La instalación de gobiernos de corte neofascistas a través de mecanismos electorales, debe llevar a una reflexión profunda al campo de la izquierda nacional y popular en el continente.
El fascismo que históricamente existe como una ideología política autoritaria, surgida en Italia en la década de 1920, pero que luego se extendió a otros países de Europa y América Latina, se ha ido transformando y hoy sirve a una nueva condición crítica del capitalismo en decadencia.
En su versión primaria, el fascismo se basaba en un nacionalismo extremo, chovinista, que renegaba de la democracia liberal y los derechos individuales, profundamente anticomunista y conservador. Hoy se presenta con una versión marginal y lumpen que desde el gobierno pretende caotizar los estamentos de la sociedad librando al individuo a su suerte en el mercado y apareciendo ante el mundo como un sistema servil de la política hegemónica de Estados Unidos.
Si los fundadores del fascismo y el nacional socialismo se paraban ante la humanidad como una “raza superior”, estos neofascistas del siglo XXI se presentan ante las sociedades como unos bastardos a los que no les importa absolutamente nada.
Con mentiras y prepotencia avanzan en su tarea reaccionaria y depredadora para generar las condiciones de dependencia absoluta al bloque unipolar anglo-norteamericano envistiendo contra todo lo que signifique soberanía y justicia social.
Se ensañan contra la ciencia y la educación porque el saber atenta contra su dogmatismo fanático y por qué sostener su vago relato de la realidad, solo es posible mediante un acto de fe.
Se ensañan contra el Estado del que se sirven para hacer negocios y tomar deuda que pagarán por generaciones los ciudadanos que dicen defender en nombre de la “libertad”.
Se ensañan contra la salud pública por qué desprecian a los pobres y a los sectores más vulnerables de la sociedad, los niños, los enfermos y los ancianos.
En general, saben que serán excretados por el sistema al que sirven, como la historia ha demostrado, pero el daño que generan corrompe el funcionamiento de la sociedad y las condiciones de vida de la gente.
En nuestra América del sur, la alimaña reaccionaria neofascista, se ha encaramado en varios gobiernos de la región, producto de una desidia política que corrompió a la militancia popular, que interpretó que el fin último de un proceso de cambio y transformación era llegar al gobierno, perdiendo de vista la necesidad de construir Poder Popular, y ante la catarata de acusaciones mentirosas en la mayoría de los casos y tergiversaciones sobre las acciones de gobierno o los fines que perseguía el proyecto popular de transformación, dejó a la deriva a sus pueblos, que fueron presa del discurso de odio y el sálvese quien pueda que esgrimieron para ganar elecciones y hacerse del control del Estado.
¿Argentina, Uruguay, Paraguay, Ecuador, están realmente mejor que con los gobiernos populares que supieron tener en algún momento? Estos sátrapas reaccionarios que gobiernan ¿han generado un bienestar para el conjunto de la sociedad o las han sumido en una escandalosa desigualdad y miseria? Los resultados están a la vista.
En Argentina de 2004 a 2015 la disminución de la pobreza y la indigencia son notorias y su escandaloso crecimiento a partir del 2016 también. [1] ¿Estos significa que desde 2016 la sociedad en general experimentó una mejora? No.
Según el coeficiente de Gini que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza, el mismo expresa un 0,436 en el segundo trimestre de 2024, de acuerdo a la información del INDEC, este número implica un importante aumento de la desigualdad con respecto al mismo período en el 2023, cuando el valor fue de 0,417.
Estos datos revelan pérdida de empleo y poder adquisitivo frente a la inflación y a la quita de subsidios, ya la Universidad Católica Argentina (UCA) revelaba que, en el primer trimestre de 2024, el 54,6% de los argentinos vivía en la pobreza, según el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), que marcaba un aumento significativo en comparación con el 38,8% registrado el año anterior.
No son sólo datos, son vidas humanas arrojadas del sistema por un mecanismo perverso que no tiene una razón política que lo justifique, como la caída del presupuesto en educación del 6,02% asignado en 2023, al 5,34% para este 2024, o en salud mental, donde según el artículo 32, de la ley 26.657, el Estado nacional debía destinar como mínimo el 10% de los recursos que invierte en salud para salud mental, pero ya se conoce que para fines de 2024 la inversión será del 1,82%.
Todo un despropósito que se desarrolla en detrimento de los que menos tienen en función de conformar a las mafias manipuladoras que controlan el mercado del que tanto se jacta el gobierno.
En estos 10 meses de gobierno, los pronósticos sobre el futuro de Milei y su administración han sido variados, pero más allá de lo cruel y grotesco de su accionar, queda al descubierto el inocultable manejo de la clase política decadente que lo sostiene y de los grupos económicos que lo manipulan para obtener suculentas ganancias.
Según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), de la central sindical CTA-T, hay 23 grandes empresas y grupos económicos que lograron una alta rentabilidad y ganancias netas este primer trimestre de 2024 a pesar de haber vendido menos que el año pasado,[2] apuntando a quienes sobresalieron: Aeropuertos Argentina 2000 (utilidades del 80,1% de las ventas), Metrogas (74,3%), Pampa Energía (68,3%), Aluar (52,1%), Richmond (51,2%), Mirgor (51,2%), Arcor (50,2%), Ternium (49,6%), Loma Negra (45,8%) y Banco Macro (44,9%).
Así las cosas, de apoco la calle se mueve, luego del impacto inaugural de las medidas económicas y laborales, y de la ráfaga de mentiras que concitaron la expectativa de los ingenuos y la apatía de otros, los jubilados, la comunidad educativa, los trabajadores estatales y una variada cantidad de organizaciones políticas comenzaron a ganar la iniciativa de enfrentar este proyecto.
Y esto es importante porque nuevamente el protagonismo popular avanza sobre las especulaciones electorales que piensan en las elecciones legislativas del próximo año, y comienzan a marcar la agenda. Comenzamos a vivir un momento bisagra, un parte aguas en el campo popular.
¿Qué harán los sindicatos que dicen representar a los trabajadores y los partidos políticos que dicen pertenecer al campo popular?, ¿Se sumarán a esta iniciativa o dejarán que se agote pensando en obtener curules que le den continuidad a este proyecto nefasto?
La resistencia a la política del gobierno se expresa en la calle y en las encuestas que lo muestran de acuerdo al estudio de CEOP, con una imagen positiva para Milei ubicada en 40,2%, con una caída de cuatro puntos respecto a agosto, y una imagen negativa del 56,3%. En tanto que, un 38,5% aprueba la gestión del gobierno (cayendo desde el 42,1% en agosto) y hay un 58,1% que la desaprueba, entrando en el último y más complicado trimestre del año.
En este marco, es preciso pasar a la ofensiva, desmontando el relato hipócrita con el que él y sus lacayos se dirigen a la sociedad, desenmascarando su dependencia de la agenda colonialista anglo-norteamericana, reafirmando nuestra soberanía y sentir patriótico y retomando cada día con más fuerza y unidad las calles para reafirmar, que la justicia social es un valor adquirido que ningún desclasado puede borrar de la memoria histórica de un pueblo, que la conquistó en jornadas memorables, convencidos de que cuando los de abajo no quieren, los de arriba no pueden.
Oscar Rotundo* Analista político internacional, editor de PIA Global
Foto de portada: InfoBAN
Referencias:
[1 ] https://es.statista.com/
[2] chrome extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://centrocifra.org.ar/wp-content/uploads/2024/07/Las-superganancias-de-un-selectro-grupo-de-grandes-empresas.pdf