctica) de que en la sociedad mundial apuntaban cambios estructurales.

Sin embargo, fue recién en este siglo, en 2006, cuando Brasil, Rusia, India y China resolvieron institucionalizar una relación de cooperación e integración que asomaba desde principios de la década. A partir de 2010, con la incorporación de Sudáfrica, el Grupo BRICS avanzó, desde la plataforma inicial de reuniones en la cumbre, a la formación de direcciones concretas de trabajo. El objetivo primario del Grupo fue contrarrestar aquella política saqueadora del bloque euroatlántico, tanto en el plano financiero como en el económico, reestructurar el funcionamiento de las instituciones financieras y económicas internacionales, como el FMI, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio y establecer sólidas líneas de integración horizontal entre sus miembros, sin pasar por la decisión de las metrópolis del mundo unipolar.

El potencial económico de los cinco países les permitió, además de consolidar la gestión de los BRICS, convertirse en un núcleo centrípeto que incorpora, por acción directa o indirecta, a todos los integrantes de aquella “Mayoría Mundial”. A los cinco miembros fundadores el año pasado se les incorporaron Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía y ahora, para la próxima cumbre a realizarse entre el 22 y el 24 octubre en Kazán, la “capital musulmana” de Rusia a orillas del río Volga, superan 34 los países que han presentado su solicitud de admisión.

En la reunión preparatoria que mantuvieron en junio los ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros, se confirmó la adhesión a la multipolaridad y el respeto por las normas del derecho internacional prescriptas por la ONU, reivindicando el papel central en el sistema internacional de la Organización. En ese marco, los cancilleres priorizaron “la cooperación de los estados soberanos en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, la promoción del desarrollo estable, la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades esenciales para todos, así como el impulso a la cooperación sobre la base de la solidaridad, el respeto mutuo, la justicia y la equidad”.

La cumbre de Kazán marcará un punto de inflexión en la gestión del Grupo. Los BRICS (cuyo nombre se mantendrá pese al ingreso de nuevos miembros) elevan el nivel hasta el funcionamiento de concretas líneas de trabajo. Ya existe el Nuevo Banco de Desarrollo BRICS, presidido por Dilma Rousseff, en el que participan, además de los miembros plenos del Grupo, numerosos otros países, como es el caso del Uruguay. En lo esencial, el banco concede créditos “blandos” para proyectos de infraestructura o de desarrollo e inclusión social. Marca así una enorme diferencia con la metódica del FMI. Por supuesto, los países BRICS propugnan una profunda reforma en esa institución perteneciente a la ONU pero regida por los acuerdos de Bretton Woods, que desde 1944 establecieron un dominio discrecional de la economía mundial por parte del poder unipolar.

En octubre, a orillas del viejo río ruso Volga, los BRICS pueden anunciar el funcionamiento de un nuevo sistema de mensajería financiera que usará monedas locales para las liquidaciones comerciales y así poner fin a la dependencia del dólar que tienen numerosos países. El sistema de pagos del BRICS, similar al arbitrario sistema SWIFT occidental, puede acabar con el dominio global del billete verde y reconfigurar el panorama del comercio mundial.

El nuevo sistema estará basado en un mecanismo paritario que tomará en cuenta capacidades económicas, ofertas exportadoras, principales relaciones inter-mercados, etc. En este caso, es fundamental el papel que están jugando los bancos centrales de los países BRICS y de los que solicitaron su ingreso.

El sistema BRICS está respaldado por el incesante incremento de compensación con monedas nacionales en los intercambios comerciales y económicos entre los países de la “Mayoría Mundial”. Conviene recordar que el PIB de los BRICS hacia finales de este año estará rondando el 40% del PIB mundial, en tanto que el PIB del “G-7” no supera el 30% del mundial. En ese marco, las operaciones comerciales en los sectores energético y agroindustrial se transan mayormente en monedas nacionales, lo que de por sí ya establece nuevos parámetros de paridad.

De acuerdo con los propios datos del FMI, en 2024 la participación de los mercados en formación y de las economías en desarrollo en el PIB mundial llega al 60%, lo que indica que las naciones más interesadas en la reforma estructural del sistema mundial de administración son ya la mayoría. Los países BRICS (los que son miembros o están en la fila para ingresar) ostentan mercados más voluminosos y recursos naturales significativamente más grandes que los del bloque euroatlántico. Tienen una población formada más juvenil y tiempos más elevados de crecimiento económico, con respecto a los países del bloque unipolar.

Uno de los trabajos preparatorios más intensos desarrollados a lo largo de este año de presidencia “pro tempore” rusa y que tendrán su resultante en Kazán se refiere a la articulación, además de un mecanismo financiero propio, de una red jurídica que defienda, además de los derechos de cada país miembro, los de las compañías nacionales o internacionales que trabajen con los países BRICS, ante las disposiciones, sanciones y postulados arbitrarios y seudo-legales que intenta imponer por todo el mundo el bloque euroatlántico.

La cumbre analizará el desarrollo de otro importante componente del sistema alternativo de administración mundial que plantean los BRICS en contraposición al dictado unipolar. Se trata del papel crucial que juega una logística propia basada en el funcionamiento de corredores de transporte que comienzan a consolidarse, tanto Este-Oeste como Norte-Sur. Ellos, incluyendo el funcionamiento de planos multimodales, apuntan a vincular entre sí los mercados tanto del sudeste asiático como africano, de Asia Central y de América Latina. Las redes que hasta ahora eran manejadas por oficinas europeas o norteamericanas en trayectos fijados por ellas mismas a su conveniencia, ahora comienzan a ser diseñadas y operadas por los propios países de la “Mayoría Mundial”.

Además de la fundamental ruta comercial ártica (ahora navegable todo el año gracias a los rompehielos atómicos rusos), se trabaja en la potenciación del transiberiano y su “doble”, el BAM, como avanzado corredor ferroviario entre China, Vietnam y Corea, y Europa Occidental. El corredor “Norte-Sur” unirá Europa con Asia Central, Turquía y el sudeste asiático. Los nuevos puertos marroquíes se convertirán en ideales puntos de transbordo del comercio latinoamericano hacia Europa y Asia.

En este contexto, los BRICS están en vías de convertirse en un centro alternativo para la elaboración de normas de administración mundial, basadas en el Estatuto de la ONU. Esa administración, evidentemente, se concentra en el desarrollo económico y social de los países de la “Mayoría Mundial”, es decir Asia, África y América Latina. Es a estas regiones donde hay que direccionar el mayor nivel de inversiones. Los BRICS son la estructura ideal para vincular e interactuar entre estas regiones en desarrollo.

La Argentina, desenganchada de estos procesos y estas tendencias de la nueva economía multipolar, debe plantearse el camino de regreso a ella. El reingreso a los BRICS, apresuradamente interrupto a fines de 2023 cuando ya tenía en su poder el billete de miembro, debe ser para nuestro país un objetivo fundamental en su política económica. Se trata de integrarse orgánicamente al orden mundial mayoritario tanto por sus mercados como por su población y su ubicación geográfica.

El Punto Crítico aquí es saber si estamos dispuestos a subirnos al tren en marcha y trabajar en condiciones de equidad y respeto mutuo, o seguiremos deambulando por pasillos casi congelados y sin respuestas. Si apostaremos a resolver nuestra crisis general apostando a más deuda o procuraremos abrir nuestro mostrador en el mercado de las mayores economías mundiales. Si seguiremos llevándonos por obsoletos preconceptos ideológicos o asumiremos la diversidad y la complementariedad como básicas características de la nueva realidad mundial.

Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: Maxim Bogodvid / Sputnik

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