África Análisis del equipo de PIA Global Nuevas Tecnologías

África: explotación y saqueo detrás del colonial avance tecnológico

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
Detrás del avance tecnológico a escala global, se escode el yugo colonial de los monopolios digitales, que no solo explotan los recursos naturales africanos, sino también a los trabajadores el sector.

La llegada de la inteligencia artificial (IA) requiere la identificación posterior de una enorme masa de datos que permita a los algoritmos mejorar su eficiencia. Para llevar a cabo estas tareas, cerca del 90% de las empresas de alta tecnología recurren a la subcontratación.

En el África francófona, el ahorro de costes se estima en más del 30% para las empresas ubicadas en Marruecos, Túnez o Mauricio y del 50% en Madagascar. Este último país cuenta con cerca de 250 agencias de BPO (Business Process Outsourcing), que en la jerga de moda se refiere a empresas de subcontratación. Las condiciones de trabajo allí son deplorables.

En cuanto a los salarios, empiezan en torno a los 90 euros al mes y pueden llegar hasta los 500 euros para empleados altamente cualificados. Además de este tedioso trabajo de identificación de datos, otras BPO ofrecen servicios de moderación. Son utilizados por grandes empresas de redes sociales, como Facebook, TikTok, Instagram, Twitter y otras.

Nueva forma de dominación para África

Organizaciones de la sociedad civil alertan sobre prácticas de lo que se denomina extractivismo digital como una nueva manera de expoliar el continente y reproducir lógicas coloniales.

La historia de la colonización africana hoy tiene otra cara. En realidad sigue siendo la mima cara, esta vez escondida detrás de una nueva máscara. Una careta 2.0. La careta de la era digital. Entonces, ¿Qué tienen en común el ferrocarril entre Dakar y Koulikoro construido bajo el colonialismo frances a principios del siglo XX y la red de 4G instalada en un 70% por la compañía tecnológica china Huawei? ¿En qué se parecen las explotaciones de caucho belgas en los bosques de la República Democrática del Congo (RDC) y la recogida masiva de datos que Facebook extrae de los usuarios de Free Basics?

Podemos afirmar, entonces,  con respecto a estas dos comparaciones elegidas al azar dentro de muchas que se asemejan, que la realidad africana no ha cambiado mucho aun cuando esta realidad este separada por décadas o incluso siglos. Según advierten algunos grupos de activistas, un espíritu extractivista se sigue desarrollando en el continente africano a medida que la tecnología avanza. Es decir, la voluntad de aprovechar los recursos presentes en un país o en una región para generar una riqueza que los habitantes de ese territorio no disfrutarán sigue moviendo la maquinaria de la explotación y el saqueo colonial.

Diferencias coloniales

A diferencia de lo que ocurría en la época colonial, una parte de estas prácticas de explotación se producen en la relativa inmaterialidad del espacio digital. Como sucede, por ejemplo, con los abusos laborales. Algunas de las innovaciones más espectaculares se apoyan sobre trabajos que se han trasladado a países africanos. Por ejemplo, el etiquetado de datos que la inteligencia artificial necesita para su entrenamiento se realiza en Kenia, Uganda o Sudáfrica, por parte de trabajadores que durante horas describen miles de fotografías, que después sirven de base para las máquinas de aprendizaje automatizado. Lo mismo ocurre con traducciones de textos para bots o con operaciones de moderación de contenidos de las plataformas de redes sociales.

El etiquetado de datos que la inteligencia artificial necesita para su entrenamiento se realiza en Kenia, Uganda o Sudáfrica por parte de trabajadores que durante horas describen miles de fotografías.

Sama es una de esas empresas de subcontratación con sede en Kenia. Sus empleados pasan días enteros procesando contenidos ultraviolentos, asesinatos, torturas y violencia sexual contra mujeres y niños. Los etiquetan, permitiendo alimentar los algoritmos de los filtros de las redes sociales o de la inteligencia artificial. Las consecuencias sobre su salud mental son graves y equivalentes a los trastornos por estrés postraumático. La empresa keniana no ha puesto en marcha en ningún momento estructuras de apoyo psicológico en beneficio de los empleados.

Peor aún, para llevar a cabo la moderación en los idiomas locales, Sama reclutó a jóvenes, a menudo graduados pobres, de diferentes países de África oriental y meridional. Los llevó a Kenia sin advertirles de la verdadera naturaleza del puesto laboral y de lo que debían hacer allí. La empresa sólo habló de empleo administrativo, omitiendo la cuestión del enfrentamiento diario con el odio online que tendrían que soportar. Una vez en Kenia, estos jóvenes trabajadores quedan atrapados en una espiral laboral de violencia que a la postre les acarrea severos trastornos en su salud mental.

Resistir y organizar

En mayo de 2022, el exempleado Daniel Motaung presentó una primera denuncia contra Meta, la empresa matriz de Facebook, y su empresa subcontratista Sama. La denuncia se refería a las condiciones de trabajo, cuestiones salariales y la falta de apoyo psicológico. Siguieron otras quejas cuando Sama cesó su actividad de moderación y despidió a los empleados.

En ese momento la lucha sindical fue la herramienta que encontraron 150 empleados cuando crearon el primer sindicato africano de moderadores de contenidos, a pesar de las políticas de intimidación de los empresarios. Otros empleados, como los de la empresa Majorel que se hizo cargo de las actividades de moderación de TikTok, anunciaron su decisión de afiliarse al sindicato. Y de esa manera es que un puñado, solo un puñado de empleados hace frente a las mega empresas digitales que los explotan. Aunque este sentados en sillones “gammer”, la explotación es muy semejante a los campos de caucho o las minas de cobalto. El fin que se persigue es el mismo.

Aunque despreciados por los principales grupos de redes sociales, los moderadores desempeñan un papel esencial contra el odio en línea. Los efectos pueden tener consecuencias dramáticas. En Etiopía se está celebrando otro juicio contra Meta. Durante la guerra en Tigray, durante varios días circularon en Facebook llamamientos a asesinar a un profesor universitario de Tigray que vivía en la capital, Addis Abeba. A pesar de sus esfuerzos con la red social, los mensajes siguieron circulando. Cayó bajo las balas de sus asesinos. Estos son los efectos secundarios de una explotación de la industria del odio que se gesta detrás de un servidor web, manipulado por trabajadores sumidos a regímenes cuasi esclavos.   

Imperialismo automatizado

La ugandesa Pollicy es una de las organizaciones que advierte de los manejos perversos que la economía global tiene reservados para el continente africano y lo ha reflejado en una investigación que ha titulado Imperialismo automatizado, sueños expansionistas: Explorando el extractivismo digital en África. Favour Borokini es una de las autoras del estudio y, a través de correo electrónico, considera que las formas de extractivismo identificadas muestran que existe “una continuidad del saqueo” haciendo referencia a la vigencia de las motivaciones de la época colonial. Esta investigadora nigeriana especializada en datos y derechos digitales asegura que “las big tech (los gigantes del sector tecnológico) extraen información y absorben talento en lugar de construir conocimientos y experiencia”.

La investigación, impulsada por Pollicy, ilumina los efectos perjudiciales de la digitalización que quedan ocultos detrás de los píxeles y la modernidad del mundo de internet. Curiosamente, cuando esa innovación está apoyada en relaciones desiguales, reviven los fantasmas de la explotación que se pretendía superada. Las autoras del estudio han identificado los ejemplos más habituales de ese lado oscuro de la digitalización, los han relacionado con casos concretos y han propuesto mecanismos, en muchos casos ya existentes, para luchar contra las amenazas. El informe establece paralelismos entre prácticas de abuso de la economía digital y las del expolio de la colonización.

La investigadora Sareeta Amrute que afirma que “una relación colonial es: jerárquica, extractiva y explotadora; produce consecuencias desiguales y paternalismos malévolos”. Esta investigadora de origen keniano explica que el extractivismo se manifiesta tanto en la minería de coltán en RDC como en “la recogida masiva de datos por parte de las empresas tecnológicas” y en la explotación a través “del pago insuficiente a colaboradores invisibles como moderadores de contenidos o etiquetadores de datos”, por ejemplo.

ZTE y Huawei han desarrollado la mayor parte de la infraestructura de red del continente africano: el 50% de los sistemas 3G utilizados por las empresas de telecomunicaciones africanas fueron construidos por Huawei y otro 20% o 30% por ZTE.

En el informe de Pollicy, las investigadoras a cargo del trabajo reconocen que este sector, el tecnológico, es una fuente de empleo en zonas con tasas elevadas de desempleo. Sin embargo, cuando se observan las condiciones laborales, difícilmente aguantan la comparación. Garnett Achieng afirma: “Los trabajadores fantasmas situados en el Sur Global apenas se benefician de las enormes ganancias. Las grandes empresas tecnológicas se apoyan en los etiquetadores de datos para mejorar la inteligencia artificial, pero ellos no reciben crédito por su labor ni una remuneración competitiva”.

El informe, además, sentencia que en Sudáfrica, empresas como Amazon, Accenture e IBM han encontrado “una mano de obra angloparlante” que pueden contratar hasta por “un 40% o 50% menos” de lo que gastarían contratando localmente.

La investigadora nigeriana reconoce que la persistencia de estas formas de explotación solo es posible debido a la combinación de la falta de escrúpulos y el afán de lucro de las compañías, la complicidad de los gobiernos y las élites locales, la debilidad de la legislación y la escasa concienciación de gran parte de la sociedad. “La negligencia de los gobernantes en materia de internet deja un vacío que las tecnológicas llenan, por supuesto, a un coste”. Achieng advierte: “Los Estados únicamente se preocupan por los problemas digitales cuando se trata de la censura y la vigilancia. Esto, combinado con empresas que buscan mercado para sus aplicaciones maliciosas, es una mezcla peligrosa”.

“Tecno colonialismo”

Los monopolios y oligopolios mediáticos y tecnológicos occidentales, con su batería de dominación, herramientas para controlar e influir en el discurso social, político y cultural, llamativamente comparten características que en algún punto se entrelazan con los sistemas diseñados por el colonialismo más tradicional, y el otrora dominante de las potencias imperiales, que claramente estaba ligado a lo territorial, a la lengua y a la cultura impuesta por los vencedores. La diferencia sustancial en este juego de semejanzas es que al colonialismo tradicional es impulsado por fuerzas políticas y gubernamentales, el colonialismo “algorítmico”, el de ceros y unos como tormenta sin par, es impulsado por agendas corporativas. Mientras que el primero utilizó el dominio de la fuerza bruta, el colonialismo en la era de la IA toma la forma de “algoritmos de última generación” y “soluciones impulsadas por la IA” a los problemas sociales.

La IA desarrollada principalmente por EE.UU, aunque también podríamos señalar a la UE o simplemente decir “Occidente”, está pensada y desarrollada muy lejos del continente africano, por lo que resulta ineficaz para la resolución de problemas que les ocurren a los africanos. La invasión algorítmica de Occidente agrava y  empobrece simultáneamente el desarrollo de productos locales y, al mismo tiempo, deja al continente dependiendo del software y la infraestructura fabricada para las sociedades occidentales, con necesidades y realidades occidentales.

Ahora bien, también debemos señalar que ambos colonialismos tienen sus fronteras difusas, borrosas y hasta pueden confundirse o simplemente trabajar en conjunto. La dominación política, económica e ideológica en la era de la IA toma la forma de innovación tecnológica a los problemas sociales.

Frases tales como: “crear conocimiento sobre la distribución de la población de África”, “conectar a los desconectados” y “proporcionar ayuda humanitaria” le han servido a Facebook, por ejemplo, para desarrollar su proyecto de expansión en África. Es a partir de acciones como estas donde se pone en juego la vieja retórica colonial; “Sabemos lo que necesitan estas personas y venimos a salvarlas. Deberían estar agradecidos”.

Actualmente, gran parte de la infraestructura digital y el ecosistema de África están controlados y administrados por poderes monopolistas occidentales como Facebook, Google, Uber y Netflix. La misma historia colonial pero ahora bajo el disfraz de la tecnología.

No obstante, el colonialismo algorítmico disfrazado de “soluciones tecnológicas para el mundo en desarrollo” es bien recibido y rara vez enfrenta resistencias. Lo que se plantea aquí es el rechazo de un modelo de negocio particular desarrollado por los grandes monopolios tecnológicos que imponen sus valores e intereses ahogando a todo aquello que no se ajuste a los mismos.

El expolio, el saqueo que existe detrás del avance tecnológico y la explotación laboral que esto conlleva, seguirá siendo temas de nuestro interés en tanto lo seguimos considerando como una forma más de colonización del continente africano. Las multinacionales no sólo están saqueando los recursos naturales de África, esenciales para la fabricación de equipos informáticos, sino que también están explotando a los trabajadores del continente en condiciones extremas.

*Beto Cremonte es periodista, Comunicador Social y docente en la Facultad de Comunicación Social de La Plata (U.N.L.P), estudiante avanzado de la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Pública y Política de la Universidad Nacional de La Plata (U.N.L.P)

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp