Desarrollamos cómo la nueva iniciativa presentada por el presidente de EE. UU. concentraba toda la atención estas semanas, con el nerviosismo europeo, la “displicencia complaciente” rusa y la atención concentrada ucraniana. También expusimos los elementos generales de la guerra que influyen en las posibilidades de que la negociación siga canales serios que permitan avanzar de acuerdo con la realidad de los combates. En esta segunda parte, revisaremos más aspectos tanto de las propuestas en discusión como de la realidad del campo de batalla.
El Campo de Batalla y la Diplomacia
En otro trabajo, presentamos nuestra definición sobre el concepto de victoria o de derrota. En ese artículo, intentábamos eliminar la simplificación de que solo existe la victoria total o la derrota total, y también la idea de que las condiciones de victoria se mantienen estables desde el inicio hasta el final. Los objetivos cambian: hay objetivos de máxima y de mínima; prioritarios y secundarios; definidos inicialmente y alternativos. Esto debe ser así tanto en la guerra como en la diplomacia, en la política… y en cualquier plan que tengamos en la vida. Tal como definen los grandes estrategas y como “la guerra es la continuación de la política”, esta es una regla en todos los campos de la vida.
Obviamente, los contendientes siempre tienen objetivos generales, pero estos deben adecuarse, a lo largo del tiempo, a las posibilidades de alcanzarlos, tanto en los métodos como en el tipo de objetivos que constituirían “la victoria” a partir del choque con la realidad. Un resultado presentado como victorioso por la propaganda de cada bando puede ser en la realidad unas tablas, o inclusive una derrota. El ejemplo más antiguo de la Batalla de Qadesh hace 3200 años y la propaganda del Faraón sobre su “victoria” sobre los Hititas, que no fue tal y confundió a los investigadores hasta tiempos recientes, vale para milenios de ejemplos.

Señalamos en algún momento que muchos imaginan una forma o un tipo de victoria con “la bandera roja flameando en las ruinas del Reichstag”. Eso podríamos decir que es una imagen de una victoria absoluta, como los hongos atómicos en Hiroshima y Nagasaki. Más allá de que adjudicar hoy la idea de la “bandera roja” a Rusia suena risible, lo cierto es que Alemania estaba prácticamente sola (Japón estaba del otro lado del mundo), los aliados y la URSS aplastaron a Alemania y ocuparon hasta el último centímetro cuadrado de su territorio. Se hicieron cargo completamente de la política, la economía, la educación y la justicia durante un período de tiempo; la mayoría de las ciudades alemanas quedaron sin piedra sobre piedra. Y de ahí se reconstruyó una nueva Alemania con una idea distinta de lo que es “ser alemán”. Los vencedores impusieron una decisión sobre cuáles serían sus formas institucionales, su ideología, anularon su proyección geopolítica, etc. Ucrania nunca fue Alemania en dimensión ni en amenaza para sus enemigos, por lo que no parece avecinarse una victoria militar de ese tipo. Además, ese tipo de victoria —como la obtenida sobre Alemania después de dos choques mundiales, Roma sobre Cartago en la tercera guerra púnica, los aqueos sobre Troya, o Cortés sobre los Mexicas (y este último se podría matizar, incluso)— son espectaculares pero las menos comunes. Lo más normal es algún tipo de acuerdo desventajoso o algún tipo de imposición más dura, pero no la destrucción del enemigo, aunque sus ejércitos sean derrotados. Inclusive hay “victorias pírricas”, pero este tampoco es el caso.
Es decir, la foto del Reichstag no es la única forma de victoria, ni la típica; debemos borrar esa imagen de nuestra mente. Sería un extremo de lo que es una victoria. Lo mismo aplica a lo que es una derrota: hay muchísimas situaciones intermedias, incluso muy poco definidas, en las que hay que pensar qué tipo de victoria se obtuvo y quién realmente obtuvo la victoria.
Pasada esta aclaración sobre el concepto de “victoria”, señalamos que ante la común dificultad de una “victoria total”, lo normal es que haya algún tipo de acuerdo que materialice el balance de fuerzas y la victoria o derrota. Como señalamos, hace ya dos años que Ucrania no desarrolla una ofensiva, y todo indica que no está en condiciones de hacerlo. Lo máximo que pareciera lograrse desde el punto de vista occidental es la cronificación in aeternum de la guerra. Ucrania depende del exterior prácticamente en todo. No queremos exagerar, ya que ha logrado avanzar en algunos aspectos de la producción local de armas y resiste con obstinación, pero eso no anuncia ninguna reversión de la tendencia. De la misma forma, Rusia pareciera poder llevar adelante la guerra por sí misma, pero no es que sea absolutamente independiente. Depende de ciertas colaboraciones —interesadas o no, indirectas o más directas— de Corea del Norte, Irán, China, India, Turquía, de todos los que le permiten seguir exportando, importando, sosteniendo sus cadenas logísticas y obteniendo recursos financieros; incluso obtiene recursos de los mismos enemigos europeos que le siguen comprando productos energéticos más caros y de forma más indirecta
Siendo así, la situación militar en el momento en el cual Donald Trump está presionando a Ucrania para que acepte condiciones de paz es claramente desfavorable para Kiev. Desde este punto de vista, el borrador inicial de 28 puntos presentado por el presidente de EE. UU. parece aceptable para ambas partes, aunque sin dudas dará lugar a correcciones o negociaciones. Ya Ucrania ha presentado un nuevo “borrador” de 20 puntos (descartamos el plan europeo por no estar destinado a negociar).
Hay varios puntos que son básicamente lógicos, como los referentes al reconocimiento de los territorios ya conquistados por Rusia: partes sustanciales de Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Luhansk (y Crimea, que más allá de algunas cuestiones de discurso, en general se admite como caso no discutible).

Hay otros varios que significarían hasta una ventaja para Ucrania, como la conservación de un gran ejército de 600 000 hombres (que podríamos pensar que está fuera de sus capacidades propias, incluso). Hay varios más ambiguos que significan transformar a Ucrania en un estado con una soberanía limitada, como ciertas cuestiones que se relacionan con la limitación en relaciones internacionales o ideológicas y culturales internas; sin embargo, eso depende de cómo se interpreten. ¿Qué es “prohibir el nazismo”? Sin dudas, cosas opuestas para Rusia y para los europeos occidentales. La tolerancia a minorías y lenguas, etc. Quizás se intente limitar el “nacionalismo” ucraniano (recordemos que Ucrania es una nación no muy definida y está en un proceso de construcción de su identidad por parte de los nacionalistas) o no poder formar parte de alianzas. Se refiere específicamente a la OTAN, no a la UE; sin embargo, nada impide que el ejército ucraniano sea de hecho un ejército OTAN, con inteligencia integrada a países de la OTAN (como Inglaterra), etc.
La única cuestión de largo plazo que Rusia podría hacer para cambiar una correlación de fuerzas interna en la Ucrania que quede es, a lo largo de unas décadas, mediante la religión ortodoxa rusa y las escuelas de ruso, más algunos políticos que puedan ser recuperados para Rusia en la hipercorrupta Ucrania, lograr construir una tendencia política favorable. Aunque no debemos dejar de tener en cuenta que, justamente, ese 20 % de Ucrania que pasa a ser Rusia era donde se encontraba la mayoría “prorrusa”. Más años de guerra… la voluntad del pueblo ucraniano no creo que sea favorable a Moscú, de ninguna forma. Lo más doloroso es sin dudas la retirada del Donbas, pero eso, como ya señalamos, es casi “un ahorro de sangre” para algo que parece que sucederá en un tiempo más o menos prolongado. La determinación rusa es clara y nada indica que algo la haga cambiar en un año. Las posibilidades y expectativas despertadas por esta nueva etapa diplomática se sustentan en que parte de un reconocimiento de una realidad que las élites de la UE no quieren ver.

Por otro lado, es interesante ver cómo naufraga el “mundo basado en normas” que la élite liberal buscó articular con la “globalización”, la destrucción de la clase obrera homogénea y la subsunción de los estados nacionales y la economía nacional al capital global, especialmente financiero. Son varios temas convergentes: “orden liberal basado en normas”, deslocalización y globalización del capital, segmentación y destrucción del movimiento obrero, y eliminación de los estados nacionales soberanos clásicos. El primer punto es el que más nos interesa: la utopía liberal wilsoniana: un orden supranacional (garantizado desde el poder militar de EE. UU., la hegemonía del dólar y el libre mercado como integrador).
El realismo se impone, en verdad por necesidad. Diversos países de mediana o gran envergadura buscan un “lugar bajo el sol” para sus élites nacionales y también (hay que señalarlo) para sus pueblos, lugar que la globalización no les daba. El acuerdo posible entre Trump y Putin es de un realismo extremo donde lo que vale es la fuerza y las fronteras se subordinan a ella. Si bien a los argentinos la legalidad del “mundo basado en normas” nos perjudicó en términos reales, lo cierto es que este nuevo mundo de relaciones de fuerza nos interpela en el peor momento de nuestra historia.
En definitiva ¿Quién puede dudar que en el mundo los estados son equivalentes? ¿O que Fiyi tiene el mismo nivel de soberanía que China? La soberanía real y su nivel tienen que ver con el poder nacional, la capacidad de lograrla en un mundo complejo y disputado, y el poder que algunas potencias ejercen sobre otras de acuerdo a dónde estás ubicado como país. Es el tema de las “fronteras geopolíticas” (que tiene un parecido con las “esferas de influencia”, pero no es lo mismo). Entendiendo esto, se puede entender mejor el mundo real. Lo cierto es que Ucrania está al lado de Rusia y es parte de su “frontera geopolítica”. Solo una derrota completa de Rusia evitaría esto, o que al menos una parte de Ucrania sea parte del espacio geopolítico ruso y los intereses rusos estén siempre atentos a Ucrania (lo mismo podríamos decir para América Latina y EE. UU.).
Este borrador de acuerdo (casualmente o no) se presenta en un momento en el cual en varios sectores del Frente las fuerzas rusas están por lograr victorias significativas (significativas al nivel de esta guerra, aclaramos). Con la inminente toma de Pokrovsk y Mynohrad (suponemos que para cuando salga este artículo las fuerzas embolsadas se habrán rendido), un aparente “desborde” en Zaporiyia (todo mediado por cómo la propaganda de los bandos amplifica o escamotea la realidad). Y quizás lo que puede ser un gran hecho para la propaganda rusa: la rendición de cientos (quizás miles) de hombres en el cerco de Mynohrad, lo que no es menor.
Ya en el otro artículo señalamos que si hace ya un par de semanas mirábamos el mapa, podíamos ver la formación de un embolsamiento de una cantidad de efectivos; no sabíamos cuántos. ¿Cuántas tropas defendían Pokrovsk? ¿Decenas de miles? ¿O muchos drones? ¿Con menos efectivos reales? Pero la bolsa ya se anunciaba desde hace meses. Un cerco operativo era visible. Y ahora es un cerco completo. Claro, asumimos que los mandos ucranianos no habrán dejado dentro de esa bolsa tan anunciada a decenas de miles de hombres. Pero todo parece indicar que unos cuantos cientos y quizás unos pocos miles pueden haber quedado atrapados, lo que desde nuestro punto de vista es un error militar claro (y un acierto ruso). Los mandos ucranianos debieron haber evacuado esas posiciones previamente antes de que quedaran cercadas.
Lo que sí sabemos es que, si las fuerzas ucranianas no cayeron rápido (aún resisten en Mynohrad), es porque no son tan pocas ni tan débiles. Y en caso de que estas tropas permanezcan cercadas y se rindan en un periodo de tiempo razonablemente corto, veremos por primera vez, después de la batalla de Mariúpol allá al inicio de la Guerra en 2022, una cantidad importante de soldados ucranianos (no unos poquitos o algunas decenas), sino algunos cientos como mínimo, desfilar rendidos ante las cámaras rusas. Quizá estos números no impliquen tanto en la realidad del frente, no lo sabemos, pero el impacto en este momento de negociaciones será importante. No sabemos qué habrán planificado los ucranianos, si habrán dejado esas tropas como cebo para retrasar el avance ruso y construir otro tipo de fortificaciones que les permitan frenar el avance, o si, después de este colapso, los rusos avanzarán algunas decenas de kilómetros más, sentando las bases para lo que va a ser la batalla del año que viene sobre Kramatorsk.
También podemos intuir que la guerra que se disputa en el campo de batalla, se disputa también en la diplomacia y se disputa en la propaganda. Se disputa en forma híbrida en la manera en que cada uno de los bandos presenta ante el enemigo, ante los políticos, ante los comunicadores, ante las sociedades que están expectantes de qué hacer con este conflicto, el desarrollo del mismo. Así, el resultado de esta batalla por un bastión presentado como fundamental, cuando cae en el momento de las negociaciones, coloca a Zelenski en dificultades para presentar a Ucrania con viabilidad de revertir la tendencia de la guerra, y por lo tanto, corregir en forma significativa la propuesta de Trump.
Por otro lado, no sabemos si por casualidad o no, justamente en este momento en que deben sentarse a negociar, salen a luz escándalos de corrupción que salpican gravemente al presidente ucraniano. Podría esto también encontrarse en el marco de una guerra híbrida. Un gobierno corrupto como el gobierno ucraniano, un Estado corrupto como era el Estado ucraniano antes de la guerra y lo siguió siendo, es indudable que debe tener muchas “carpetas” para que un adversario pueda jugar en un momento clave para debilitar al enemigo, no solo en el terreno de los soldados que combaten, sino en el terreno general político y moral de la guerra. Porque la guerra es mucho más que los soldados que combaten; todos los demás planos —el económico, el moral, el apoyo internacional, la opinión— definen y afectan a los mismos soldados que están en el frente: la “voluntad” es voluntad nacional, y en el caso ucraniano, voluntad internacional.
La contrapropuesta europea carece de sentido. De hecho, no fue tomada ni por Zelenski. No sabemos si los europeos la hicieron para “fijar una posición simbólica” o si carecen de sentido de la realidad: una propuesta que equivale a la derrota de Rusia, en este momento, es ridícula. La discusión en desarrollo entre los ucranianos y EE. UU. es más realista, quizás solo lo sea porque los ucranianos quieren “ganar tiempo”. Aunque en estos momentos el “tiempo” juega a favor de Rusia, que paso a paso continúa avanzando y la línea de frente se corre cada día unos kilómetros en algún lugar, mientras que las FFAA ucranianas acusan un desgaste mayor que las rusas. La realidad de la situación de Ucrania en general —económica, social, de posibilidades de reclutamiento, moral— como ya hemos señalado, se encuentra notablemente desbalanceada a favor de Rusia. Aunque fuera, en el mejor de los casos para los de Kiev, Rusia en apariencia podría continuar su esfuerzo por uno o dos años más… demasiado. Los indicadores negativos económicos y financieros para Rusia que asoman (son reales, tal como muestra el BC ruso) no son inmediatos.
Es lógico que Zelenski quiera evitar ceder territorios que las FFAA rusas no conquistaron en el campo de batalla y que conquistarlos quizás les llevaría al menos un año más al ritmo más rápido de esta guerra, más aún siendo el Donbás el lugar donde Ucrania tiene sus principales defensas. Pero la realidad se impone a la idea. Evidentemente, las aspiraciones ucranianas de recuperar los territorios que Rusia ocupa son imposibles. Quizás deseen un acuerdo que no reconozca las zonas ocupadas, o les deje legalmente la puerta abierta para que Ucrania los reclame o intente recuperarlos en un futuro hipotético, cuestión que Moscú sabe e intenta colocar los máximos resguardos posibles para que no suceda. Es por ello principalmente que los europeos occidentales hablan de “alto el fuego” y no “acuerdo de paz”. La propuesta de Trump realiza un reconocimiento de hecho que a la larga puede ser de derecho
Algunos datos y apreciaciones sobre la cuestión militar
Cuáles son los hechos que pueden significar algo positivo para Ucrania en esta etapa de la guerra: Uno, el bombardeo estratégico. Y dos, la campaña en el Mar Negro.

El segundo es sencillo de ver: la flota rusa sufrió desde el inicio de la guerra fuertes golpes y la base de Sebastopol fue neutralizada. El bloqueo ruso se debió alejar de las costas, lo que evita el bombardeo naval sobre la región de Odesa y sin dudas dificulta la realización de una operación contra esa ciudad, en la que los nacionalistas rusos más extremos insisten. Sin embargo, este tema debe ser visto desde una perspectiva específica que es la evolución del arte de la guerra naval debido a la introducción de nuevas armas, que el Mar Negro es un mar cerrado y ciertos problemas de mantenimiento de algunas naves como el Moskva. Sin dudas, la evolución de la estrategia naval es algo a tener en cuenta para los estados mayores de las armadas del mundo. Además, Ucrania mejora su capacidad de ataque sobre instalaciones portuarias rusas en la costa del Cáucaso, lo que se relaciona con su estrategia de golpear intereses económicos clave.
El otro tema es la guerra en el plano del bombardeo estratégico. Rusia se mueve en dos planos. Uno, el de la “disuasión” hacia los Aliados occidentales. El arsenal nuclear ruso y sus misiles modernos aparecen en momentos más tensos como un llamado de atención a los europeos, algo así como un “ojito… no se pasen porque estos pueden llegar a golpearlos de una forma que ustedes van a sufrir mucho y en forma inevitable”. Eso no es poco, ya que es un discurso que penetra la discusión pública en el occidente geopolítico. Y que tiene como resultado posible el hecho de limitar la provisión de misiles de largo alcance a Kiev. De hecho, la amenaza rusa en ese terreno es clave para las vacilaciones en dotar a los ucranianos de nuevo y más eficaz armamento, lo que sin dudas es paradójico para quienes impulsan la guerra. Aunque quizás solo lo sea porque lo que hay en Europa es una “discusión” al respecto que se salda paso a paso hacia el bando guerrerista, pero no en forma inmediata. También hay que tener en cuenta que esta dificultad de provisión de armas más numerosas y más potentes es también consecuencia de las carencias europeas a nivel industrial, consecuencia de la desterritorialización del capital y la pérdida de control sobre sus cadenas logísticas, y no solo del miedo a escalar con Rusia.
Por otro lado, en un plano “más bajo”, en la campaña estratégica de destrucción de infraestructura entre ambos bandos estamos ante una escalada notoria. Los rusos han mantenido bombardeos desde el inicio de la guerra, aunque no siempre excesivamente intensos. Solo con la producción masiva de drones más baratos, estos se han incrementado, obligando a los ucranianos a disponer de ayuda que les permita detener las periódicas lluvias de drones y misiles. De hecho, Rusia ha focalizado antes del invierno en la destrucción de las centrales eléctricas y la infraestructura energética ucraniana para someter al frío al país.
Pero los ucranianos han mejorado sus apuestas. Desde sabotajes hechos por infiltración de agentes, o atentados terroristas en algunos casos, combinados con ataques a la retaguardia inmediata con artillería de precisión y misiles de corto alcance dañando todo lo que está detrás de la línea de frente y la frontera (centros de mando y logísticos inmediatos de las unidades). Ahora han aumentado sus capacidades y focalizado sus ataques contra la infraestructura energética rusa con un éxito importante, haciendo caer la producción de forma que se han producido escaseces en el mercado interno en las estaciones de servicio, por ejemplo. Sin ser monodependiente, lo cierto es que la exportación de energía es un punto débil ruso, y los ucranianos atacan refinerías, oleoductos, puertos y ahora barcos petroleros. Sin dudas, el punto más auspicioso para ellos (quizás el único real). Y no es menor, aunque solo es válido en el largo plazo y suponiendo que puedan seguir escalando los ataques.
La evolución táctica y la infiltración
Señalamos al principio de esta nota que no íbamos a abordar aspectos tácticos muy específicos, ya que no es lo más destacado a analizar en la actual situación y porque veníamos en otras notas y artículos anteriores señalando los cambios y el aprendizaje que ambas fuerzas desarrollaron a lo largo de esta guerra, adaptándose a las nuevas innovaciones tecnológicas de la actual revolución militar. Pero es bueno hacer un pequeño apéndice en el cual indicamos cómo ha seguido evolucionando esta situación.
Primero, el marco más general. No son solo “drones”, es guerra electrónica incorporada a todo nivel y tipo de armas, inteligencia, etc. Y cuando hablamos de drones lo hacemos desde los famosos Bayraktar turcos (grandes drones que son plataforma de ataque), hasta pequeños drones domésticos con una granada incorporada, drones kamikaze de todo tipo, drones de observación, filoguiados, de diverso alcance y precisión, etc.
Los rusos han avanzado notoriamente en su capacidad de desplegar drones en el campo de batalla. Recordemos que los ucranianos habían partido con ventaja y mantuvieron esta ventaja bastante tiempo, lo que dio la capacidad de frenar las ofensivas rusas y provocarles muchas bajas en el campo de batalla, cuando sus unidades acorazadas se desplazaban, o cuando sus unidades de tierra de infantería intentaban tomar posiciones o trasladarse a lo largo la zona de nadie o lanzar un ataque con concentración de fuerzas. Es un campo completamente iluminado. Iluminado justamente no solo a través de satélites o fotografías aéreas, sino a través de enjambres de drones que rondan y vigilan permanentemente el campo de batalla. Era muy difícil que una unidad de mediana envergadura se pudiera desplazar. Eso provocó que cada vez se fueran suplantando las operaciones de unidades tipo batallón, a tipo compañía, a unidades menores tipo pelotón e inclusive menores, pequeñas escuadras, y que las unidades blindadas fueran saliendo al campo de batalla salvo en condiciones muy particulares. Solo recordemos los desastres rusos en el intento de cruzar el río Donetsk o el primer asalto a Vuhledar, donde una cantidad significativa de material blindado terminó en chatarra. Sorprende que un año después los ucranianos cometieron el mismo fallo en Zaporiyia, pero en mayor escala aún. Todos aprendieron, con sangre.
Los rusos asimilaron esta innovación. Primero, al conseguir a través de terceros, por ejemplo, Irán (que ya tenía una doctrina que incorporaba estas armas) el material necesario para empezar a equilibrar esa diferencia. Después, pusieron sus propias plantas a producir sus propios drones. Consiguieron la logística necesaria para hacerlo, y hoy están en condiciones de producir cantidades ingentes de los mismos, igualando primero y superando en cantidad a Kiev. En el campo de batalla encontramos unidades específicas de drones, inclusive a nivel brigada, que cubren en el caso ucraniano a zonas completas del frente. Y entonces se crean unidades que buscan atacar a las centrales donde se encuentran los operadores que los manejan, y así se desarrolla un nuevo tipo de operación.
Ya explicamos la situación de riesgo grave a que se expone un combatiente al atravesar la zona de nadie, es decir, los lugares de las defensas propias hacia las zonas que hay que conquistar, atacar o tomar posiciones enemigas, hay algunos kilómetros. Este movimiento había que hacerlo de una forma rápida, en pequeños grupos, en momentos específicos y rápidamente. Es una táctica de “infiltración” pero como doctrina para la ofensiva, ya no como “comandos de saboteadores”. Recordemos el nudo gordiano que enfrentaron las fuerzas de infantería en la Primera Guerra Mundial con las masacres al atravesar la tierra de nadie a pecho descubierto. Hubo diferentes formas de intentar superar este estancamiento. De hecho, hasta la doctrina blindada y de armas combinadas alemana la cuestión no se solucionó en la práctica; sin embargo, ya hacia fines de la guerra los bandos habían experimentado con tanques y los alemanes con Sturmtruppen, unidades especiales de infantería que buscaban mediante la habilidad romper las líneas enemigas. Estamos en esa situación. Antes eran las ametralladoras, hoy son los drones.
Veamos un ejemplo de cómo opera este esquema ofensivo táctico en los hechos del brazo norte de la pinza de Pokrovsk. Allí se produjo hace dos meses un gran avance en forma de una cuña que amenazaba con hacer colapsar todo el Frente Ucraniano cortando algunas líneas claves para la logística de la retaguardia. Pequeñas unidades se “infiltraron” unos kilómetros sin encontrar resistencia, sin ser detectadas por los drones, fueron reforzadas e intentaron consolidar esa posición. Ciertamente, el ejército ucraniano tomó nota de la grave amenaza y envió a sus mejores reservas para recuperar el territorio, eliminando la cuña rusa en un mes de combates: el Cuerpo Azov, y tuvo éxito. Pero solo en ese lugar.
Paralelamente, los analistas occidentales y rusos daban cuenta de la presencia de “pequeños grupos de infiltración” en el interior de la ciudad de Pokrovsk. En general, se señalaba que no implicaban un control del territorio, sino que eran maniobras de comandos de saboteadores, de tanteo, de distracción. Sin embargo, pasando las semanas, y ya los meses, lo cierto es que esos “grupos de infiltración” se transformaron en fuerzas que han ocupado la ciudad. O sea, lo que hemos visto es que nos encontramos ante una doctrina operativa táctica que se ha incorporado o por lo menos se ha desarrollado en estas últimas operaciones.
La fuerza rusa, en grupos muy pequeños, se infiltra en el Frente Ucraniano, aprovechan el clima, usan elementos sencillos para ganar velocidad y van tomando posiciones. Estas posiciones no son simplemente un grupo de reconocimiento en fuerza, sino que son pequeños grupos que se van asentando en diferentes lugares en los cuales el Frente Ucraniano, que es menos denso que el ruso, puede ser penetrado. La línea de frente ucraniana, recordemos, está constituida por algunas posiciones fortificadas y el resto de la zona está vigilada a través de esta iluminación con los drones. Pero si vos infiltras en momentos precisos donde no hay personas reales, pequeños grupos, sea en el campo o sea la ciudad, te encontrás en algún momento en condiciones de realmente ocupar ese pequeño espacio. Y así vas infiltrando cada vez más gente, vas resistiendo los contraataques, vas resistiendo y vas ocupando la posición. Entonces lo que parece ser una zona en disputa es una zona conquistada con una pequeña infiltración que no es una maniobra fácilmente detectable como de importancia. Así se señalaba que esa posición rusa no era tal, sería recuperada porque eran nada más que grupos de reconocimiento, algún comando que se metió para hacer una operación X, pero termina siendo en realidad la doctrina de avance que permite ocupar la posición. Y esa doctrina fue la que permitió ocupar prácticamente toda la ciudad de Pokrovsk.
Las fuentes occidentales insistían en que la línea de frente estaba en la periferia de la ciudad, la periferia oeste y la periferia sur, y que todo lo demás era infiltración que pronto sería eliminada. Pero después de un mes, esos grupos de infiltración no habían sido eliminados, sino que cada vez eran más, tenían más presencia, y llegaron a que hace unas pocas semanas los ucranianos estaban en la periferia norte y en la periferia este y los rusos habían ocupado toda la población. Ya no había un cerco operativo, sino prácticamente un cerco completo de las fuerzas ucranianas que defendían las posiciones, refugiados y cercados en Mynohrad intentando preservar la última línea de comunicación.
Es interesante para nosotros analizar en esta batalla, una cuestión (y eso se sabrá con el tiempo posteriormente cuando seamos ajenos a los relatos y podamos evaluar cómo se desarrollaron estos combates). Porque uno puede pensar que la concentración de los ucranianos necesaria para eliminar esta pinza norte fue lo que dejó a los ucranianos sin sus mejores hombres, sus mejores reservas, para poder contraatacar y sostener la posición de Pokrovsk y Mynohrad. Mientras tanto, esos días los ucranianos eliminaron la punta de lanza norte, pero perdieron las ciudades que defendían.
En conclusión, la nueva guerra, las nuevas armas, el campo muy iluminado, nos muestra en estos últimos meses operaciones con grupos muy pequeños que se infiltran en una línea muy poco densa en hombres, que es la ucraniana, y así en diferentes momentos logran penetrar y hacer que esa línea deje de ser una línea y se transforme en algo disuelto que obliga a los ucranianos a entrar en un combate confuso y finalmente a tener que retirarse. Aprovechan el clima, la niebla, todo lo que “oscurezca” el campo de batalla.
Así es como los rusos van consiguiendo pequeñas victorias en el marco de una línea de operaciones que eslabonadas hacen a una victoria mayor, y la toma final de esta ciudad. Es de destacar, e insistimos para no caer en exitismo, repetimos que la toma de Pokrovsk ha sido una batalla de muchos meses. No necesariamente implica el derrumbe del Frente Ucraniano, como no sucedió antes. En términos aritméticos, la guerra podría prolongarse años. Pero también en términos aritméticos, implicaría una constante de retroceso para Ucrania. Lo que sin dudas es una imagen poderosa en el campo de las actuales negociaciones diplomáticas, que los rusos se preocupan por amplificar y los ucranianos no pueden ocultar.
Guillermo Martín Caviasca* Doctor en Historia UBA / Autor de libros de historia sobre el movimiento obrero, historia militar y geopolítica / Experto en Defensa. Miembro del equipo de PIA Global
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