África Subsahariana Análisis del equipo de PIA Global

Abiy Ahmed el artífice de los cambios en Etiopía

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
Abiy Ahmed se convirtió en primer ministro de Etiopía en abril de 2018 y desde ese día, este país del Cuerno de África, cambió su rumbo hacia la paz y la modernización.

A su llegada al poder, el Primer Ministro electo de Etiopia, Abiy Ahmed Alí, o simplemente “Abiy”, encontró el país en estado de emergencia interna y externa. Una serie de problemáticas que azotaban al segundo país más poblado de África y que en su capital. Addis Abeba, funciona la sede de la Unión Africana, pero que sin embargo no encontraba solución a los problemas que subyugaban a una población empobrecida. Crisis climática, sequía, guerra completaban el combo al que se debía enfrentar el joven Primer Ministro.  

Etiopía ocupa un lugar simbólico importante en el corazón de los africanos. Como sede de la Unión Africana, este país, heredero de un imperio de 2000 años de historia, ha desempeñado un papel singular en la afirmación de la independencia y la unidad africanas, desde la batalla de Adoua, en 1896, hasta la cumbre fundacional de la OUA, en 1963, en Addis Abeba, pasando por el discurso de Haile Selassie ante la Sociedad de Naciones, el 30 de junio de 1936.

El nombre oficial de Etiopía es “República Federal Democrática de Etiopía, a partir de su nombre hay ya toda una concepción del Estado y su compromiso. El país tiene una larga frontera con Somalia al este en el Cuerno de África; Yibuti al noreste; Sudán al oeste; Eritrea al norte, y Kenia al sur. Desde la independencia de Eritrea, en abril de 1993, carece de salida al mar. La geografía etíope se caracteriza por estar compuesta de una gran meseta dividida por dos amplias cadenas montañosas atravesadas por el Valle del Rift. En el Lago Tana, al noroeste del país, nace el Nilo Azul, el afluente más caudaloso del Nilo (río que a postre durante el gobierno de Abiy le traería más de un dolor de cabeza, ya llegaremos a ese momento). El idioma oficial es el amárico aunque también se hablan otras lenguas locales, unas setenta, siendo las más importantes el tigriña y el oromo, y el inglés está muy extendido. Es el segundo país más poblado de África después de Nigeria. Es uno de los países africanos de mayor crecimiento anual a lo largo de los últimos diez años.

Etiopía es una de las economías de mayor nivel de crecimiento en el continente africano. Con una estructura económica basada sobre todo en la agricultura, sector que representa el 46% del PIB. A partir del mandato de Abiy, el gobierno etíope está promoviendo importantes planes para impulsar el desarrollo de la economía nacional, incluyendo proyectos para fortalecer la agricultura, las infraestructuras energéticas y de transportes y una industrialización orientada a las exportaciones. Para alcanzar estos objetivos, se entablaron relaciones  internacionales por fuera de las fronteras africanas  tratando de captar inversiones extranjeras que permitan financiar las nuevas políticas económicas. Algunos países emergentes, como China, India, Turquía y Brasil, han aumentado recientemente sus inversiones en este país, siendo muy notable la presencia de empresas chinas, en especial en la construcción de infraestructuras. El ingreso de Etiopía al bloque de los BRICS ampliado termina de confirmar este proceso.

Durante los últimos años, han aumentado de forma considerable las inversiones de grandes cadenas internacionales de la industria textil para la elaboración de productos terminados. El 70% de los productos textiles etíopes son posteriormente exportados a la Unión Europea y se espera que para 2020 las exportaciones totales de este sector superen los 1.200 millones de euros.

El mercado etíope es el segundo de África en tamaño, con más de 90 millones de consumidores potenciales. Aunque la mayor parte de la población tiene bajos niveles de renta y poder adquisitivo, se han hecho grandes progresos en la reducción de la pobreza. Esta tendencia favorable irá redundando en un aumento de la demanda interna que ampliará las posibilidades de este mercado.

Abiy, origen de un líder

Ahmed es el primer líder etíope de la etnia oromo, la mayoritaria del país seguida de la comunidad amhara. Abiy creció en una familia humilde, cuando era adolescente, se implicó en la lucha armada contra el régimen del dictador Mengistu Haile Mariam. El joven Abiy, operador de radio, aprendió entonces por necesidad el idioma de los tigray, grupo étnico mayoritario en esta lucha y que formó el núcleo duro del régimen tras la caída de Mengistu, en 1991.

Abiy empezó entonces a ascender en el seno de la coalición en el poder, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), primero en el aparato de seguridad, (fue jefe de los espías en este organismo), y luego del lado político.

Subió escalones en el ejército hasta que obtuvo el grado de teniente coronel, y en 2008 fue uno de los fundadores de la Agencia Nacional de Inteligencia (INSA), que dirigió de facto durante dos años. En 2010, cambió el uniforme por el traje de político, convirtiéndose en diputado del partido oromo, miembro de la coalición en el poder y, en 2015, pasó a ser ministro de Ciencia y Tecnología.

A finales de ese mismo año, un movimiento de protestas antigubernamentales fue ganando amplitud en el seno de las principales comunidades del país, los oromo, a la que pertenece Abiy Ahmed, y los amhara. Aunque el movimiento fue violentamente reprimido, terminó sacando del poder al primer ministro Hailemariam Desalegn, símbolo de una coalición incapaz de aportar respuestas a las aspiraciones de la juventud. El EPRDF designó entonces a Abiy Ahmed para solucionar la situación, convirtiéndolo en el primer oromo en ser jefe del gobierno.

Tradicionalmente, los oromo se han visto marginados en la política y fueron jóvenes activistas de esta étnica quienes lideraron las protestas contra el autoritarismo y el arresto del líder oromo Bekele Gerba, que acabaron propiciando la caída del primer ministro Hailemariam Desalegne, y el ascenso de Abiy al poder etíope.

La llegada de Abiy al poder

Tras acceder al poder, Ahmed dio un paso histórico viajando a la región de Oromia y ser el primero en dar un discurso de unión en la lengua oromo, no oficial en el país como el inglés o el amhárico. A ello se le unió la legalización del Frente de Liberación de Oromo y Ginbot 7, dos partidos opositores considerados como terroristas anteriormente, y la bienvenida a sus líderes que vuelven del exilio, como Berhanu Nega, jefe de Ginbot 7 que hasta entonces coordinaba ataques contra el Ejército etíope desde Eritrea.

Sus políticas de unión, reconciliación y convivencia han dado mucho prestigio a Abiy Ahmed, pero también hizo que afloraran tensiones entre grupos étnicos que databan desde el final de la época comunista en 1991, cuando la pequeña etnia tigray se hizo con mucho poder en el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope, la coalición de cuatro partidos de diferentes etnias que gobierna desde entonces el país. De esta manera podemos explicar los problemas que luego enfrento Abiy Ahmed con miembros de las etnias tigray y amhara, que lo acusan de populista y de haber entregado Eritrea.

Ciertamente, desde que tomó las riendas del poder en Etiopía, en abril de 2018, Abiy hizo temblar hasta los cimientos de un régimen anquilosado tras más de 25 años de ejercicio autoritario del poder, modificando las dinámicas del Cuerno de África.

Apenas seis meses después de su investidura, firmó la paz con la vecina Eritrea, liberó a miles de disidentes, pidió perdón por la brutalidad estatal y recibió con los brazos abiertos a miembros de grupos exiliados que sus antecesores habían calificado de «terroristas».

“El comité nobel noruego ha decidido otorgar el premio Nobel de la Paz 2019 al primer ministro etíope Abiy Ahmed Ali por su esfuerzo por conseguir la paz y cooperación internacional, y especialmente por su iniciativa para resolver la disputa fronteriza con su vecina Eritrea». Así anunciaba la presidenta del comité Berit Reiss-Andersen el premio para el jefe del Ejecutivo etíope. La resolución de un conflicto que ha durado más de dos décadas ha sido la clave para que Ahmed haya recibido el galardón y que, por segundo año consecutivo, recaiga en un africano, tras el doctor congoleño Denis Mukwege el año pasado por sus esfuerzos por acabar con la violencia sexual hacia las mujeres en su país.

Ahmed ha cambiado radicalmente el aspecto político de Etiopía, que ha pasado de no saber solventar sus propios conflictos a ser clave como mediador en otros como el de Sudán. A ello se le une su compromiso con el feminismo, que le ha llevado a nombrar al primer Gobierno paritario de la historia del país y promover el nombramiento de la primera jefa de Estado etíope, Sahle-Work Zewde, nombrada por el Congreso tras la renuncia del expresidente Mulatu Teshome en octubre de 2018.

El primer ministro etíope, Abiy Ahmed Ali, posa con medalla y diploma después de recibir el Premio Nobel de la Paz durante la ceremonia en Oslo, Noruega, el 10 de diciembre de 2019. Reuters

La paz con Eritrea y el camino al Nobel

El conflicto con Eritrea se remonta a los años 60. Durante treinta años los eritreos lucharon contra los etíopes por conseguir la independencia, algo que finalmente se les concedió tras un referéndum supervisado por las Naciones Unidas en 1993. Lo que parecía el fin del conflicto fue todo lo contrario, pues cinco años más tarde las tensiones resurgieron tras entrar las fuerzas de seguridad de Eritrea en la región etíope de Badme y comenzar una sangrienta guerra por delimitar la frontera entre ambos países que dejó unos 80.000 muertos. A pesar de firmar un acuerdo de paz en Argel en el año 2000, las tensiones entre ambos países continuaban y la frontera permaneció cerrada y militarizada, con miedo a que pudiera resurgir un conflicto armado.

Sin embargo, a su llegada al Gobierno Ahmed sorprendió al mundo al anunciar que Etiopía aceptaba todas las cláusulas del acuerdo del año 2000 y de la comisión fronteriza de la ONU, que otorga la región de Badme a Eritrea. Ahmed y el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, abrieron juntos la frontera en julio de 2019, en una estampa única que dio paso a imágenes de familias reunidas tras dos décadas separadas y la aerolínea estatal Ethiopian Airlines volando de nuevo a Asmara, capital del país vecino.

Detrás de los motivos altruistas de paz del nuevo primer ministro etíope estaba también un gran interés económico por ambas partes. Con una población de más de cien millones y un crecimiento económico del 7,7% previsto para 2019, Etiopía necesitaba cada vez más de los puertos eritreos de Assab y Massawa para dar salida a sus productos y no estancar sus exportaciones, canalizadas a través del pequeño país de Yibuti durante estos años. Por su parte Eritrea necesitaba abrirse a la región tras quedar totalmente bloqueada después de que Sudan, por donde entraban sus recursos, cerrara también la frontera entre ambos países en 2018. Ahogada económicamente, la paz con Etiopía era necesaria para el presidente Afwerki para levantar las sanciones que la ONU había impuesto hacía nueve años y mantener la economía y su régimen a flote.

La paz con Eritrea es solo la punta de lanza de la visión que Ahmed ha querido implementar a su llegada. El primer ministro ha promovido el modo “medemer” que, en lengua amhárica, alude a la capacidad de unir y sumar. En ese sentido se entiende también su elección como primer ministro en un principio.

Una vez en el poder, Abiy multiplicó las iniciativas a nivel regional. Además del espectacular acercamiento a Eritrea, desempeñó un importante papel de mediador en la crisis política sudanesa e intentó revitalizar el frágil acuerdo de paz sursudanés.

«Este es un premio para toda Africa, para Etiopía», aseguró, emocionado, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, al enterarse de que fue el elegido para quedarse con el Nobel de la Paz de 2019. Artífice de la asombrosa reconciliación entre su país y Eritrea y de reformas que quieren transformar radicalmente a su país,

Sin embargo, Occidente y el Comité Noruego del Nobel obvian otros preocupantes acontecimientos, como la creciente tensión intercomunitaria que ha destapado Ahmed al abrir la caja de Pandora de un país con unas relaciones delicadas entre etnias, que causó el fallido golpe de Estado contra el Gobierno de la región de Ahmara en junio de 2019. Además, la tensión internétnica convirtió a Etiopía en el país con el mayor número de desplazados del mundo en 2018, con casi 3 millones de personas que tuvieron que abandonar sus casas.

Tigray rompe la paz etíope

El levantamiento y posterior guerra interna en el norte etíope fue un factor disruptivo y sería la mecha para desencadenar un conflicto territorial intraestatal. Tras la crisis mundial por la pandemia de COVID, Ahmed suspende las elecciones prometidas, anuncio que no fue bien recibido por la etnia Tigray, quien tras 2 años de ausencia en el ejecutivo nacional, se encontraba expectante por recuperar el poder perdido.

Es por este motivo, las autoridades tigrayanas decidieron seguir adelante con los comicios para renovar el Parlamento local, pese a la restricción impuesta por el gobierno. En represalia por la insubordinación, el ejecutivo nacional detuvo el envío de  fondos a la zona, provocando que el TPLF se alzara en armas y atacara el mando regional del ejército nacional en noviembre de 2020.

De este modo, se dio inicio a una cruenta guerra que enfrentaría a las tropas nacionales etíopes, (con la colaboración del ejército de Eritrea), y a los rebeldes del Tigray (con colaboración y apoyo de los EE.UU). Si bien en un principio, el escenario del conflicto estuvo situado en esta provincia, durante su transcurso y desenlace, también afectaría a otras áreas del país, llegando incluso a amenazar su capital, Addis Abeba.

Este conflicto ha tenido gravísimas consecuencias de naturaleza multidimensional, donde la principal víctima es la población civil, que terminó interiorizando la guerra como una forma de vida.

En primer lugar, es vital destacar que la principal estrategia del gobierno etíope contra la región ha sido un continuo asedio de 2 años, que explica las marginales condiciones de vida actuales de su población, donde prevalecen la inseguridad alimentaria, el no suministro de combustible, cortes de electricidad, líneas telefónicas, servicios de internet, y una paralización del comercio.

Por otro lado, la población de Tigray no es la única golpeada por los efectos de la guerra, sino que toda la sociedad etíope se encuentra expuesta a crecientes dificultades y desafíos, principalmente en el ámbito económico. Etiopía actualmente es afectada por una sequía crítica, que ha puesto en riesgo la productividad de su principal sector económico: la actividad primaria.

Es por ello que cobra sentido el éxito logrado en las negociaciones de un alto al fuego permanente que se dio en noviembre de 2022 en Pretoria, donde con la mediación de la Unión Africana (UA), y la “buena voluntad” de ambos bandos, se consiguió llegar a un acuerdo político y militar significativo, en el marco de un debilitamiento del TPLF.

El mismo ha sido posible, gracias a las importantes concesiones políticas realizadas por la parte rebelde, la cual con el objetivo de no perder el control de la capital Mekele, ha optado por conceder una administración transitoria conjunta de la región con el gobierno federal y un pronto llamado a elecciones, términos sumamente beneficiosos para un gobierno etíope que si bien tiene las capacidades de retomar el territorio insurrecto se enfrentaría a altísimos costes militares, económicos y políticos. A cambio, el gobierno federal relajaría su asedio a la región, permitiendo que se reanuden la ayuda y los servicios que se necesitan desesperadamente.

Entre los principales desafíos críticos para su cumplimiento, se encuentran los acuerdos alcanzados en el ámbito de la seguridad, donde las fuerzas tigrayanas plantearon que su proceso de desarme se llevaría adelante de forma concurrente con el retiro de tropas extranjeras (en referencia a Eritrea) y otras milicias como la Amhara. Por este motivo, una falta de cumplimiento de dichos compromisos podría llevar a un nuevo estallido del conflicto.

El acuerdo de paz con los tigrayanos será otro logro de Abiy, que lo coloca dentro de un selecto grupo de jefes de Estado con un alto índice de aprobación de gestión.

El presidente chino, Xi Jinping, se reúne con el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, al margen de la XV Cumbre del BRICS, en Johannesburgo, Sudáfrica, el 23 de agosto de 2023. (Xinhua/Ding Haitao)

Etiopía un puerto para los BRICS, rumbo al multipolarismo

Cuando se anunció la ampliación de los BRICS a seis nuevos países, la inclusión de Etiopía en la lista pudo sorprender, pero debe ser visto dentro de la política de las ambiciones estratégicas de los BRICS y del giro hacia la multipolaridad que estamos viendo a nivel global.

Aunque Etiopía es el segundo país más poblado de África, sigue siendo un país pobre, con un PIB per capita de 1150 dólares. Además se observa un atraso en términos de desarrollo, por ejemplo, en cuanto al índice de alfabetización, que apenas supera el 50 %, según el CIA Factbook 2022. En consecuencia, tras la guerra civil en la región de Tigray no parecía muy viable este anuncio, sobre todo teniendo en cuenta la dimensión de los otros “países en vías de desarrollo” invitados a este BRICS ampliado.

La elección de Etiopía marca, sobre todo, la primacía de las consideraciones geopolíticas y simbólicas en la selección que realizaron los BRICS. De hecho, el grupo inicial, ampliado, en 2011, para incluir a Sudáfrica, garantizaba la representatividad geográfica esencial para la ambición de un orden económico mundial alternativo. Parecía que sólo faltaban Oriente Próximo y Medio Oriente, que carecían de un líder indiscutible y que seguían, en gran medida, en el seno de Estados Unidos en aquel momento. La inclusión de Arabia Saudita, Irán y Egipto lo remedia bastante, al igual que la de Etiopía, la esclusa africana del Mar Rojo y el Canal de Suez.

Etiopía, aunque privada de acceso al mar desde la secesión de Eritrea, en 1993, aún es el líder de facto del Cuerno de África y de su organización subregional, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), así como el proveedor de estabilidad en una región en crisis, desestabilizada por los conflictos de Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Eritrea. El plan de crear una armada nacional es un claro indicio de esta ambición de hegemonía regional y control por delegación del estrecho de Bâb-el-Mandeb, punto estratégico para el transporte marítimo mundial. Etiopía es el símbolo de un modelo de gobernanza dirigista y, en gran medida, autárquico que los BRICS han tratado de promover.

En este sentido, esta adhesión es, también, una apuesta por las oportunidades de futuro que podría ofrecer esta economía, que, en la década del 2000, en parte, gracias a esta singularidad, fue una de las historias de éxito del continente africano. Etiopía es, ante todo, el ejemplo ideal-típico de un país en crisis económica estructural, con una carga de deuda insostenible (al igual que Argentina) y con una ruptura con los principios de gobernanza y el marco multilateral promovidos por Occidente.

La inclusión a los BRICS también está fundamentada desde el punto de vista económico, ya que, aunque Etiopía vuelve a ser cortejada por las instituciones de Bretton Woods, ya se volcó, decididamente, hacia otros socios (principalmente, China). El nuevo director del Banco Mundial hizo su primera visita oficial al país y el FMI, tras concederle a Etiopía un programa de financiamiento récord en 2019 (2900 millones de dólares, es decir, el 700 % de su cuota), ha iniciado nuevas negociaciones. Sin embargo, estas iniciativas palidecen en comparación con la atracción de los IDE de China, de los que Etiopía, como parte interesada en la Iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda, es el principal destino en África Oriental.

Esta inclinación hacia China se ve reforzada por la crisis diplomática latente con Estados Unidos, que ya lleva tres años. Este último ha sido acusado, (como dijimos más arriba) de apoyar la rebelión tigrayana y de ser excesivamente crítico con los crímenes de guerra cometidos durante el conflicto, que Anthony Blinken calificó, de «calculados y deliberados». A cambio, la diplomacia americana ve con malos ojos la alianza de Etiopía con su vecina Eritrea, Estado paria para Washington, así como el reciente fortalecimiento de las relaciones ruso-etíopes, ilustrado por la presencia de Abiy en el Foro Rusia-África. La suspensión, de las actividades de distribución de alimentos de USAID, en medio de acusaciones de malversación de la ayuda, es el último acto de este enfriamiento de las relaciones bilaterales.

El 1 de enero, el mismo día que Etiopía ingresaba a los BRICS, se dio a conocer el memorándum de entendimiento con Somalilandia que permite a Addis Abeba establecerse en una franja de 20 kilómetros sobre el golfo de Adén, arrendado  por 50 años, en la región de Berbera, para utilizarla como base militar y puerto comercial.  A cambio, Somalilandia conseguirá participación accionaria en Ethiopian Airlines, la compañía aérea más grande del continente y en Ethio Telecom (Compañía de Telecomunicaciones de Etiopía). El acuerdo termina con la imperiosa necesidad del país del Cuerno de África de conseguir un acceso marítimo libre y mucho menos oneroso que los altos tributos que debía pagar Djibouti para la utilización de sus puertos, por donde hasta ahora llegaba y salía todo el comercio exterior etíope.

Este memorando de acuerdo con Somalilandia, le puede traer a Abiy una serie de contratiempos con sus vecinos, sobre todo con Somalia ya que la región separatista de Somalilandia está en plena lucha por su independencia y reconocimiento como una nación libre y auto determinada.

Otros países han levantado la vos tras el acuerdo. Egipto, que ya tiene una disputa con Etiopia por la Presa Del Renacimiento, y Sudan se suman a una lista que podemos completar con los intereses regionales de Arabia Saudita y los conflictos en Yemén.

Más allá de estas cuestiones que comienzan a corporizarse en estos primeros días del año, podemos afirmar que hay una Etiopía antes y después de Abiy Ahmed Alí. El camino que fue trazando este joven líder africano ha cambiado la realidad etíope y ha movilizado al Cuerno de África.

*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp