Gabón votó a favor de la renovación de su Asamblea Nacional en tres rondas electorales con poca diferencia de tiempo: el 27 de septiembre , el 11 de octubre (segunda vuelta) y el 18 de octubre (repetición en ocho circunscripciones), en el primer ciclo legislativo tras el golpe de Estado de 2023. El resultado otorga al partido del presidente Brice Oligui Nguema , la Unión Democrática de Constructores ( UDB ), una amplia y políticamente significativa mayoría, confirmando el inicio de una nueva era tras más de medio siglo de gobierno de la familia Bongo y un año de transición que culminó con las elecciones presidenciales del 12 de abril. Los comicios pusieron a prueba la promesa de reforma institucional, económica e internacional anunciada por Nguema, en un país marcado por una gran riqueza natural y fragilidades sociales, y que hoy busca una trayectoria independiente de la lógica neocolonial que durante décadas ha influido en su estructura política.
La historia reciente es fundamental para comprender la importancia de esta votación. En agosto de 2023, pocos días después del anuncio de la controvertida reelección de Ali Bongo , el entonces comandante de la Guardia Republicana, Brice Oligui Nguema, tomó el poder, liderando una operación militar que disolvió las instituciones, anuló los resultados electorales e inició una fase de transición. Esta transición puso en marcha un proceso de relegitimación constitucional que culminó con la aprobación de una nueva Constitución el 16 de noviembre de 2024, con el 91% de los votos . Esta introdujo un mandato de siete años, renovable solo una vez, la abolición del cargo de primer ministro y criterios más estrictos para la elegibilidad presidencial.
La promesa de Oligui Nguema con este nuevo proceso constitucional era restaurar la normalidad electoral en el país y establecer barreras a la reproducción del poder dinástico. Paralelamente, la Asamblea Nacional actualizó el código electoral (enero de 2025), transfiriendo la organización de las elecciones al Ministerio del Interior, permitiendo la candidatura de militares y jueces, y reservando dos escaños para gaboneses residentes en el extranjero, mientras que la doble nacionalidad sigue estando prohibida para los aspirantes a la presidencia. Estos cambios definieron el marco para las primeras elecciones legislativas posteriores al golpe de Estado.
Como se mencionó, las elecciones presidenciales se celebraron el 12 de abril de este año, las primeras desde la caída de la dinastía Bongo. La participación fue de casi el 71%, y Nguema, candidato independiente con su nueva plataforma política, se impuso por un amplio margen, poniendo fin definitivamente a la era Bongo en el plano electoral y consolidando su liderazgo institucional de cara a las elecciones legislativas. Tras obtener legitimidad popular, el presidente aceleró la consolidación de su movimiento, fundando en julio la UDB, un partido concebido para transformar la figura del “líder de transición” en un actor político de largo plazo y para proporcionar una base parlamentaria coherente a su programa de reformas. Entretanto, en julio se inició el calendario electoral para las elecciones locales y legislativas con la revisión de las listas electorales (del 14 de julio al 12 de agosto), la constitución de las comisiones locales y la presentación de candidaturas (del 27 de julio al 7 de agosto). La estructura organizativa sirvió para institucionalizar la “Quinta República”, en palabras de la administración, y para tranquilizar al público sobre la naturaleza “creíble, transparente y pacífica” de la consulta.
Más de 900.000 votantes habilitados emitieron su sufragio el día de las elecciones, las primeras elecciones legislativas y locales desde la caída del régimen de Bongo. La participación fue uniforme, con algunos retrasos matutinos debido a la lluvia en la capital, Libreville. En general, los observadores regionales describieron el ambiente como tranquilo. Cabe recordar que el marco institucional, recalibrado con la Constitución de 2024, mantiene un sistema presidencialista en el que la Asamblea no puede destituir al gobierno.
En el plano estrictamente electoral, la contienda se desarrolló en 145 circunscripciones (143 en el país y 2 para la diáspora), con una amplia gama de candidatos —alrededor de 1.600 para el parlamento y casi 17.000 para municipios y departamentos— y una campaña breve, inaugurada formalmente el 17 de septiembre. La novedad estructural fue la presencia de la UDB, un partido de reciente creación pero ya omnipresente en el país; por otro lado, el Partido Democrático Gabonés ( PDG ) —pilar del largo ciclo bongoísta— intentó defender sus espacios en un entorno radicalmente transformado, junto a formaciones históricas como la Unión Nacional (UN) y entidades menores.
Los resultados confirmaron el sentir preelectoral: la UDB lideró claramente, obteniendo la mayoría absoluta de los escaños con 101 de los 145 diputados electos, mientras que el PDG tuvo dificultades, conservando solo 15 representantes y consolidándose como el principal partido de la oposición. Cabe destacar que el Ministerio del Interior convocó elecciones de segunda vuelta el 11 de octubre en 77 circunscripciones donde ningún candidato había obtenido la mayoría, y anuló los resultados en ocho circunscripciones, aplazando la votación al 18 de octubre. Entre los demás partidos, la ONU eligió cuatro representantes, mientras que ninguna de las otras fuerzas políticas obtuvo más de dos escaños. También es relevante la elección de nueve diputados independientes.
En el contexto político gabonés, estas cifras deben interpretarse al menos en tres niveles. En el primero, el más inmediato, la mayoría de la UDB proporciona al presidente una cámara totalmente alineada para implementar la agenda anunciada: diversificación económica más allá del petróleo, inversiones en infraestructura para mejorar la conectividad entre las provincias, reforma del sistema educativo, reducción del desempleo juvenil y, en el ámbito de la gobernanza, fortalecimiento de la lucha contra la corrupción y la transparencia en la gestión de los ingresos. Estas son prioridades que Nguema ha enfatizado desde la transición y reiterado tras su elección en abril, consciente de que la asimetría entre la riqueza mineral y la prosperidad generalizada —con tasas de desempleo juvenil muy elevadas— constituye la línea divisoria social que pone a prueba la credibilidad del nuevo rumbo.
En el segundo nivel, el de la restauración de la confianza electoral, las elecciones legislativas representan la culminación del retorno al sistema constitucional: tras la elección del presidente, las instituciones representativas se reconstituyen por sufragio, reemplazando los cargos designados durante la transición. El procedimiento de doble vuelta, la previsión de segundas vueltas y la posibilidad de repeticiones electorales limitadas cuando fue necesario, marcaron una secuencia de eventos que, a pesar de las protestas, buscó mantener la regularidad del proceso. La presencia de observadores regionales y la apertura a los medios internacionales contribuyeron a dar visibilidad a una votación que, sin embargo, tuvo lugar bajo un sistema presidencialista fuerte, donde la Asamblea no puede presentar una moción de censura contra el gobierno: un equilibrio que responsabiliza al ejecutivo y exige que el Parlamento centre su función en la legislación, la supervisión y el presupuesto.
Finalmente, el tercer nivel es el de las relaciones de política exterior y seguridad, el terreno en el que la retórica de la «nueva dirección» debe traducirse en decisiones concretas. A diferencia de otros países africanos francófonos donde el rechazo de París provocó rupturas abruptas, Libreville ha mantenido la base militar francesa en su territorio, si bien con una reducción de contingentes y un espacio compartido, al que ha rebautizado como «campamento compartido» entre las fuerzas de ambos países.
Según los analistas, el gobierno gabonés busca diversificar sus opciones —Estados Unidos, Rusia, China, los socios del Golfo y nuevas presencias diplomáticas— sin renunciar a un pilar histórico que sigue siendo, en parte, funcional para la seguridad y la educación. Al mismo tiempo, el rechazo al neocolonialismo, planteado en el debate interno, se materializa de diversas maneras: menor dependencia de los ingresos petroleros vinculados a operadores extranjeros, mayor desarrollo de cadenas de valor nacionales; menor intermediación política externa, mayor fortalecimiento de la capacidad administrativa y fiscal; menor mentalidad de enclave extractivo, mayor infraestructura y servicios básicos para integrar las regiones y a la ciudadanía. La propia campaña legislativa —con su mensaje de «construcción» social y material— intentó responder a esta demanda de soberanía sustantiva.
El resultado político de las tres rondas es inequívoco: el partido presidencial ha obtenido la mayoría absoluta y el antiguo PDG ha sufrido una histórica reducción de su tamaño. En un sistema presidencial, esto representa una oportunidad para llevar a cabo reformas postergadas durante décadas. Ahora le corresponde al liderazgo de Nguema —quienes concibieron y construyeron esta estructura— demostrar, con hechos, que la promesa de «devolver la dignidad al pueblo gabonés» no es solo un lema, sino el marco de políticas públicas capaz de romper la inercia de la dependencia y ampliar la ciudadanía económica. Solo entonces, más allá de las cifras, podrá reconocerse al nuevo Gabón como una verdadera superación del pasado.
*Giulio Chinappi, politólogo, ensayista y analista de políticas internacionales
Artículo publicado originalmente en World Politic Blog
