Las sanciones que los países miembros de la OTAN le han impuesto a Rusia y sus exportaciones no han hecho más que agravar una situación, que para algunos países europeos es terminal y otros parecen no encontrar la salida, pero que en todos los casos hay una sensación de que “esto recién comienza” y las soluciones se ven muy lejanas.
África, en este sentido podría ser una solución factible. Sin embargo, varios escollos se interponen entre la actualidad plagada de incertidumbres políticas y económicas en las que se encuentra el viejo continente y las soluciones que podría aportar África, en realidad los recursos naturales que subyacen debajo del suelo africano. La enmarañada y cada vez más compleja política europea se encuentra atrapada en una encerrona a la que fue empujada o simplemente conducida por líderes, que le rinden pleitesía a EE.UU y la OTAN, conduciendo a sus pueblos a situaciones por demás alarmantes.
Lo cierto es que hoy Europa necesita con urgencia encontrar una alternativa al gas y petróleo ruso tan necesario para los hogares como para la maquinaria industrial que mueve la economía europea. Por ejemplo que, qué hará Alemania para sostener su potente industria nacional, sin dudas su sello de crecimiento y poder. O cómo países como Inglaterra, España o Italia que necesitan llevar a sus hogares el calor que brinda el gas ruso o el petróleo que mueve una empobrecida maquinaria industrial pero vital para mantener un “status quo” en la Unión Europea.
El invierno se avecina al viejo continente y la falta de gas y petróleo ruso se hará notar con fuerza.
La opción africana
Los combustibles fósiles debajo del suelo africano arrojan números muy esperanzadores de cara a un futuro ya no tan lejano, de hecho se calcula que para el 2040, el continente contará con un excedente de estos hidrocarburos, según los cálculos de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP), que pronostica un “progreso futuro significativo en la industria de la energía en África”.
En su boletín mensual de febrero, la OPAEP presentó un estudio de la Secretaría General sobre ‘Desarrollos en el sector del petróleo y el gas en los países africanos’. El documento revela que África dispondrá, en dicho año (2040), “de un superávit de crudo, que oscilará entre 2,3 y 3,3 millones de barriles” y que la demanda del continente representará, para ese entonces, entre el 68 % y un 72,9 % del volumen de su producción de ‘oro negro’.
Por otra parte, en cuanto al gas natural, el reporte también prevé un stock en África de entre 154.000 y 179.000 millones de metros cúbicos y que la demanda africana de gas rondará cerca del 64,3 % al 66,5 % del volumen total de producción esperado en 2040.
Los miembros de la organización multilateral con sede en Kuwait esperan que la producción de petróleo en los países africanos oscile entre 8,5 y 10,3 millones de barriles diarios en dicho ejercicio, lo que supondrá entre un 8,3 % y el 8,9 % de la producción mundial.
La demanda de crudo en África conocerá, hasta 2040, un aumento anual del orden del 2,5 %, mientras que la necesidad de gas natural debería observar un repunte por año que oscile entre el 3,5 % y un 3,7 %, hasta los 5,1 a 5,3 millones de barriles de petróleo equivalente por día.
El informe de la OPAEP subraya que el volumen global de reservas probadas de petróleo crudo en África, incluidas los países árabes, se estimó en 127.000 millones de barriles a finales de 2017, desde los 53.400 millones de barriles de 1980. Estas existencias representan el 7 % del total de reservas probadas de crudo en todo el mundo.
En el último lustro, las naciones del África Subsahariana han representado el 30 % de los descubrimientos de estos dos recursos fósiles en el mundo.
Siendo Argelia el mayor productor de gas en el continente africano se entiende que para Europa sean un horizonte posible los acuerdos con el gobierno de Abdelmajid Tebboune, por ejemplo los logrados por Mario Draghi, el ahora renunciante primer ministro italiano.
Recursos naturales vs inversiones
Hemos desarrollado, de cierta manera, los números que arroja la riqueza subterránea africana de cara al futuro, ahora bien y conociendo los métodos europeos y occidentales para hacerse de las materias primas y los recursos naturales necesarios para mover su rueda capitalista, el escenario que se está armando no parece ser el más conveniente para África.
Siempre sujeto al robo y el expolio imperialista y poscolonial, el continente africano no parece tener las herramientas necesarias para poner freno a esta situación, incluso en un momento muy favorable para negociar desde “la banca”, dejando de ser siempre “punto”. Pero los mecanismos que implementa y ha implementado históricamente Europa para mantener bajo dominio a los Estados africanos continúan siendo efectivos. De hecho en este periodo actual se ha producido un aumento en los riesgos de conflictos regionales, “casualmente” en las zonas donde se concentran las riquezas subterráneas africanas.
La Unión Europea, más allá del escenario que está planteado a partir de la guerra en Ucrania y de las sanciones impuestas a Rusia, lleva mucho tiempo intentando diversificar sus proveedores de gas y petróleo para reducir la dependencia que hoy la tiene atada al suministro de Rusia. De hecho, hasta ahora la UE importa el 40% de su gas de Rusia. La guerra de Ucrania ha puesto de relieve esta situación y en particular, desde el punto de vista de las potencias europeas, la necesidad de acelerar la búsqueda de nuevas fuentes de suministro de gas y petróleo. Para los líderes europeos, esta no es simplemente una forma de evitar financiar la guerra o de poner en manos de Putin los medios monetarios que sostengan la economía rusa durante la guerra. Un activo geopolítico que el Kremlin sabe muy bien cómo usar contra la UE.
Es este el contexto favorable para que el continente africano se plante ante la codicia de varios países y empresas europeas, en particular por su gas. Sin embargo, esto no se hace sin crear y/o acentuar las tensiones regionales y con el riesgo de agravar la crisis climática que ya afecta fuertemente a África.
Es desde esta lógica europeísta que se entienden los apresurados pasos dados por la diplomacia italiana no bien se comenzaron a desarrollar los acontecimientos en el este europeo. Italia importa el 45% de su gas de Rusia. Por ello, los mandatarios italianos se reunieron en marzo con los de Argelia para aumentar la producción y las exportaciones al país europeo desde Argelia. También se reunieron con funcionarios angoleños y congoleños con los mismos objetivos.
Alemania, otro de los países que dependen sobremanera de las importaciones energéticas rusas para sostener la pujante “industria nacional” ya ha cerrado acuerdos con Senegal y Mauritania. También se pueden mencionar los acuerdos que la UE realizó recientemente con Egipto.
Los proyectos que pueden satisfacer la desesperada demanda de gas de Europa no solo necesitan de acuerdos diplomáticos, también son necesarias las inversiones públicas y privadas que permitan llevar adelante los avances tecnológicos acordes para un aumento en la calidad y el aumento significativo en los volúmenes de producción. En este sentido es donde parece estar uno de los escollos a superar, ya que las inversiones de empresas chinas, rusas o turcas son difíciles de igualar en tanto oferta y condiciones de contratación a largo plazo y donde no se pone en juego, en principio, la independencia política de los Estados africanos.
En otras palabras, este cambio en la diplomacia europea del gas está empezando a tener repercusiones para los gobiernos africanos y sus asociaciones con China, otros países asiáticos o incluso Rusia. Y si en el caso de Senegal el gobierno parece dispuesto a redirigir su producción a Europa, no es tan sencillo para todos. Algunos gobiernos prefieren mantener una posición “neutral” en estas fricciones que cada vez más oponen dos bloques a nivel internacional.
África en una posición incómoda
En los últimos años, varios estados africanos han adoptado como medio para su desarrollo económico el acercamiento a China y Rusia. Y esto ya sea en el campo del comercio, la inversión, pero también en el armamento y la cooperación militar. Y a diferencia de los países imperialistas occidentales, donde los acuerdos obligan a los líderes a establecer algunas condiciones en términos de respeto de su autonomía política y entorno, claro, a los derechos y libertades civiles que se ven vulneradas por las obligatoriedades impuestas, China y Rusia no exigen que estos planes sean una condición para celebrar acuerdos. Allí es donde el neocolonialismo europeo o el militarismo estadounidense deben retomar viejas recetas, muchas de ellas contempladas en el Consenso de Washington.
Pero si algunos líderes africanos quieren mantener sus buenas relaciones con Rusia, eso no significa que dejen de intentar sacar el máximo partido a la nueva situación del mercado de hidrocarburos y de la necesidad europea, por ejemplo. Nigeria mantiene, paradojalmente, un doble juego que péndula entre las inversiones occidentales y los acuerdos con Rusia. Es el país más poblado de África y con las mayores reservas de gas del continente, está precisamente en el centro de dos megaproyectos faraónicos de exportación de gas a Europa, por ejemplo el Gasoducto Transahariano, un proyecto de gasoducto de 4.128 km desde Warri en Nigeria hasta Hassi R’Mel en Argelia vía Níger. Desde Argelia, el gas nigeriano podría abastecer a Europa a través de España o Italia hasta Alemania y otros países europeos que actualmente dependen mucho del gas ruso. Sin embargo, aún quedan muchas dudas sobre la viabilidad concreta de este proyecto, que debería atravesar zonas dominadas por grandes conflictos armados, desde el delta del Níger hasta el Sahel. Otro proyecto es el de un gasoducto submarino a lo largo de la costa atlántica africana hasta Marruecos y luego España. Pero este proyecto presenta las mismas preguntas sobre la seguridad de las áreas que atravesaría el gasoducto. Pero la ruta del gasoducto también afecta a varios países sujetos a importantes formas de inestabilidad política. El caso más emblemático es sin duda la crisis del Sáhara Occidental que no sólo no se resuelve sino que las tensiones entre Marruecos y Argelia se agudizan.
Precisamente, la reactivación de conflictos regionales congelados o el surgimiento de nuevos conflictos es consecuencia de esta aceleración de la política de la UE de búsqueda de nuevos proveedores de gas y petróleo. Otra probable consecuencia será una política más agresiva de las potencias imperialistas europeas en África, donde querrán más que nunca instalar gobiernos a su merced y totalmente dóciles. El papel de las antiguas potencias coloniales, incluida Francia, será decisiva en este sentido.
El interrogante que surge desde el punto de vista de los intereses del continente africano es si una mayor agresividad e injerencia por parte de las potencias imperialistas u otras potencias mundiales no podría generar una forma de sentimiento nacional progresivo que podría evolucionar hacia formas revolucionarias de antiimperialismo, anticolonialismo y desde ellas poder asumirse como economías emergentes desde el Sur Global pudiendo así establecer las mejores condiciones ante los embates que impulsa la necesidad europea.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp.