Esta situación de estancamiento ha provocado en Alemania -tras amargas derrotas electorales y una crisis económica que parecía olvidada, por aquellos lares- también el repentino cierre del gobierno ‘semáforo’, el formado entre socialdemócratas, verdes y liberales ‘amarillos’.
Anoche, el canciller rosado, Olaf Scholz, pidió al presidente de la República que «despidiera» a Christian Lindner, ministro de Finanzas y líder de los liberales.
Lo hizo al final de un duro tira y afloja y resumió las razones en una larga carta, cuyos puntos clave son:
«garantizar unos costes energéticos asequibles y limitar las tarifas de red para nuestras empresas.
– un paquete que garantice puestos de trabajo en el sector del automóvil en la industria y en muchas empresas proveedoras.
–introducción y mejora de las posibilidades de amortización fiscal, para que las empresas puedan invertir en Alemania como emplazamiento.
–mayor apoyo a Ucrania, que se enfrenta a un invierno difícil«.
Es bastante fácil ver las contradicciones. En efecto, el coste de la energía se ha disparado -tanto para las empresas como para los ciudadanos de a pie- debido a la destrucción del gasoducto North Stream, que garantizaba gas ruso barato. La justicia alemana, tras un año de investigación, ha identificado a los responsables: los servicios secretos ucranianos, ayudados por los servicios secretos británicos y estadounidenses.
A pesar de ello, el gobierno del «semáforo» planea, al parecer, aumentar la ayuda económica y militar a la junta de Zelensky, al tiempo que prohíbe mencionar -en los medios de comunicación y en el debate público- que es precisamente Kiev la responsable de las actuales dificultades de abastecimiento energético de Alemania.
La situación económica general también es muy mala. Ayer mismo, la Oficina Federal de Estadística (Destatis) informó de que la producción industrial en Alemania cayó en septiembre un 2,5% respecto al mes anterior y un 4,6% respecto al mismo mes de 2023.
Ya es sabido que el sector europeo del automóvil, que tiene en Alemania su pivote de mayor calidad, se enfrenta a una violenta caída de las ventas de todas las grandes marcas (Volkswagen-Audi, Porsche, Mercedes y Bmw), debido también al empeoramiento de las relaciones con China (un mercado tres veces mayor que el europeo).
Así pues, los cierres de fábricas en Alemania y los despidos masivos están a la orden del día.
La «paz social» construida sobre buenos salarios, seguridad en el empleo, bienestar generalizado, está ahora en peligro. Y lo está desde principios del nuevo siglo y precisamente por responsabilidad de los socialdemócratas, que -en tiempos del gobierno Schroeder- introdujeron los ‘minijobs’ y los relativos minisalarios. Es decir, la precariedad y los salarios de hambre….
En el Este, algunas elecciones locales han registrado así la casi desaparición del SPD del canciller en funciones, el avance de los neonazis del Afd y de la lista de izquierdas de Sahra Wagenknecht (con, sin embargo, muy malas posiciones en materia de inmigración), el ‘hold’ democristiano y la casi desaparición de Verdes y Liberales.
En resumen, el marco político oficial ya no se corresponde con el equilibrio y el estado de ánimo del país. Y todos se reposicionan para aumentar su consenso o al menos no desaparecer (es el caso de los liberales, que ahora están por debajo del umbral del 5%).
Peor aún, la aplastante victoria de Trump -mencionada no por casualidad en la carta de Scholz- pone a toda la Unión Europea en una situación insostenible, incluso antes de que el magnate regrese físicamente a la Casa de Blanca y empiece a tomar decisiones acordes con su programa electoral. Ante todo, aranceles contra las importaciones de China y Europa.
«Los socialdemócratas y los Verdes », escribe Scholz, «opinan de hecho que el cambio radical en Washington obliga a los tres partidos que han llegado a las manos a permanecer en la silla de montar, a dotar a los alemanes de un presupuesto y a defenderse de las consecuencias, incluso económicas, de las elecciones estadounidenses. Los liberales, en cambio, se inclinan por la línea contraria: es precisamente el voto estadounidense el que obliga a los alemanes a cambiar de rumbo inmediatamente, reaccionando a la crisis con un endurecimiento de las cuentas.»
Más austeridad, en definitiva, esta vez en el país líder de la Unión, que tanto había ganado con la austeridad impuesta a los demás Estados miembros, o -como proponía el dúo Spd-Verdes- «más libertad financiera».
En pocas palabras, más gasto deficitario y un aumento de la deuda pública, hasta ahora contenida dentro del canónico y cómodo 60% del PIB estipulado en los acuerdos de Maastricht.
Es el mismo dilema que ahora golpea como un mazazo a toda la Unión Europea: programar una «deuda pública común», lanzando los odiados eurobonos, para sostener tanto el aumento del gasto militar (regalo de Estados Unidos para apoyar a Ucrania y aumentar la financiación de la OTAN) como las inversiones necesarias para reforzar un crecimiento ahora negativo y salvaguardar esa parte del «estado del bienestar» indispensable para frenar la «ola negra» (y en parte también la «ola roja») que surge de las capas más pobres de un país que ha perdido sus certezas.
En el plano estrictamente político, la crisis real se formalizará tras la aprobación de la «ley de estabilidad», aprobada únicamente con los votos a favor del Spd y los Verdes. Después, elecciones anticipadas, quizás ya en marzo.
Un salto al vacío, ciertamente, porque nadie sabe en qué mundo viviremos dentro de cinco meses.
*Dante Barontini, Editorialista del periódico digital italiano Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada: extraída de Contropiano.