Se han cumplido cien años desde que fue proclamado el nacimiento de la Unión Soviética y, aunque esta última desapareció hace tres décadas, podemos decir que tuvo un impacto profundo en la geopolítica mundial que continúa siendo estudiado hasta el día de hoy. Esta es la entrevista que le hemos hecho a uno de los grandes expertos en esta cuestión: Alexander Dugin.
Profesor Dugin, muchas gracias por aceptar esta entrevista y concedernos algo de su tiempo para llevarla a cabo. La primera pregunta que me gustaría hacerle tiene que ver con la Unión Soviética. ¿Cree que hubiera sido posible la preservación de la Unión Soviética como entidad multinacional hasta el día de hoy?
Aleksandr Dugin: Quisiera comenzar por decir que la Unión Soviética, desde un punto de vista geopolítico, no era otra cosa que la continuación del Imperio Ruso. Por supuesto, ideológicamente ambas entidades eran muy diferentes y se basaban en valores e ideas totalmente opuestos, pero geográficamente ocupaban el Heartland, el corazón de la tierra eurasiático. Es por esa razón que los clásicos de la geopolítica como Mackinder y Brzeziński la consideraban a la URSS como la heredera y representante del poder telurocrático, enemigo jurado de las talasocracias. Si retomamos las tesis de Mackinder, entonces podemos decir que la lucha entre los poderes marítimos y terrestres es la principal contradicción geopolítica que existe a nivel mundial. La caída de la Unión Soviética debe ser considerada como la derrota de las telurocracias y la victoria de las talasocracias. Podríamos decir que se trató de una catástrofe para el corazón de la tierra y un éxito rotundo para los poderes marítimos, es decir, para la civilización occidental liberal. Por otro lado, los eurasiáticos de la década de 1920 predijeron la caída de la Unión Soviética diciendo que la ideología comunista sería incapaz de unir a largo plazo a los pueblos de Eurasia. Es por eso que ellos plantearon la necesidad de deshacerse del dogmatismo soviético, pero preservando la unidad geopolítica de la URSS. La desaparición del comunismo no debería haber significado la destrucción de la URSS como entidad geopolítica: en caso de que la URSS hubiera sobrevivido a la caída del comunismo, considero que se hubiera convertido en una unión o imperio eurasiático, quizás incluso un nuevo imperio ruso, que conservaría la unión militar entre sus pueblos y preservaría la multiplicidad de grupos étnicos que viven en su interior. Tal solución hubiera sido totalmente plausible. Precisamente ahora nos encontramos en el momento en que Moscú desea recuperar su rol geopolítico como potencia telurocrática, reafirmando su independencia y soberanía frente a un Occidente colectivo dominado por élites atlantistas y talasocráticas. La actual misión de Rusia es reconstruir su espacio geopolítico imperial o unión eurasiática, pero dejando de lado la ideología soviética.
Por supuesto, la caída de la Unión Soviética es un tema que ha sido muy estudiado en otros países socialistas como China. En este último estudian mucho las causas de la destrucción de la Unión Soviética como un medio para evitar seguir sus errores. Han adoptado un modelo de mercado, pero conservan una especie de ideología socialista. ¿Considera que este modelo hubiera preservado a la Unión Soviética?
Aleksandr Dugin: Creo que tal modelo hubiera servido y por eso considero que China aprendió muy bien las lecciones más importantes sobre la caída de la Unión Soviética, especialmente la necesidad de preservar la unidad y el control estratégico de un Gran Espacio habitado por muchos grupos étnicos. China es una sociedad pluriétnica como lo fue en su momento la Unión Soviética y como lo es actualmente Rusia, lo principal es evitar la división del país y no perder el control del gobierno central. En ese entonces era muy factible haber hecho reformas, cambiar varios aspectos de la economía, y al mismo tiempo preservar la soberanía y el control de un Gran Espacio geopolítico creando una ideología mucho más adecuada para nosotros en la que se tuviera en cuenta las tradiciones de los pueblos que habitaban la URSS. La China contemporánea es una potencia comunista y cuasi totalitaria que ha redescubierto sus raíces confusionistas, controlando con éxito las fuerzas del mercado. China no se ha convertido en una sociedad democrática con libre mercado, sino que ha conseguido preservar un poder vertical único que ha sometido al mercado a sus designios. Creo que es un ejemplo de lo que hubiera podido ser una refundación de la Unión Soviética por medio de un poder centralizado que tuviera control de su territorio y de todos los pueblos en su interior, manteniendo una economía mixta que combinara el socialismo, el tradicionalismo, el cristianismo y los valores rusos. Este modelo pudiera haber funcionado como hoy funciona China. Lamentablemente, perdimos la oportunidad de transformar la ideología de nuestra sociedad, evitando con ello el colapso y preservando nuestra unidad. La Unión Soviética, que había unificado todo el Hearthland o Imperio eurasiático, desapareció. El colapso de la Unión Soviética fue un suicidio y no se reduce al deseo de independencia de las antiguas repúblicas soviéticas. Los rusos son precisamente los responsables de tal situación y no los nacionalismos periféricos. El origen del colapso se encuentra en Moscú.
Usted ha hecho referencia a que la China contemporánea es una sociedad “cuasi totalitaria” con un fuerte componente confuciano. Me resulta muy interesante, como estadounidense, este análisis porque esta palabra la han utilizado los medios occidentales para atacar a Rusia y China. Cuando vine a Rusia me di cuenta que es mucho más libre que en otros países totalitarios donde el Estado lo controla todo. Quiero entender a qué se refiere exactamente cuándo usa este término para describir a China y la Unión Soviética. ¿Diría que la Unión Soviética también era una sociedad totalitaria?
Aleksandr Dugin: Creo que hoy en día existe un totalitarismo bastante intolerante en Occidente, por lo que considero que es hipócrita llamar a todos los demás sistemas como totalitarios, excepto al liberal. La sociedad china no es ni liberal ni totalitaria, sino holística. Creo que este último término es más adecuado para describirla. Un sistema holístico es aquel donde predomina el bien común sobre el individual. Claro, muchos dirán que tal sistema puede llamarse como totalitario, pero lo mismo se aplica a la democracia liberal actual que supuestamente dice tener la verdad absoluta, negando con ello las particularidades de las diferentes civilizaciones. Esto último se debe a que el liberalismo occidental es racista e identifica su propia experiencia histórica y política con la verdad. Occidente se considera equivalente a la humanidad y todos los que no se ajusten a su modelo son vilipendiados por no ser lo suficientemente occidentales. Es una idea racista: el racismo puede ser manifiesto y biológico, como el nacionalsocialismo, pero también puede ser cultural como sucede con el globalismo liberal actual. Si el pueblo chino considera que el actual sistema o régimen político de su país es bueno, pues tienen el derecho a preservarlo. No necesitan que los activistas de la sociedad abierta o los defensores de la globalización les enseñen algo. Creo que cada pueblo debe decidir por sí mismo, esa es la base de cualquier democracia real a nivel internacional.
Antes hablamos sobre el comunismo y me gustaría preguntarle si actualmente existe una ideología que unifique por completo a la sociedad rusa contemporánea. En la Unión Soviética obviamente existía esta ideología, pues durante toda su existencia se profesó el comunismo. Se buscaba construir el comunismo y se luchaba por él. ¿Cree que existe algo parecido en la Rusia de hoy? Y si no existe, ¿qué llena ese vacío?
Aleksandr Dugin: Considero que no existe algo actualmente que llene ese vacío. Tampoco es posible volver a la época soviética, aunque existe una creciente simpatía por este período de nuestra historia. De todas formas, volver al dogmatismo del marxismo soviético es imposible. Es por eso que considero que debemos dar un paso al frente y combinar la justicia social – la futurología soviética – con la defensa de los valores tradicionales, los cuales han sido defendidos por nuestro presidente en un decreto público firmado hace poco donde se afirmando nuestras tradiciones nacionales rusas. Sin embargo, creo que todo esto debe hacerse fuera de la modernidad política occidental, explorando las ideas de los eslavófilos, Dostoievski o la ortodoxia, redescubriendo formas de pensamiento político no occidental o premoderno, incluso posmoderno. Por eso sostengo que es necesario unir la premodernidad con la postmodernidad y relativizar las ideas occidentales. Occidente es solo una parte de la humanidad que pretende ser la totalidad de la humanidad. Tal tesis es falsa y por eso debemos redescubrir los sistemas políticos que existían en Rusia antes de que cayéramos bajo la órbita de la influencia occidental. Tal tarea resulta ser un verdadero reto para nosotros, ya que debemos recrear una ideología orgánica que se ha perdido, pero que tiene su historia y nos muestra el camino. Tal ideología debe ser nueva, fresca y creativa, repudiando la hegemonía liberal occidental, la sociedad abierta, el individualismo y la democracia liberal que se intenta imponer en todo el mundo. Por otro lado, tal ideología también debe rechazar el comunismo y el fascismo, porque estas también son ideologías modernas que nacieron en Occidente. Estoy de acuerdo con Hannah Arendt cuando dice que la Modernidad occidental es totalitaria y que tenemos que descartar este totalitarismo para reemplazarlo con un sistema holístico nuevo y orgánico, un holismo ortodoxo y ruso, eurasiático, que puede hacer su aporte al conjunto de las sociedades tradicionales, entrando en sinfonía con muchas etnias, pueblos y religiones. Creo que la nueva ideología rusa será eurasiática, una mezcla entre el tradicionalismo y la justicia social.
¿Cuál consideras que será el papel de la economía en este sistema? Entiendo que la economía planificada soviética ayudó al principio al desarrollo de la URSS, pero terminó por estancarse. Por supuesto, Rusia se encontraba mucho más conectada al sistema financiero mundial en el 2014, fecha en que Occidente comenzó a imponerle sanciones. Hoy en día las sanciones han sido mucho menos efectivas, pues Rusia depende mucho menos del dólar. ¿Qué papel jugará la economía en todo esto? ¿Cree que Rusia seguirá existiendo la libertad de mercado o será reemplazada por la economía planificada?
Aleksandr Dugin: El último decreto que firmó nuestro presidente deja claro la importancia de los valores tradicionales, por lo que podemos decir que existe un predominio de lo espiritual sobre lo material, algo particularmente ruso. Creo que esto es muy importante de subrayar, pues si estas obsesionado con la economía te ves obligado a competir y luchar con los otros para ganar. Mientras más te obsesionas con la materia, más te conviertes en un esclavo de la misma y su devenir. El sociólogo francés Luis Dumont explicó que los regímenes políticos del siglo XX estaban obsesionados con la economía. El liberalismo y el comunismo lograron éxitos bastante claros en este sentido, pero, por ejemplo, el fascismo no le dio tanta importancia a la economía. El fascismo y el nacionalsocialismo se despreocuparon del tema y consiguieron logros económicos igualmente grandes o incluso superiores. Lo que demuestra que la economía no es el destino. Claro, no quiero decir con esto que el fascismo fuera bueno, simplemente quiero señalar que la obsesión actual con la teoría económica actual no nos prepara para enfrentar a los desafíos actuales. Es por eso que pienso que la futura ideología rusa deberá deshacerse de esta obsesión con la economía y de ese modo crear un sistema realmente saludable.
Además, es necesario resolver los problemas económicos desde un enfoque lógico y natural que deje de lado la competencia dogmática entre capitalismo y socialismo. Este dogmatismo debe ser rechazado y la economía debe ponerse al servicio del desarrollo espiritual. Por citar a Spengler, preferimos la cultura a la civilización. Así que no tenemos por qué comprometernos con un sistema económico u otro, lo importante es defender una sociedad basada en la justicia, la tradición y la felicidad de las personas. Eso significa tener una perspectiva más moral y espiritual que económica. Si la economía de mercado funciona en ciertas cosas, pues dejemos que lo haga; si, por el contrario, funciona más bien la intervención estatal, entonces le daremos la bienvenida. En otros casos las formas de economía comunal serán mucho mejores que los otros dos enfoques. Los grandes resultados económicos del siglo pasado se lograron precisamente mezclando todas estas teorías como, por ejemplo, la estrategia estadounidense de combinar el proteccionismo y el mercantilismo con el mercado libre. En Europa ha primado un enfoque socialista de la economía combinado con la libre empresa. Esto nos lleva a concluir que existe un equilibrio entre el Estado y el capital privado que constantemente está transformándose. Se trata de una relación cambiante que no tiene nada de dogmática, creo que es algo que tenemos que adaptar a la sociedad rusa y quizás podamos resolver de esa manera muchos problemas concretos.
Muchos historiadores consideran que la Guerra Fría fue una especie de orden mundial bipolar en el que se enfrentaron el Occidente capitalista contra el Oriente socialista. ¿Considera que la bipolaridad sigue existiendo hoy, especialmente ahora que muchos hablan de una nueva Guerra Fría? ¿Qué es la multipolaridad para usted? ¿Cree que existen paralelismos entre estos dos procesos, porque algunos sostienen que el mundo se está volviendo eurasiático y esta dejando de lado al mundo occidental, el cual se había constituido desde hacía mucho tiempo?
Aleksandr Dugin: Creo que la unipolaridad fue una continuación de la bipolaridad, aunque uno de los polos, la Unión Soviética, desapareció, mientras que el otro continúo existiendo. Como la situación actual es una especie de reciclaje de la Guerra Fría podemos decir que Occidente sigue tratando a Rusia como la heredera de la Unión Soviética y su enemigo a batir. En gran parte predomina la inercia de muchos procesos del mundo bipolar. La multipolaridad es algo totalmente diferente, ya que no se trata de la lucha entre una ideología contra otra o de un polo contra otro. Se trata de una coexistencia entre diferentes civilizaciones. Por supuesto, eso no significa que no existan guerras o conflictos, tampoco significa que vayamos a entrar en una época de paz. Tal estado de cosas dependerá de los futuros polos que nazcan. La multipolaridad es antes que nada un intento por ponerle fin a la inercia de la bipolaridad, algo que Occidente no está dispuesto a aceptar. La multipolaridad no será el ascenso de uno o dos polos, sino la de varios polos, situación que sin duda reducirá la hegemonía, universalidad y deseos de expansión de Occidente, devolviéndolo a este último a sus fronteras naturales. Se trata de que Occidente vuelva a convertirse en una pequeña provincia de la humanidad. Rusia actualmente defiende la multipolaridad y está librando una guerra en contra de la unipolaridad en nombre no solo de nuestra soberanía, sino también de otros polos como China, la India, el mundo islámico, América Latina y África. Creo que la guerra en Ucrania es la primera guerra en favor de la multipolaridad. Occidente lucha desesperadamente en esta guerra porque quiere conservar su hegemonía a cualquier precio, la unipolaridad no es más que una continuación de la bipolaridad y la rusofobia que existía en ese período. Eso queda claro cuando estudiamos la actual arquitectura del sistema de relaciones internacionales.
El principal problema en todo esto es que Occidente no quiere aceptar que no es más que una fracción de la humanidad y no el centro o la totalidad de la misma. Es una parte, pero no el todo, por lo que no puede representar a todas las civilizaciones. Esto último es la meta a la que aspira la multipolaridad: Rusia lucha para que todas las civilizaciones del mundo puedan afirmar sus valores, los cuales pueden coincidir o no con los valores occidentales. La multipolaridad no tiene nada de universal, aunque puede haber una versión universalista, parcial, de cada civilización: puede existir un universalismo chino, otro islámico, eurasiático, africano o latinoamericano. Es decir, que no solo existe el universalismo del mundo occidental contemporáneo, sino que cada civilización puede defender el derecho de crear su propio sistema político, cultural o estético dependiendo de sus gustos. Es una defensa de la pluralidad de civilizaciones y la lucha en contra de la hegemonía occidental para convertirse en el único modelo del progreso o de la idea del tiempo, el hombre y la técnica. Cada civilización tiene el derecho de comprender e interpretar conceptos como el de hombre, el tiempo, Dios, la muerte o el bien y el mal a su manera. Además, ninguna civilización puede resolver los problemas o imponer sus estándares a las demás civilizaciones. Por eso luchamos los rusos en Ucrania.
Aleksandr Dugin* filósofo, analista y estratega político ruso
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Foto de portada: Tasnim News Agency