Multipolaridad Nuestra América

Brasil y Rusia: ¿Qué se puede esperar con el nuevo gobierno?

Por Boris Perius Zabolotsky* – El futuro de las relaciones Brasil-Rusia estará condicionado a la capacidad rusa de lidiar con la presión occidental a la que se verá sometido el nuevo mandato de Lula da Silva.

Las elecciones presidenciales brasileñas han sido las más esperadas y vigiladas de los últimos tiempos, y han sido calificadas como las «más importantes en décadas». En una reñida contienda, el ex presidente brasileño Lula da Silva (PT – Partido de los Trabajadores), derrotó a su oponente, el actual presidente de Brasil Jair Bolsonaro (PL – Partido Liberal). Nunca antes en la historia de Brasil el país se había enfrentado a una polarización política y una violencia tan llamativas. Estas características podrían ser el reflejo de un país que ha perdido relevancia en los últimos años y que ahora necesita buscar la inserción internacional en un mundo cada vez más desafiante e inestable.

Las relaciones entre Brasil y Rusia han estado históricamente marcadas por períodos de distanciamiento y acercamiento. Estados Unidos y su influencia en América Latina ha sido un elemento constante en la relación entre los dos países. De ahí que la naturaleza de la relación (acercamiento o distanciamiento) entre Moscú y Brasilia sea un reflejo directo de los cambios políticos e ideológicos en el panorama diplomático.

El actual gobierno de Jair Bolsonaro ilustra esta tendencia. Durante los primeros años de la administración de Bolsonaro, se inclinó hacia Estados Unidos; una alineación automática con los responsables de la política de Washington durante el mandato de Trump. Durante este período, Brasil se convirtió en un importante aliado de Estados Unidos fuera de la OTAN y desmanteló los principales proyectos de integración regional de los gobiernos anteriores, sometiendo el liderazgo regional brasileño a la Organización de Estados Americanos (OEA). Además, Brasil se despojó de su carácter de país en desarrollo cuando decidió solicitar su ingreso en la OCDE. Otro rasgo que caracteriza este alineamiento con Occidente, durante los primeros años del mandato de Bolsonaro fue su apoyo a un acuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea. En este sentido, los primeros años del mandato de Bolsonaro se caracterizaron por un reajuste con el sistema euroatlántico, que choca con el propio carácter reformista y contestatario de los países BRICS. En este aspecto, durante los gobiernos del PT, el grupo BRICS fue visto como un catalizador para lograr una mayor inserción internacional, abanderando a Brasil en la búsqueda de cambios en las estructuras occidentales de gobernanza global. Paradójicamente, en el primer mandato del gobierno de Bolsonaro, los BRICS perdieron importancia en la agenda de la política exterior brasileña y fueron relegados a una plataforma de comercio bilateral.

La diplomacia rusa fue bastante profesional a la hora de abordar el cambio de postura de la política exterior brasileña, y trató de atraer a Bolsonaro hacia asociaciones bilaterales con Rusia. Tal acercamiento se contextualizó en el relativo aislamiento del presidente brasileño cuando Trump fue derrotado en las elecciones estadounidenses. El Kremlin reconoce a Brasil como un importante socio de Rusia en América Latina que no puede perderse por intemperancias externas o internas, y busca que Brasil se posicione como un aliado indispensable en el diseño del mundo multipolar.

El pragmatismo y el liderazgo regional de Brasil durante el gobierno de Lula fueron los responsables de sentar las bases de una relación estratégica entre Brasil y Rusia. La posición de Moscú adquiere aún más relevancia en el actual contexto de sanciones occidentales contra Rusia, y Brasil debe desempeñar un papel importante que pueda beneficiar a ambos países. Por estas razones, Rusia no está interesada en un Brasil debilitado y subordinado a Estados Unidos.

En este sentido, es importante señalar que el gobierno de Lula es reconocido por haber iniciado una serie de proyectos de integración sudamericana que limitaron y/o disminuyeron la influencia norteamericana en el proceso de toma de decisiones en Sudamérica. Estos factores fueron vistos con buenos ojos por los rusos. Sin embargo, el mundo en el que Lula gobernó Brasil, entre 2003 y 2011, ya no existe; el otrora y futuro presidente de Brasil tendrá que hacer aún más concesiones si quiere asegurarse la gobernabilidad. Estas circunstancias obstaculizan la reanudación de un papel de liderazgo regional de Brasil en un período en el que Lula tendrá que centrar más su atención en los asuntos internos. Los desafíos económicos a los que se enfrenta Brasil y la elección de un congreso mayoritario opuesto a Lula le obligarán a buscar apoyos e inversiones externas. Esta realidad puede llevar a una mayor interferencia de Estados Unidos y la UE en la agenda política internacional de Brasil, frenando así la participación de Brasil en un orden que desafía las estructuras neoliberales y occidentales de gobernanza global.

La posición oficial de Brasil sobre el conflicto en Ucrania seguirá siendo pragmática bajo la administración presidencial de Lula. Este hecho queda atestiguado por el modo en que Brasil votó en la ONU y las posiciones del gobierno del PT durante el desarrollo de la crisis del Maidán de 2014. Es poco probable que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil adopte una posición más firme de apoyo a cualquiera de las partes implicadas en el conflicto, porque Brasil necesita importaciones de fertilizantes de Rusia y, al mismo tiempo, es muy dependiente del comercio con Estados Unidos y la UE. La posibilidad de interlocución entre Zelensky y Lula das Silva es también bastante improbable. El presidente electo de Brasil es considerado «persona non grata» en el gobierno ucraniano por señalar la responsabilidad de Ucrania en la situación actual, y Bolsonaro ha sido criticado por la neutralidad de Brasil. En este punto, Zelensky y Occidente han conseguido unir a oponentes tan antagónicos como Lula y Bolsonaro, forzando una cohesión entre las élites políticas brasileñas que no es favorable a una señal de cambio de postura hacia Ucrania.

En este sentido, el futuro de las relaciones Brasil-Rusia también está condicionado a la capacidad rusa de lidiar con la presión occidental a la que se verá sometido el nuevo mandato de Lula da Silva, además de la incapacidad diplomática occidental para construir una interlocución fructífera con Brasilia.

*Boris Perius Zabolotsky es cofundador y vicepresidente de la Organización Juvenil Ruso-Brasileña y profesor adjunto de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

Este artículo fue publicado en valdaiclub.com.

FOTO DE PORTADA: Ricardo Stuckert.

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