El Gobierno de Argentina entró en una nueva etapa después de obtener la victoria en las Elecciones Legislativas 2025 debido, en gran medida, al salvataje financiero otorgado por el Tesoro de Estados Unidos. El escenario tiene la apariencia de una profundización de la subordinación del país sudamericano, en especial en materia de seguridad, como contraparte del rescate del proyecto libertario.
La Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) presentó la noche del jueves una nueva Política de Inteligencia Nacional, que actualiza los lineamientos vigentes hace 20 años. Ocurrió en el marco de una profunda reestructuración del órgano bajo la titularidad reciente de Cristian Auguadra y la influencia creciente del asesor presidencial Santiago Caputo.
El documento consiste en once puntos principales y comienza desde el reconocimiento de la “disputa de poder en el escenario de política exterior”, es decir el conflicto de la reconfiguración del orden mundial.
En ese marco, también subraya la “superioridad de la información y riesgo de influencia externa”. A cada punto, le corresponde un determinado monitoreo y las respectivas acciones de inteligencia.
Además, la SIDE considera al ciberespacio como un dominio operativo que permite proyectar poder de forma encubierta, incluyendo operaciones de sabotaje, espionaje y manipulación informativa.
Finalmente, establece que la contrainteligencia es una herramienta crítica para detectar interferencias, negar vectores de cooptación y contrarrestar actividades de inteligencia externas, especialmente en sectores sensibles como defensa, energía y justicia.

El órgano del Estado identifica amenazas concretas a nivel externo e interno. Sin embargo, va más allá: la sistematización de determinadas amenazas, bajo un Gobierno subordinado a Estados Unidos, significa otro paso más hacia el abismo del autoritarismo.
En el plano interno el poder proyectado de la SIDE, a través de una doctrina pública, tiene la apariencia de la institucionalización de una estrategia destinada a neutralizar las narrativas opositoras al sistema neoliberal.
Respecto al plano externo el monitoreo de la influencia externa parece obedecer a la estrategia imperialista de Estados Unidos de contrarrestar la influencia de China en Nuestra América, en especial a través del poder blando.
El hecho sucedió en el contexto de una serie de movimientos del Gobierno de Argentina en materia de política exterior, en una profundización de la posición subordinada posterior al marco del acuerdo comercial con Estados Unidos que amenaza al debilitado sector industrial.
Por su parte la exministra de Seguridad Patricia Bullrich creó el Centro Nacional Antiterrorismo (CNA. Su implementación habría sido pedida por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), un instrumento de poder del G-7 bajo la excusa del combate al Lavado de Activos, la Financiación del Terrorismo y la Financiación de la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva. También habría sido para contentar a Estados Unidos e Israel.
Justo antes de dejar el cargo, Bullrich firmó un memorándum de entendimiento con el embajador de Estados Unidos Peter Lamelas para cooperar con las Fuerzas de Tareas “El Dorado” de Nueva York, otro grupo que supuestamente combate el lavado de activos.

Estos sucesos no deben ser leídos como acciones concretas, sino como hojas de rutas escritas desde el poder duro de Estados Unidos, encarnado en el Comando Sur y el Departamento de Seguridad.
Es decir, son lineamientos que orientan la política de Argentina y establecen la subordinación desde bases profundas para el posterior desarrollo de acciones concretas que perpetúan la colonización del país.
Por supuesto, este poder duro está acompañado también del poder blando. Peter Lamelas participó la noche del jueves de un evento organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AMCHAM). Estuvieron presentes funcionarios clave del gabinete de Javier Milei. Entre ellos, el jefe de Gabinete Manuel Adorni, el canciller Pablo Quirno, el asesor presidencial Santiago Caputo, el ministro de Salud Mario Lugones, el ministro de Economía Luis Caputo, el viceministro de Economía José Luis Daza, el ministro del Interior Diego Santilli y el secretario de Coordinación de Energía y Minería Daniel González.
También estuvo el titular del JP Morgan Argentina, Facundo Gomez Minujín, en una muestra del poder que proyecta el banco norteamericano desde las propias entrañas del Gobierno de Argentina.
“A la Argentina no le prestaron atención. Y ahora, por primera vez en 40 o 50 años, los Estados Unidos están prestando atención a un pueblo grande”, dijo el embajador de Estados Unidos. Sus dichos responden a una valoración de la importancia del país en la geopolítica: tiene una ubicación estratégica y abundantes recursos naturales, un combo importante en el contexto de la valorización del Sur Global y la carrera por minerales críticos, petróleo y agua. Argentina no solo proyecta poder hacia el continente, sino que también apunta hacia la Antártida.
Otro “cóctel” para Peter Lamelas fue organizado días atrás por la Fundación Centro de Estudios Americanos (CEA), financiada por la Universidad del Salvador (USAL), la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AMCHAM) y el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Aquella noche, el embajador dijo: “Bruce ha dedicado toda su vida a las Américas. Fue instrumental en prepararme para venir como embajador”. Hablaba de Bruce Friedman, director adjunto de la Oficina de Brasil y Asuntos del Cono Sur del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Como si fuera poco, Peter Lamelas estuvo reunido con el ministro del Interior Diego Santilli. Es una muestra de la influencia del poder blando norteamericano en la relación con los gobernadores.
En ese sentido, también permite entrever que el embajador es un actor importante para el diseño de las reformas regresivas que el Poder Ejecutivo busca aprobar en el Congreso, entre ellas la reforma laboral.
De esta forma, existe un escenario de profundización de la posición subordinada del proyecto libertario respecto al imperialismo de Estados Unidos. Es posible que en el futuro inmediato los entendimientos, hasta ahora simbólicos, sean traducidos en más políticas concretas orientadas a favorecer las importaciones, destruir al debilitado sector industrial y perjudicar a los sectores populares bajo la promesa de modernización. En el mismo frente está la decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de agudizar el ajuste.
Resulta preocupante, a su vez, el estado de deserción de la oposición. El peronismo, enfrascado en una crisis interna, no confluye hacia un proyecto nacional y popular superador al modelo libertario. Los sectores sindicales, encapsulados en la Confederación General del Trabajo (CGT), no sólo quedaron obsoletos ante la precarización laboral: son cooperadores de un sistema destinado a perpetuar el coloniaje y las injusticias.
Tomas Merani* Miembro del grupo editorial de PIA Global
Foto de portada: Javier Milei./ Zuma Press

