El acuerdo de defensa firmado por Chad y Camerún el 23 de septiembre es un paso positivo para asegurar su frontera de más de 1.000 kilómetros, pero necesita la aceptación de las comunidades afectadas.
La inseguridad en la zona fronteriza se manifiesta en la violencia de Boko Haram, rivalidades entre comunidades y diversos tipos de delincuencia organizada, como secuestros para pedir rescate, robo de ganado, tráfico de armas, drogas y personas, y caza furtiva.
La inestabilidad altera la pesca, la agricultura, el comercio y las cadenas de suministro, lo que provoca el cierre de mercados como el de ganado en Banki, al noreste de Nigeria. Las tasas de desempleo juvenil en el extremo norte de Camerún alcanzan el 75%, una situación que incentiva a los jóvenes a unirse a grupos extremistas violentos. En Chad, la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (ISWAP) participa activamente en actividades terroristas y otros delitos transfronterizos.

Muchas comunidades fronterizas de ambos países sufren la negligencia del Estado y la ausencia de servicios esenciales como la atención médica, la educación y la seguridad. La situación se ve agravada por la obligación de los gobiernos de canalizar recursos —que de otro modo podrían destinarse al desarrollo— hacia iniciativas militares para combatir a los grupos armados.
La escasez de recursos subyace a los enfrentamientos intercomunitarios, y las limitadas oportunidades económicas empujan a las comunidades al tráfico de armas , siendo Camerún la principal ruta de tráfico de armas entre Chad y la República Centroafricana. El robo de ganado es otra amenaza creciente , facilitada por una intrincada red de actores que explotan las fronteras permeables y los territorios sin gobierno.
Camerún y Chad tienen un historial de cooperación militar conjunta, como la Fuerza de Tareas Conjunta Multinacional (FTCMM) establecida por la Comisión de la Cuenca del Lago Chad en 1994, que incluye a Nigeria, Níger y Benín. Esta fuerza de tareas tiene el mandato de combatir a Boko Haram en la región.
Basándose en colaboraciones militares previas, el ambicioso acuerdo del 23 de septiembre destaca la necesidad de operaciones fronterizas conjuntas y entrenamiento, una mayor cooperación y un mejor intercambio de información. La alianza busca sincronizar las iniciativas antiterroristas, controlar la trashumancia para reducir los conflictos entre los migrantes pastorales armados y reprimir la delincuencia transfronteriza.
El acuerdo presenta varias ventajas, como la experiencia adquirida en la colaboración con la MNJTF y la creación de una plataforma para aunar recursos. Sin embargo, no aborda el papel de las comunidades en la estabilización de la zona fronteriza entre Chad y Camerún. Para que operaciones de esta naturaleza tengan éxito, es necesario involucrar a las comunidades afectadas desde las etapas iniciales de planificación. Este enfoque de poder blando complementa de forma esencial la postura de poder duro de las fuerzas de seguridad.
Involucrar a las comunidades fortalece su confianza, lo que aumenta la probabilidad de éxito del pacto militar conjunto. Este enfoque también implica menores costos operativos y bajas, ya que un mejor intercambio de inteligencia permite operaciones cinéticas más precisas, lo que reduce los daños colaterales. Los ataques de precisión basados en inteligencia también reducen el gasto en potencia de fuego, aliviando así las presiones presupuestarias.
Las estrategias que recurren excesivamente a acciones militares contundentes pueden distanciar a las mismas poblaciones que buscan proteger. En las zonas operativas, suelen surgir malentendidos entre las fuerzas de seguridad y las comunidades debido a los daños colaterales durante las operaciones y al uso excesivo de la fuerza durante los interrogatorios de sospechosos. Como resultado, las comunidades afectadas suelen percibir las operaciones militares como contraproducentes y una amenaza para su bienestar.
El poder blando se refiere a la capacidad de ejercer influencia mediante la persuasión y la atracción, en contraposición al uso de la fuerza, la intimidación o los incentivos financieros. La doctrina suele establecer una estructura de coordinación cívico-militar muy unida que permite expresar las quejas de todas las partes, lo que facilita la resolución de conflictos. Esta estructura también ayuda a identificar y ejecutar proyectos de desarrollo de alto impacto en las comunidades afectadas.
El poder blando es igualmente importante para contrarrestar las narrativas radicales difundidas por grupos terroristas como Boko Haram. Los canales de comunicación fiables y confiables entre las fuerzas de seguridad y las comunidades permiten debatir y contrarrestar las posturas extremistas antigubernamentales y religiosas. Esto puede ayudar a prevenir el reclutamiento de personas por parte de grupos extremistas.
Las fuerzas de seguridad también pueden utilizar las relaciones establecidas con las comunidades para implementar programas que impulsen la resiliencia de la comunidad frente a los mensajes negativos y concienticen al público sobre las medidas de seguridad que pueden adoptar.
La complejidad de los desafíos de seguridad en las zonas fronterizas entre Chad y Camerún refuerza la importancia de que el acuerdo militar conjunto incluya mecanismos de consulta y retroalimentación comunitaria. Esto ayudará a las autoridades a adaptar sus respuestas a las principales preocupaciones de seguridad de cada zona, que probablemente difieran entre comunidades en esta vasta región fronteriza.
También es necesario fortalecer la comprensión y la capacidad de los líderes religiosos, mujeres y jóvenes locales sobre los objetivos del acuerdo de defensa. Su participación puede facilitar el intercambio de información, la resolución de conflictos y la ejecución de proyectos de desarrollo y asistencia militar durante las respuestas a crisis, la gestión de desastres y las evacuaciones médicas.
*Michael Mugah Sitawa, Investigador del Observatorio de África Central sobre Crimen Organizado y Violencia
Artículo publicado originalmente en ISS AFRICA

