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África: comunidad Bereber (Amazigh) y la resistencia a través del idioma

Por Gianna Rosciolesi* Especial para PIA Global. – La lucha de la comunidad indígena del Magreb tiene como bandera el reconocimiento de su lengua como patrimonio identitario, en pos de preservar sus tradiciones históricas y sus tierras autóctonas.

El pueblo amazigh (llamado también bereber) es considerado la población originaria del norte de África. Habitan el extenso espacio entre Egipto y Mauritania, y entre el Mar Mediterráneo y África Subsahariana. Su historia data de variadas conquistas por parte de fenicios, griegos, romanos, vándalos, bizantinos, árabes, turcos, franceses, británicos, españoles e italianos. Han sido sometidos a la adopción de variadas figuras religiosas, aunque en la actualidad la mayoría profesa el Islam.

Los imazighen (plural de amazigh) se distribuyen en Marruecos (Rif, Atlas y Sous), en Argelia (Aurès, oasis de Mzab y Gourara, Hoggar y Gran y Pequeña Cabilia) y en los desiertos de Mauritania y Sáhara Occidental. También los encontramos en Túnez (Isla de Djerba), en Libia (Gabel Nefusa) en Mali y Chad (en el desierto). A toda esta tierra habitada por la comunidad indígena se la denomina Tamazgha, y se estima que viven aproximadamente 30 millones en Marruecos y 12 millones en Argelia.

Cuando aparece el de afuera

Con la expansión del islam, los árabes llegaron a las tierras del norte de África en el año 649, momento en que los imazighen estaban bajo el dominio del Imperio Bizantino. Los árabes lograron que uno de los jefes de tribu, Kusayla, se convirtiera al Islam, influenciando a muchos de sus seguidores a hacerlo también. De esta forma, realizaron un acuerdo en el cual se pactaba expulsar a los bizantinos de la región. Concretado, el tratado se rompió y el Islam conquistó los territorios del Magreb. La presencia árabe representa un importante impacto en los pueblos imazighen, dado que los territorios donde subsisten, se han formado en base a esa lengua e identidad en común.

Cuando en los siglos XIX y XX Europa colonizó diversos países africanos, los imazighen se vieron obligados a redistribuirse y delimitarse en los espacios geográficos que determinaban los ocupantes. Si los europeos veían África como un lugar inferior, exótico y por, sobre todo, menos desarrollado, los indígenas del continente representaban para ellos el último eslabón de la modernidad.

En el caso de Marruecos, Francia tomó la debilitada figura del Sultán, a quien se le dificultaba en diversos aspectos (principalmente económicos) remontar la posición de su territorio, y le prometieron una seguridad administrativa a cambio de apoyar la gobernación francesa. Así, una vez conquistado, el protectorado francés continuó otorgándole beneficios a la aristocracia marroquí, que eran en su mayoría terratenientes.

Durante este período, los latifundistas se vieron favorecidos por las grandes inversiones europeas que cruzaban el Mediterráneo. El saqueo y la explotación del suelo estuvo en manos tanto europeas como de las clases más altas marroquíes. Esto provocó que las tierras donde moraban los pueblos imazighen se convirtieran en espacios de producción, y dejaran de ser habitadas por los habitantes originarios de ellas.

Con los diversos levantamientos que comenzaron a ocurrir en el Magreb a mediados del siglo XX, los colonizadores debieron aplicar tácticas imperialistas para mantener su posición. Una de ellas, fue la conceptualización de un enemigo interno y del enfrentamiento entre el pueblo. Colocaron la figura de los árabes como dominadores de la población amazigh contraponiendo a ambos actores. Lo que buscaban, era que cuando los nacionalistas lucharan y defendieran su territorio de las ocupaciones extranjeras, una parte de la población, llegara a creer que la responsabilidad de la opresión provenía de sus propios compatriotas. Así, proclamaron el “Dahir Bereber” de 1930, un tratado que pretendía quitarle la jurisdicción de la población amazigh al Sultán marroquí. Sin embargo, la palabra amazigh significa “hombre libre”, por lo que el pueblo no permitiría ser dominado por una u otra fuerza, y el rechazo de la sociedad árabe a este tratado fomentó los movimientos independentistas.

El idioma, símbolo de resistencia

Cuando los países del Magreb comenzaron a obtener sus independencias, proyectaron políticas de fuerte caracter nacionalista que reinvindicaran sus tradiciones, diferenciándolas de las impuestas por Europa. Fue así que el idioma árabe se convirtió en un símbolo de la identidad postcolonialista de la región, e impulsaron su enseñanza y su desarrollo en todos los espacios públicos.

En Argelia, estas políticas provocaron que los imazighen se sublevaran en contra de la unificación del lenguaje, puesto que eliminaba del mapa su propio idioma, que también representa parte de la cultura y de la identidad del norte africano. Estos levantamientos ocurrieron principalmente entre 1963 y 1980, y en 1991 el frente de Fuerzas Socialistas (FFS) se encargó de denunciar públicamente la propaganda electoral que proponía su adversario, el Frente Islámico de Salvación, bajo el lema “el mestizaje es la decadencia».

El pueblo amazigh posee su idioma, el tamazight, utilizado desde el siglo VI a.C. Este cuenta con dialectos diferentes según la región de la Tamazgha en donde sea utilizado: el de Marruecos, que incluye cuatro variedades: tarifit, tachelhit, tamazight y ghomara; el de Argelia; y el de los tuareg (una tribu dentro del conjunto amazigh) llamado tamasheq. Se cree que hace al menos 2.500 años la lengua posee su sistema de lectoescritura, contando con alfabeto propio. Así como los árabes decidieron tomar su propio idioma como resistencia, también lo hicieron ellos, a fin de visibilizar una misma tradición opresiva de parte de quienes querían proclamarse libres.

Durante la década de los 80, el Movimiento Cultural Amazigh realizó una serie de levantamientos en Argelia que buscaban reivindicar el idioma natal y recomponer su estatus de importancia a nivel nacional. Estas manifestaciones resultaron en acciones represivas, pero lograron visibilizar la causa en diversas zonas de la región.

En los primeros años de este siglo, Marruecos cedió cierto reconocimiento al idioma tamazight, permitiendo que figure como lengua nacional en un documento de la Comisión Nacional de Educación.

En el 2011, sumaron a su Constitución Nacional un artículo que reconocía la identidad y la lengua amazigh como parte colectiva de la cultura marroquí. Sin embargo, este artículo se aprobó mediante una ley orgánica en el año 2019. No finaliza el reclamo, puesto que su implementación se ve fuertemente ralentizada por el Estado Monárquico, dado que no se utiliza para los documentos de identidad, para los pasaportes, ni se sumó a los billetes nuevos distribuidos en 2023. Además, la ley propone la alfabetización progresiva que debería comenzar a formalizarse en el nivel primario apenas para 2030.

Sumado a esto, es importante aclarar que Marruecos ha decidido no adoptar la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, permitiéndose continuar su propio rumbo en las decisiones que respectan a los pueblos originarios.

Por su parte Argelia, creó en 1995 el Alto Comisionado de la Amiziguidad, que promueve la defensa de su cultura y la enseñanza de la lengua, llegando a realizar una reforma en su Constitución en 2016 para la adopción del tamazight como idioma nacional. Los imazighen libios se propusieron retomar esta lucha, principalmente luego del asesinato de Gadafi. Los carteles de la resistencia comenzaron a ser escritos en su dialecto.

Túnez aún continúa en la batalla por la reivindicación, viéndose lejano el panorama frente a su posición política actual. Países como Chad, Malí y Níger lograron constituir el idioma como parte del sistema educativo varios años antes que el resto de sus vecinos magrebíes.

La lucha por la adopción y el reconocimiento por la lengua amazigh no se da sólo en las instituciones formales, sino también se disputa en las calles y en los medios de comunicación. La escritura de literatura propia amazigh, la traducción de textos árabes a su idioma y viceversa, es parte de un movimiento cultural que se da en torno al deseo de revitalización de su tradición. De esta forma, también se comenzaron a realizar producciones de cine y televisión propias, transmitiendo a través de ellas su folklore, mediante costumbres, los espacios que se muestran, y las vestimentas que utilizan. Hoy en día, Marruecos posee un canal en tamazigh.

La danza y la música, empezaron a ser difundidas a través de grupos abocados especialmente a la cultura indígena, presentándose en festivales internacionales y contando con presencia en redes sociales.

Gianna Rosciolesi* Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Estudiante del Profesorado en Comunicación Social en la UNLP.

Foto de portada: themarkaz.org/

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