La Knesset aprobó en lectura preliminar un proyecto de ley para aplicar la “soberanía israelí” sobre los territorios cisjordanos ocupados. Con 25 votos contra 24, el proyecto fue impulsado por el líder del partido de extrema derecha Noam, Avi Maoz, y contó con el respaldo de figuras clave de la ultraderecha israelí como Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich.
Como ya propuso Netanyahu meses atrás, el proyecto consta de tres dimensiones: una legal, que busca institucionalizar la anexión; una militar, que asegura el control físico del territorio mediante incursiones y demoliciones; y una simbólica, que presenta la ocupación como un acto de soberanía nacional.
La narrativa oficial israelí sostiene que se trata de una “reunificación histórica”, mientras que para la población palestina significa limpieza étnica, y para gran parte del mundo árabe, es la consolidación de un régimen colonial bajo otra forma
Pese a la oposición pública del primer ministro Benjamin Netanyahu en esta votación (porque en el plano operativo sostiene la ocupación) y la abstención de la mayoría de su bloque, un legislador de su propio partido, Yuli Edelstein, emitió el voto decisivo que permitió avanzar la medida. “Ha llegado el momento de aplicar la plena soberanía sobre Judea y Samaria”, celebró Smotrich, usando la terminología bíblica con la que el sionismo religioso justifica la ocupación.
La votación se produce apenas un mes después de que el presidente estadounidense Donald Trump advirtiera que no permitiría una anexión formal de Cisjordania, y en paralelo a la visita del vicepresidente JD Vance a Jerusalén, enviada para garantizar el cumplimiento del alto el fuego en Gaza.
Vance reafirmó que Washington no apoyará una anexión israelí de Cisjordania, calificando la reciente votación en la Knéset como un “truco político estúpido”. Vance sostuvo que el presidente Donald Trump “se opone rotundamente” a cualquier intento de aplicar la ley israelí sobre el territorio ocupado desde 1967, advirtiendo que tal movimiento pondría en riesgo el plan de paz de la Casa Blanca para Gaza.
Recordemos que tras el ataque israelí a la delegación de Hamás en Qatar y la posterior reprimenda de Donald Trump, Netanyahu quedó políticamente acorralado: fue obligado a disculparse ante Doha y a aceptar un “Acuerdo de Paz” que, en su retórica, simula un compromiso humanitario, pero en los hechos funciona como un instrumento de control y reorganización táctica de la coalición israelo-estadounidense.
El problema para Netanyahu es que el acuerdo incluye, aunque de forma ambigua, el reconocimiento de un Estado palestino, algo inaceptable para los aliados ultraderechistas del gobierno israelí. Estos sectores leen sus concesiones a Washington como una capitulación y aprovechan su desgaste político para disputarle el liderazgo ante una base que exige mayor firmeza frente al “enemigo palestino”.
El ministro de Asuntos Exteriores, Gideon Saar, salió en defensa de los colonos, asegurando que “el 99 % de ellos respeta la ley”. La frase, reproducida en medios israelíes, fue interpretada como un intento de deslegitimar las denuncias de violencia sistemática. Organizaciones humanitarias sostienen que el gobierno israelí no solo protege sino que facilita estas acciones, otorgando permisos de construcción en zonas bajo disputa y garantizando la impunidad judicial.
El clima político se agrava además por la reciente resolución de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que desestimó las acusaciones israelíes contra la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). El tribunal, presidido por Yuji Iwasawa, sostuvo que Israel no ha proporcionado pruebas que respalden su afirmación de que “una parte significativa del personal de UNRWA pertenece a Hamás u otras facciones terroristas”. La decisión, sumada al informe de abril de 2024 encabezado por Catherine Colonna, refuerza el aislamiento diplomático de Tel Aviv frente a la comunidad internacional.
La legalización de los asentamientos posibilita a Israel consolidar una soberanía de facto sobre Cisjordania mediante leyes que acompañan la ocupación. La expansión de Ma’ale Adumim, el asentamiento más grande de la región, es parte de esa política. Su reconocimiento parlamentario sella la conexión territorial entre Jerusalén y el bloque colonial del centro del país, haciendo prácticamente inviable la creación de un Estado palestino contiguo.
Esta anexión ilegal de Cisjordania también consolidaría la fragmentación del territorio palestino, reduciendo cualquier posibilidad de autodeterminación. Qatar, Arabia Saudita y Jordania condenaron la votación, calificándola como una “flagrante violación del derecho internacional” y un intento de “borrar los derechos históricos del pueblo palestino”. La ONU indicó que más de 700.000 colonos israelíes viven hoy en asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este.
La Corte Internacional de Justicia ya había dictaminado en 2024 que la ocupación israelí y los asentamientos son ilegales y deben cesar de inmediato. A su vez, la opinión consultiva emitida esta semana reafirmó que Israel no puede invocar argumentos de seguridad para mantener su control sobre territorios ocupados ni utilizar el hambre como método de guerra. Este fallo, según juristas como Tom Dannenbaum (Stanford), refuerza el caso legal contra Netanyahu ante la Corte Penal Internacional, que ya emitió órdenes de arresto en su contra por crímenes de guerra.
Además, la Organización de Cooperación Islámica (OCI) emitió una condena tajante a la aprobación del proyecto de ley. En un comunicado oficial, el organismo calificó la medida como una “violación flagrante del derecho internacional y de las resoluciones de Naciones Unidas”, además de contradecir la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia y la Declaración de Nueva York sobre la solución pacífica del conflicto palestino.
La OCI destacó que el territorio palestino ocupado —que comprende Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este— constituye una unidad geográfica indivisible, por lo que cualquier intento israelí de reclamar soberanía carece de validez jurídica. Asimismo, el organismo instó al Consejo de Seguridad de la ONU a actuar con urgencia para frenar estas transgresiones, advirtiendo que las políticas expansionistas de Tel Aviv no sólo ponen en riesgo la solución de dos Estados, sino también la estabilidad y la justicia en toda la región de Asia Occidental.

Sobre la tierra
Mientras tanto, en el terreno, la violencia de los colonos israelíes se intensifica día tras día. Desde principios de octubre, el ejército israelí y los colonos intensificaron las operaciones en toda Cisjordania. En las aldeas de Qusra, Masafer Yatta y Khallet al-Daba, las fuerzas de ocupación demolieron viviendas, muros y caminos rurales. En paralelo, se pavimentan nuevas carreteras coloniales —como la de Umm Safa— que fragmentan aún más el territorio palestino.
Según denunció Mu’ayyad Shaaban, jefe de la Comisión de Resistencia al Muro y a los Asentamientos, las fuerzas de ocupación y los colonos israelíes llevaron a cabo 158 ataques contra recolectores de aceitunas desde el inicio de la actual temporada. De ellos, 17 corresponden directamente al ejército israelí y 141 a colonos armados, en su mayoría asentados en tierras confiscadas.
Los ataques —que van desde golpizas y disparos directos hasta la denegación de acceso a tierras agrícolas, arrestos y restricciones de movimiento— se concentran principalmente en las gobernaciones de Nablus, Ramallah y Hebrón.
La violencia no se limita a la temporada del olivo, pero encuentra en ella una forma de destruir el lazo entre el campesinado palestino y su tierra. Shaaban subraya que [las FDI]: “atacan deliberadamente la temporada del olivo dada la relación emocional y auténtica entre el ciudadano palestino y su tierra”, con el fin de socavar esa conexión histórica como parte de planes declarados para controlar la geografía palestina e impedir el acceso ciudadano.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) confirmó 71 ataques de colonos en Cisjordania solo entre el 7 y el 13 de octubre, la mitad vinculados directamente con la cosecha. Los ataques afectaron a 27 aldeas y derivaron en heridos, daños materiales, robo de herramientas y cosechas, y vandalismo contra los olivares.
El patrón se repite en toda Cisjordania con aldeas sitiadas, campos declarados “zonas militares cerradas”, carreteras bloqueadas y acceso restringido a los olivares, que dejan a miles de familias sin sustento. Esta campaña, amparada por la impunidad y la complicidad del ejército, del gobierno de Netanyahu y de EEUU, forma parte de una estrategia sostenida de desplazamiento forzado.
Al mismo tiempo, las excavadoras israelíes continúan expandiendo la red de infraestructura colonial. En la aldea de Umm Safa, al noroeste de Ramallah, se pavimenta una carretera que conecta con el puesto de avanzada levantado en la cima de Jabal al-Ras, sobre tierras confiscadas ilegalmente.
En Sheikh Jarrah, Jerusalén Este, las fuerzas de ocupación cerraron el barrio con vallas de hierro durante las celebraciones israelíes del “Día de la Antorcha”. El cierre impidió a los residentes entrar o salir de sus hogares, reforzando un patrón de control y hostigamiento que se repite cada año. Durante esas festividades, colonos y autoridades israelíes exigen públicamente la expansión de la colonización en Jerusalén ocupada y en particular en Sheikh Jarrah, símbolo histórico de resistencia palestina al desplazamiento forzado.
La escalada también se extiende a los sitios religiosos. Esta semana, decenas de colonos israelíes, escoltados por la policía, irrumpieron en los patios de la Mezquita Al-Aqsa y realizaron rituales talmúdicos frente a la Cúpula de la Roca.
Un ritual talmúdico es una práctica religiosa del judaísmo basada en las enseñanzas y leyes del Talmud, el texto central de la tradición rabínica. Estos rituales regulan aspectos espirituales y cotidianos de la vida judía, desde la oración hasta la pureza y las normas comunitarias.
La Gobernación de Jerusalén calificó el hecho como “una violación flagrante de la santidad del lugar y una provocación calculada” que se intensificó desde el comienzo del asedio en Gaza. Las incursiones, que se multiplican semanalmente, buscan imponer un control de facto sobre los espacios sagrados del islam.
La escena, repetida una y otra vez, muestra la coordinación entre colonos y ejército: las milicias civiles atacan, el ejército protege y las autoridades justifican los hechos como “medidas de seguridad”. Todo ocurre bajo un marco legal y político que garantiza impunidad total a los colonos, dota de armas a sus milicias y declara zonas enteras como “áreas militares cerradas”.
Shaaban lo define como “una forma de terrorismo estructural sostenido por el Estado, diseñado para expulsar a las comunidades palestinas de sus tierras y sustituirlas por enclaves coloniales”.
La ofensiva en Cisjordania es el otro frente de la ocupación israelí, menos visible pero igual de sistemático. Cada olivo arrancado, cada agricultor golpeado, cada casa incendiada forma parte de una política deliberada de limpieza territorial y desposesión económica que avanza, mientras el mundo mira hacia otro lado.
El relator especial de la ONU, Ben Saul, advirtió que el plan de paz promovido por Estados Unidos “preserva el status quo fallido” al tratar Gaza de manera aislada y eludir la cuestión de los asentamientos. “Sustituye una ocupación por otra y deja de lado la justicia y la rendición de cuentas. Nunca puede haber paz sin justicia internacional”, afirmó.
La política israelí en Cisjordania avanza, y Estados Unidos ya no tiene la voluntad de contenerla. Israel explota esa debilidad con precisión. Mientras se proyecta como aliado indispensable de Occidente frente al “terrorismo”, en el terreno ejecuta un proceso de anexión que reconfigura el mapa político de Palestina.
*Lourdes Hernández, miembro del equipo editorial de PIA Global.
Foto de portada: Un miembro de la fuerza israelí hace guardia mientras las fuerzas israelíes bloquean el acceso de palestinos y activistas extranjeros a los olivos durante la cosecha de aceitunas, cerca de Hebrón, en Cisjordania ocupada por Israel, el 23 de octubre de 2025. REUTERS/Mussa Qawasma
