Colaboraciones Nuestra América

Argentina: el horizonte geopolítico para enfrentar una crisis inevitable

Por Rodolfo Pablo Treber*. –
El experimento político que encabeza Javier Milei se asfixia en sus propios límites y delirios. La subordinación a los intereses norteamericanos del sistema político argentino, los expone en su cobardía y vasallaje, y constituye el único sostén de un gobierno que augura catástrofes en el horizonte de su supervivencia. ¿Cómo salimos de la crisis? El contexto geopolítico, el multipolarismo cegado por la propaganda yanqui, es una oportunidad para pensar la arquitectura de nuestro futuro. “Subordinados al norte o aliados en el sur, dependencia o protagonismo en la nueva geopolítica”.

El escenario internacional atraviesa un reordenamiento profundo que reconfigura poder, comercio, finanzas y tecnología. Al mismo tiempo, y totalmente a contramano del interés nacional, la subordinación política a los Estados Unidos bajo el gobierno de Milei adquirió una dimensión inédita, marcada no solo por el alineamiento diplomático automático ante las peores aberraciones internacionales sino por una lista extensa de concesiones militares, económicas y simbólicas que expresan una verdadera renuncia a la soberanía nacional.

Decadencia hegemónica de los Estados Unidos y Multipolarismo

La hegemonía que Estados Unidos consolidó tras la Segunda Guerra Mundial da señales de desgaste estructural: pierde peso relativo en el comercio global, sostiene déficits industriales persistentes e introduce medidas proteccionistas que contradicen su prédica histórica de “libre mercado”. Al mismo tiempo, un conjunto de potencias emergentes —articuladas en torno a los BRICS y a múltiples acuerdos Sur–Sur— impulsa una arquitectura económica más descentralizada, con nuevas rutas logísticas, mecanismos de pagos en monedas locales y financiamiento propio sin dependencia ni condicionamientos de organismo multilaterales de créditos alineados a los Estados Unidos como el FMI.

Este tránsito hacia la multipolaridad no es lineal ni exento de tensiones. Sin embargo, abre grietas en el orden financiero y comercial que, bien aprovechadas, amplían el margen de maniobra para proyectos nacionales de industrialización. La “desdolarización parcial” —acuerdos bilaterales de intercambio en monedas propias, mayor tenencia de reservas no nominadas en dólares, uso de sistemas de compensación regional— reduce la dependencia de la moneda de reserva dominante y, por ende, el poder disciplinario del sistema financiero centrado en Washington.

En Nuestra América, el ciclo de reprimarización impulsado por el esquema colonial tuvo como contracara la pérdida de densidad industrial y la subordinación logística (fletes, puertos, seguros, navieras). La integración regional productiva —no meramente arancelaria— es condición para recuperar escala, transferencia tecnológica y financiamiento para grandes obras estratégicas: energía, minería con valor agregado, siderurgia, industria naval y ferroviaria y un complejo agroindustrial con tecnología nacional.

Subordinación y concesiones al trumpismo

Totalmente a contramano de lo que el contexto geopolítico marca y de lo que el interés nacional demanda, la subordinación argentina a los Estados Unidos bajo el gobierno de Javier Milei adquirió una dimensión inédita, marcada no solo por el alineamiento diplomático automático sino por una lista extensa de concesiones políticas, militares, económicas y simbólicas que expresan una verdadera renuncia a la soberanía nacional. El vínculo no se limita a la tradicional relación con Washington como potencia hegemónica, sino que adopta un carácter ideológico, configurando una entrega abierta y orgullosa de los intereses estratégicos extranjeros sobre la Argentina.

En primer lugar, Milei se comprometió a brindar apoyo irrestricto en foros internacionales, garantizando acompañar cada iniciativa diplomática norteamericana, incluso aquellas que resultan aberrantes, como el apoyo al Estado terrorista de Israel y su genocidio en Gaza, y contrarias a los intereses nacionales y al principio histórico de no intervención. La política exterior argentina quedó así subsumida a las necesidades coyunturales de la agenda global estadounidense.

En el plano militar, se otorgó una presencia reforzada al Comando Sur en el Atlántico Sur y la Patagonia, autorizando visitas permanentes de altos mandos y acceso a instalaciones estratégicas. Estos acuerdos de cooperación en seguridad no fortalecen a las Fuerzas Armadas argentinas: las subordinan, limitando su autonomía y convirtiendo a nuestro territorio en plataforma de intereses ajenos, en particular en zonas sensibles como el Atlántico Sur y la proyección antártica.

En lo económico, se establecieron ventajas extraordinarias para empresas estadounidenses en sectores estratégicos como la energía y la minería. El litio, el petróleo y el gas fueron puestos bajo un régimen de concesiones que permite mínima tributación y libre giro de utilidades al exterior, consolidando la lógica de enclave extractivo. Estos recursos, que deberían ser la base de una industrialización nacional, pasan a engrosar las utilidades de corporaciones extranjeras con la anuencia del gobierno argentino.

En materia financiera, el alineamiento se tradujo en una renovada dependencia del FMI y del capital especulativo. El endeudamiento se presentó como un gesto de confianza hacia Washington y como prueba de lealtad al Tesoro norteamericano. Así, la Argentina no solo se ató a condicionalidades más gravosas, sino que renunció a explorar alternativas de financiamiento soberano en un mundo donde proliferan los mecanismos de cooperación Sur–Sur y multipolares.

Por último, Milei expuso con crudeza la afinidad política personal con Donald Trump, a quien reconoce como referente ideológico y político. En lugar de priorizar relaciones multilaterales con bloques regionales o globales, el gobierno argentino colocó en el centro de su política exterior la búsqueda de validación por parte del expresidente estadounidense, otorgándole un lugar de interlocutor privilegiado por encima incluso de la institucionalidad diplomática tradicional.

En conjunto, estas decisiones constituyen una agenda de subordinación integral. No se trata solo de gestos diplomáticos, sino de una estrategia de entrega de recursos, de soberanía militar y de autonomía política. El resultado inmediato es el aislamiento de la Argentina en la dinámica regional y la renuncia a aprovechar las oportunidades del orden multipolar emergente. Mientras el mundo avanza hacia una diversificación de polos de poder y hacia nuevas formas de cooperación, nuestro país queda atado a un esquema de colonia directamente administrada desde Washington.

Oportunidades estratégicas para la Argentina en el marco de la Multipolaridad

El nuevo mundo y las oportunidades extraordinarias que existen para el desarrollo nacional, marcan la urgencia de arrancar la administración colonial del gobierno nacional:

1) Financiamiento alternativo y no condicionado: acceso a líneas de crédito para infraestructura y equipamiento industrial sin los condicionamientos típicos del FMI (ajuste, privatizaciones, apertura indiscriminada).

2) Monedas locales y compensación de pagos: mecanismos de clearing regional que reduzcan la demanda de dólares para el comercio intrarregional y con socios extra–región.

3) Cadenas de valor con trabajo nacional: integración en eslabones de mayor contenido tecnológico (energía, química, metalurgia, software, bienes de capital), con acuerdos de transferencia tecnológica recíproca.

4) Logística soberana: participación en corredores bioceánicos, desarrollo portuario propio y flota mercante nacional para capturar renta de fletes y asegurar soberanía de abastecimiento.

5) Seguridad energética e industrial: vínculos que permitan planificar inversiones de largo plazo en generación, transmisión y transformación industrial de recursos (gas, petróleo, litio, cobre), priorizando el mercado interno.

Vale aclarar que la inserción al nuevo mundo, en pleno desarrollo, no es un camino de pétalos de rosas y no se encuentra exento de riesgos para los países con economías débiles y bajo desarrollo industrial previo. Sin embargo, resulta importante detectar los mismos, abordarlos, sin dejar de reconocer que es este el único camino viable para recuperar la soberanía cedida y un proyecto de desarrollo nacional.

Riesgos y amenazas

• Economías asimétricas: asociaciones con potencias emergentes pueden replicar dependencias si no se fijan condiciones claras de contenido local, transferencia tecnológica y control de la renta.

• Choques geopolíticos: la presión de Estados Unidos para alinear a la región puede traducirse en sanciones, bloqueos financieros o condicionamientos comerciales, cuyo impacto dependerá del grado de avance de las relaciones económicas con los nuevos polos de poder.

• Vulnerabilidad logística: sin flota y puertos propios, los beneficios del comercio multipolar pueden quedar neutralizados por la subordinación en transporte y seguros. En consecuencia, es necesario comprender que la solución logística debe ser el primer ítem a abordar (preferentemente con acuerdos regionales, Mercosur).

• Finanzas y nuevo ordenamiento macro: la transición de monedas y sistemas de pagos demanda coordinación cambiaria y medidas de gestión de reservas para evitar shocks de liquidez.

Lineamientos de inserción soberana

• Estrategia de doble anclaje: integración productiva regional (Mercosur–Unasur–CELAC) + acuerdos selectivos con BRICS y otros polos de poder, priorizando inversiones en sectores industriales estratégicos.

• Monetaria y financiera: ampliación de swaps multi monedas y sistemas de compensación; banca de desarrollo nacional con acuerdos de cofinanciamiento externo; regulación de la formación de activos externos y del giro de utilidades.

• Comercio exterior: nacionalización, administración estatal de comercio, divisas y de licencias estratégicas; acuerdos de largo plazo con cláusulas de contenido local y de transferencia tecnológica.

• Logística: plan nacional de puertos y astilleros; reconstrucción de la marina mercante; participación accionaria estatal en corredores logísticos regionales; seguros y clasificación de riesgos bajo jurisdicción nacional.

• Educación: consorcios público–privados orientados a I+D aplicada; articulación universidad–industria; programas de formación técnica vinculados a sectores motores.

Está claro que no se encuentra en juego solo un alineamiento diplomático: es la soberanía misma de la Nación y sus posibilidades de desarrollo. Mientras el gobierno entrega recursos, territorio y política exterior a un imperio en decadencia, el mundo multipolar abre una ventana única para reconstruir industria y trabajo. Persistir en la sumisión colonial es condenar al país a ser proveedor de materias primas baratas y mano de obra precarizada. Apostar a la integración regional y a las nuevas alianzas del sur global, en cambio, es apostar a la emancipación y al desarrollo con justicia social.

También está claro que la situación de extrema colonialidad actual es producto de que la dirigencia política nacional se encuentra alineada a los intereses norteamericanos en forma indisoluble.

La tarea es reconstruir certezas estratégias, inundar la política de urgencias populares y emergencias nacionales para repensar la salida de una crisis que se profundiza en extrema velocidad. Construir organización política y certezas estratégicas para hacer parir una fuerza política que aproveche el contexto geopolítico y permita dar pasos firmes hacia la  inconclusa liberación nacional.

Rodolfo Pablo Treber*. Analista económico , dirigente del  Encuentro Patriótico.

Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal infonativa

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