Pese a los intentos de Washington por imponer su voluntad a través de sanciones, tarifas y presiones diplomáticas, India y China continúan fortaleciendo sus lazos con Rusia, desafiando abiertamente el esquema unipolar que durante décadas definió la arquitectura del poder global.
El copresidente de S&P Global Commodity Insights, Dave Ernsberger, lo expresó con claridad durante la conferencia internacional Energy Markets Forum en Fuyaira (Emiratos Árabes Unidos): “No creo que los forzarán a renunciar totalmente a los suministros rusos.
Hay un límite a lo que estos países pueden hacer en términos de reducción de importaciones”. Estas palabras sintetizan el dilema de Washington: su capacidad coercitiva ya no logra doblegar a las grandes potencias asiáticas.
La trampa de las tarifas y la independencia energética asiática
En agosto, la administración estadounidense impuso un arancel adicional del 25% sobre los productos provenientes de India, elevando la tasa total a un 50%. Estas medidas, lejos de generar sumisión, han provocado una respuesta firme por parte de Nueva Delhi, cuyo ministro de Petróleo y Gas, Hardeep Singh Puri, señaló que el petróleo ruso “ha ayudado a contener el aumento de los precios mundiales” y que India no tiene intención de abandonar esas importaciones.
La política arancelaria de Washington busca aislar a Rusia y desincentivar el flujo de capitales hacia su economía. Sin embargo, en la práctica, estas sanciones están reforzando los lazos entre Moscú, Pekín y Nueva Delhi. Los recursos energéticos rusos se han convertido en un “componente esencial” para la estabilidad económica de India y China. Renunciar a ellos implicaría elevar el costo del combustible, disparar la inflación y comprometer el crecimiento interno, algo políticamente inaceptable para ambos gobiernos.
En paralelo, la Casa Blanca presiona a sus aliados europeos y al G7 para que impongan “aranceles significativos” a las importaciones provenientes de Asia, intentando construir un cerco comercial global contra el petróleo ruso.
Pero esta estrategia parece destinada al fracaso: tanto Europa como Japón y Corea del Sur dependen en gran medida de los mercados asiáticos, y los costos de una ruptura serían demasiado altos incluso para los aliados de Washington.

Del petróleo a los ejercicios militares: una alianza estratégica consolidada
Mientras la economía global se reconfigura, las alianzas militares también se ajustan a los nuevos equilibrios. Este mes, Rusia e India inauguraron los ejercicios militares conjuntos Indra 2025 en el campo de tiro de Mahajan, en el estado indio de Rajastán.
El Ministerio de Defensa ruso destacó que el objetivo principal es “desarrollar la interacción en la lucha contra el terrorismo internacional”, pero el trasfondo es mucho más amplio: se trata de fortalecer la interoperabilidad militar entre Moscú y Nueva Delhi en un contexto de creciente presión occidental.
Los ejercicios, que se prolongarán hasta el 15 de octubre, incluyen maniobras tácticas conjuntas, coordinación de comunicaciones y gestión unificada de agrupaciones militares. En un mundo donde los bloques geopolíticos se reconfiguran, la cooperación militar ruso-india simboliza una independencia estratégica que desafía abiertamente la hegemonía estadounidense en Asia.
No se trata solo de ejercicios: se trata de una declaración política. India, históricamente una potencia no alineada, ahora reafirma su autonomía en la escena internacional, manteniendo relaciones tanto con Occidente como con Rusia y China. Este juego de equilibrios —el verdadero arte de la diplomacia asiática— está redefiniendo los contornos del poder global.
China e India: competencia económica, convergencia estratégica
Aunque China e India compiten en numerosos frentes económicos y fronterizos, la realidad del nuevo orden multipolar las obliga a cooperar en puntos clave: energía, seguridad regional y defensa frente al proteccionismo occidental. Ambos países entienden que la dependencia del dólar y del sistema financiero estadounidense es un riesgo estratégico, y por ello impulsan, junto a Rusia, mecanismos alternativos de pago y comercio en monedas nacionales.
Moscú ha sido el catalizador de este proceso, ofreciendo a sus socios asiáticos energía, tecnología militar y cooperación diplomática sin las condiciones ideológicas del modelo occidental. En este sentido, el eje Moscú–Pekín–Nueva Delhi no se presenta como una alianza formal, sino como una convergencia pragmática basada en intereses compartidos: estabilidad, desarrollo y soberanía económica.
Los intentos de Washington por restaurar su control global a través de tarifas y sanciones revelan una verdad incómoda: el poder coercitivo del antiguo hegemón ya no es suficiente para mantener el orden que impuso tras la Segunda Guerra Mundial.
Asia avanza con paso firme hacia una autonomía económica y militar sin precedentes, mientras que Rusia se consolida como el gran articulador del nuevo equilibrio euroasiático.
El petróleo, la energía, las rutas marítimas y las alianzas militares se han convertido en los pilares del nuevo orden mundial multipolar. Lo que está en juego no es solo la economía, sino la configuración misma del siglo XXI, donde las potencias emergentes ya no piden permiso para defender sus intereses.
*Foto de la portada: Sputnik