Análisis del equipo de PIA Global Nuestra América

Argentina: soberanía, Malvinas y Política de defensa

Por Guillermo Caviasca*. –
Derogación de la DPDN y el nacionalismo de la vicepresidenta

Los últimos días de marzo informaron los medios que atienden el tema de defensa, que el gobierno nacional había resuelto derogar la DPDN (Directiva Política de Defensa Nacional) que había promulgado el gobierno anterior mediante el decreto 457/2021[1].

Quizá para la mayoría de la población y de la llamada “militancia” este tema de defensa y FFAA carezca de una importancia central. O solo sea leído a través del prisma de la cuestión de DDHH o temores represivos para el llamado “progresismo”. Desde esa lógica se ha encuadrado el debate público desde ambas trincheras del espectro político, con posiciones opuestas, ancladas en problemas de otras épocas. Sin embargo, la cuestión de la DPDN es otra, y no se relaciona con esos temas.

La DPDN dictada en la administración anterior, fue elaborada por un conjunto de especialistas en defensa cuyo interés estaba en cuestiones de defensa, y en dar un “marco político” al desarrollo del poder militar argentino. En realidad, el objetivo de la DPDN estaba en el encuadre Geopolítico, la interpretación del lugar argentino en el complejo de RRII tan delicadas y cambiantes que se constatan en la actualidad, y las necesidades militares que se devienen del mismo. Ya hace 4 años estos cambios se podían ver con claridad y la misión de una conducción con miradas de largo plazo era preverlos.

En ese sentido la DPDN daba un diagnóstico en diferentes terrenos (“tableros” para usar un lenguaje más técnico militar) donde se analizaba la emergencia del mundo multipolar y los cambios que implicaba, con un diagnóstico que permitía señalar líneas generales para la política de defensa nacional y para el desarrollo y equipamiento de las FFAA.

Con una idea subyacente de “autonomía estratégica” (podríamos señalar que influenciado consciente o inconscientemente por la idea de autonomía heterodoxa de Puig), la DPDN pretendía encuadrar el desarrollo de las FFAA por fuera del “realismo periférico” y dar algunos elementos macro para un desarrollo militar no tributario de las líneas que pretenden imponer las potencias. En realidad, la DPDN era desde el punto de vista de quien escribe, bastante buena. Muy buena si la vemos en lo relativo al terreno en el cual estamos parados. En relación con el poder relativo real de Argentina y saliéndose del tema de “relaciones civiles militares” y “defensa de la democracia” que tiñó gran parte de las preocupaciones de los políticos desde el 1983. Parecía ser parte de dar un paso adelante en un sentido positivo, de no vuelta al pasado.

La directiva quizás quedo más como una expresión de deseos de especialistas en defensa. Ya que la administración de la coalición Alberto Fernández – Cristina Fernández y Sergio Massa tenía otras preocupaciones, era confusa y aun la hegemonía dentro de ese espacio político es “progresista” en lo que hace a estos temas. Aunque existió personal militar que se desarrolló con objetivos confluyentes, se pusieron manos a la obra en actividades y proyectos que podían considerarse acordes. Sin embargo, en la práctica las contradicciones de la administración anterior especialmente en el tema de defensa no ayudaron a realizar la concreción en cuestiones materiales de lo que la Directiva podía inducir a pensar. Y, especialmente, no debemos dejar de indicar que el anterior gobierno fue un “desastre” salvo en contados temas (como el que hablamos aquí)

Sin embargo, debemos señalar que la derogación, o modificación drástica en algún aspecto sustancial; de la DPDN no es un hecho sorprendente ni anómalo. Ya que, de hecho, la anterior administración hizo lo mismo con la anterior norma dictada durante la administración de Mauricio Macri, y este había sancionado otras normas que modificaban a la heredada del kirchnerismo.

Las cuestiones a pensar son en realidad otras. Una: como un país puede modificar en aspectos sustanciales políticas que solo son eficaces si se desarrollan en el largo plazo.

Líneas de construcción estratégicas cuya eficacia, e incluso seriedad, solo tiene validez si se sostienen durante décadas (o un periodo de tiempo acorde a la variación de las circunstancias geopolíticas en que la nación esta inserta), son “políticas de Estado” que deben estar separadas del vaivén político de las coyunturas electorales, no pueden estar sujetas a cambios políticos internos de administración. No queremos decir con esto que no puedan existir énfasis, cuestiones de esfuerzo o cambios en algunos aspectos de acuerdo a la orientación del gobierno y recursos dispuestos a los fines del área. Pero sí, afirmamos, que al ser políticas nacionales de defensa no son serias si cambian de administración en administración. Las FFAA no pueden ser equipadas o formadas con programas de pocos años, es tirar la plata y hacer el ridículo. En realidad sí hubo una política nacional en defensa desde hace décadas que ha sido un consenso: la desfinanciación.

El segundo tema a analizar es la naturaleza de los argumentos para derogar la directiva. El gobierno remite a un párrafo que señala remitiendo a discusiones del extinto CONSEJO DE DEFENSA SURAMERICANO, que “Esta experiencia exhibió amplios puntos de consenso entre la REPÚBLICA ARGENTINA y la REPÚBLICA DE CHILE respecto de las vías para profundizar la interacción regional multilateral en el ámbito de la defensa, así como sobre la necesidad de articular las doctrinas y roles asignados a las respectivas Fuerzas Armadas. La historia compartida de coordinación en esta materia se constituyó como uno de los pilares para definir la agenda de consensos regionales y debe permanecer en el centro de los esfuerzos de la REPÚBLICA ARGENTINA con vistas a promover agendas más amplias de cooperación. Uno de los espacios compartidos que resulta fundamental continuar fortaleciendo es el de la exploración, estudio y control conjunto sobre el Estrecho de Magallanes y el Mar de Hoces, espacios estratégicos tanto por su rol como vías navegables naturales entre el OCÉANO ATLÁNTICO y el OCÉANO PACÍFICO como por constituir”. Este párrafo en su momento dio lugar a protestas por parte de Chile el mismo año 2021, ya que habla del control conjunto de Magallanes.

¿Qué podemos decir al respecto? Como es evidente el párrafo señala que los pasos interoceánicos están bajo el control común de Argentina y Chile. Esto puede ser cierto en la práctica. Porque cualquier navío que transite del Atlántico al Pacífico y viceversa debe pasar por ellos y atravesar aguas argentinas y chilenas. Pero en el caso del Estrecho de Magallanes este se encuentra completamente en manos chilenas, lo que se debe atravesar son aguas argentinas hasta exactamente la boca del estrecho. Una suspicacia poco simpática de los trasandinos que podría haber sido aclarada por medios no públicos. Pero que podemos justificar desde su lugar. Podríamos pensar, y sabemos, que sectores chauvinistas de cualquier país siempre aprovechan este tipo de ambigüedades. Sin embargo, no debemos olvidar que la carrera por la Antártida es un tema de importancia central de nivel mundial, y que pareciera que carecemos de la conciencia colectiva necesaria para hacer valer nuestros derechos adquirido por más de un siglo. En este sentido hay señales claras que políticas de sectores de la elite chilena y los británicos (si bien también tienen contradicciones evidentes que no sabemos poner en acto en nuestra política exterior) ante los tumbos de nuestras, políticas avanzan en afirmar un cerco estratégico a la proyección oceánica de nuestro país. Lo que vuelve a poner en primer plano las políticas nacionales que en su tiempo planteo Perón.

Del lado de Chile el escándalo por la DPDN puede ser justificable (que se articuló con otros escándalos menos justificables, como la disputa de un pequeño espacio marítimo al sur de Tierra del Fuego). Lo que no lo es tanto del lado argentino, ya que en primera instancia la idea de gestión común del paso interoceánico debería ser una aspiración de ambas naciones, si tuvieran política de verdadera integración. Lo mismo que la definición de “Argentina en el atlántico y Chile en el pacífico”; debería ser superada por una afirmación de Chile en el Atlántico y el Pacifico, y Argentina en el Pacífico y el Atlántico, construyendo en los hechos una integración geopolítica bioceánica muy beneficiosa para ambos. Pero eso, estos legados desde el ABC peronista, o de las propuestas del general Juan Enrique Guglialmelli, deberían volver a ser un norte de nuestra política exterior. En realidad, la DPDN de 2021, no era la panacea del sistema de defensa argentino, ni abarcaba todos los aspectos necesarios. Ya que no es función de ese instrumento. Aun debemos pensar en dar una vuelta de página de la política desarrollada hasta hoy. La DPDN mostraba por primera vez esa voluntad en el área que le corresponde dentro de un marco general que no podía contradecir, y que es el que debe cambiar. Además, desde el 2021 hasta hoy el mundo ha dado muchas muestras de la velocidad del cambio y de las necesidades de defensa y cambios técnicos que deben ser tenidos en cuenta con mayor énfasis.

El tema de Chile lo vemos como excusa de derogación de la DPDN, nos remite al tercer y fundamental punto. Que es el de la incógnita de cual será la nueva DPDN; qué orientación estratégica tendrá tanto en el plano geopolítico, como de necesidades de formación y equipamiento que de deducen de él; y de la hipótesis de conflicto que se puedan inducir. Y aquí encontramos varias líneas que el gobierno ha venido señalando y que pasamos a presentar especialmente las que consideramos mas importantes: Alineamiento internacional, Malvinas, doctrina y dotación de las FFAA.

Para comenzar debemos señalar que en el gobierno se manifiestan la existencia de dos líneas en los temas defensa y Malvinas. Específicamente estos dos temas son los que con más exposición pública, aparecen estas diferencias, por el esfuerzo que hace la vicepresidenta hacia lo que es un espacio en el que intenta construir su base de apoyo: un tipo específico de nacionalismo. No son diferencias de maquillaje o distractoras (ojo) sino que el pensamiento de la vicepresidenta y el del presidente tienen sensibilidades y orientaciones destinos, aunque no está demás que también coincidencias en otros aspectos sustanciales (y estructurales) que señalaremos.

La principal coincidencia básica y estratégica está en la cuestión del alineamiento internacional. Bueno, existen matices. La inexperiencia, impericia y falta de tacto del presidente es brutal y en estos temas de RRII, soberanía y defensa cobran una visibilidad difícil de ocultar tras argumentos de teóricos económicos del liberalismo monetarista o gritos contra “la casta”. La vicepresidenta es más cauta, claramente. Pero ambos coinciden en el alineamiento internacional con los EEUU de cara al conflicto vigente en este periodo de transición en el mundo. Ambos coinciden que Argentina debe ser parte del bloque de los EEUU en una concepción “panamericana” que reconoce la hegemonía de los EEUU en América desde el Ártico a la Antártida y en la cual argentina debe encuadrar su política toda: exterior, de defensa, económica etc. No está de más señalar que aún esto la vicepresidenta y su equipo buscan tener cierta afinidad con un tipo de nacionalismo, el presidente se nota que es un terreno que le es completamente ajeno

Podemos remitir al análisis de los discursos de Victoria Villarroel y de Milei en este último 2 de abril. Escenificados (por la vice imaginamos) en lugares distintos y con un contenido distinto. Sin embargo, coincidentes en la cuestión del alineamiento panamericano.

Debemos dejar en el tablero dos cuestione sobre este tema. Una que este alineamiento panamericano, o el buscar una alianza con EEUU que permita a la Argentina conseguir sus objetivos bajo la protección, o alianza, o ayuda de los EEUU es algo que va más allá del pensamiento de Villarroel. Cruza a sectores del peronismo (como Guillermo Moreno, pero no solo él) y a sectores del nacionalismo y de las FFAA; e incluye ciertas visiones conspirativas que ven una alianza Chino británica contra los EEUU que pude ser compensada por una alianza argentino estadounidense, que nos permita recuperar la primacía en el Atlántico sur. No es estrictamente “realismo periférico” menemista (este es el de Milei) sino cierto “galtierismo”: una visión de que como nos alineamos en el conflicto global entre EEUU y sus antagonistas, y por algún motivo seriamos fundamentales en este conflicto, los yanquis nos respaldarían frente a Inglaterra. A los militares de la DSN no les salió muy bien esa visión del mundo, teniendo malas consecuencias en el campo de batalla para nuestro país. Pero hoy insisten algunos nacionalistas en que los EEUU de Donald Trump, al estar enfrentados con Europa y aun con Inglaterra, nos abren posibilidades; ya que Europa pretende mantener con China uno cordón umbilical económico. Creemos que la coincidencia y alianza estratégica de EEUU con Inglaterra va más allá de estos roces coyunturales; y que, de hecho, en la guerra arancelaria, Europa esta duramente golpeada, pero Inglaterra no.

Milei en cambio es un “vende patria” hecho y derecho. Es más, pareciera no tener la mínima noción de patria. Y se alinea con las políticas británicas más peligrosas, como sostener un espacio de comercio y explotación de recursos libre en el sur, ayudar a mejorar las comunicaciones y promover la libre determinación de los isleños. Ojo estas diferencias entre Villarroel y Milei también son importantes. De hecho, respecto de las islas es otra política.

Esto ¿En qué se relaciona con la derogación de la anterior DPDN y especialmente con la posible nueva redacción? En que la DPDN por primera vez filtraba (con cuidado dada la hegemonía progresista que impide percibir la amenaza militar con una herramienta de política exterior) que Malvinas era un conflicto prioritario que debía ser atendido por la FFAA, y que los equipamientos y doctrina debía tener en cuenta esta situación. Como también que el nuevo mapa del mundo en ciernes nos colocaba con un abanico de posibilidades y alianzas, o espacios de movimiento, para una política de autonomía estratégica. Y que debían ser aprovechados también en los militares (no está de más señalar que no se hizo). Cuestión que vemos la nueva DPDN muy probablemente no tome en cuenta, o más bien elimine como posibilidad.

Señalábamos al principio de este apartado que la vicepresidenta representa un tipo específico de nacionalismo y que sin dudas reivindica la causa de Malvinas. Y esto no tiene relación con la posición del presidente, ajeno a todo concepto de nación. Creemos que la ideología de Milei se basa en el individualismo competitivo extremo, en el que el Estado nación solo es una herramienta para el libre mercado (quizás hasta un estorbo, como él señala y quizás lo crea) y es el mercado el ámbito de la competencia y felicidad individual. Algo que rima con los planteos de Escude en sus tesis del “Realismo periférico” (recordemos), en el cual el “nacionalismo” era nocivo si conducía a dilapidar recursos en políticas de RRII que produjeran roces con potencias, y obligaran a dilapidar recursos y oportunidades de negocios en función de objetivos nacionales tan anacrónicos como la soberanía o el control territorial o económico de recursos, que no coincidían con las oportunidades del mercado, ni con el balance de fuerzas hegemónico al que se debía (una nación de segunda), disciplinarse. En ese sentido existe en el pensamiento presidencial cierta coincidencia con el balance de Malvinas y del nacionalismo hecho por una parte de la intelectualidad “democrática” encabezada inicialmente por el historiador Luis Alberto Romero constructor (entre otros de sus colegas) de la universidad pos dictadura. Como también con una serie de intelectuales que durante la gestión macrista abogaron por abandonar el “anacronismo” de la causa Malvinas”, quizás siguiendo ciertas sugerencias del famoso historiador de los militares argentinos Alan Rouquié.

La vicepresidenta tiene otra visión, sin dudas mas afín al mundo militar, o al menos más digerible por el mundo militar. Una visión que es heredera de las doctrinas de los sesentas y setentas en el hemisferio occidental. En donde el nacionalismo en su pata ideológica incorpora elementos del antiguo anticomunismo ahora reposicionados en la lucha junto a los EEUU contra China: Lucha que, con Trump asumiendo la existencia de un mundo multipolar, se posicione dentro del bloque en que la potencia del norte ocupe su espacio de poder, defendiendo la tradicional idea yanqui de “solidaridad hemisférica” frente a la de “autonomía estratégica” o unidad latinoamericana (o como señala la geopolítica de los EEUU: el peligro en la región para los EEUU de un desafío de una acción unificada de Argentina, Brasil y Chile). En la idea de la vicepresidenta (sorprendentemente coincidente con sectores del peronismo) la alianza estratégica con EEUU trumpista nos abrirá el juego para el desarrollo industrial y la consolidación territorial en la región y el Atlántico sur. Una especie de desarrollismo dependiente también afín a sectores del peronismo, y que encuentra sus raíces en el gobierno de Onganía.

Por más que insistan algunos no es la posición de Perón, aclaramos; porque ahora se tiende a decir cualquier cosa. Aunque es notorio que Villarroel ha sido sutil al mencionar en su discurso a la general Richardson, algo que puede parecer innecesario en un acto por Malvinas, sin embargo, es un mensaje que remite a la reunión que entre sonrisas tuvo la vicepresidenta anterior, Cristina Fernández, con la misma general. Una reunión que más que una cuestión de necesidad fue un gesto político que hoy la vice actual busca recordarnos.

Hasta este nuevo gesto de Villaroel solo había dos políticas prácticas implementadas desde el estado hacia las FFAA: una la que señala el “peligro” para la democracia que las FFAA han representado y que en un “mundo regido por normas” con la primacía del idealismo diplomático liberal, hace que las FFAA locales sean solo una carga y deban ser reducidas a elemento decorativo y para funciones secundarias. Esta es la visión progresista que pone énfasis en cuestiones de DDHH y diversidades, que piensa a las FFAA en clave teórica de “relaciones civiles militares”, más que en la defensa en sentido duro o de “nación en armas” como era el origen del pensamiento nacional y peronista.

La otra es la que representa la derecha neoliberal; cuyo norte es hacer a las FFAA un elemento subsidiario de las doctrinas que EEUU propone al hemisferio (narcoterrorismo, nuevas amenazas, etc.), y que busca cambiar las leyes y doctrina, para que las FFAA puedan actuar en la seguridad interna como una super policía, para hacer demagogia con el vulgo cavernícola. Esta segunda propuesta también abandona las cuestiones de defensa nacional, como se constata en los gobiernos que la promovieron el ahogamiento presupuestario ha sido similar al del progresismo. Aunque la segunda tiene el riesgo (y decimos riesgo ya que meter a las FFAA es un riesgo por varios lugares) de ser al menos una propuesta; en cambio la primera suele promover la desconfianza y un sutil ataque a la gente de armas. Ambas ideas han conducido a un desfinanciamiento, que ha llevado a nuestras FFAA a un estado de derrumbe, y a ser una fuerza sin capacidad militar real, sin poder aéreo, sin poder naval, sin poder terrestre… y sobre todo sin una idea de mediano plazo de cómo y que funciones y herramientas debe tener nuestra defensa.

En los últimos años dentro del campo nacionalista y peronista comenzó a cobrar fuerza una tercera visión (en realidad la tradicional del peronismo y el nacionalismo mas soberanista) de la necesidad de una Fuerzas Armadas preparadas para la guerra, que sean un poder militar dentro del poder nacional autónomo y con capacidad disuasiva en América del sur; y especialmente en el Atlántico sud occidental. Una fuerza que pueda ser parte dirigente de una defensa regional que aspire a la autonomía estratégica de nuestros países. Esto se expresó embrionariamente en una parte de los que integraron las ultimas dos administraciones del ministerio de defensa, como en algunos altos mandos de gran valía, como también en oficiales que luchan día a día por que Argentina tenga unas FFAA potentes. Crearon el FODEF y lograron sacar una DPDN con un contenido aceptable; realizaron tareas al interior de sus fuerzas impulsando programas y discutiendo como desarrollar las fuerzas comprendiendo la geopolítica desde un punto de vista soberanista. Fue un cambio real desde el inicio de la democracia, el primero.

En nuestro presente la vicepresidenta está intentando hacer renacer, a la también tradicional, corriente del nacionalismo occidentalista. Que si dudas también propone la integridad territorial y la existencia de unas FFAA con poder militar, pero que no comprende o no le interesa comprender que la naturaleza dependiente de un país le impide ser realmente soberano; y, por lo tanto, impide que sus FFAA se desarrollen para atender y ser parte de la solución a los problemas y desafíos nacionales.  El nacionalismo occidentalista, terminó subordinado a los monopolios extranjeros en los sesenta y setentas, y hoy lo hará a las fracciones del capital dominante en el área geopolítica que busca integrarse: la panamericana.

 No logran comprender la cuestión de la autonomía estratégica y la soberanía como una cuestión integral, terminan en un problema en el cual contradicciones externas al país contaminan sus mentes. Y cuando decimos “problema” no son referimos a algo ideológico, o a una pelea entre sectores de las FFAA contra corrientes de izquierda, “marxistas” o lo que sea. Sino al problema que la nación enfrentó en Malvinas. Librar una guerra contra una potencia imperialista, sin entender la implicancia geopolítica del imperialismo y de la dependencia en lo que hace a las cuestiones de alineamiento en el escenario mundial, lleva a la derrota porque como dijo Clausewitz la guerra solo es la continuación o una expresión de la política.

Bueno, finalmente, como dijo la vicepresidenta, no sabemos si honestamente o no, “Malvinas nos une al 90 % de los argentinos”. Pero nos gustaría señalarle lo obvio, que ese 10 % restante que no se une tras Malvinas está a la cabeza de su gobierno y el presidente su máxima expresión.

Guillermo Martín Caviasca*. Doctor en Historia UBA / Autor de libros de historia sobre el movimiento obrero, historia militar y geopolítica / Experto en Defensa. Miembro del equipo de PIA Global

Foto de portada: EFE

Referencias:

[1] https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/246990/20210719

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Guillermo Martín Caviasca

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