Por Misión Verdad
La aparición del virus SARS-CoV-2 dejó entrever la fragilidad de los sistemas sanitarios en el mundo, incluso en los países que se consideraban vanguardia por sus redes de salud pública. Naciones europeas como Italia, Francia, España, Alemania, Inglaterra, entre otros, se vieron colapsadas por el alto volumen de infectados por Covid-19 que requerían ser atendidos en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI).
Pero el Covid-19 no solo mostró la fragilidad de los sistemas de salud del Norte Global, también dejó ver la naturaleza rapiña del sistema que los gobierna. Una vez que la pandemia se convirtió en el centro de los acontecimientos, el objetivo primordial en común era tratar de buscar una solución para volver a la «normalidad». Y una de ellas fue tratar de fabricar una vacuna.
El inicio de la carrera
Este hecho se convirtió en una carrera no solo por buscar una solución a una pandemia con consecuencias multifactoriales, sino por quién ejercería de ahí en adelante mayor influencia geopolítica.
Desde marzo del año pasado se empezaron a dar los primeros pasos a través de organismos multilaterales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) para una solución conjunta, pero también, como era de esperarse, una carrera insana impulsada por la lógica del mercado, lo que implicó una competencia con zancadillas donde el derecho a la vida perdía relevancia.
En esta contienda entraron en juego las grandes corporaciones farmacéuticas en una suerte de guerra fría en el que también los países más poderosos jugaron un rol de acuerdo a su naturaleza neoliberal: quien lograra conseguir la vacuna iba a capitalizar la mercantilización de la misma, y quien tuviera más recursos tendría más posibilidad de acaparar más inmunizaciones.
Sin embargo, no todo operaba con esta lógica. También desde el principio de la pandemia hubo cooperación entre naciones para buscar una solución en conjunto y una visión un poco más esperanzadora en medio del desastre. Tal es el caso de países como China, Rusia, Cuba, entre otros, que pusieron sus avances científicos-tecnológicos al servicio de la población local y en otras latitudes.
Un caso palmario de ello se evidenció en la cooperación con Venezuela, en medio del más feroz bloqueo unilateral, que incluso se intensificó con la llegada de la pandemia.
La Big Pharma y Occidente
Ante el desafío que significaba la búsqueda de una solución para contener la pandemia que desnudó la crisis estructural, se vislumbró la simbiosis natural entre Occidente y las grandes corporaciones farmacéuticas congregadas en la Big Pharma, una élite que concentra en pocos la mayor fabricación de vacunas en el mundo.
Unos meses después, ya la carrera por encontrar la vacuna se encontraba en pleno apogeo. Por un lado, China y Rusia liderando el discurso de la solidaridad, y por otro, las corporaciones farmacéuticas, la mayoría estadounidenses, cada una por su lado tratando de conquistar el mercado.
Estas dos maneras de ver el momento histórico sería determinante para, más adelante, entender las consecuencias de dejar algo tan vital como la fabricación de una vacuna en la lógica del mercado.
Cuando los fabricantes de vacunas empezaron a mostrar los avances, inició la carrera por la adquisición de las mismas. Los países ricos jugaron adelantado y desembolsaron grandes cantidades de dólares para la adquisición de las inmunizaciones. Si bien el objetivo era proteger a sus ciudadanos, también se mantenía la esperanza de que esa inmunización sirviera para volver a la «normalidad» perdida y, por ende, la recuperación económica.
¿Guerra sucia?
En esta lógica carroñera operó, también, el estigma a quienes desde cierto punto resultaron competencia ante esa lógica, y no porque estos realmente quisieran competir, sino porque el hecho de tener una visión más solidaria ya representaban pérdidas para las élites farmacéuticas. Tal es el caso de China y Rusia, los chivos expiatorios de Occidente de estos tiempos. ¿Acaso no se patentó lo del «virus chino» y «la vacuna rusa» como «propaganda negativa» contra estas naciones?
En esta competencia, los países mencionados juegan un papel determinante. De las 17 vacunas candidatas contra el Covid-19 registradas por la OMS, más de la mitad son de China y una de las más eficientes, con 92% de efectividad, es la Sputnik V, de Rusia.
Con la segunda oleada de Covid-19 a finales de 2020 y principios de 2021 (al parecer no aprendieron la lección del año pasado, cuando Europa se convirtió en el epicentro de la pandemia con consecuencias catastróficas), la adquisición de las vacunas se volvía un tema prioritario y se empezaron a notar las costuras.
De la Unión Europea (UE) solo quedó el nombre, porque en medio del desastre lo menos que hubo fue unidad y solidaridad entre naciones. Zancadillas, conspiraciones y acaparamiento fue lo más notable con la pandemia en la culta y civilizada Europa, cuna y orgullo de la civilización occidental.
Aunque no es un país europeo, el caso de Israel es un ejemplo palmario del acaparamiento de los países ricos. El Estado sionista ha comprado 24 millones de dosis a distintas farmacéuticas, aun cuando la población vacunable es de 6 millones, para los cuales se requieren 12 millones asumiendo que se deben aplicar doble dosis.
Fallas en la producción y distribución
Este año empezaron a ser más evidentes los incumplimientos de los fabricantes de vacunas con los compromisos adquiridos con países europeos. La duda de si podrían cumplir con la demanda global aumentó el desespero de las naciones.
A principios de este año, Italia, la nación más golpeada por la pandemia en Europa, prometió demandar a Pfizer por reducir en un 29% la distribución de dosis en ese país, lo que interfiere en el esquema de vacunación que inició el año pasado. La farmacéutica alemana-estadounidense aplicó el recorte a todo el continente.
Esta situación se repite en Alemania. De acuerdo a un medio alemán, «la Unión Europea y Alemania podrían quedarse cortas de suministros de vacunas. El retraso en la firma de contratos con farmacéuticas podría significar que las vacunas lleguen tarde, además de que no sean suficientes», refiere Der Spiegel.
La saliente administración de Washington tenía como meta vacunar a 20 millones de estadounidenses en las próximas semanas, lo que podría explicar la falla de suministros y desvío de insumos en el Norte Global. De acuerdo a las autoridades alemanas, se requiere que al menos un 70% de la población esté vacunada.
De los 1.3 mil millones de dosis encargadas por la Unión Europea, solo están aseguradas las de BioNTech/Pfizer (Estados Unidos-Alemania) y la de Moderna (también de Estados Unidos). Entre Pfizer y Moderna suministrarían unas 60 millones de vacunas a Alemania.
Los cuatro fabricantes de vacunas contratados por los europeos están presentando retrasos en su producción. La anglo-suiza AstraZeneca interrumpió sus ensayos (su efectividad es cuestionable) al mismo tiempo que anunció inesperadamente que entregaría 60% menos dosis de la vacuna en 2021 que los 400 millones planeados; y la francesa Sanofi pospuso la aprobación de su vacuna hasta finales de 2021.
De acuerdo al medio alemán Bild, la sanidad de Alemania, Francia, Italia y Holanda intentaron, a mediados del año pasado, quebrar las reglas de la UE al procurar realizar sus propias compras de vacunas, pero los jefes de Estado se plegaron a los designios de Bruselas.
Con esto se demuestra no solo la poca efectividad de las empresas farmacéuticas, sino la incapacidad del organismo multilateral europeo para dar respuesta a sus Estados miembros. En este escenario vale decir que hasta hace poco solo dos vacunas contra el coronavirus habían sido autorizadas por la UE: la de Pfizer en colaboración con BioNTech y la de Moderna, lo que deja por fuera a la Sputnik V. Hasta el momento no hay ningún alegato que explique las razones.
Recientemente, El salto publicó «Los secretos tachados de los contratos de compra de vacunas de la Comisión Europea», a propósito de la presión contra la Comisión Europea (CE) que gestiona la adquisición de vacunas en el continente. Sin embargo, en el documento tachan detalles importantes que podrían revelar tramas de corrupción en torno a un proceso en el que está en juego la vida de millones en ese continente.
Suspensión de pagos, incumplimientos, desvío de vacunas a otros países, retraso de entregas, amenaza de demandas, entre otros, han caracterizado el manejo del proceso de inmunización contra el Covid-19 en Europa.
«¿Qué medidas, tiempos u otras condiciones tienen los contratos que ha firmado la CE con dichas empresas?», se pregunta Yago Álvarez Barba, autor del artículo. Lo cierto es que al parecer ni los eurodiputados parecen estar al tanto de lo que sucede.
«La CE ha negado mostrar dichos contratos alegando que contienen información sensible. Del mismo modo que como se hizo con los grandes tratados de libre comercio, como el TTIP o CETA, los eurodiputados solo tenían una forma de acceder a uno de esos contratos: en una sala cerrada, sin ayuda de ningún asesor, sin cámara de fotos o teléfono y firmando un contrato de confidencialidad. Además, los eurodiputados tenían un tiempo máximo de 50 minutos, para el que tenían que apuntarse a una larga lista de representantes con la misma intención, para analizar un documento de más de 60 hojas. Además, tal y como denunciaron varios parlamentarios que tuvieron acceso al contrato, estaba lleno de tachones que censuraban partes importantes».
Detalles importantes como la cantidad de insumos que se requieren para la inmunización a gran escala y el costo de las vacunas son tachados y se manejan en secreto.
«El Producto se suministrará en forma de XXX que requerirá una XXX. Sin embargo, las características del envase (presentación final) aún están en consideración. El XXX se presentará probablemente en cajas de XXX y el XXX. El envase también incluirá XXX. Se espera que el volumen inyectado para una dosis sea de 0,5 ml (tras la dilución)», refiere un contrato que corresponde a un acuerdo con CureVac, la empresa alemana que va retrasada en el testeo y aprobación de la vacuna.
Ningún país del Sur Global espera solidaridad de Europa, pero que no exista entre ellos derrumba el mito de la unidad del viejo continente. La pandemia deja ver, además de la fragilidad de los sistemas de salud, la actitud carroñera signada del sistema que los gobierna y que pretenden sea ejemplo para el resto del mundo.
Fuente: Portal ALBA