Análisis del equipo de PIA Global Asia Slider

Asjabad 2025 – como Rusia redefine el equilibrio en el corazón de Eurasia

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* – La cumbre celebrada en Asjabad, capital de Turkmenistán, en conmemoración del 30.º aniversario de la neutralidad permanente del país centroasiático, representó un acontecimiento diplomático de primer orden que trasciende ampliamente el protocolo ceremonial.

Lo que a simple vista podría parecer un foro más sobre paz y cooperación regional, reveló ser un verdadero epicentro geopolítico donde Rusia desplegó músculo diplomático, económico y estratégico ante una constelación de actores regionales que incluyó a Turquía, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Pakistán e Irak.

La asistencia casi perfecta de jefes de Estado y primeros ministros —incluido el primer ministro georgiano, en un gesto de notable significación política— subraya la importancia trascendental de este encuentro.

No se trató simplemente de una reunión protocolaria, sino de un espacio donde se están redefiniendo las alianzas, los corredores económicos y las arquitecturas de seguridad que moldearán el futuro no tan solo de Eurasia en las próximas décadas sino la proyección internacional del mundo multipolar.

Para comprender cabalmente la trascendencia de esta cumbre, resulta imprescindible adentrarse en las profundas raíces históricas que vinculan a los actores presentes, analizar las dinámicas de poder regional y examinar cómo Rusia, en este momento crucial, está marcando la cancha frente a las pretensiones occidentales de incorporar la región a su órbita de influencia.

Las tres herencias civilizacionales

La herencia rusa

Asia Central constituye sin lugar a duda un espacio geográfico cuya identidad moderna es inseparable del legado ruso. La expansión del Imperio Ruso durante el siglo XIX incorporó estos territorios a una estructura política, económica y militar que transformó radicalmente las sociedades locales.

Ciudades históricas como Taskent, Samarcanda, Bujará y Asjabad se convirtieron en nodos de una red imperial que conectaba Europa con Asia, integrando a los pueblos túrquicos y persas de la región en un sistema administrativo, educativo y económico rusófono.

Fue durante el período soviético cuando esta integración alcanzó su máxima profundidad. La Unión Soviética no solo rediseñó las fronteras de Asia Central —creando las repúblicas socialistas de Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán— sino que construyó una infraestructura económica, militar y cultural completamente integrada.

Incluso hasta la actualidad las doctrinas militares, los sistemas educativos, las redes ferroviarias, los complejos industriales y los sistemas de regadío que aún subsisten fueron diseñados como parte de un todo orgánico con Moscú como centro neurálgico.

Cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991, estas nuevas naciones independientes heredaron estructuras profundamente entrelazadas con Rusia. Las élites políticas, militares y económicas habían sido formadas en instituciones soviéticas, hablaban ruso con fluidez y mantenían vínculos familiares, comerciales y culturales con Rusia. Más importante aún, las doctrinas militares, los sistemas de defensa aérea, los protocolos de seguridad y las cadenas de suministro energético permanecieron alineados con Moscú.

Esta realidad histórica explica por qué, más de tres décadas después de la independencia, Rusia continúa siendo el actor con mayor influencia estructural en la región. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), liderada por Moscú, agrupa a Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, creando un paraguas de seguridad colectiva.

Asimismo, la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la Unión Económica Euroasiática (UEE) funcionan como instrumentos de integración económica que facilitan el comercio, la libre circulación de trabajadores y la coordinación de políticas macroeconómicas.

La herencia túrquica

Paralelamente a la influencia rusa, Asia Central es el corazón del mundo túrquico. Kazajos, uzbekos, turcomanos, kirguises y azerbaiyanos comparten raíces lingüísticas, culturales y étnicas con Turquía, pueblo que llegó a su actual ubicación geográfica proveniente desde el asia central, constituyendo una comunidad de más de 170 millones de personas que se extiende desde los Balcanes hasta las estepas mongolas.

Tras el colapso soviético, Turquía intentó proyectar su influencia en Asia Central mediante el discurso del panturquismo, promoviendo vínculos culturales, educativos y económicos. Ankara estableció universidades, institutos culturales, canales de televisión y programas de becas diseñados para fortalecer la identidad túrquica compartida. El entonces presidente turco Turgut Özal habló de un “siglo túrquico” que se extendería desde el Adriático hasta la Gran Muralla China.

Sin embargo, las ambiciones turcas chocaron con varias realidades. Primero, Rusia mantenía un poder estructural demasiado arraigado para ser desplazado. Segundo, las élites centroasiáticas, educadas en el sistema soviético, desconfiaban del nacionalismo étnico que podía desestabilizar sus frágiles Estados multiétnicos. Tercero, Turquía carecía de los recursos económicos y militares necesarios para rivalizar con Moscú en la región.

No obstante, en años recientes, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan, Turquía ha adoptado un enfoque más pragmático. En lugar de competir frontalmente con Rusia, Ankara ha optado por una estrategia de cooperación selectiva, manteniendo vínculos económicos robustos —particularmente en energía— mientras preserva su influencia cultural en Asia Central. La Organización de Estados Túrquicos, que agrupa a Turquía, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán (como observador), representa este nuevo modelo de panturquismo pragmático que no busca desafiar a Rusia sino coexistir con ella.

La herencia persa

La tercera dimensión histórica de Asia Central es la herencia persa, particularmente visible en Tayikistán, cuya población habla tayiko, una variante del persa. Durante siglos, las mileniales ciudades uzbekas de Bujará y Samarcanda fueron centros de la cultura persa, produciendo poetas, científicos y filósofos que enriquecieron la civilización islámica.

Irán, heredero moderno de esta tradición, mantiene vínculos culturales y religiosos con Tayikistán y, en menor medida, con comunidades persófonas en Uzbekistán y Afganistán. Teherán ha buscado proyectar influencia mediante el soft power cultural, promoviendo el intercambio académico, la difusión de literatura persa y el fortalecimiento de lazos religiosos chiitas.

A pesar de esto, al igual que Turquía, Irán ha comprendido que su influencia en Asia Central depende de no antagonizar con Rusia. La alianza estratégica entre Moscú y Teherán —forjada en Siria y consolidada mediante acuerdos energéticos y sellada con el Tratado de Asociación Estratégica Integral— ha permitido que Irán participe en el reordenamiento regional sin generar fricciones con el actor dominante.

Esta triple herencia —rusa, túrquica y persa— convierte a Asia Central en un espacio geopolítico único donde convergen civilizaciones, intereses económicos y proyectos estratégicos.

La cumbre de Asjabad fue, precisamente, el escenario donde estas tres dimensiones se encontraron, negociaron y definieron los parámetros de su coexistencia futura.

Pragmatismo energético entre Rusia y Turquía

Uno de los encuentros más significativos de la cumbre fue la reunión entre Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan, que se extendió durante aproximadamente hora y media. A pesar de las tensiones históricas y las competencias regionales entre Moscú y Ankara —desde Siria hasta el Cáucaso e incluso en Ucrania— ambas potencias han desarrollado una relación pragmática basada en intereses mutuos concretos.

El eje central de esta alianza es la energía. Turquía depende críticamente del gas natural ruso, que cubre aproximadamente el 45% de su consumo interno. El gasoducto TurkStream, que transporta gas ruso a Turquía y desde allí a Europa del Sur, representa un activo estratégico para ambos países.

Además, Rusia está construyendo la central nuclear de Akkuyu en la costa mediterránea turca, un proyecto de 20.000 millones de dólares que transformará el panorama energético turco.

Como señaló el ministro turco Alparslan Bayraktar, la alianza energética entre ambos países “se mueve en una línea ascendente”, abarcando no solo gas natural sino también energía nuclear. La parte turca, según Dmitry Peskov, “espera la puesta en servicio oportuna de la estación, es muy importante para ellos.”

Pero la conversación entre Putin y Erdogan no se limitó a la energía. Según el portavoz del Kremlin Peskov, “se produjo un intercambio exhaustivo de opiniones sobre los asuntos ucranianos.” Erdogan reiteró el deseo de Turquía de continuar actuando como mediador: “Nuestro sincero deseo es poner fin a la guerra entre nuestros vecinos del norte: Rusia y Ucrania, con quienes mantenemos lazos y relaciones de larga data basados en el respeto mutuo. Estamos dispuestos a proporcionar apoyo concreto a las iniciativas diplomáticas de tregua y paz, principalmente al proceso de Estambul.”

Esta posición turca es bien recibida por Moscú, que ve en Ankara un interlocutor más equilibrado que los países occidentales. Como señaló Peskov: “El deseo de Turquía de continuar participando en actividades de mediación, de ayudar al proceso de paz, lo cual es bien recibido por nuestro país.”

Significativamente, Putin y Erdogan también discutieron las intenciones europeas respecto a los activos rusos congelados. Peskov describió esto como “un fraude grandioso con los activos rusos” y señaló que “las partes acordaron que tales acciones precipitadas por parte de los europeos en realidad contribuirán a la destrucción del sistema de Bretton Woods.”

Esta convergencia de visiones sobre la arquitectura financiera internacional revela una alineación estratégica más profunda que trasciende los intereses energéticos inmediatos.

Consolidando el eje ruso-iraní

El encuentro entre Vladimir Putin y el presidente iraní Masoud Pezeshkian fue otro momento crucial de la cumbre. Irán y Rusia han construido una alianza estratégica que se ha profundizado dramáticamente en los últimos años, particularmente desde el inicio del conflicto ucraniano y el recrudecimiento de las sanciones occidentales contra ambos países.

Putin destacó el dinamismo de las relaciones bilaterales mencionando que “Las relaciones entre nuestros países se están desarrollando de forma muy positiva. El año pasado, la facturación comercial aumentó un 13 por ciento, y este año, durante los tres primeros trimestres, otro más de ocho.” Estas cifras demuestran que las sanciones occidentales, lejos de aislar a estos países, han incentivado su cooperación mutua.

Los proyectos conjuntos son ambiciosos y estratégicos. Moscú y Teherán continúan trabajando en la estratégica central nuclear de Bushehr, colaboran en el desarrollo y la potencialización del corredor de transporte Norte-Sur y discuten cooperación en gas, electricidad y agricultura. Como señaló Putin: “Y, por supuesto, estamos en contacto estrecho en todos los asuntos internacionales clave, incluidos todos los relacionados con el programa nuclear iraní.”

Pezeshkian, por su parte, agradeció abiertamente el apoyo ruso a la posición iraní en el escenario internacional y reafirmó el compromiso iraní con la implementación del Tratado de Asociación Estratégica Integral firmado a comienzos de año.

Este tratado, aunque no contempla defensa militar automática, sí establece una alineación profunda en términos estratégicos y de no asistencia a agresores de cualquiera de los dos países.

El eje Moscú-Teherán representa una de las alianzas más significativas del siglo XXI. Ambos países comparten una visión multipolar del orden internacional, rechazan la hegemonía estadounidense, enfrentan regímenes de sanciones similares y tienen intereses convergentes en múltiples teatros regionales, desde el Cáucaso hasta Oriente Medio.

La cumbre de Asjabad permitió consolidar esta alianza ante la mirada de los demás actores regionales, enviando un mensaje inequívoco sobre la profundidad de su coordinación estratégica.

Irak, Pakistán y Turkmenistán

La agenda bilateral de Putin en Asjabad no se limitó a Turquía e Irán. El presidente ruso también se reunió con el primer ministro paquistaní Shahbaz Sharif, el presidente iraquí Abdul Latif Rashid y, naturalmente, con el anfitrión, el presidente turcomano Serdar Berdimuhamedov.

La reunión con el líder iraquí reviste particular importancia. Como señaló Putin, el diálogo entre Moscú y Bagdad “se estableció en tiempos soviéticos” y “a pesar de todos los turbulentos acontecimientos en la región y en su país, nosotros, por extraño que parezca, siempre hemos mantenido muy buenas relaciones.” Las empresas rusas, particularmente Lukoil, tienen proyectos petroleros significativos en Irak, especialmente en el campo de West Qurna. El politólogo ruso Dmitry Abzalov destacó que una de las tareas del presidente ruso era “tranquilizar a los socios extranjeros” ante las sanciones internacionales que afectan a Lukoil en Irak.

Con Berdimuhamedov, Putin discutió la ampliación de la cooperación económica, incluyendo energía, el desarrollo del corredor internacional de transporte Norte-Sur y la implementación de proyectos conjuntos de comercio e inversión.

Significativamente, Putin invitó a Berdimuhamedov a una cumbre informal de la CEI en San Petersburgo, programada para los días 21 y 22 de diciembre, consolidando la integración de Turkmenistán en el espacio postsoviético.

Alternativa a las rutas occidentales

Uno de los temas económicos centrales discutidos en Asjabad fue el corredor de transporte Norte-Sur, un proyecto transformador que conectará Rusia con India a través de Irán, los países del Caspio y Asia Central.

Este corredor representa una alternativa directa a las rutas marítimas controladas por Occidente y reduce dramáticamente los tiempos y costos de transporte entre Eurasia del Norte y el subcontinente indio.

El corredor Norte-Sur no es simplemente un proyecto de infraestructura; es una declaración geopolítica. Demuestra que Eurasia puede construir sus propias arterias comerciales sin depender de las rutas atlánticas tradicionales. Como explicó el politólogo Dmitry Abzalov: “Existe una ruta norte-sur a través de Irán hacia la India. Las direcciones más importantes de exportación de energía de este a oeste con acceso al mar Caspio también pasan por allí.”

La energía constituye el pilar fundamental de la cooperación económica discutida en Asjabad. Turkmenistán posee las cuartas reservas de gas natural más grandes del mundo, mientras que Kazajistán es un productor petrolero de primer orden. Rusia, por su parte, es el principal proveedor energético de Europa y Asia.

La cooperación energética entre estos actores no solo genera beneficios económicos mutuos sino que también crea interdependencias que estabilizan las relaciones políticas. Turquía depende del gas ruso, Irán colabora con Rusia en proyectos nucleares, y los países centroasiáticos encuentran en Moscú un socio tecnológico y comercial confiable.

Significativamente, esta cooperación energética euroasiática está construyendo un sistema que opera paralelamente y potencialmente en competencia con las estructuras energéticas occidentales.

Indudablemente y pese a los intentos desde occidente, el gas ruso que fluye a través de TurkStream, los proyectos nucleares en Irán y Turquía, y los oleoductos que conectan Asia Central con China y Rusia están redibujando el mapa energético mundial.

El líder de Turkmenistán – Gurbangulý Berdymujamédow
El fracaso de la ONU y el llamado a nuevas estructuras

Uno de los temas recurrentes en los discursos de Asjabad fue la crisis de la arquitectura de seguridad global y el fracaso de las instituciones multilaterales existentes, particularmente la ONU.

El anfitrión el líder del pueblo de Turkmenistán Gurbangulý Berdymujamédow abrió el encuentro señalando que el mundo atraviesa un momento difícil y que las “fuerzas pacifistas” deben unirse para enfrentar amenazas que socavan la arquitectura global de seguridad.

Esta crítica a la ONU no es gratuita. Los países presentes en Asjabad perciben que el sistema de seguridad colectiva establecido tras la Segunda Guerra Mundial ha sido capturado por Occidente y utilizado para promover sus intereses particulares bajo el disfraz de normas universales. La intervención en Libia, las sanciones contra Irán, Rusia y otros países, y la incapacidad de la ONU para prevenir y frenare conflictos como el de Gaza han erosionado la confianza en estas instituciones.

Paradójicamente mientras Berdymujamédow señaló que la ONU “sigue siendo el pilar central” de los esfuerzos de cooperación internacional, el mensaje implícito era que esta organización necesita reformas profundas o, alternativamente, debe ser complementada con nuevas estructuras regionales más representativas y efectivas.

Ante el fracaso percibido de las estructuras globales, los países euroasiáticos han apostado por fortalecer organizaciones regionales. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), liderada por Rusia, proporciona un paraguas de seguridad para sus miembros. La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que agrupa a Rusia, China, India, Pakistán, Irán y los países centroasiáticos, se ha convertido en el principal foro de seguridad regional. La Unión Económica Euroasiática (UEE) facilita la integración económica entre Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Bielorrusia y Armenia.

Estas organizaciones representan el embrión de un orden multipolar donde las regiones construyen sus propias arquitecturas de seguridad y cooperación económica sin depender de instituciones globales dominadas por Occidente.

De esta manera la cumbre de Asjabad funcionó como un espacio de coordinación entre estas diversas estructuras, permitiendo que actores que pertenecen a diferentes organizaciones —algunos miembros de la OTSC, otros de la OCS, algunos de la UEE— dialoguen y alineen sus políticas.

Rusia marca la cancha

Asia Central se ha convertido en un teatro de competencia geopolítica entre Rusia y Occidente. Tras el colapso soviético, Estados Unidos y la Unión Europea intentaron expandir su influencia en la región mediante programas de asistencia económica, cooperación militar y promoción de la democracia liberal. La instalación de bases militares estadounidenses en Kirguistán y Uzbekistán tras el 11 de septiembre de 2001 marcó el punto álgido de la presencia occidental en Asia Central.

Pero en las últimas dos décadas, Occidente ha perdido terreno significativo. Las bases estadounidenses fueron cerradas, los programas de cooperación militar se redujeron y las revoluciones de color intentadas en algunos países fracasaron o generaron inestabilidad contraproducente. Paralelamente, Rusia ha reconstruido sistemáticamente su influencia mediante alianzas militares, integración económica y soft power cultural.

La cumbre en Turkmenistán debe entenderse en este contexto. Al reunir a jefes de Estado de toda la región —incluido el primer ministro georgiano, cuyo país ha sido presionado intensamente por Occidente para distanciarse de Moscú— Rusia demostró que, pese a las sanciones, el aislamiento diplomático y la guerra en Ucrania, continúa siendo el actor con mayor capacidad de convocatoria en Eurasia.

Como señaló el politólogo Dmitry Solonnikov: “Las visitas a Asia Central comenzaron con la cumbre en Dusambé. Esto ya era un paso serio hacia la formación de alianzas con los países de la región.”

La presencia de Putin en Asjabad, rodeado de líderes regionales, envió un mensaje inequívoco en el cual Rusia no solo mantiene su influencia en su espacio histórico sino que la está expandiendo y consolidando.

Asia Central no está en juego

Putin utilizó la cumbre para marcar la cancha geopolítica. Al felicitar a Turkmenistán por su neutralidad estratégica (política histórica que posiciona al país como el más neutral del mundo) y destacar que sus relaciones bilaterales están en “un nivel sin precedentes”, el presidente ruso subrayó que Asia Central permanece firmemente dentro de la órbita de influencia rusa.

Como declaró: “Esta política se justifica plenamente. Esto contribuye a la estabilización de la situación en la región y crea buenas condiciones para el desarrollo de las relaciones bilaterales con muchos países, incluyendo —quiero señalar con satisfacción— nuestras relaciones bilaterales entre Rusia y Turkmenistán.”

El mensaje según diversos analistas es que los intentos occidentales de incorporar Asia Central al “redil occidental” han fracasado y continuarán fracasando de mantenerse la línea actual. La región tiene sus propias dinámicas, sus propios intereses y sus propias alianzas, todas las cuales orbitan alrededor de Moscú como centro gravitacional.

Esta demostración de fuerza diplomática ocurre en un momento estratégico. Como señaló el politólogo Dmitry Abzalov: “El conflicto ucraniano está llegando gradualmente a su fin, y las potencias mundiales empiezan a prepararse para la manifestación de sus intereses ya en Asia Central. Hay un movimiento geopolítico que se ha intensificado en el contexto de la trayectoria de negociación.”

En otras palabras, Rusia está posicionándose para la era post-Ucrania, asegurándose de que Asia Central permanezca en su esfera de influencia antes de que Occidente intente aprovechar cualquier debilidad postconflicto para penetrar en la región.

Un nuevo capítulo en la geopolítica Euroasiática

Todo lo acontecido en Turkmenistán, no fue un evento protocolar sino un momento definitorio en la reconfiguración del orden euroasiático. Representó la consolidación de múltiples procesos que han estado desarrollándose durante años, en el cual se destacan el fortalecimiento de las alianzas regionales, la construcción de infraestructuras económicas alternativas, la crisis de las instituciones globales occidentalizadas y el rechazo del unipolarismo estadounidense.

Rusia demostró que pese a las enormes presiones que enfrenta, continúa siendo el actor indispensable en Eurasia. Su capacidad para reunir a líderes de Turquía, Irán, Asia Central, el Cáucaso y el subcontinente indio en una misma sala, negociar acuerdos energéticos estratégicos, coordinar posiciones en seguridad internacional y promover proyectos de infraestructura transformadores, confirma que Moscú no solo ha resistido el intento de aislamiento occidental sino que ha salido fortalecido de él.

Las tres herencias civilizacionales —rusa, túrquica y persa— que convergen en Asia Central han encontrado en este momento histórico una fórmula de coexistencia basada en el pragmatismo, el respeto mutuo y la defensa compartida de la soberanía nacional frente a las presiones externas. La cumbre de Asjabad simbolizó la maduración de esta fórmula, demostrando que Eurasia puede construir sus propias estructuras de gobernanza, sus propias rutas comerciales y su propia arquitectura de seguridad.

Como señaló uno de los participantes, lo verdaderamente significativo de la cumbre fue su atmósfera “natural, hasta descontracturada, líderes conversando de manera franca, países alineando intereses”. Esta naturalidad refleja la madurez de las relaciones euroasiáticas, donde los actores regionales ya no necesitan la mediación o supervisión occidental para dialogar y negociar.

Detrás de los grandes discursos sobre paz y confianza, la verdadera política sucedió en los pasillos, en las reuniones de margen, en los apretones de manos que construyen silenciosamente el nuevo mapa del mundo. Y ese nuevo mapa tiene a Asjabad —y por extensión a Asia Central— como uno de sus centros neurálgicos, con Rusia firmemente posicionada como el arquitecto principal de este reordenamiento geopolítico.

Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

*Foto de la portada: Canva

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

Dejar Comentario