Análisis
Los resultados han sido altamente cuestionables, ya que, por lo general, las campañas para desacreditar y deslegitimar el Gobierno Bolivariano impulsadas por las distintas administraciones políticas de Estados Unidos y sus aliados (en América Latina y la Unión Europea) solo han logrado causar daño a la población venezolana y al Estado, principalmente a raíz de las acciones agresivas de Estados Unidos, muy lejos de las acciones de los actores opositores en Venezuela.
Para entonces, la oposición cometió un grave error que permitió al oficialismo dominar completamente a la Asamblea Nacional y decretar muchas leyes que cambiaron el mapa político venezolano. Desde entonces, han repetido el error varias veces, con diferentes grados de fracasos. En las elecciones que se celebraron desde el año 2005 y hasta aproximadamente los años 2015 y/o 2019, las coaliciones opositoras se enfrentaban a un chavismo completamente fortalecido, con un liderazgo histórico bastante difícil de derrotar (Hugo Chávez) y un seguidor que carga el legado de este (Nicolas Maduro), pero más importante, con una gestión de gobierno que las mayorías sentían y reconocían, que estaban consciente que el mejoramiento socioeconómico de sus condiciones, era producto de la política de Estado bajo la gestión Bolivariana, y no a otros factores y elementos.
Desde el 2015 y en adelante, empieza el gobierno de Estados Unidos a depender de una nueva estrategia (en realidad, bastante antigua, la misma que aplicó contra Cuba desde la década de 1960 del siglo pasado) para destruir uno de los elementos más importantes (aunque no el único) que une la población venezolana en general con el proyecto Bolivariano: la gestión económica de la Revolución.
A través de un programa sistemático de medidas coercitivas unilaterales, extorsiones y amenazas a terceros para que se incorporen al asedio y eventual destrucción de la Revolución Bolivariana, bloqueos comerciales, agresiones diplomáticas y otros elementos altamente destructivos, se logró causar ciertos daños notables a la gestión Bolivariana, y, por ende, la población venezolana en general. Estas medidas destructivas, junto al impacto socioeconómico de la pandemia del COVID19, lograron causar profundo daño a la sociedad venezolana, con el objetivo de permitir a Estados Unidos y sus aliados poder alegar que la causa de esto no posee relación alguna con las más de mil medidas coercitivas unilaterales contra el país – las mal llamadas “sanciones” – sino que es producto neta y exclusivamente de la gestión Bolivariana. No obstante, contrario a las expectativas de los adversarios, los observadores y los analistas, las calles no “ardieron” con protestas de la gente pobre, el Estado no colapsó, y las fuerzas armadas no actuaron para violar la Constitución y romper el hilo constitucional.
Ahora bien, el gran desafío de la oposición es sobrevivir, luego del desastre que fue la “estrategia Guaidó”, una que fue netamente estadounidense, específicamente de la primera administración política del Señor Trump, impuesta a todos los actores políticos de la “oposición” venezolana, y la que terminó no solamente sin destruir a la Revolución Bolivariana, como se deseaba, sino en vez debilitó severamente a la oposición.
Quienes alegan que se perpetró un fraude electoral en julio de 2024, durante el proceso electoral presidencial, justificando sus alegatos en la “fortaleza” de la oposición, se olvidan (o pretenden hacer olvidar a los demás) de la magnitud del daño causado por la estrategia del Señor “Treparejas” de la ahora extinta Asamblea Nacional 2015 – 2020, particularmente los robos y las apropiaciones indebidas de los recursos otorgados en el exterior, como los propios recursos del Estado venezolano que fueron ilegalmente apropiados por gobiernos foráneos, como también la corrupción de varios, o casi todos, de los integrantes de ese supuesto “gobierno ficticio”.
De esa fase que terminó con muchos fracasos y desastres, los que quedaron de la oposición que hace política en Venezuela, se encontraron con la tarea de “reconstruir” un nuevo eje político para las elecciones presidenciales del 2024, las cuales ya no pueden llamar a la abstención, e incluso no deberían, ya que es la coyuntura idónea para repetir el escenario de declarar el fraude electoral, el mismo que inició durante el referéndum revocatorio del 2004, contra el Presidente Hugo Chávez, y que se utilizó en todos los procesos electorales desde entonces, salvo dos: el proceso de reforma de la constitución de 2007, y las elecciones parlamentarias del 2015 (ambas victorias de la oposición, paradójicamente obtenidas con el mismo arbitro que siempre fue denunciado por ellos, por ser supuestamente “fraudulento”, durante todos los otros procesos en los cuales ellos perdieron).
El gobierno se movió rápido en el 2024, y convocó a elecciones presidenciales de manera acelerada, con poco tiempo para que se den las batallas internas de la oposición que siempre se suelen dar, antes de todos los procesos electorales venezolanos. Como la gran mayoría de los “actores” de gran “peso político” dentro de la oposición o fueron derrotados, o están en el autoexilio, al fin le tocó el turno a la Señora Machado, después de tener mucha paciencia y ser desplazada por muchos otros actores anteriores. Al no poder calificar como candidata para un proceso electoral venezolano por pedir públicamente la intervención militar en Venezuela (lo que en otro país se considera un delito de traición a la patria y es enjuiciado en tribunales militares), procedieron a generar un candidato en forma del debilitado Señor Edmundo González Urrutia.
Justo en este punto es que se da una forma de “pacto”, o acuerdo tácito entre dos grupos dentro de la oposición, unos que raramente tomamos en consideración, pero que los estrategas del chavismo sí tienen en mente, al diseñar sus propias estrategias electorales. Estos dos grupos son transversales, a lo largo de todos los partidos políticos, y no se dividen por ideologías u organizaciones o clases sociales. Estos dos grupos son los dirigentes nacionales, y los dirigentes regionales, de todas las organizaciones políticas que adversan la Revolución Bolivariana.
El acuerdo que indicamos no es uno explicito o incluso hablado en privado, sino uno que todos entienden que es el “deber ser”. Nos referimos a un acuerdo tácito en el cual los miembros de cada uno de estos dos grupos tendrán sus “oportunidades” para ocupar sus respectivos cargos públicos. Los líderes regionales movilizan el voto para ganar las elecciones a nivel nacional, para luego ellos mismos convertirse en los candidatos, durante los procesos electorales regionales. Naturalmente, esto aplica a todos los partidos de manera transversal, incluso hasta para la Revolución Bolivariana.
Los dirigentes nacionales de los partidos opositores son quienes toman las decisiones sobre la política nacional y regional, pero mucho más a nivel nacional, que a nivel regional. Los lideres regionales son quienes movilizan y buscan el voto para los dirigentes nacionales. En todo esto, se parecen a la mayoría de los sistemas electorales en los demás países del mundo. Estas divisiones implican una división de funciones, de tareas y de responsabilidades, pero también de espacios político/administrativos (en el Estado) a ganar y ocupar, con sus respectivas cuotas de poder.
El acuerdo “tácito”, entonces, se trata de que los lideres regionales apoyan a los líderes nacionales en sus elecciones, para luego los nacionales apoyar a los regionales, cuando se den las elecciones regionales (gobernaciones, alcaldías, consejos legislativos regionales) y la Asamblea Nacional, la cual, aunque es un poder federal, los candidatos a diputados surgen del entorno regional, y hacen campañas electorales a nivel regional.
Finalmente, tenemos que tomar en cuenta el último detalle que nos permitirá comprender el actual comportamiento de los sectores opositores que hacen vida en Venezuela. Para la Presidencia de la República, existe un solo cargo a ser elegido, y, en la mayoría de los casos, suelen existir solamente dos candidatos con posibilidades de ganar. En el caso de las elecciones de mayo del 2025, existen 569 cargos en disputa, sin contar las alcaldías que serán renovadas a través de otro proceso electoral regional (con 335 alcaldías, sin contar la posibilidad de que incrementa el número con las alcaldías del nuevo estado de Guayana Esequiba), después de mayo de 2025.

La oposición ha perdido todas las elecciones presidenciales desde el año 1998 y hasta el año 2024, sin excepción alguna. No obstante, durante las elecciones regionales, desde las Mega-Elecciones del año 2000, siempre los distintos grupos opositores han logrado ocupar varios espacios estatales, entre alcaldías, gobernaciones y consejos legislativos regionales, y muchos de estos con considerables recursos monetarios (en Miranda y Zulia, por ejemplo),
Justo aquí es que se evidencia la contradicción de intereses, y la verdadera razón de las fuertes divisiones entre los opositores que hacen vida política en Venezuela. Los líderes regionales cumplieron sus deberes, y montaron sus campañas electorales y movilizaron a su gente en las regiones a favor del dúo “Machado-González”. Ahora bien, el “dúo” no ganó, y cuando fue necesario la supuesta “defensa” del voto, como a ellos le encantan identificar sus propios actos de violencia callejera, de destrucción de propiedad y de asesinatos, el “candidato” de este dúo se refugió en la Embajada de España, para luego refugiarse en España misma, y desde entonces aún está allá. La señora Machado, a su vez, después de varias “marchas” y concentraciones que fueron perdiendo masa crítica con cada convocatoria (de agosto de 2024 a enero de 2025), se encontró con la desesperada necesidad de “perder su carterita” y grabar videos para informar que estaba bien (en la calle, esto en referencia a los sucesos del 09 de enero de 2025), para poder mantener la atención de los sectores domésticos e internacionales.
“Es lamentable”, dirán los líderes regionales de los distintos grupos opositores, que no se logró el objetivo en julio de 2024 (el de asumir la presidencia). No obstante, ahora estamos en el 2025, y es el momento o la oportunidad de las regiones. Con renovadas expectativas de poder obtener varios espacios políticos en forma de gobernaciones, consejos legislativos regionales, la Asamblea Nacional, y eventualmente las alcaldías que aún faltan por ser renovadas, ahora los líderes regionales desean que se cumpla con la segunda parte del “acuerdo tácito”. El problema ahora es que el liderazgo nacional ha declarado – o más bien, lo declaró solamente la Señora Machado y quienes aún se mantienen a su lado, como Julio Borges – el regreso a la famosa “abstención” electoral, como parte de mantener la “consistencia” entre sus acciones en el 2025, y sus declaraciones de “fraude electoral”, de julio del 2024.
El mapa político está más o menos claro para los dirigentes regionales de la oposición: los “dirigentes” nacionales deciden, y los regionales se quedan al margen de la política nacional y regional. Mientras se aplica la “abstención” decretada por la Señora Machado y sus seguidores, ella es proclamada como una de las 100 personas más influyentes del año, en la revista estadounidense “Time”. Este “honor” fue otorgado a la Señora Machado por solicitud del Canciller gringo, quien dolorosamente no recibió este honor, pero trató de ser parte de esta de todas maneras, a través del uso de la Señora Machado (el Señor Rubio tiene el honor de escribir el párrafo que explica porque ella fue “seleccionada” para recibir este honor). Los dirigentes regionales, a su vez, se quedarán con absolutamente nada: sin cargos, sin recursos, y sin ni siquiera salir en la famosa “Time Magazine”.
En pocas palabras, mientras ella pretende que hace “política” en las esferas internacionales, los dirigentes regionales de la oposición se tienen que quedar a un lado, congelados, encerrados, descartados, mientras observan como sus contrapartes Bolivarianos ocuparán todos los espacios políticos/administrativos del Estado, desde la Asamblea Nacional y hasta los consejos legislativos regionales, y después las alcaldías.
Para muchos opositores, ya la Señora Machado se le otorgó todo el apoyo y la dedicación de las maquinarias electorales y de las bases posibles: se permitió que sea la candidata única, luego se permitió que seleccione a otra candidata que la sustituya (Corina Yoris), para luego sustituir a esta con Edmundo González. Luego se jugó la “estrategia del fraude”, y esta se llevó a todos los rincones del Mundo, incluso hasta a nivel galáctico y más allá de la propia Galaxia Andrómeda, gracias a los medios de comunicaciones de los estadounidenses. Paradójicamente, se esperó que esta estrategia – la misma que fue repetida ad infinitum por la oposición durante más de veinte años (2004 – 2024), y que ha fracasado cada una de estas veces – tenga milagrosamente un resultado completamente diferente, solo en esta ocasión.
Pero ahora es el turno de los líderes regionales, quienes poseen una verdadera posibilidad de ocupar muchos espacios en el Estado. Obviamente, ellos tendrán un nivel de confianza en el árbitro electoral, pues de lo contrario, nunca correrían los grandes riesgos del ostracismo que le impondrán los otros opositores (que ya le impusieron, incluso), participando con recursos propios, movilizando su gente y generando esfuerzos magnos, todo para involucrarse en procesos electorales que no tienen posibilidad alguna de obtener beneficio alguno (o sea, de obtener victorias electorales). Eso sí, cada espacio que ganen en estas elecciones, será un espacio que no tiene que responder, o coordinar con, la Señora Machado y sus aliados, ya que es posible que hasta la Señora y sus aliados participen en actos de sabotajes internos y contra-campañas para que estos líderes “disidentes” de la oposición pierdan las elecciones, como una respuesta a sus supuestas “traiciones” en contra de la Señora Machado.
La Señora Machado se encontraba en una posición de irrelevancia, después de la visita de Richard Grenell, enviado del presidente Donald Trump a misiones especiales, al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a finales de enero de 2025. Esta situación para la Señora Machado no fue muy diferente a la posición del Señor Treparejas de la extinta Asamblea Nacional 2015 – 2020, durante sus últimos momentos de “vida política”.
No obstante, el Señor Marco Rubio ha logrado revivir un poco la ilusión de relevancia de la Señora Machado, pero solo para sus propios fines, y con la esperanza de que el enfoque total y exclusivo que posee el Señor Trump en la actualidad sobre todos los desastres que ha generado a nivel global, permita al Señor Rubio tener un monopolio completo sobre el tema venezolano en la actual administración política estadounidense, y así tener “carta blanca” para tratar de destruir el país suramericano, particularmente con el recrudecimiento de la agresión económica que se impone en contra del pueblo venezolano.
La sombra del proceso electoral presidencial del 2025 en Ecuador, cae sobre la población venezolana, la cual se encuentra preguntándose sobre las grandes diferencias que aparentemente deben existir entre el trato que recibe el país caribeño en el ámbito regional e internacional, y el trato que reciben los demás países de la región, particularmente estos que poseen gobiernos conservadores y fieles a las políticas criminales del Señor Trump. El proceso electoral presidencial en Venezuela de julio de 2024, a pesar de la meticulosa evaluación judicial que garantizó sus resultados, fue declarado como “fraudulento”, por varios gobiernos de la región, en base exclusivamente a las declaraciones de la Señora que nunca fue candidata: María Corina Machado.
Recientemente, en Ecuador, una opositora y verdadera candidata (Luisa González), demostró que efectivamente se dio un fraude en el proceso electoral presidencial de ese país (13 de abril de 2025), y estas declaraciones ni siquiera son consideradas como “noticias”, para la mayoría de los gobiernos y medios de comunicación regionales y globales. La candidata y verdadera ganadora fue ignorada sistemáticamente, y nadie cuestionará la investidura altamente ilegitima de un nuevo periodo presidencial del Señor Noboa en Quito.
¿Cuál será la gran diferencia que aparentemente debe existir entre Venezuela y Ecuador, para que una mujer (Machado) sea “escuchada” hasta fuera de la propia Vía Láctea y declarada “víctima” a lo largo del Universo entero, mientras que otra mujer (González) es ignorada y despreciada de esta manera, y será rápidamente relegada al olvido, mientras se celebra la “legitimidad” del Señor Noboa? ¿Nadie exigirá la destrucción de Ecuador, su economía y su población, como se le está realizando a Venezuela, sin que nadie denuncia la injustica de lo que le hacen al país caribeño?
Para estas y tantos otros interrogantes, tendremos que esperar y ver. Tendremos que esperar y ver, entre tantas cosas, cuantas fragmentaciones adicionales sufrirán los grupos opositores en el país, pero más importante, será esperar y ver el impacto de estos actos de pura crueldad contra el pueblo venezolano (las medidas coercitivas que pretendan “triturarlo”), sobre los procesos electorales del 2025. Ya eso será para otros análisis, y otros momentos.
Omar José Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: EFE