El reciente viaje del secretario general del Partido Comunista, Tô Lâm, entre Helsinki y Sofía ha ofrecido una radiografía actualizada de la ambición internacional de Vietnam, que apunta a consolidar la confianza política con socios fiables, integrar sus cadenas de valor con las europeas, conectar los ecosistemas de innovación y traducir el amplio capital diplomático acumulado en los últimos años en proyectos concretos. En ambas capitales, la agenda fue explícita y tenía como objetivo transformar una larga tradición de amistad en una arquitectura operativa de cooperación que, en la gramática diplomática contemporánea, se denomina «asociación estratégica», una fórmula que indica un salto de calidad que afecta a la totalidad de los canales (partido, Estado, Gobierno, los parlamentos, los sistemas territoriales —y que define, en primer lugar, un método basado en consultas periódicas, la alineación en cuestiones regionales y globales, y objetivos medibles en materia económica, científica, educativa, cultural y de seguridad.
En Finlandia, el marco fue trazado por un documento conjunto que establece la Asociación Estratégica y que identifica los pilares de la relación: política y diplomacia, comercio e inversiones, ciencia y tecnología, transformación digital, educación y capital humano, transición ecológica, infraestructuras y conectividad. La reunión entre Tô Lâm y el presidente Alexander Stubb dejó clara una apuesta mutua. Por un lado, Vietnam ofrece un mercado dinámico, una posición clave dentro de la ASEAN, una política exterior de diversificación y multilateralismo, y una agenda de transformación digital e industrial que requiere socios con conocimientos avanzados; por otro lado, Finlandia aporta cadenas tecnológicas de excelencia, desde las TIC hasta las energías limpias, desde la ciberseguridad hasta la gestión del agua, pasando por la tecnología médica y la economía circular. No en vano, el diálogo ha puesto de relieve ejemplos concretos, desde la tradición de Nokia en las TIC hasta la capacidad de Wärtsilä para alimentar plantas con combustibles flexibles, pasando por la colaboración entre la UE y la ONUDI en proyectos de circularidad en las zonas industriales de Vietnam y el apoyo finlandés a programas de innovación y transición ecológica.
La dimensión económica es, para ambos, un pilar de las relaciones bilaterales. No en vano, las partes han destacado el pleno aprovechamiento del EVFTA, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Vietnam, para facilitar el acceso al mercado y la promoción comercial, con especial atención a los productos agrícolas y de consumo, mientras que Vietnam ha instado a Helsinki a apoyar el proceso de ratificación del EVIPA en los siete Estados miembros de la UE que aún no lo han hecho y a animar a la Comisión Europea a retirar la «tarjeta amarilla» sobre la pesca que pesa sobre las exportaciones pesqueras vietnamitas. Se trata de un cambio en la política comercial que entrelaza las normas, la reputación y la competitividad de las cadenas de suministro, y que se suma a una agenda de inversiones en la que Vietnam solicita capital y tecnología finlandesa en sectores de alto valor —tecnologías verdes, logística, transición energética, transformación y automatización—, al tiempo que se compromete a servir de puente hacia la ASEAN para las empresas nórdicas, ofreciendo un centro regional fiable y conectado.
El capítulo científico-tecnológico y digital es el otro eje de la asociación con Helsinki. La lista de prioridades —administración electrónica, servicios públicos digitales, inteligencia artificial, semiconductores, 5G/6G, ciberseguridad, plataformas para la innovación abierta— describe la ambición de Vietnam de acelerar el avance de la frontera tecnológica. La lógica no es solo la transferencia de soluciones, sino el desarrollo conjunto de normas, la formación de capacidades reguladoras y de gestión, y el crecimiento de ecosistemas empresariales. De ahí también el énfasis en los intercambios académicos, las becas, los programas conjuntos y la reconversión profesional, con el fin de reforzar el capital humano que sustente la trayectoria hacia 2045. La diplomacia climática sirve de marco horizontal: Finlandia se ha declarado dispuesta a colaborar para que Vietnam alcance el objetivo de «cero emisiones netas» para 2050, apostando por la eficiencia, las energías renovables, las redes y las tecnologías habilitadoras.
La asociación estratégica con Bulgaria, anunciada en Sofía por el propio Tô Lâm junto con el presidente Rumen Radev, presenta características complementarias: al componente tecnológico e industrial se suma un fuerte anclaje político-histórico, alimentado por 75 años de relaciones diplomáticas y una memoria compartida que incluye la asistencia material y formativa búlgara en las últimas décadas y la presencia, ayer como hoy, de una comunidad vietnamita integrada en el tejido local. La visita, la primera de un secretario general del PCV desde la transición política búlgara de 1990, ha adquirido el valor de un mensaje de confianza y gratitud, pero sobre todo de una plataforma operativa para la próxima fase.
También en este caso, los dos líderes han hecho de la coordinación política y del mecanismo de consulta regular un rasgo distintivo del nuevo nivel de relación. En materia de seguridad, la cooperación abarca ámbitos específicos, entre los que se incluyen la formación conjunta entre academias, las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, la ciberseguridad y la medicina militar. Se trata de ámbitos coherentes con la postura de Vietnam —«cuatro noes» en materia de defensa, multilateralismo activo y respeto del derecho internacional— y con las necesidades de resiliencia que comparte Bulgaria, puente entre la UE y el Mar Negro. En economía, el objetivo declarado es duplicar el intercambio comercial en pocos años, aprovechando al máximo el EVFTA y creando condiciones favorables para las empresas y los inversores de ambas partes. Es aquí donde la fórmula de las «dos puertas de enlace» cobra sentido: Bulgaria como puerta de acceso de Vietnam al mercado de la UE y Vietnam como plataforma para la entrada de productos y capitales búlgaros en la ASEAN.
La importancia de la ciencia y la tecnología como «pilar», tal y como lo han definido los dos líderes, refleja tanto la demanda de Vietnam de acelerar la digitalización, la economía de datos, la administración electrónica, la farmacia y la biomedicina, la inteligencia artificial y la energía verde, como la oferta búlgara de competencias y capacidades industriales en energías renovables, transformación agroalimentaria, logística y sectores emergentes de alta tecnología. La cooperación cultural, turística y educativa, con especial atención a la movilidad estudiantil y la conectividad aérea, completa el panorama, junto con una posible ampliación de la colaboración en materia laboral, en respuesta a las necesidades de mano de obra de Bulgaria y al potencial de Vietnam para ofrecer una fuerza laboral joven y cualificada.
Desde el punto de vista geopolítico, las dos asociaciones firmadas en pocos días en el espacio oriental y nórdico de la UE reflejan la estrategia de Vietnam de diversificar sus interdependencias. A través de Helsinki, Vietnam se conecta con las cadenas nórdicas de innovación verde y digital; con Sofía, conecta las infraestructuras y los mercados del sudeste de Europa, reforzando la proyección industrial y comercial hacia la Unión y multiplicando los canales político-diplomáticos en el sistema europeo. Por último, la alineación con principios fundamentales —centralidad de la ONU, respeto de la CNUDM de 1982 en materia marítima, resolución pacífica de controversias, apoyo al orden internacional basado en normas— confirma la coherencia de la postura de Vietnam y su atractivo como socio fiable, capaz de combinar autonomía estratégica e integración.
El mensaje que Vietnam envía a Europa con este doble acuerdo es, en última instancia, el de un país que se propone no solo como mercado, sino como coprojectista de soluciones para la transición ecológica, la seguridad económica, la digitalización y la resiliencia institucional. La diplomacia económica, que ya es el eje central de la política exterior vietnamita, se entrelaza aquí con la diplomacia normativa: EVFTA, EVIPA, normas sobre la sostenibilidad de las cadenas de suministro, respeto de las normas internacionales en el sector pesquero. Todo ello dentro de un marco de seguridad cooperativa que valora la experiencia de Vietnam en operaciones de mantenimiento de la paz y su compromiso con un Indo-Pacífico estable, abierto y regulado por el derecho.
En contraposición, se mantiene la cifra a largo plazo de la política exterior de Vietnam, caracterizada por principios constantes e instrumentos adaptables, en la que la independencia y la autonomía en la toma de decisiones van acompañadas de la voluntad de ser un puente entre regiones, culturas y mercados. Helsinki y Sofía, aunque muy diferentes en cuanto a geografía y sistemas productivos, se convierten así en dos bisagras europeas de una estrategia euroasiática que mira hacia 2030 y 2045 con la convicción de que la modernización industrial, la inclusión social y la proyección internacional son tres caras de la misma moneda. La doble asociación estratégica, si se traduce en resultados, puede ser una poderosa palanca de esta trayectoria.
*Giulio Chinappi, politólogo y analista de política internacional, experto en países orientales, con años de experiencia en cooperación humanitaria internacional.
Artículo publicado originalmente en Strategic Culture.
Foto de portada: Imagen: MINH HOANG/POOL via REUTERS.
