África Análisis del equipo de PIA Global

África: política, violencia, colonialismo y futuro de cara al 2023

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
El 2022 fue otro año difícil para el continente africano. La salida de la pandemia, los “golpes de Estado”, los problemas de la inseguridad política han puesto en jaque a diferentes regiones del continente.

La geopolítica, en algún punto, se estuvo jugado en territorio africano. Casi comenzado el año Rusia iniciaba su operación militar especial de desnazificación en Ucrania y a partir de allí las disputas por África derivaron en diferentes frentes e intereses de parte de las potencias mundiales.

Sumado a la guerra en Ucrania, los diferentes procesos políticos en los que ya estaba sumergida África se fueron profundizando, algunos empeoraron y otros han llegado a lograr acuerdos que aún están entre signos de preguntas pero arrojan una luz de esperanza para el continente.

El Sahel la franja caliente del continente

La zona del Sahel, que abarca 10 países o en algunos casos parte de ellos, comenzó el año generando algunas noticias que nos pusieron en alerta. La franja del continente africano en la que se encuentra Senegal, Gambia, Mauritania, Guinea, Malí, Burkina Faso, Níger, Chad, Camerún y Nigeria está bajo la presión permanente de los grupos armados. Rebeldes ligados al yihadismo u otros grupos que como ejércitos irregulares ponen en jaque a los pueblos de la región.

Terroristas afiliados a Al Qaeda como el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), y al EI, como el Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS), multiplican sus atentados y prosiguen su expansión y rivalidad por el Sahel, aunque sus acciones se fijan preferentemente en Níger, Mali y Burkina Faso.

Malí y Burkina Faso comenzaron el año con cambios. Los militares jóvenes con una fuerte formación nacionalista y desde las enseñanzas de Sankara, cansados de gobiernos débiles y ligados a los poderes de las potencias coloniales decidieron cambiar las cosas y a los ojos de los medios occidentales dieron sendos “golpes de Estado”. En el trascurso del año otros países intentarían este camino de cambio en la política. La suerte fue dispar, incluso para estos dos países que dieron el primer paso.

Francia fue la gran perdedora en este sentido, los nuevos gobiernos rompieron relaciones con los galos, cerrando sus centros diplomáticos, echando a las FF.AA y hasta dejaron de negociar comercialmente con el país que los mantuvo colonizados. Rusia y Wagner hicieron el resto e este rompimiento de relaciones.

Burkina Faso, que ha experimentado dos golpes militares durante este año, se siente frustrada por el fracaso de las fuerzas armadas francesas y AFRICOM en derrotar a la insurgencia islamista que ha matado a muchos soldados y civiles burkineses. Cientos de miles de personas han sido desplazadas mientras la economía no se ha beneficiado de la estrecha alianza militar con París y Washington.

Entre el gobierno militar y el pueblo, existe una creciente orientación política hacia la Federación Rusa. Durante las secuelas del golpe de estado más reciente que llevó al poder a Ibrahim Traore el 30 de septiembre, muchos fueron vistos en las calles ondeando banderas tanto de Burkina Faso como de Rusia. La embajada francesa fue atacada violentamente por jóvenes burkineses y quemada junto con otros símbolos del neocolonialismo dentro del estado sin salida al mar de África Occidental.

RDC y un nuevo surgimiento del M-23

Durante el transcurso de 2022, la situación de seguridad en las áreas orientales de la República Democrática del Congo (RDC) se convirtió en un punto crítico para la preocupación internacional y la intervención militar de África Oriental.

Desde noviembre de 2021, los rebeldes han intensificado sus ataques contra civiles mientras libran varias batallas con el ejército congoleño. Estos combatientes del M-23 están haciendo demandas al gobierno de la RDC en Kinshasa alegando que la administración anterior del presidente Joseph Kabila se había negado a integrarlos en las fuerzas de defensa nacional congoleñas.

Los enfrentamientos entre el M-23 y las fuerzas de mantenimiento de la paz de la EAC recién llegadas continúan a pesar del acuerdo multilateral que se alcanzó en la República de Angola durante noviembre, donde los gobiernos de la RDC y Ruanda acordaron una retirada de fuerzas. M-23 no formó parte de las negociaciones y, en consecuencia, no es signatario del acuerdo.

Se han llevado a cabo manifestaciones masivas en varias ciudades del este de la República Democrática del Congo contra la presencia continua de la MONUSCO. Los residentes de estas comunidades en Kivu del Norte alrededor de Goma y otras áreas dicen que las fuerzas de paz de la ONU no están cumpliendo con su mandato de proteger a los civiles de los ataques violentos de la organización rebelde M-23.

La Ruanda de Paul Kagame ha sido acusada de armar y financiar a los rebeldes del M-23. El presidente lo niega y dice no respaldar a los rebeldes a pesar de las acusaciones también de Estados Unidos y Francia.

Inseguridad, guerra, recursos naturales y recesión mundial

La seguridad de los recursos energéticos durante este período es esencial a la luz de una creciente crisis económica en toda la región de la UA y el mundo. Con el inicio de la pandemia de COVID-19 hace tres años, el mundo capitalista ha experimentado una tremenda agitación que requiere la reconfiguración de la producción de bienes y servicios.

Sin duda, las circunstancias que impulsaron la operación militar especial rusa en Ucrania agravan los esfuerzos para salir de los niveles más altos de desplazamiento inducidos por la pandemia, los cierres de negocios, los cuellos de botella en la cadena de suministro y tasas de inflación mucho más altas que no se habían experimentado en cuatro décadas. El petróleo y el gas natural se convirtieron en armas en la guerra de los EE.UU y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para debilitar a Rusia e incluso eliminar la administración del presidente Vladimir Putin.

Una vez más África en el centro de la disputa geoestratégica por los recursos naturales que abundan en el continente y escasean en Europa. La “Nueva Guerra Fría” se está llevado a cabo, y los africanos otra vez ven como las potencias mundiales se disputan sus recursos. Pero esta África tiene algún camino ya recorrido, y no se entrega fácilmente a los deseos de occidente, el multilateralismo que viene demostrado la Unión Africana como bloque y muchos países de forma individual está demostrado, incluso en las ONU, donde las potencias presionaron a Rusia con sanciones y África demostró con abstenciones o votos en contra que no está dispuesta a cerrarle las puertas a uno de sus mayores socios económico.

A medida que la guerra se acerca a su primer aniversario, no hay indicios consistentes de que la Casa Blanca busque un acuerdo negociado entre Kyiv y Moscú a menos que implique una capitulación total ante la OTAN. La alianza militar imperialista ha estado ampliando su membresía y territorio desde el colapso de los países socialistas en Europa del Este y la Unión Soviética a finales de los 80 y principios de los 90.

La administración del presidente Joe Biden ha demostrado sus credenciales de Guerra Fría al iniciar una guerra prolongada en Europa del Este y provocar operaciones militares de la República Popular China que involucran a Taiwán.

Los africanos deben tener en cuenta todos estos factores al formular los imperativos de política interior y exterior para el próximo año y más allá. La escasez de recursos energéticos dentro de los países de la OTAN ya se ha traducido en una mayor demanda de gas natural y petróleo del continente. Así lo ha evidenciado la visita del presidente francés Emmanuel Macron a Argelia durante 2022 en su campaña para mitigar el impacto negativo de la escasez de gas natural derivada de las sanciones contra Rusia.

Los estados miembros de la UA deben aprovechar esta demanda de Europa occidental para construir su infraestructura en preparación para las recesiones económicas que se avecinan. En consecuencia, el panafricanismo es una necesidad del continente para lograr la sostenibilidad y el desarrollo genuino.

Agenda 2063, el futuro de África

La Agenda 2063 es el anteproyecto y el plan maestro de África para transformar África en la potencia mundial del futuro. Es el marco estratégico del continente que tiene como objetivo cumplir con el desarrollo inclusivo y sostenible y es una manifestación concreta del impulso panafricano por la unidad, la autodeterminación, la libertad, el progreso y la prosperidad colectiva perseguidos bajo el Panafricanismo y el Renacimiento Africano. La génesis de la Agenda 2063 fue la comprensión por parte de los líderes africanos de que era necesario reenfocar y priorizar la agenda de África desde la lucha contra el apartheid y el logro de la independencia política del continente, que había sido el foco de atención de la Organización para la Unidad Africana (OUA), el precursor de la Unión Africana; y en su lugar priorizar el desarrollo social y económico inclusivo, la integración continental y regional, la gobernabilidad democrática y la paz y la seguridad, entre otras cuestiones, destinadas a reposicionar a África para que se convierta en un actor dominante en la arena mundial.

Por supuesto, no puede haber realización del proyecto África 2063 hasta que un marco de relaciones internas e interestatales entre los 55 estados miembros que componen la Unión Africana (UA) alcance un nivel de equilibrio político.

El “cuerno”, guerra regional y conflictos por el agua y la sequía

La inseguridad alimentaria y los conflictos violentos asolan los ocho países del Cuerno de África (Yibuti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Uganda). La región, que es un nodo de las rutas de comercio y migración del mar Rojo y limita con las zonas inestables del Sahel y del África central.

Al menos 36,1 millones de personas de todo el Cuerno de África están padeciendo  una de las sequías más graves y prolongadas de la historia reciente, que se prevé que continúe hasta bien entrado el año 2023. Esta cifra incluye 24,1 millones de afectados en Etiopía, 7,8 millones en Somalia y 4,35 millones en Kenya.

Cientos de miles de personas corren el riesgo de morir de inanición y millones más se hallan sometidas a unos niveles de crisis de hambre. Además de las duras consecuencias de las condiciones meteorológicas adversas y el cambio climático (cada vez más frecuentes), la región enfrenta varias crisis simultáneas, como los conflictos, las plagas de langostas y las constantes repercusiones de la pandemia de COVID-19. Los precios de los alimentos y el combustible también se han disparado debido a la guerra de Ucrania.

Los conflictos bélicos como la guerra civil en Somalia entre terroristas yihadistas de al-Shabab y las autoridades nacionales o el conflicto que mantuvo por un año en vilo al norte de Etiopía, por el conflicto armado entre el gobierno central y los rebeldes el TPLF, responsables de medio siglo de retroceso en las condiciones de vida de los habitantes sometidos durante un año al bloqueo de los servicios esenciales y la ayuda humanitaria, las olas de violencia que sufrieron las poblaciones del norte de Etiopía con violaciones masivas, masacres de civiles indefensos, destrucción de hospitales y escuelas, bombardeos indiscriminados por drones.

Hoy todo esto parece estar quedando en el pasado, el acuerdo firmado por las pates, bajo la tutela de la UA en tierras sudafricanas, lentamente parece encaminarse hacia la paz en la región, aunque las luces de alerta seguirán encendidas hasta que realmente se haya superado el conflicto que trajo hambre y muerte a esta región del cuerno.

COP 27, la esperanza de la crisis climática

En las reuniones previas a la COP27, en la ciudad egipcia Sharm El-Sheikh, se hablaba de la centralidad sobre el tema de “pérdidas y daños”, un tema con el que los países más vulnerables salieron disgustados de Glasgow, en la COP 26. Pérdidas y daños es lo que se viene reclamando hace años. Pérdidas y daños es, ni más ni menos, que la consecuencia de no haber reducido las emisiones de gases del efecto invernadero lo necesario, de no destinar dinero a más y mejores políticas de adaptación a los impactos del cambio climático. Pérdidas y daños son la cara más visible de la crisis climática, pero que venía siendo invisibilizado por algunos en la esfera de la política internacional.

Bueno, en este sentido hubo un significativo avance en la COP27 ya que el tema fue incluido como un ítem de la agenda de trabajo no bien comenzaron las reuniones de los líderes y representantes mundiales que asistieron a las costas egipcias. No vamos a decir aquí que la instalación el tema fue algo sencillo, sí que se logró tras más de 40 horas de discusiones. La agenda de temas sobre la cual las Partes debían trabajar decía expresamente en su documento estas dos semanas, dice expresamente trabajar en: «Cuestiones relacionadas con arreglos de financiación que respondan a pérdidas y daños asociados con los efectos adversos del cambio climático, incluido un enfoque para abordar pérdidas y daños»

Ahora bien el hecho de que el tema esté en la agenda demuestra que hubo progreso y una actitud constructiva por parte de los diferentes actores participantes en la COP. Lo que se esperaba es que las Partes continuasen con ese espíritu de progreso logrado en el comienzo. Sin dudas que fue un tema complejo paro los países ricos, que a la postre debían ser los que asumieran las “pérdidas”.

Dentro de la COP27, la mayoría de los países ricos rechazaron la acción inmediata sobre: ​​apoyo a las personas desplazadas por eventos extremos causados ​​por la crisis climática, gobernanza sólida y transparente de los mercados de carbono y la eliminación gradual de todos los combustibles fósiles. Esta desconexión entre lo que se había establecido como premisa y lo que se venía discutiendo en los recintos fue llamativa y condujo a retrasos significativos en los acuerdos relevantes para de una vez por todas lograr la justicia climática para los más afectados.

El nuevo fondo, creado o a crear a partir de esta COP, para pérdidas y daños fue un triunfo festejado por los países pobres (empobrecidos) y un logro significativo de la COP27.  Fue el gran acuerdo perseguido y por el que muchos representantes asistieron a esta COP. Se estableció finalmente un fondo para la financiación de pérdidas y daños, una financiación para compensar a los países en desarrollo por el daño al clima causado principalmente por el mundo desarrollado.

Si bien el acuerdo sobre un fondo para pérdidas y daños es un importante paso adelante, queda mucho trabajo por hacer antes de establecerlo. Las partes acordaron establecer un comité de transición para hacer recomendaciones para su adopción en la COP28, en noviembre de 2023.

Las Partes no pudieron ponerse de acuerdo sobre si el fondo creado debería estar bajo la dirección de la COP o del Acuerdo de París. Y aquí una nueva diferencia entre ríos y pobres, ya que los países desarrollados quieren que el mecanismo se rija únicamente por el Acuerdo de París. Los países en desarrollo quieren un sistema de gobierno dual que les permita mantener un control más eficiente del fondo. La gobernanza bajo la COP haría que los países desarrollados rindieran cuentas, mientras que el Acuerdo de París tiene un párrafo que excluye la responsabilidad y la compensación.

De cara al futuro africano

Seguramente en este pequeño resume del año 2022 para África hayan quedado muchas cosas fuera, por ejemplo no hemos hecho hincapié en los problemas éticos y regionales que se dan hacia el interior de los procesos políticos en el norte del continente, donde el Sáhara Occidental continua su lucha de descolonización e independencia real con el 80% de su territorio ocupado por Marruecos. También podemos mencionar a Argelia y sus recursos naturales (gas y petróleo) que hoy son necesarios y codiciados por una Europa que ya entró en el frio invierno y lo enfrenta sin el gas ruso en sus hogares.

Sudán, Libia, Mozambique, Nigeria y hasta Sudáfrica enfrentan procesos políticos y electorales que pueden cambiar (o no) los paradigmas de la región. Ramaphosa, el hombre fuerte de Sudáfrica, enfrenta un juicio por corrupción ligado a la finca Phala Phala, en un año en que el ANC pone a prueba el poder. En Libia el proceso electoral se sigue postergado y el país se fractura en tantas partes como candidatos al poder aparezcan.

De cara a este 2023 solo podemos decir que la esperanza de un nuevo año para el continente africano debería centrarse en que de una vez y por todas logre explotar el potencial que subyace en sus suelos, en sus sociedades cansadas del coloniaje expoliador de la riqueza africana. Que los procesos ligados a la violencia religiosa, ética, política o de cualquier otra índole deje de socavar el futuro africano.

Vayan aquí nuestros deseos de paz, de libertad y autodeterminación para todos los habitantes del suelo africano.

*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.

Foto de portada: mapa de África

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp