Pasó la reunión de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños, reunida en Buenos Aires el 23 y 24 de enero y uno de los temas que trascendió para el debate político fue relativo a la creación de una moneda común entre Brasil y la Argentina con proyección a la región. En efecto, en la conferencia de prensa, luego de la bilateral entre los presidentes de Fernández y Lula da Silva, éste señaló: “si dependiera de mí, tendría comercio exterior siempre con la moneda de los otros países para que no estemos dependiendo del dólar”[1] y agregó: «¿Por qué no intentar crear una moneda común con otros países del Mercosur como se intentó hacer con los países del BRICS?”[2] Se trata de un tema muy atractivo y la formulación inició un intenso debate en medios de prensa, en el ámbito académico y político. Desde el poder económico y las derechas en general se subestimó y cuestionó la propuesta y desde ámbitos de la crítica a la hegemonía se la comentó con simpatía.
En rigor, es un tema complejo que hace a las relaciones socioeconómicas, definidas por el régimen del capital y que abordar en profundidad la cuestión supone avanzar en contra del orden capitalista. No es lo que estuvo sobrevolando en las declaraciones presidenciales, pero si es lo que podemos inducir nosotros desde una perspectiva crítica y anticapitalista. La cuestión monetaria es un tema crucial en el marco de la crisis mundial capitalista, que en los últimos años incluyó guerras comerciales y monetarias. Incluso, con casi un año de guerra en Ucrania y sanciones unilaterales empujados desde EEUU, se dispararon convenios financieros y monetarios que explicitan el fin de los acuerdos mundiales de 1945 y las reestructuraciones desde la inconsulta medida de EEUU por la inconvertibilidad del dólar en 1971. Lo monetario tiene alcances globales en la disputa por la hegemonía del orden capitalista y puede pensarse en una perspectiva anticapitalista. No es novedad el tema de la moneda común para el intercambio, propuesta que se suscitó como acuerdo voluntario desde el 2008 entre el Banco Central de la Argentina y el de Brasil y luego en 2009 se extendió al intercambio entre nuestro país y Paraguay y Uruguay[3]. Son acuerdos vigentes, con escaso impacto, por falta de voluntad de las partes, sean importadores o exportadores, la banca involucrada en el comercio exterior de cada país, e incluso los propios gobiernos que no estimularon ni estimulan el intercambio en monedas locales. La gran preocupación de quienes deciden hacerse de dólares u otras divisas fuertes en el mercado capitalista mundial. Distinto sería si la opción fuera por una transformación profunda de confrontación con la hegemonía del dólar o del euro.
Entre los antecedentes está la UNASUR, que reunida en Buenos Aires en 2009 dispuso el aliento a una “nueva arquitectura financiera” (NAF), sustentada en el Banco del Sur, una propuesta asumida por 7 presidentes de la región a fines del 2007 y que hasta hoy constituye una asignatura pendiente. Claro que el imaginario era la perspectiva de un “capitalismo nacional”, ni siquiera consecuente, pero ese límite enterró cualquier posibilidad de avance con pretensión soberana en contra de la dominación transnacional del capital. Aquella propuesta de una NAF incluía la creación de un Fondo del Sur y el desarrollo de una moneda para el intercambio regional. Esta última iniciativa fue desplegada en octubre del 2009 por la Alternativa Bolivariana de los pueblos, ALBA-TCP[4] (surgido en 2006) y el Banco del ALBA[5], en donde surgió el SUCRE, el Sistema Único de Compensación Regional, al que luego adhirió Uruguay. Acá los límites a su desarrollo se asocian a las sanciones desde EEUU y sus socios globales, junto a los propios límites de los procesos de transformación socioeconómica de los países involucrados en esa dinámica de integración con pretensión alternativa.
Pasar a los hechos
Como vemos, ideas no faltan, si su materialización. No se trata de un símil euro, para poder hablar de “moneda única”, pero si de un instrumento para favorecer el intercambio comercial entre los países de la región e iniciar un rumbo de mayor integración no subordinada a la dominación del dólar u otras divisas fuertes. Es un camino para pensar en ir más allá, si es que hubiere voluntad política.
Para la Argentina, Brasil es el principal socio comercial. Pasar de una negociación voluntaria en moneda local, como ocurre ahora, a un mecanismo inducido de compensación en las monedas de curso legal, caso del real y del peso, facilita el intercambio y elimina la dependencia de las divisas hegemónicas, salvo al momento de conciliación, que podrá ser semestral o anual. Es el paso inicial para poder discutir más a fondo los cambios necesarios en el orden económico social, del país y de la región.
Asumir en la cotidianeidad de una economía monetario mercantil, la necesidad de discutir una moneda común o única nos lleva a pensar en un marco monetario integrado, que incluya una visión de transformación de los objetivos de política económica sosteniendo una lógica soberana para la resolución de las insatisfechas necesidades sociales. Claro que ello requiere una fuerte voluntad de los pueblos, para en lucha empujar procesos con pretensión revolucionaria. La reunión de la CELAC habilitó estos debates como desafíos para la política y muy especialmente para quienes imaginamos una realidad más allá del orden capitalista.
Julio Gambina*Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario.
Foto de portada: Internet
Referencias:
[1] https://twitter.com/RManifiesto/status/1617653727888039939
[2] https://www.pagina12.com.ar/517830-que-dijo-lula-da-silva-sobre-la-moneda-comun-y-el-gasoducto-
[3] BCRA. Sistema de Pagos en Moneda Local (SML), en: https://www.bcra.gob.ar/MediosPago/Sistema_de_Pagos_en_Moneda_Local.asp
[4] https://www.albatcp.org/
[5] https://bancodelalba.org/