“Alemania va a sufrir una pérdida de bienestar”. Con estas palabras presentaban esta semana cuatro institutos económicos su funesto pronóstico para los próximos meses, que incluye la entrada del país en recesión, es decir, una bajada en la actividad económica. Los precios han subido ya de media un 10% en el último mes, un dato de inflación sin parangón desde la Segunda Guerra Mundial en la mayor economía europea. El precio de la energía casi se ha duplicado y el de los alimentos ha subido de media un 19%. Y el aumento no sería más que el principio, vaticinan los expertos, ya que buena parte del incremento de los precios de producción aún no se habría pasado a las facturas de los comercios.
Las empresas están preocupadas por la crisis energética y han expresado su preocupación en un estudio del Instituto ifo, que recuerda que el país viene de una crisis durante la pandemia y la economía aún no se había recuperado. Los despidos o reducciones de jornadas resultantes de la coyuntura dependerán de la evolución del precio de la electricidad, aseguran. La Asociación del Comercio Alemana (HDE) escribía en una carta abierta al Ministro Federal de Economía, Robert Habeck del partido verde Die Grüne, que los minoristas se encuentran ante una situación “que amenaza claramente sus existencias”. Los “costos de energía explosivos” hacen que 16.000 empresas puedan tener que declararse en quiebra hasta finales de año.
Empresas importantes han paralizado la producción como ArcelorMittal, la mayor siderúrgica mundial, que ha detenido su producción en dos plantas del norte del país, porque asegura que “ahora mismo no es rentable producir allí”. Como esta multinacional, miles de empresas alemanas se están planteando trasladar la producción a otros países: una de cada cinco empresas de componentes para automóviles tiene planes en esa dirección según la Asociación de la Industria del Automóvil VDA. Esto es solo un sector concreto, ya que las grandes industrias que necesitan mucha energía en su producción son las que se están viendo más afectadas.
Compras de gas y petróleo desesperadas
Hace dos semanas asistíamos a la socialización de las pérdidas: el gobierno alemán anunciaba la nacionalización de la distribuidora de gas Uniper, que hasta ahora pertenecía a Rusia, en una operación que costará 8.500 millones de euros al fisco alemán. La energética había entrado en números rojos debido a las compras de combustible en los mercados internacionales. La decisión de Alemania y de la Unión Europea de sancionar a Rusia y de prescindir de sus combustibles ha llevado a las suministradoras alemanas a pagar precios mucho más altos en otros mercados. El gasoducto Nord Stream, que abastecía hasta un 40% de las necesidades energéticas alemanas, está paralizado y desde principios de la semana pasada inutilizado tras un ataque en alta mar cuya autoría aún se desconoce.
Una carrera desesperada contra el tiempo para llenar las reservas de gas del país antes de empezar el invierno que las empresas energéticas internacionales han aprovechado para vender su mercancía a un precio muchas veces mayor del que se pagaba hasta el momento. En la prensa y en las redes sociales hay cientos de ejemplos de familias y empresas que han visto cómo sus facturas del gas se multiplicaban por tres, cuatro, cinco… Dependiendo del distribuidor y del precio al que éste hubiera comprado el combustible. Un ejemplo: una familia que pagaba hasta ahora 92 euros y a partir del uno de octubre debería pagar 3.192 euros al mes. Es un ejemplo extremo, lo “normal” en la mayoría de casos son 700, 800 o 900 euros. Un monto que una familia media no puede pagar al mes y que se suma al aumento de todo lo pagable que existe desde hace meses.
Es así que en aras de sancionar a un país que ha invadido a otro, que no respeta la soberanía y está cometiendo crímenes de guerra, según la argumentación, Alemania está comprando energía a otros países que también han invadido, que llevan a cabo guerras y que cometen crímenes contra la humanidad como Arabia Saudí, Azerbaiyán o los Estados Unidos. La situación es tan desesperada, que el gobierno de coalición, del que forma parte el partido verde, anti-energía atómica por excelencia, va a prolongar la vida de dos centrales nucleares que se iban a cerrar a finales de 2022. Todo sea dicho, el gobierno alemán está promocionando también la construcción de instalaciones de energías renovables a un tiempo récord.
Planes de “ayudas” a empresas y particulares
El gobierno alemán está haciendo malabares para saltarse una regla que su país impuso a otros en Europa durante la burbuja inmobiliaria. El freno de la deuda introducido en la constitución que había sido desactivado durante la pandemia vuelve a ser evadido de otra forma: “Deudas que no se llaman deudas”, titula con mucho acierto la televisión pública. 200.000 millones en “ayudas” (en realidad es su dinero, de sus impuestos) para ciudadanos y empresas componen el fondo extraordinario que el gobierno presentaba el jueves 29 y que no entra dentro del balance general de presupuestos. (Al igual que los 100.000 millones para el ejército que ya anunció el canciller y aprobó el Bundestag).
Las empresas dispondrán de un fondo de 60.000 millones de euros en créditos estatales sin intereses para hacer frente a las facturas energéticas. Las facturas de luz y gas se limitarán para un consumo medio estipulado, pagando el estado el resto del monto y se baja el IVA del gas. Los trabajadores reciben con la nómina de octubre 300 euros, así como los jubilados, mientras los estudiantes reciben 200 euros y por cada hijo 100 euros más. Se está planeando un billete de transporte reducido después de que durante tres meses este verano se pudiera viajar por todo el país por nueve euros al mes en el transporte público. Han reducido también los impuestos para las familias y aumentado la horquilla de personas que pueden recibir ayudas por el alquiler, abarcando a más de un millón de unidades familiares más que hasta ahora.
Por ver está si las medidas del gobierno de coalición reanimarán a la economía alemana en medio de la crisis climática que acecha al planeta y si los precios de la energía bajan hasta el nivel de lo que se pagaba hasta ahora, lo cual parece más improbable, con la pérdida de competitividad consecuente en la jungla de los mercados internacionales.
*Carmela Negrete, estudió periodismo y sociología en Sevilla, Lisboa y Madrid. Desde 2008 reside en Alemania e informa sobre la actualidad alemana en España y viceversa.
Artículo publicado en El Salto.
Foto de portada: Los líderes de la coalición semáforo alemana, encabezados por el canciller, Olaf Scholz. (EFE/Clemens Bilan).