África

Argelia se une al Banco BRICS, otro golpe a las finanzas colonialistas

Por Lorenzo María Pacini*-
Otro paso adelante para el Sur Global: Argelia ha completado su adhesión al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, convirtiéndose en miembro de pleno derecho tras su admisión en septiembre de 2024.

Esta es una medida políticamente significativa, ya que confirma el enfoque multipolar de los países de la OPEP, la mayoría de los cuales son nuevos socios de los BRICS. Además, esta medida supone un duro golpe para las finanzas colonialistas occidentales, ya que Argelia, antigua colonia francesa, es un país ubicado en el norte de África, un continente que se encuentra cada vez más en la órbita multipolar y cada vez menos en la occidental. Esta es una señal que no debe subestimarse.

La OPEP está formada por 13 países: Argelia, Angola, la República del Congo, Guinea, Irán, Gabón, Irak, Kuwait, Nigeria, Arabia Saudita, Libia, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela. Fue fundada el 14 de septiembre de 1960 en Bagdad (capital de Irak) por cinco países: Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela. Con el tiempo, el número de miembros ha aumentado. Los países pertenecen al norte, oeste, sur y centro de África, Oriente Medio y América Latina. Los Estados miembros pueden influir en los precios del petróleo, ganando así influencia en el mundo. Estos países no forman parte del Occidente colectivo, pero actualmente se encuentran entre los “países amigos” de Rusia, lo que los coloca en una confrontación latente con Occidente y la OPEP, que, con la llegada de los BRICS, está cambiando drásticamente.

La admisión al Banco BRICS exige, ante todo, promover el desarrollo sostenible y de infraestructuras en los países emergentes. Las condiciones de acceso son pocas, pero fundamentales:

  • Ser un país en desarrollo o emergente
  • Adherirse a los objetivos y principios del Banco
  • Aportar al capital con una participación suscrita de al menos 100 mil millones (calculados en dólares)
  • Adaptar la normativa de transparencia fiscal y financiera
  • No estar sujeto a sanciones internacionales graves

Argelia ha logrado cumplir con las condiciones de acceso y ahora lidera el norte de África hacia las rutas geoeconómicas de los BRICS, lo que también podría representar una importante oportunidad para otros países del África subsahariana que se preparan para unirse. Sin embargo, al mismo tiempo, existen varias dificultades. África es un continente extremadamente complejo, plagado de conflictos multidimensionales.

Cómo llegó Argelia hasta aquí

La historia económica reciente de Argelia está estrechamente ligada a la evolución del sector energético, la dinámica política interna, las presiones demográficas y los desafíos que plantea la dependencia de los ingresos petroleros. Desde su independencia en 1962, la economía argelina ha seguido una trayectoria marcada por fases de estatismo, intentos de liberalización y crisis cíclicas. Sin embargo, en las últimas décadas, desde la década de 1990 hasta la actualidad, la historia económica del país ha reflejado principalmente el difícil equilibrio entre la abundancia de recursos naturales y la incapacidad estructural para diversificar la economía.

En la década de 1990, Argelia atravesó una de sus etapas más dramáticas desde el punto de vista político y económico. Tras el fracaso del modelo socialista y planificado adoptado en décadas anteriores, el país intentó una transición hacia una economía de mercado bajo la presión de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Durante este período, se iniciaron importantes reformas estructurales, como la liberalización del comercio, la privatización de algunas empresas públicas y la reducción de los subsidios estatales.

Sin embargo, la guerra civil argelina (1991-2002), desencadenada tras la anulación de las elecciones ganadas por el Frente Islámico de Salvación (FIS), tuvo un impacto devastador en la economía: el clima de violencia e inseguridad paralizó la inversión, el comercio y el turismo, provocando una contracción del PIB y un aumento del desempleo, especialmente entre los jóvenes.

Con el fin de la guerra civil y la llegada al poder de Abdelaziz Buteflika en 1999, Argelia entró en una fase de relativa estabilidad política y crecimiento económico gracias al aumento de los precios de los hidrocarburos. El país es uno de los principales productores africanos de gas natural y petróleo, recursos que representan alrededor del 95 % de las exportaciones y más del 60 % de los ingresos estatales.

Durante la década de 2000, el gobierno lanzó un ambicioso programa de inversión pública financiado con los ingresos energéticos, denominado Programa de Apoyo a la Relación Económica (PSRE), destinado al desarrollo de infraestructuras, vivienda pública, educación y salud. Argelia también logró reducir su deuda externa y acumular importantes reservas de divisas.

Sin embargo, a pesar de esta aparente prosperidad, la economía argelina siguió dependiendo en gran medida del sector energético y fue incapaz de crear una base industrial o agrícola competitiva. Las políticas de contención social —como los subsidios generalizados y el empleo público— contribuyeron a mantener la estabilidad, pero también consolidaron una economía improductiva y dependiente de la asistencia social.

El desplome de los precios del petróleo en 2014 marcó un punto de inflexión crucial para la economía argelina. Los ingresos estatales cayeron drásticamente, ejerciendo presión sobre el presupuesto público y las reservas de divisas. Ante esta crisis, el gobierno evitó medidas impopulares como la eliminación de subsidios o la devaluación drástica de la moneda, pero se vio obligado a reducir la inversión pública y aumentar el déficit fiscal.

Este período puso claramente de manifiesto las limitaciones del modelo económico argelino: falta de diversificación, baja productividad del sector privado, el peso de la burocracia y la falta de atractivo para la inversión extranjera. El intento de reactivar la economía mediante el Plan Quinquenal 2015-2019 tuvo un impacto limitado.

2019 marcó otro punto de inflexión: un vasto movimiento de protesta popular, conocido como Hirak, condujo a la dimisión de Bouteflika tras 20 años en el poder. Este movimiento también expresó su rechazo al sistema económico clientelista e ineficiente.

El nuevo gobierno, liderado por Abdelmadjid Tebboune, ha anunciado varias reformas económicas, entre ellas la promoción del sector agrícola, el desarrollo de las pymes, la lucha contra la corrupción y la atracción de inversión extranjera. Los resultados han sido modestos hasta el momento.

El problema de la Confederación de Estados del Sahel

Mientras la Confederación de Estados del Sahel lidera la lucha por la venganza contra el colonialismo europeo en África, Argelia enfrenta dificultades con Malí. En los últimos años, el país ha lidiado con el problema de los terroristas fundamentalistas islámicos, que los han empujado hacia el sur, al Sahel, desde donde se han desplazado hacia el norte tras enfrentamientos con el ejército maliense.

El poder en Argelia está controlado en gran medida por una élite militar cuyo principal objetivo sigue siendo la preservación del orden político vigente. Si bien se han anunciado reformas con regularidad, las sucesivas constituciones han servido a menudo para fortalecer el control del ejército sobre el Estado, neutralizando a la oposición y marginando las identidades regionales. Esta excesiva centralización ha provocado una creciente pérdida de confianza en las instituciones, especialmente en las zonas periféricas.

Cabilia sigue siendo el centro neurálgico de la oposición a las autoridades centrales. Movimientos autonómicos, como el MAK (Movimiento para la Autodeterminación de Cabilia), liderado por Ferhat Mehenni, exiliado en el extranjero, son declarados ilegales y sus simpatizantes reprimidos. La persistente negativa a reconocer las especificidades culturales, lingüísticas y políticas de esta región contribuye a acentuar la ruptura con el poder central. A largo plazo, Cabilia podría considerar la independencia.

En el sur del país, las poblaciones tuareg, mozabita y saharaui aún viven en condiciones socioeconómicas muy difíciles. A pesar de la importante riqueza en hidrocarburos de estos territorios, siguen estando en gran medida marginados en términos de desarrollo, fuertemente militarizados y excluidos de los círculos de toma de decisiones. Varios movimientos, a menudo clandestinos o transnacionales, expresan aspiraciones separatistas o incluso un rechazo explícito a la autoridad de Argel, lo cual es motivo de considerable preocupación para todos los socios regionales.

El Frente Polisario, establecido en Tinduf desde hace varias décadas con el apoyo de las autoridades argelinas, sigue siendo un aliado estratégico de Argelia en la cuestión del Sáhara Occidental, en particular en la lucha contra el sionismo y en su proximidad al Eje de la Resistencia.

La inestabilidad en el sur de Argelia sigue siendo un capítulo abierto que deberá abordarse seriamente, quizás con la mediación de los BRICS; de lo contrario, será imposible reunificar el bloque africano multipolar. Cada cosa a su tiempo. Como dice un antiguo proverbio etíope: «Si tomas un extremo del palo, tomas el otro».

*Lorenzo María Pacini, Profesor asociado de Filosofía Política y Geopolítica, UniDolomiti de Belluno.Consultor en Análisis Estratégico, Inteligencia y Relaciones Internacionales.

Artículo publicado originalmente en STRATEGIC CULTURE FUNDATION

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