En la elección del 2 de octubre fue posible empezar a observar algunos rasgos del gobierno que asumirá el 1 de enero de 2023, independientemente de quien gane la segunda vuelta el próximo 30 de octubre. La disputa para la cámara de diputados y senadores, que quedó definida ese día, mostró un avance de las fuerzas de extrema derecha que acompañan a Bolsonaro, cuyo partido logró elegir la bancada más grande de ambas cámaras.
En diputados la foto es más amplia. De los 513 candidatos electos, 99 son del partido del presidente. A este número hay que sumarle los legisladores de los partidos União Brasil (59), PP (47), Republicanos (41), PSC (6), Patriota (4), Novo (3) y PTB (1). Entre todos suman 260 diputados (50,6% entre los 513) lo que, en teoría, garantiza una mayoría suficiente para aprobar proyectos de ley comunes.
En el senado la situación es similar. De las 81 bancadas, el partido del presidente ostenta 14 y es la más grande de la casa. A su vez, una coalición similar -compuesta por PL (14), Unión (11), PP (6), Republicanos (3), PSC (1) y, eventualmente o en parte, Podemos (6) y PSDB (4)- le daría a un eventual nuevo gobierno de Bolsonaro 45 votos (55,5%).
Esta composición parlamentaria anticipa un poco de lo que se viene a partir de 2023. De lograr la reelección, Bolsonaro tendría una base aliada más amplia en ambas cámaras de la que tuvo en 2018. En ese contexto quedaría más al alcance la posibilidad de reformar la constitución para ampliar el número de ministros de la Corte Suprema de 11 para 15, proyecto cuyos aliados del presidente ya vienen promocionando a partir de lo que consideran como “activismo de la corte” debido a decisiones contrarias a las emitidas por el Ejecutivo.
A su vez, la composición en el Senado también otorga al actual gobierno suficientes aliados para aprobar propuestas ordinarias y abrir procesos de destitución de ministros de la Corte Suprema (STF).
En caso de una victoria de la oposición, el panorama legislativo ya advierte una dificultad. La izquierda, en el conjunto del Congreso, salió en minoría. En la Cámara, el Partido de los Trabajadores, el PDT, el PSB, el Pol, el PCdoB, el PV y la Rede tienen 125 representantes (24%), 47 diputados menos de los necesarios para impedir que avance un pedido de impeachment, primera de las discusiones que se pondrá sobre la mesa de negociaciones.
En el Senado, el PT (9), el PDT (3) y el PSB (1) tienen juntos 13 representantes (el 16% del total), lo cual garantiza el bloqueo de cualquier proyecto que venga del Ejecutivo.
Con esta conformación parlamentaria, no sólo se vislumbra un poder legislativo más conservador sino que anticipa una serie de dificultades de un eventual mandato de Lula en el esquema brasileño de gobierno, conocido como presidencialismo de coalición, en el que nadie gobierna sin el Congreso.
Otros datos sobre la elección legislativa dan cuenta del momento histórico que atraviesa la política brasileña. Fueron 38 de los candidatos electos provenientes de las fuerzas de seguridad, lo cual significa un aumento de 10 bancadas respecto de la elección de 2018. A su vez, el número de evangélicos disminuyó, pasando de 65 en la actual legislatura contra 84 que fueron elegidos en 2018. Lejos de ser una reducción de la bancada religiosa, la disminución en el número de representantes evangélicos responde, según algunos analistas, al hecho de que el bolsonarismo logró incluir la agenda religiosa (combate a la ideología de género, lucha contra el aborto, etc) en candidaturas que no necesariamente provienen de ese sector.
Otros datos también muestran un aumento de representatividad en relación a la cantidad de mujeres -fueron electas 91 diputadas sobre 77 que se eligieron en 2018- y de personas negras -135 sobre 123 en 2018-. A su vez, por primera vez en la historia del país, fueron electas diputadas dos mujeres trans.
Más allá de las conquistas, la primera vuelta de la elección en Brasil mostró una serie de dificultades que deberá enfrentar Lula a partir de 2023 en caso de alcanzar la presidencia, lo cual plantea un camino que ya antes se mostró peligroso: ampliar aún más la alianza conformada y, con ello, un desplazamiento hacia la derecha como algo inevitable con el objetivo de garantizar la gobernabilidad.
*Ana Dagorret es periodista de política internacional, coautora del Manual breve de geopolítica y parte del equipo de PIA Global.